Las noticias procedentes de la Unión Europea (UE) en esta última semana del año, que parece no acabar y que se le recordará emblemáticamente, no resultan nada halagüeñas después de la inyección de € 489,000 millones por parte del Banco Central Europeo (BCE), a 523 bancos de manera extraordinaria, con la finalidad de inyectar liquidez al sistema financiero.
Las noticias van desde el hecho de que los bancos relativamente han preferido depositar sus excedentes de liquidez en el BCE, por lo que, ante el 0.25% que reciben de interés y el 1% que pagarían por el préstamo extraordinario que les otorgó el BCE, prefieren perder que tomar riesgos en la colocación de sus recursos (El País, 28 de diciembre 11).
Ante tal evento, otra noticia adversa es que Italia no pudo colocar el monto total de sus bonos por € 8.5 mil millones, viéndose el BCE obligado a comprar deuda para satisfacer las necesidades de refinanciamiento de ese país (The Guardian, 29 de diciembre 11). Este hecho invalidó la expectativa de que con mayor liquidez los bancos podrían adquirir bonos de deuda soberana, como una acción indirecta del BCE para actuar como prestamista de última instancia (lender of last resort), garantizando veladamente los bonos soberanos, especialmente de Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia (GIPSIpor su acrónimo en inglés).
Una mala noticia más, como causa y efecto de la anterior, fue que el mercado secundario de bonos mantuvo un spread (entendido como margen adicional de interés) elevado, llevando la tasa efectiva a un nivel alrededor de 7%. Todo ello, en conjunto con las otras noticias desfavorables de la UE, llevó al euro a su nivel más bajo frente al dólar en quince meses.
La semana pasada, desde El Semanario sin Límites se argumentó que con inyectar liquidez por parte del BCE puede sólo ganarse tiempo, corriéndose el riego de atender síntomas sin resolver problemas. Así, se señaló que la necesidad de capitalización de los bancos -uno de los problemas agudos de la crisis- no se resolvería con la simple inyección de liquidez y que la capitalización estaba totalmente condicionada a que los inversionistas o accionistas aceptasen asumir riesgos en un entorno que les es totalmente adverso.
Finalmente, se enfatizó que la inyección de capital era un artilugio del BCE para seguir sin actuar como prestamista de última instancia, dado que “Mario Draghi, Presidente del Banco Central Europeo (BCE), (había) insistido en la últimas semanas, (que) el BCE nunca haría ninguna acción a la que se opusiera Alemania, por lo que no compraría extensivamente deuda de España e Italia, ni financiaría directamente a ningún gobierno europeo (NYT, 22 de Diciembre de 2011)”.
Si entonces no se identificaron los problemas que se consideran más atingentes, se espera que estén claramente identificados, aunque es obvio que puede haber visiones diferentes sobre los mismos.
Por otra parte, los indicadores más recientes de los Estados Unidos (USA) indican que en el tercer trimestre se volvió a desacelerar la economía, lo que ha hecho que las solicitudes de desempleo aumenten en las primeras semanas de este diciembre que termina. En tanto en Europa se asume que en el cuarto trimestre se habrá entrado en una recesión leve que se extenderá a los primeros meses de 2012, se teme que la economía norteamericana termine siendo contagiada, hundiéndola en una recesión que afectaría a buena parte del resto del mundo.
Adicionalmente, el gobierno de EU deberá entrar en las primeras semanas del próximo enero 2012 de nuevo al interregno de la negociación del aumento del techo de su deuda, lo que creará un ambiente institucional y político inestable, que podría agudizar las expectativas económicas globales.
En este ambiente, la economía China parece presentar actualmente un sobrecalentamiento económico en razón de su boom inmobiliario y de inflación de activos, lo que hace prever futuros problemas financieros y bancarios, especialmente de la banca de gobierno que arrastra enormes carteras vencidas. Estos dos factores de las primeras economías globales hacen pintar un oscurecido 2012, y una evolución incierta de la crisis en marcha.
En este incierto entorno, debe ser claro para asumir una visión analíticamente aceptable que una cosa son los problemas, otra sus razones y otra más sus causas. Hoy en la UE públicamente se debate un buen número de problemas, que van desde la llamada crisis de la deuda soberana, la necesidad de capitalización de los bancos, la falta de un pacto o acuerdo fiscal, la necesidad de contar con un auténtico banco central, etc., etc.
Todo ello, para los más, en el marco de una crisis financiera y, para los menos, de una crisis económica, que se hizo evidente a partir del 2007, obviándose, en ambos casos, el reconocimiento del fin de un largo período económico cuyas estructuras económico-institucionales y las ideas que lo sustentaron han ido cambiando.
Hasta 2007, todo parecía que institucionalmente marchaba bien, que los mercados operaban ordenadamente, que los consumidores eran racionales, que la regulación junto con la auto-regulación financiera operaba de acuerdo a los manuales de economía, que la globalización era benéfica para todos los países, todo ello y más descollaba ad nauseam, en la reiteración machacona de un mismo punto de vista y de su perspectiva.
De pronto, casi como generación espontanea, todo cambió, como si súbitamente se admitiera que se vivía en un mundo alienado, que obligó a cuestionar aquello que parecía funcionar bien.
