“Qui n’a pas l’esprit de son âge, de son âge a tout le malheur”
Voltaire
Ciudad de México.- Parecería muy evidente identificar a alguien que ha pasado de moda. Es muy fácil, además, pasar de moda pronto: se sabe que la moda es pasajera, así que en principio de cuentas no podría uno permanecer “en la moda” indefinidamente, porque en ese caso el concepto perdería sustento lógico.
La respuesta inmediata más natural que pueda dar alguien a la pregunta “¿qué es estar pasado de moda?” obligaría al que debe responder a pensar en el aspecto. Sin embargo, se puede estar pasado de moda en varios frentes: en el vocabulario que se usa, en las formas y las fórmulas de cortesía, en gustos literarios (no puede, bajo ningún concepto, gustarnos ya Pepita Jiménez), en la comprensión de corrientes artísticas, en preferencias políticas (conozco un par de individuos, y sólo un par, que se rompen la cabeza en estos meses para ver cómo hacen para reivindicar en el trono del Imperio Mexicano a algún Habsburgo), gustos musicales (esto es cuestionable), y preferencias arquitectónicas (esto es delicado: el Art Déco del Edificio Basurto está muy bien, pero la anti-estética del Hospital Obregón es simplemente incontemplable). A pesar de todos los aspectos en los que uno puede estar pasado de moda, siempre pensamos de inmediato en ropa. Yo, por ejemplo, cuando pienso en algo pasado de moda me imagino a mi tío Romualdo, con sus zapatos Flexi de indudable valor ortopédico, sus polos color pardo de cuellos inmensos, de pingüinito en el pecho, sus lentes de Olaf que deben ayudar a ver muy bien (y si no lo hacen al menos le permiten a quien hable con él verle unos ojos de camaleón), sus pantalones acampanados (beige, casi siempre) y su peinado de lado con goma fijadora. Un desastre absoluto. Quizás él piense que su moda volverá, quizá no y simplemente sea un nostálgico. Pobre tío Romualdo.
Oldfashioned. Un vaso para meter una cantidad de güisqui que no admita más que un par de tragos y no le dé casi permiso a los hielos de convertirse en agua sucia. Algo de moda antigua, si traducimos literalmente. Trasnochado. Outdated. Fuera de fecha. De época. De tiempo. No longer in vogue. Ya no estar a la vanguardia.
Moda. Del francés mode, nos dice la Real Academia de la Lengua Española y olvida profundizar en la etimología, porque hasta el más mentecato podría percatarse de que esta palabra francesa a su vez viene de una palabra latina: modo. Significa uso o costumbre en boga durante algún tiempo (ya no está de moda peinarse como Luis XIV, ni pintarse lunares en la cara sobre cutis previamente blanqueados; ya no está de moda decir palabras como pamplinas, recórcholis, diantres, barbaján o tunante, y espero que nunca lo haya estado por el bien de la reputación de épocas mejores). De moda pasa algo o alguien que pierde actualidad o vigencia, como Andrés Manuel López Obrador o Cuauhtémoc Cárdenas. Y puesto que recurro a estos últimos dos ejemplos, debe decirse que lo que pasa de moda rara vez acepta su condición rebasada.
También veo en el internet que Pasado de moda es un grupo de música compuesto por miembros de múltiples nacionalidades e intereses pluriculturales; un grupo de música que, curiosamente, se distingue por trabajar con arreglos inventivos, avezados, afanados en manifestar un nuevo rollo acústico (decir “rollo”, por ejemplo, está perfectamente pasado de moda).
Habría esperanza para mi tío Romualdo si fuera él un trendsetter. Pero éste no es el caso y debo entonces volver a mandar a mi tío Romualdo a habitar la covacha del olor a naftalina. Con las vueltas que pueden dar las tuercas cuando las ponen a girar los intrépidos, aquello que estuvo de moda hace mucho y que se convirtió en algo que ahora llamamos vintage podría recuperar su esplendor y ponerse a la moda. Esto sucede todo el tiempo, pues con mayor frecuencia de la que querríamos se nos seca la imaginación. Ahora están de moda las sillas esas acapulqueñas de plásticos de colores y hoyos en el fondo (¿para cómodamente expulsar lo fétido en público, a lo salón de madame de Sévigné?), y está de moda peinarse como Dalí cuando era joven, y está de moda enriscarse los bigotes, y usar las camisas de felpa del abuelo, y los lentes de pasta que nadie quiso heredar.
