Cuando el público mexicano escucha la palabra “monólogo”, no hace otra cosa más que poner miles de pretextos para no ir al teatro. Si llevar a la gente a una obra convencional es difícil, llevarlos a un espectáculo donde sólo hay un actor en escena es un verdadero viacrucis. Los productores dispuestos a levantar un proyecto de este tipo son valientes porque combaten los prejuicios o, simplemente, la falta de conocimiento respecto al género.
El problema no es que veamos a un actor sobre el escenario durante la hora, hora y media o dos horas de función, sino la historia que se quiere contar. Todo depende de cómo se desarrolle la anécdota, su estructura y giros de tuerca. Ante la creciente oferta de entretenimiento (la mayoría al alcance de un monitor, de un clic), se piensa dos veces en qué invertir el tiempo y no se tiene mucha tolerancia cuando la opción es equivocada; el teatro debe correr a pasos agigantados para estar a la altura del público y la competencia.
A los monólogos van personas con gustos ultraespecializados o locos con buena voluntad de abrirse a nuevas experiencias. En los últimos diez años, el éxito de taquilla se da muy poco en este género. Y Rubén Lara, productor reconocidísimo en el medio, no se asusta ante esta situación para montar un espectáculo unipersonal llamado “No seré feliz, pero tengo marido”.
Antes tuvo un descalabro con “Tengamos el sexo en paz” protagonizado por Luz Elena González; este monólogo, actuado durante muchos años por Margarita Gralia, se repuso con una nueva dinámica entre dos actores que, pese a su gran esfuerzo, no estaban entrenados para la escena y, para colmo de males, no tenían una adaptación pertinente.
“Tengamos el sexo en paz” es un texto viejo que sin un nuevo enfoque o una buena edición literaria no tiene mucho que hacer en la cartelera. La fuerte inversión en publicidad y los nombres de figuras de televisión no lograron sostener la temporada en uno de los teatros más grandes de la ciudad, el 11 de Julio. Lara vuelve a este mismo lugar al aprender de los errores.
Ahora monta “No seré feliz, pero tengo marido” con un fuerte compromiso para el escenario y el público. Escoge un libro, con el mismo título de la obra, con cierto revuelo mediático por su carácter testimonial (y de superación personal) que habla sobre el matrimonio y su fracaso. La autora argentina, Viviana Gómez Thorpe, retrata la condición femenina adulta y los miedos propios al enfrentar una separación.
Uno de los mayores logros de la adaptación teatral está en hablar de la mujer mexicana con sus referentes y humor. No me encanta que cada cinco minutos rompan la cuarta pared para hablar francamente con el público, porque me remite a otro tipo de espectáculo que debe ser montado en cualquier otro lugar menos en un teatro; sin embargo, reconozco la eficiencia y el impacto del recurso con el público.
La estructura se compone de viñetas en comedia que buscan reflejar la cotidianidad del matrimonio; esto no sería atractivo si no es por la toma de conciencia de la protagonista sobre el amor, la autoestima y la soledad. Por esto “No seré feliz, pero tengo marido” adquiere dimensiones complejas y conmovedoras; aquí el texto abandona las señales de curso de superación personal y se convierte en una historia capaz de reflejar las emociones más oscuras ante la pérdida amorosa.
La decisión de Lara al escoger a Sylvia Pasquel para llevar en sus hombros esta obra no pudo ser más atinada. Ella le da a cada parlamento, gesto y rutina física una profundidad que una actriz menos experimentada llevaría al terreno de la frivolidad. Si no fuera por Pasquel, “No seré feliz, pero tengo marido” sería una obra más sin ningún tipo de impacto.
Pasquel aprovecha al máximo todas las notas a la cotidianidad para causar empatía. La interacción que tiene con el público demuestra sus habilidades para improvisar y moldear el ritmo con base en el pulso de las personas sentadas en su butaca cada función. Cuando, al final de la obra, hay una gran ovación para esta actriz entiendes lo sofisticado y pesado de su trabajo a pesar de una apariencia de enorme facilidad.
Todas las personas que aplauden se les olvidan las prejuicios en contra de los monólogos porque disfrutaron una historia que habla de situaciones cercanas. La premisa del teatro se cumple y se magnifica la experiencia en vivo con ingeniosos elementos lúdicos y una poderosa imaginación para plasmar imágenes emotivas.
Llega la redención para Rubén Lara con “No seré feliz, pero tengo marido” al ceñirse a una historia encantadora y una intérprete con un gran diapasón actoral. El domingo que fui a ver la función era la final del Mundial y muchos teatros habían suspendido funciones por temor a que la gente ya no llegara a las salas por la euforia pambolera; sin embargo, el Teatro 11 de julio estaba lleno al 80%. Lara tiene un éxito en sus manos no sólo por la taquilla vendida en las próximas funciones sino porque logra acercar a la gente un género malentendido.
“No seré feliz, pero tengo marido”
Inspirada en el libro de Viviana Gómez Thorpe
Dirección: Claudia Ríos
Teatro 11 de julio (Doctor Vértiz 668, colonia Narvarte)
Sábados 18:00 y 20:30 hrs., domingos 18:00 hrs.