Cosas que pasan todos los días

 “I am wholeheartedly yours”

Inscripción en el diamante hecho con parte de las cenizas de Luis Barragán, y ofrecido a Federica Zanco como “propuesta” de matrimonio a cambio de unos archivos por los que pagó una millonada.

 

 

Como dijo Jack the Ripper, vamos por partes.  A ver:

1.- Un hombre cualquiera, tapatío por chiripada, se dedica a hacer casas para ricos, pero también para caballos.

2.- Un tapatío muy rico, que es un talentoso y reconocido arquitecto, pinta las casas de los ricos con unos colores muy vivos que inventó junto con su amigo Chucho Reyes.

3.- Un talentoso arquitecto, que se pone gaznés y se viste con telas 180’, se hace merecedor de un premio al que le llaman “El Pritzker”.

4.- Un dandy de ojos azules y poco pelo, que se llama Luis Barragán y cree en Dios, se muere en una cama franciscana de un cuarto decorado monacalmente de una maravillosa casa que él mismo ha construido.  Entre sus muchas posesiones está su archivo de trabajo, que le hereda a su amigo Rubén Ferrera.

5.- En algún momento histórico (porque así son los momentos), el cuerpo del arquitecto que admiró a San Francisco de Asís es incinerado; las cenizas son puestas (se da por sentado que las de él) en un cofrecito, y el cofrecito (con pompa y circunstancia tropical, tapatía y latinoamericana), es depositado en la “Rotonda de los Jaliscienses Ilustres”.  Como debe ser, vaya.

6.- Rubén Ferrera, por muy respetables razones, se cuelga de un puente, no lejos de la casa en la que su amigo – el de los sacos de tweed y los conceptos espaciales – había muerto un poco antes.

7.- La viuda de Rubén Ferrera hereda el archivo.  La viuda de Rubén Ferrera trata de vender el archivo al Gobierno de México, pero esta entidad decide no adquirirlo, seguramente por respetables razones (como Ferrera con lo del suicidio, vamos).  La viuda de Rubén Ferrera, entonces, le vende el archivo a una galería de Nueva York.  La galería de Nueva York, a su vez, le vende el archivo a un señor muy rico que se llama Rolf Fehlbaum, y éste (a decir de una señora que ya verán que aparece a continuación), se lo ofrece como “marriage proposal” a su novia, una historiadora de la arquitectura, entusiasta del trabajo de Barragán, que se llama Federica Zanco.

8.- Federica Zanco, que eventualmente sí que se casa con el señor Fehlbaum, guarda en una bóveda, durante algo así como veinte años, el archivo al que tantas ganas le traía. (Imagino que habrá guardado también por ahí su copia del contrato de compraventa y demás documentos que se necesita tener para que no le aparezcan un día a fastidiar con expropiaciones y mamarrachadas de esas, porque si su marido, que es suizo, debe ser meticuloso, ella, por ser de Ferrara, ha de serlo aún más).  Y no se lo presta a nadie.  Y la gente se enoja.

9.- Aparece la señora que ya les había yo adelantado que aparecería: una artista conceptual estadunidense nacida en los setentas (bastante guapa, por cierto) y luego de enterarse de todo lo relatado, dice para sus adentros: “ESTA ES LA MÍA”.

10.-  La guapa artista conceptual, que responde al nombre de Jill Magid, se da cuenta de que es una genia y que la vida puede ser muy divertida si uno aprende a jugarle el dedo en la boca a todo mundo.  Se percata, además, que al mismo tiempo (¡oh generosa naturaleza del universo!)… ¡también se puede uno ganar unos centavitos y alcanzar la fama internacional!