Beau Brummell, que sabemos que inventó el traje, podría volverse a poner sus breeches ajustados en algunos medios sociales y pasar por posmoderno. Pero se decepcionaría de ver que el traje que se le ocurrió poner de moda se ha convertido en algo insólito y ha variado en miles de estilos, para volver a los de antes múltiples veces y luego volver a brincar hacia nuevas tendencias (de lo cruzado de solapa amplia a lo recto de dos botones; de lo recto de dos botones a lo recto de tres, al cuello sin cuello, de vuelta a los cruzados de amplia solapa, et ainsi de suite…).
Está de moda hacerse el culto y el sofisticado (quizá esto ya es clásico en las sociedades pretenciosas). O al menos eso pienso yo cuando, de repente, me da por usar galicismos (así digo ahora que está démodé el francés como lingua franca de la Europa Occidental y que démodé está también tener en la casa muebles estilo Segundo Imperio) o anglicismos, desplantes estos que uso para impresionar a alguna mujer a la que espero llevarme a la cama si el abuso del alcohol no me deja antes ebrio y babeante, solo y endeudado, en la butaca de algún bar.
Clásico. Se usa como antónimo de anacrónico, trasnochado, pasado de moda. Lo clásico es aquello que supuestamente no deja de estar vigente. Pero esta aseveración inevitablemente nos hace volver a sumirnos en incomprensiones. Es clásica la Fantasía Impromptu de Chopin y clásico es un Mercedes Benz Alas de Gaviota y clásico es un saco de tweed (aunque esto sólo lo piense yo que heredé un par de mi padre y me los ajusté para verme más a la moda, combinándome con pantalones de mezclilla bien ceñidos, mientras todo mundo me voltea a ver para apuntar a lo anticuado de mi saco apolillado) y clásico es que en México te dejen plantado porque no confirmaste una reunión que creías haber dejado perfectamente bien agendada, aunque esto no signifique que todos estos ejemplos estén a la moda.
Yo comulgo con Agamben. Un hombre que no pasa de moda, un contemporáneo, es uno de su tiempo. Pero uno de su tiempo no lo es sólo por capricho de la naturaleza, por estar en un tiempo y en un lugar determinados. Se precisa de voluntad y de comprensión mayor de cosas. El hombre contemporáneo es el que es capaz de verse desde fuera y comprender su lugar en el mundo con la ayuda de la perspectiva (esto me hace pensar que contemporáneos habrá tan solo un puñado y que Agamben ya está viejo y no está a la moda más que dentro de ciertos círculos en los que se habla de filosofía y de teoría de la estética).
Estas son divagaciones idiotas. Y Oscar Wilde era un árbitro de la moda (la de la estética y del witt en una intolerante Inglaterra victoriana), así como Coco Channel lo fue a su tiempo de la ropa y hoy lo es un hombre que se llama Tom Ford. Moda y moda y la gente oye del tema y piensa de inmediato en la calle de la Spiga y en Alessandro Manzoni (nunca en el escritor, siempre en Milán) y en Audrey Hepburn y en los diamantes que le gustaban. Pero no hay que olvidar que está démodé el que pretende imponer la prevalencia, lo que ya no puede prevalecer; que la aceptación de cánones morales cambia para la gente aunque se enojen los moralistas, porque el que no vive en su tiempo y no acepta el avance encuentra en su detenimiento el dolor de su propia desgracia. No olvidemos a Voltaire: el hombre que no tiene el espíritu de su tiempo, tiene de su tiempo, eso sí, toda la desdicha.
@Diegodeybarra