Sinopsis:
Después de la matanza en la Plaza de las Tres Culturas en 1968, Miguel, un joven participante del Movimiento Estudiantil, es detenido y confinado al campo militar 1. Él perdió de vista a su novia en el lugar de la masacre y por cualquier medio buscará la manera de restablecer contacto con ella. A través de la relación de Miguel con sus compañeros de celda y del sometimiento que tiene con sus vigilantes, se devela la corrupción del sistema político, los intereses en pugna del Movimiento Estudiantil, los atropellos a los derechos humanos y un sinfín de historias de abuso e ilegalidad de este episodio histórico.
Oficialmente inició la temporada teatral 2017 de la Ciudad de México con el estreno de “El Cielo de los Presos” en el Foro Lucerna. Desde que vi el póster en las redes sociales, encontré dos motivos fundamentales para ir a comprar un boleto: uno, el regreso de Alfredo Gatica al teatro después de su participación en “En las Montañas Azules” y, dos, conocer el trabajo de un dramaturgo y director completamente nuevo para mí: Mauricio Bañuelos.
Cuando llegué al teatro me enteré de la participación de dos actores a quienes les he seguido la pista durante mucho tiempo: Aarón Balderi y Héctor Kotsifakis. No registré sus créditos cuando vi la publicidad en las redes sociales; esta nueva información hacía más atractivo el espectáculo aunque, a decir verdad, no sabía bien a bien qué iba a ver. Tenía poquísimas referencias: una anécdota que sucede al interior de una cárcel; personajes enmarcados en el Movimiento del 68 (deducía que el título viene de “Otros días, otros años” de Luiz González de Alba cuando hace referencia a Oscar Wilde); la relación entre el sometedor y el sometido.
La historia, efectivamente, se plantea en el Movimiento Estudiantil del 68 en México. Sin haber pasado los primeros cinco minutos de la obra aplaudía en mi cabeza a Mauricio Ballesteros por atreverse a contar una historia capaz de producirnos sentido como mexicanos; en estas condiciones del gremio teatral encontrar a alguien que quiera contar una historia sobre este hecho es valioso pero encontrar a quien quiera invertir su dinero para producir un montaje de ella me parece valiosísimo.
Dramáticamente, el trabajo de Mauricio Bañuelos en “El Cielo de los Presos” es notable porque no sólo se queda en la denuncia; no opta por recursos discursivos para entender qué pasó después de la matanza en Tlatelolco; ni hace una pieza museográfica para complacer a grandes aparatos intelectuales; se va directo a contar una historia de pasiones humanas y es ahí donde no importa cuánto sepas del Movimiento del 68, no importa si tienes conciencia histórica o no importa si tienes la información necesaria para analizar el hecho: conectas porque conectas. Mauricio acorrala al espectador para que pueda emocionarse con cada uno de los personajes y, de esta manera, reflexionar sobre las consecuencias del Movimiento hoy en día.
Me puse investigar por todos los medios posibles quién era Mauricio Bañuelos y cómo había llegado al teatro. Encontré poca información: estudió en Casa Azul y su carrera como dramaturgo y director ha tenido una sobresaliente continuidad. No sé cuál sea su entrenamiento como escritor pero todo el formato de su escritura es televisivo: la duración de las escenas, el trabajo de síntesis en los diálogos, el ritmo vertiginoso y la forma de estructurar el primer y segundo acto me hacen suponer su cercanía con este medio.
Quien puede escribir para televisión puede escribir, en términos dramáticos, lo que sea. El texto de Mauricio es compatible con las competencias comunicativas de las audiencias actuales porque siguen, consumen y leen productos televisivos. Por otro lado, este proyecto (me parece) es bastante personal para Mauricio y no hay mejores manos para dirigirlo que él.
En mi investigación sobre la trayectoria profesional de Mauricio me enteré que “El Cielo de los Presos” había tenido una temporada en el 2014 en el Teatro La Capilla con un elenco completamente diferente (a excepción de Aarón Balderi quien interpreta al mismo personaje). El montaje del Lucerna es el resultado de un trabajo en evolución de dos años; pone en evidencia la necesidad de replantear esquemas financieros y de difusión para consolidar las necesidades creativas del montaje a largo plazo. Esta manera de abordar el trabajo es propia del teatro y no podemos generar una industria en este país sin tomar en cuenta tales prerrogativas. El cine y la televisión son otros juegos cuyas reglas no las podamos extrapolar al ejercicio teatral.
