Chile sigue luchando contra el silencio impuesto por Pinochet

El gobierno de Estados Unidos estaba enterado de que Augusto Pinochet encubría crímenes como el Caso Quemados, reabierto recientemente por la justicia chilena.

Ciudad de México (elsemanario.com).- El Caso Quemados es uno de tantos hechos atroces acaecidos durante la dictadura militar en Chile, encabezada por Augusto Pinochet.

Los hechos ocurrieron así: dos jóvenes que protestaban contra el régimen militar fueron detenidos por el Ejército de Santiago; luego de ello, simplemente fueron quemados vivo. En este acto repugnante por parte del comando castrense chileno, muere Rodrigo Rojas De Negri, un fotógrafo de tan sólo 19 años.

En el acto represivo, su acompañante Carmen Gloria Quintana, sobrevive, aunque con graves quemaduras. El caso sucedió en 1986 y se abrió recientemente debido a que uno de los implicados aquel 2 de julio, decidió declarar lo sucedido.

Mario Carroza, juez chileno, reabrió el caso luego de que uno de los ex militares se cansó, rompió el silencio y decidió declarar lo que había ocurrido años atrás. Se trata de Fernando Guzmán, quien en 1986 ocupó un lugar en el escenario atroz que acabó con la vida del joven fotógrafo y atentó contra la integridad física y mental de Quintana.

El ex militar declaró, también, que rompió un “pacto de silencio” que en ese entonces impuso el Ejército.

La institución les habría pedido guardar silencio de esta manera, diría el ex soldado:

“…que estuviéramos tranquilos que nada nos iba a pasar y que nos preocupáramos de nuestras familias porque si algo salía mal, él y su comandante estaban dispuestos a efectuar un segundo 11 de septiembre de 1973”.

A cambio de nuestro silencio, la institución nos proveyó de permisos, de dinero, como una manera de continuar con esta mentira y mantenernos callados”.

Ante esa revelación, la justicia chilena procesó a siete exmilitares por el homicidio calificado de Rojas De Negri y el intento de homicidio calificado contra Carmen Gloria Quintana.

El día de ayer, fueron procesados otros cinco, mismos que fueron detenidos el domingo anterior, en donde figura quien fuera capitán del Ejército, Pedro Fernández Dittus, a cargo del comando militar que quemó vivos a los dos jóvenes. Los cinco militares confirmaron el pacto de silencio, denunciado por Guzmán.

El coronel en retiro del Ejército, Julio Castañar, habría sido quien tomó la decisión de rociar a los afectados con combustible para posteriormente prenderles fuego.

Augusto Pinochet fue el responsable del encubrimiento de este crimen; uno de los peores… ¿cuántos más se encubren aún?

Hay que tomar en cuenta lo siguiente: esto se sabe por documentos desclasificados desde hace más de diez años, pero que tomaron relevancia nuevamente con el rompimiento de ese “pacto de silencio” impuesto por el Ejército, de los cuales, cinco fueron publicados recientemente por el National Security Archive.

En días anteriores, la mandataria chilena Michelle Bachelet mencionó que “hay personas que saben la verdad de muchos casos que aún permanecen sin resolver. Chile les pide que sigan el ejemplo del conscripto Fernando Guzmán, que ayuden a reparar tanto dolor”.

La pregunta se vuelve insistente: ¿cuántos casos más habrán escondidos en la bóveda del ‘olvido impuesto’?

Los archivos desclasificados dejan ver que Pinochet hizo lo que estuvo en su poder para encubrir este crimen; mismo, del que la Casa Blanca de Washington, evidentemente, estaba enterada.

Un documento fechado el 14 de julio de ese año, revela que a pesar de la investigación y declaración de testigos, el gobierno militar, siguiendo órdenes de Pinochet, intentó hacer quedar a los dos jóvenes torturados como terroristas; víctimas de sus propios cócteles molotov. El documento también deja claro que aunque hubieran sido señalados como culpables por un investigador oficial, Pinochet no iba a permitir que se enjuiciara a los militares, que hoy sabemos, fueron responsables. Además, si la coartada de los cócteles molotov fallaba, se esperarían otras, como responsabilizar a comandos comunistas.

Así las atrocidades cometidas el mes de julio de 1986; atrocidades de las que nos enteramos gracias a que alguien no pudo guardar más un secreto impuesto por el instituto castrense; un secreto que quién sabe cuántas veces más se pudo reproducir durante 17 años de dictadura militar en Chile.

Por Alberto Cedeño.

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