América en crisis

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Un ambiente de gran turbulencia social y política define al nuevo mundo.

La crisis boliviana que acapara la atención mundial es sólo el ejemplo más evidente de una realidad de mayor complejidad que se extiende a prácticamente todo el hemisferio con diferentes matices.

El choque de visiones encontradas y ambiciones caprichosas, populismo o neoliberalismo, con sus naturales pasiones y virtudes, han venido construyendo durante las últimas décadas un entorno de confrontación que ha sido el caldo de cultivo de la inconformidad social que se expresa finalmente de manera violenta y ofrece el riesgo de convertirse en una epidemia continental.

Crisis políticas, económicas y sociales suceden con diferente intensidad en prácticamente todos los países de manera simultánea, desestabilizando aún más el precario orden social logrado en el pasado, dando la impresión de un retorno a los oscuros escenarios generados durante la guerra fría. La polarización ideológica parece cobrar nuevos bríos con una complejidad que reta a la más brillante capacidad analítica para entender la circunstancia que evoluciona vertiginosamente.

A los calificativos populismo y neoliberalismo que marcan hoy la añeja geometría política de izquierda y derecha, se suma en las mismas dimensiones el golpismo, como aderezo y argumento de uno u otro extremo.

El golpe de Estado como termino orienta a la reminiscencia de las dictaduras del siglo pasado que caracterizaron el acceso al poder en Centro y Sudamérica y que se suponía un mecanismo rebasado por la conciencia democrática.

Imagen: El Dipló.

Aún está a debate, de acuerdo con la teoría, ante las mutuas acusaciones, si en el caso boliviano hubo o no golpe de Estado, si podría haber sido tal el intento de reelección del mandatario que provocó la revuelta y condujo finalmente a su renuncia o si, ante dicha circunstancia, fue la gentil sugerencia de las fuerzas armadas sobre la dimisión del presidente lo que puede considerarse como el golpe.

Cualquiera que sea la interpretación, a favor o en contra, el uso del término conlleva intrínsicamente un peligroso mensaje que puede incentivar el radicalismo, tanto de sectores conservadores como de aquellos que se asumen progresistas, ideologías que determinaron, en su momento, la situación de conflicto interno en diversos países de Latinoamérica en la década de los setenta, de la cual México no estuvo exento.

El poliedro americano con sus múltiples facetas y aristas amenaza con retornar al pasado, a la reedición del conflicto de baja o alta intensidad, a los autoritarismos de izquierda o derecha, bajo la influencia y la presión externa.

Al parecer ningún país del continente se libra de crisis, sean políticas, económicas, sociales o de inseguridad. La corrupción, los escándalos, el crimen y la rebelión son factores del complejo panorama que lo envuelve y se extiende por todas las latitudes.

 Es difícil el diagnóstico y mucho más el pronóstico del posible desenlace. La realidad se desdibuja y se nubla con el discurso cotidiano que la interpreta y la difunde según la conveniencia de cada actor determinante.  

Oremos por la cordura en el poder, que evite las manifiestas tentaciones, producto de la ambición o de sueños trasnochados.

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Jesus Pedroza Ayala

muy buen articulo amigo Herrera Huizar.

Pepe González

Excelente artículo, abrazo

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