En tal circunstancia, como protagonista y concurrente, no es ajena la UE que ha terminado por debatir sus propios fundamentos y estructuras de gobierno, de administración, así como de gobernanza. Resistiéndose, contradictoriamente, a llevar adelante cambios que hoy todos claman como base para atender las características de su propia crisis; tal es el caso del BCE que se le urge desempeñe el rol de prestamista de última instancia.
Ello permitiría, se piensa, resolver algunos de los problemas más urgentes que enfrenta la zona euro, obligando inicialmente, entre otras cosas, a recrear primero sus bases fundacionales y crear estructuras administrativas más ágiles. Absurdamente, por otra parte, la UE se aferra a aplicar recetas económicas que profundizan sus problemas financieros inmediatos, que comienzan a perpetuar sus consecuencias recesivas, haciendo tener la sobrevivencia de lo que parece estiman más preciado: el euro, como su moneda única.
¿La pregunta inmediata y recurrente es cómo fue posible que tantas instituciones altamente reputadas, expertos y brillantes académicos en economía y finanzas no previeran lo que podría pasar? ¿Por qué sucedió lo que sucedió?
En primer lugar, hoy vivimos en un mundo totalmente diferente al de inicios de los 1990’s, tanto en lo social, como en lo económico. La desregulación del sistema financiero, de la cuenta de capital y la globalización de las mercancías han invalidado buena parte de los supuestos de las teorías económicas y de sus correlativas políticas instrumentales. En tanto el cambio de la realidad ha sido un proceso muy rápido para modificar a tiempo las visiones convencionales de manera pertinente, los atropellados resultados obtenidos, juzgados inicialmente positivos, obnubilaron más la conveniencia de las ideas convencionales.
En segundo lugar, en tanto indicadores económicos básicos, tales como el déficit en cuenta corriente, la inflación acelerada de activos (acciones, bienes inmuebles, entre otros) enunciaban problemas por venir, la euforia de los 2000´s, exacerbada con una tasa de interés muy baja, anuló públicamente toda relativa objetividad económica sobre las condiciones prevalecientes y su futura evolución.
Al respecto, como ejemplos de la silenciada objetividad, baste tener presente, entre otros, a Paul Volker, Ex-Presidente de la Reserva (FEDD) de los Estados Unidos, cuando decía en 2004 que la economía norteamericana parecía caminar sobre una frágil capa de hielo que afectaría al sistema financiero mundial, y que lo más preocupante era que parecía que nadie hacía nada para evitarlo.
De igual manera, Venkataraman Sundararajan, economista del Fondo Monetario Internacional (FMI), recién fallecido, explicaba antes de 2007 que el sistema financiero internacional había entrado a una etapa de elevado riesgo sistémico, por lo que era de preverse negativas consecuencias de su desempeño.
En este listado de voces oportunas también se inscribe Nouriel Roubini, de la New York University‘s Stern School of Business, que se desempeñó como economista senior delConsejo Económico de Asesores de la administración del Presidente Clinton, antes de pasar al Departamento del Tesoro como asesor de Timothy Geithner, actualmente Secretario del Tesoro.
Roubini previó la crisis hipotecaria norteamericana y su efecto global, por lo que se ha vuelto un referente para su prognosis, previendo un posible repudio futuro del dólar. Por último, no se puede dejar de mencionar a quién ha sido intelectualmente sobresaliente en la explicación de la crisis y su equivocado tratamiento, Paul Krugman, Nobel de Economía 2008, quién actualizó su antiguo libro The Return of Depression Economics, agregándole al título “and the crisis of 2008”, con la finalidad de explicar lo que podría llegar a pasar. Con estas menciones, es claro que la crisis fue enunciada con suficiente anticipación y por bastante formalidad.
Finalmente, en la explicación de la crisis, que no de sus causas, se ha pretendido extrapolarla inconsecuentemente con la crisis del 29-32 (The Great Depression) del siglo pasado. Ante la falta de mayor entendimiento de lo que pasa y por que pasa, más recientemente se ha equiparado a la crisis de 1873, que duró 23 años identificada comoThe Long Depression.
En ambos casos no se tienen mayormente presente los contextos en los que ambas crisis se inscribieron, especialmente el monetario y fiscal. De igual manera, no se consideran las condiciones de globalización que hoy prevalecen.
No por ello hay que obviar enseñanzas y cambios históricos institucionales que pueden ser referenciados para explicar lo que está aconteciendo hoy. Sin embargo, hay que buscar sus causas más probables si realmente se desea explicar lo que pasa hoy, antes de asumir una visión inflexible, más cercana al dogma y a la reiterada actitud de que sólo hay un camino.
Ante los problemas inmediatos, la urgencia de definición de decisiones para el día con día y las necesidades de tomar acciones gubernamentales, para explicar la crisis hacen falta visiones agregadas, lógicas y simples, que eviten el ruido mediático, el glamur de las celebridades y las distorsiones políticas, para dejar a un lado todo aquello que es suntuosidad y exceso de supuestos factores y causas de una crisis que cada vez se reconoce ya como depresión.
Esperamos poder acometer tal tarea la próxima semana, en tanto, sea la felicidad para todos durante el incierto año nuevo.