Todo el montaje se centra en una economía de recursos actorales. Me encanta ver este trabajo con los elementos mínimos de escenografía e iluminación sólo para reforzar el drama. Y si Mauricio apostó por la actoralidad como el eje del espectáculo se hizo de un ensamble actoral fuerte. Ya había mencionado la participación de Alfredo Gatica el cual es un talento fuera de serie; en esta ocasión valoro el trabajo de contención energética a diferencia de lo que hacía en “En las Montañas Azules”; me habla de su versatilidad, disciplina y ganas de explorar su rango.
Como protagonista está Kristyan Ferrer (al salir de la función recordé su participación estelar en la película “Guten Tag, Ramón”) quien es el carisma encarnado; no sé si Kristyan sea consciente de la gran cercanía que tiene con la gente. El montaje es cálido por su interpretación; irremediablemente te sientes conectado a él.
El trabajo de oposición energética entre Gonzalo Vega Jr., Aarón Balderi y Jorge de los Reyes es una de las fortalezas del montaje. Por ellos pude sentir, en su punto más alto, el trabajo de atmósfera. Qué gusto conocer a Tatiana Del Real; ella se enfrenta con la dificultad técnica de no estar en la línea de tiempo central porque su personaje aparece en flashbacks como la novia del protagonista. Hace brillante cada momento porque no sólo se limita a cumplir esta función sino hace contrapuntos efectivos en el arco dramático. Tatiana todo el tiempo da un respiro a la tensión de la anécdota.
No me tocó ver a Héctor Kotsifakis porque alterna su personaje, Pastrana, con Jorge de los Reyes quien brilla por su manejo de matices. Me falta mencionar a Emmanuel Orenday pero aquí me voy a detener porque sucede algo bien interesante con su personaje en relación con la historia y el montaje. Los dos primeros actos de la obra son efectivos en cuanto a la dramaturgia, dirección y actoralidad, sin embargo, en el tercer acto no pude llegar a donde Mauricio Bañuelos, supongo, quería que llegara como espectador.
Después de traer la obra en la cabeza durante cuatros días seguidos, encontré el motivo de mi extrañeza al final: literariamente la historia del protagonista es opacada por la historia de un personaje secundario: Morales, interpretado por Emmanuel Orenday, es uno de los militares quien vigila la celda donde sucede la acción (no puedo hablar demasiado de detalles de su progresión dramática porque “quemaría” la trama). Este fenómeno es interesante porque, más allá del escritor, del actor o la dirección, hay personajes tan potentes que se acaban por comer todo el show sin importar las intenciones, estructuras y protagonistas.
A Mauricio se le escapó de las manos Morales: éste llega a tener el dilema más grande por resolver y su complejidad crece a pasos agigantados en cada escena. Y si aunado a esto Emmanuel Orenday hace una interpretación memorable es difícil no darse cuenta de su relevancia en la trama. Es la primera vez que veo a este actor en el teatro y me sorprende su trabajo de irradiación.
No veo esta nota como una falla sino como un punto necesario de observar. Y, subrayo, nada de lo aquí descrito tiene que ver con alguna irregularidad de la dirección o la actoralidad; el personaje de Morales se escapó de los intenciones del escritor desde el papel. Estaba desconcertado en el final porque el conflicto de Morales es más estremecedor en comparación de todos los demás, incluso, del protagonista y me quedé con la sensación de querer conocerlo más. Cuando los actores salían a recibir los aplausos sólo pensaba: “Morales se le escapó a Mauricio, se le escapó”.
“El Cielo de los Presos” es un montaje poderoso para abrir la temporada en la Ciudad de México del 2017. Más allá de la conjura de Morales, el montaje no me soltó en ningún momento y no dejé de condolerme por cada una de las situaciones recreadas. “El Cielo…” de Mauricio Bañuelos es importante por su manera de entender la dramaturgia y necesaria ante los tiempos de terrorismo político que estamos viviendo.
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“El Cielo de los Presos”
Dramaturgia y dirección: Mauricio Bañuelos
Foro Lucerna (Lucerna 64, esquina Milán, Colonia Juárez)
Miércoles a las 20:45 hrs.
Hasta el 26 de abril