El Cordobés y Eloy

El 5 de abril de 2014 en un festival en la plaza de toros de Córdoba, en España, Manuel Benítez El Cordobés salió por la Puerta de los Califas (él uno de ellos) aunque por su heterodoxia muchos siempre lo fustigaron cuando estaba en activo y le negaban lo que es una realidad; el innegable carisma y el concepto arrebatado de su tauromaquia que trascendió en su época de esplendor al mundo en general, convirtiéndose en ícono.

Manuel fue uno de los ciclones del toreo y que apareció ya mayor de edad como novillero en los finales de los cincuenta y principios de los sesenta de la mano de quién ya falleció, pero que fue un genio del apoderamiento, el cordobés Rafael Sánchez El Pipo, quién supo intuir en Manuel al ídolo de multitudes dentro de su concepto desordenado de actuar en el ruedo, seguramente observó también las muñecas de privilegio de quién para mantenerse había robado gallinas y se empleaba como albañil.

A su hermana le dijo alguna vez con claridad, “o llevaras luto por mí”, al ver desesperado como la época posterior a la guerra civil provocó miseria para su familia y la muerte de su padre a manos de los franquistas. Paradójicamente cuando él fue figura del toreo, tuvo la cercanía con el Generalísimo Francisco Franco quién veía en El Cordobés a un personaje adorado por las multitudes y por tanto conveniente para su gobierno.

A México vino en los sesenta cuando en 1963 causaba sensación en España el torero “mechudo”, diferente a todos, que rompía con las normas clásicas de la fiesta. Su gran carisma se imponía a cuanto obstáculo se presentaba. Alfonso Gaona no lo contrató y fue el rejoneador Juan Cañedo un personaje de película, quien, casado con Dolores Olmedo, se animó lo que parecía una locura el montar una temporada en la plaza El Toreo, Manuel toreó 55 corridas consecutivas en un lapso de menos de 3 meses de enero de 1963 a marzo de 1964, después de un gran triunfo en el desaparecido Toreo de Cuatro Caminos en diciembre de 1963. Para esa época su apoderado era Manuel Martínez Flamerique Chopera y en México no se hablaba de alguien más que no fuera El Cordobés.

Yo era muy niño pero recuerdo que vi su debut en La México en 1965 el 7 de febrero y lo que puedo recordar taurinamente es poco, pero no la anécdota que viví. José Luis Carazo Arenero se ubicaba con Paco Malgesto y Carlos Albert en el burladero de la XEW con el ingeniero Alejandro Bolio al frente de las transmisiones. Eran otros tiempos, Arenero me ubicó en segundo tendido junto a la escalera y tuve la suerte de que pasará la Doña María Félix y al verme me preguntó” ¿Qué haces sólo chamaco?” Le contesté, señora mi papá esta con los cronistas de radio y al finalizar la corrida me bajo al ruedo para irnos juntos. “Me sobra un boleto de barrera y mi amiga y yo te invitamos a que lo uses”. Con menos de 10 años imaginan puse los ojos de plato y le dije que con todo gusto aceptaba su generosa oferta. Además de picharme el boleto, me compró golosinas y refrescos durante la inolvidable corrida para mí, aunque no fuera triunfal para Manuel, como si lo fue la del 28 de febrero de 1965 en la que el de Palma del Río obtuvo los máximos trofeos. Por eso entre brumas poco recuerdo los hechos en el ruedo, no la bonhomía de la Doña quién cumpliría en vida 100 años.

Regreso a El Cordobés, quién el 29 de octubre de 2002 fue proclamado por el Ayuntamiento de Córdoba como el V Califa del Toreo. Es la primera vez que el Califato se le otorga a un torero en vida. Los otros cuatro Califas son Rafael Molina “Lagartijo” Rafael Guerra “Guerrita”, Rafael González “Machaquito” y Manuel Rodríguez “Manolete.

El 5 de abril de 2014 en un festival benéfico contra el cáncer y actuando al lado de Fermín Bohórquez. Finito de Córdoba. José Luis Torres quién sustituyó al lesionado Enrique Ponce, El Cordobés hijo y el novillero Israel de Córdoba, el torero de 78 años tomó la muleta y firmó una faena en la que destacó la suavidad y limpieza de algunos de sus naturales. Ser toreo no tiene edad. Con el novillo de Domingo Hernández rajado, lo persiguió junto a las tablas para rubricar el trasteo con su sello propio entre los vítores del público. A pesar de no estar fino con los aceros, afloraron los pañuelos y la presidencia otorgó los dos trofeos.

Lo remarcable es ver como para Manuel y Eloy, para todos los toreros en activo o retirados, su vitamina principal es el ruedo, no me cabe duda y que Dios los siga manteniendo vitales y recordando anécdotas de quienes alguna vez alternaron juntos en el ruedo. Por cierto Eloy que actúo en Tlaquepaque la semana pasada como huracán, demostró que ser disciplinado paga y que su toreo sabe a lo añejo y a lo eterno. Dios los mantenga por muchos años entre nosotros.

 

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