11.- Jill Magid tiene una epifanía, y realiza una serie de ejercicios de lógica, a saber: “(i) Luis Barragán es un gran arquitecto mexicano, ganador del Pritzker, y está enterrado en su versión cenizas en una cajita en una rotonda en una plaza en una ciudad en un país bananero; (ii) la gente en los países bananeros dice que sí a todo lo que uno les diga; (iii) Federica Zanco tiene el archivo de trabajo de Luis Barragán en una bóveda en Suiza, y no se lo presta a nadie; (iv) yo ya averigüé que hay una empresa, que también está en Suiza, así que eso me acomoda, que se dedica a transformar cenizas de gente en diamantes; (v) voy a conseguir, con quien sea capaz de reconocer que soy una artista a la que se le ocurren unas genialidades que ni a Dios, el dinero que cueste convertir las cenizas de Luis Barragán en un diamante y de paso sirve que me paseo entre Estados Unidos – Suiza y México; (vi) voy a ir a México, les voy a pedir a las autoridades y a los familiares – porque yo, Jill Magid, supongo que es con ellos con quien tengo que hablar – y los voy a convencer de que a ellos les interesa mucho que el archivo de trabajo de Luis Barragán ‘vuelva a México’, sobre todo porque lo tiene una mujer muy mala que no tiene derecho a tenerlo; (vii) los mexicanos se van a dar cuenta de que tengo razón; (viii) los mexicanos me van a preguntar, ‘¿y cómo, señora, es que podemos recuperar aquello?’; (ix) yo les voy a decir: ‘siéntense y escúchenme bien, muchachos, porque yo le voy a hacer a la señora Zanco una oferta que no podrá rechazar’; (x) los mexicanos van a pelar los ojos grandes como platos y van a rogarme: ‘¡díganos, señora, por vida suya!’; (xi) yo, con calma, les contaré el cuento de que la Zanco recibió de su actual marido el archivo en lugar de un tradicional anillo de compromiso, y les espetaré: ‘yo estoy segura de que si me dejan ustedes sacar unas poquitas de las cenizas de don Luis para ponerlas en una bolsita, llevármelas a Suiza, convertirlas en diamante, y engarzar el diamante bonitamente, me canso que – por supuesto que desinteresadamente –Federica Zanco me cambia el archivo de trabajo de Luis Barragán por nada más y nada menos que el mismísimo Luis Barragán, pero en formato diamante; (xii) los mexicanos van a exclamar: ‘¡Pero claro!  ¿Por qué no se nos había ocurrido antes?’, y me van a decir que sí a todo, porque van a estar encantados, amén de que el plan es matemático.  Y, ya por último (sigue reflexionando la Magid), voy a ir a ver a la señora Zanco y le voy a decir (incluso me aprenderé la frase en italiano, para que todo sea más contundente): ‘Le farò un’offerta che lei non potrà rifiutare! ¡Le voy a cambiar algo que usted tiene por algo que usted necesita!’  Y ella, después de escucharme, brincará de júbilo y me pedirá que la acompañe a la bóveda, que arrime mi camión de mudanzas a la puerta, y que me lleve todas las cajas con todo lo que haya ahí, porque ella se queda feliz de la vida sin archivo, pero con un trocito de don Luis abrazado a su dedo anular.”

12.- Jill Magid consigue que efectivamente acontezca todo lo que su epifanía le ha permitido maquinar… salvo el episodio de su entrevista con la Zanco.  Porque – cosa rarísima – La Zanco prefiere quedarse con sus archivos que tener empotrado en una falange un pedazo de muerto.  Sin embargo esto, para la Magid, ya es perfectamente irrelevante.

13.- El San Francisco Art Institute anuncia que el nueve de septiembre de 2016 presentará la ultimísima, magistralísima, incredibilísima obra conceptual de la gran Jll Magid: “The Proposal”, o “Cómo engañar a las personas para que éstas aplaudan como focas”.  La gente del mundo del arte se conmociona.  Los de a pie hablan del asunto en los cafés.  Los críticos de arte se lamen los belfos.  Se arma una de muy padre y señor mío, y no hay quien no se pregunte qué carajos es todo este delirio.

Pequeño paréntesis reflexivo.- Chovinismo imbécil (como suelen ser los chovinismos, perdonarán ustedes la redundancia): ¿Por qué habría de pertenecerle a “México” (whatever that means) el archivo de trabajo de Barragán?  ¿Por qué no puede tenerlo la señora Zanco, que sí lo pagó? Y luego: ¿por qué no lo compró el Gobierno Mexicano cuando la viuda de Ferrera se lo ofreció? ¿Será por que en una de esas es más fácil, a toro pasado, agarrarlo de a grapa alegando un derecho cuestionable a una propiedad inmerecida? 

14 (y último).- Un sobrino nieto del hombre de los sacos de tweed, sobrino nieto a quien ninguno de los involucrados en el ingenioso proyecto consultó en momento alguno, hace una declaración pública, minutos antes de que la Magid inaugure en el San Francisco Art Institute su gloriosa exposición.  El sobrino nieto del hombre-diamante manifiesta: “¿Qué creen?  Pues con la novedad, mis queridos, de que aquellas cenizas que se enterraron en la rotonda famosa en los años ochenta no eran las de mi tío Luis, sino las de un caballo alazán que él tenía.  Y verán: resulta que las verdaderas cenizas de Luis Barragán las tengo yo acá en este morral.  ¿Cómo la ven?”

¡Esto no ha pasado!  – exclamarán incrédulos ustedes.

¡Esto no es verdad!  – reprocharán ustedes con vehemencia.

¡Esta historia es improbable! –  me refutarán científicamente.

Pues puede que sí… o puede que no.  Al final, tanto este último ítem como las trece secuencias anteriores, no son más que cosas que pasan tos los días.

Caballo alazán

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Margarita Rodriguez

Me he reído bastante. Ojalá sea cierto lo del caballo.

Topcio Ramirez

Como me gustó la narración, que sè yo si es cierto o no, pero que risa me sacaron. Felicidades!!!!!! Por èste artículo.

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