¿Es el conflicto parte inevitable de la especie humana? Científicos dicen que no

Los humanos son al mismo tiempo capaces de quitarle la vida a otro miembro de su especie y de sacrificar su propia vida para salvar a otro humano. De acuerdo con los científicos, todo depende del contexto social.

Ciudad de México.- Tal parece que el conflicto ha estado presente en cada momento de la historia humana. Desde diferencias entre dos individuos, hasta rivalidades étnicas, nacionales, ideológicas o religiosas que pueden terminar incluso en la guerra, han hecho a muchos preguntarse si el conflicto es parte de la naturaleza humana, y si hay alguna manera de evitarlo.

Los antropólogos tienen mucho que decir al respecto, y Patrick F. Clarkin, un antropólogo biológico de la Universidad de Massachussets en Boston, intenta dilucidar algunas de estas dudas.

Clarkin explica que muchos investigadores recurren a 4 fuentes de información básicas para tratar de reconstruir nuestro pasado como especie y responder la pregunta sobre la naturaleza humana: nuestros parientes los primates, para identificar características compartidas que puedan venir de un ancestro común; grupos de cazadores-recolectores contemporáneos; variación transcultural; y más directamente, registros arqueológicos.

El antropólogo refiere que existen estudios que revelan que los chimpancés se involucran en violencia letal entre ellos mismos y con miembros de otros grupos. Los investigadores encontraron que si bien había casos de “asesinatos” entre chimpancés, estos eran muy esporádicos.

El primatólogo Michael L. Wilson encontró que los chimpancés tenían más probabilidades de matar cuando había más machos cerca y cuando la densidad de la población era mayor, lo cual indicaba que estos primates se comportaban de acuerdo a su entorno ecológico y social.

Por otro lado, los historiadores Will y Ariel Durant sugerían que “La guerra es una de las constantes en la historia… De los últimos 3,421 años de historia humana registrada, sólo en 268 no ha habido guerra.” Sin embargo, Clarkin apunta que esto no quiere decir que la guerra hubiera estado presente simultáneamente en todo el planeta, y tampoco quiere decir que la guerra era algo común en la prehistoria.

Por su parte, los antropólogos Douglas Fry y Patrik Söderberg revisaron los eventos de violencia entre grupos de cazadores-recolectores actuales y hasta inicios del siglo XIX, y descubrieron que sólo una minoría de los eventos violentos ocurría entre sociedades distintas, y que la mayoría de ellos sucedía en el mismo grupo. Además, estos homicidios regularmente tenían motivos personales, como celos o venganza.

Pero la fuete más confiable de información sobre la historia antigua humana son los registros arqueológicos, indica Clarkin, y estos no revelan una actividad violenta y guerras tan frecuentes como en la historia reciente.

“Antes de la agricultura, hay muchas razones por las que los grupos de cazadores-recolectores podrían tener muy pocos incentivos para involucrarse en guerras. Estos incluyen un tamaño pequeño de los grupos; una estructura social igualitaria; lazos de parentesco con grupos que eran una fuente para el comercio; densidades de población bajas que permitieron fácil movilidad a nuevos territorios en caso de que surgieran tensiones; y la relativa falta de riqueza acumulada que podría ser un incentivo para atacar a los vecinos”, explica Clarkin.

La evidencia parece indicar que no es posible afirmar que nuestros ancestros hayan sido o pacíficos o violentos, ya que todo depende del contexto. No obstante, la guerra y los conflictos intergrupales no son omnipresentes.

Lo cierto es que así como los humanos pueden asesinar a un miembro de su misma especie, también son capaces de dar su vida para salvar a otro humano. La pregunta no es, de acuerdo con Clarkin, si nuestra especie es inherentemente violenta o altruista, si no que por qué ambas características están presentes entre nosotros, y qué condiciones permiten que ocurra una u otra.

Como buen biólogo, Clarkin apunta que desde un punto de vista evolucionista, la flexibilidad y la adaptación son la esencia del comportamiento de todas las especies y es lo que asegura su supervivencia.

Por Andrea Jaramillo.

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