Pez de Oro

Las noches con Monina Mistral desde el Teatro Milán

Lectura: 3 minutos

8 razones para estar los jueves con Monina

  1. Los aspectos saludables de una ciudad se manifiestan, en cierta manera, por la oferta y la calidad de su vida nocturna. El Teatro Milán vuelve a abonar a este aspecto (como uno de los epicentros teatrales de la CDMX desde 2014) con la presentación estelar en su cartelera de “Las Noches con Monina Mistral desde el Teatro Milán”. No es una obra de teatro; es un espectáculo nocturno que no sólo fortalece las audiencias ya ganadas en el Milán sino convoca a aquellas alejadas de la experiencia teatral. “Las Noches…” es una invitación no sólo para estar con Monina sino conocer e interesarse por la cartelera de este teatro y, así, llegar a otras obras y a otros centros culturales.
  2. En estos tiempos políticos, económicos y sociales tan turbulentos la risa es un camino infalible para exorcizar nuestros demonios. “Las Noches con Monina Mistral desde el Teatro Milán” es un espectáculo hecho de comedia de primera categoría. Detrás de este proyecto está, ni más ni menos, Joserra Zuñiga, Pablo Perroni y Montserrat Marañón, quienes sus trayectorias en diversas áreas teatrales dan un sello de garantía y generan expectativa en el gremio.
  3. Monina Mistral es una gran diva de los ochenta en México (al más puro estilo de Verónica Castro en su icónico programa “Mala Noche No”) que por el amorío (fallido) con un funcionario se le condenó al exilio. Su reencuentro con Pablo Perroni, dueño junto con Mariana Garza del Teatro Milán, la hizo regresar a México, recuperar los fueros perdidos y tal vez perder el miedo a enfrentarse con traumas del pasado. Monina regresó con la necesidad de hacer un espectáculo donde pudiera interactuar con la audiencia al más puro estilo del cabaret y acompañarse de un invitado musical cada semana. Un late night/confesionario/consultorio terapéutico/concierto íntimo es el resultado final.
  4. Los invitados cada semana son grandes personalidades de la música. Comparten el escenario con su gran amiga y se ponen al corriente con su vida. No obstante, la diva ochentera invita a actores/actrices/cantantes que ahora trabajan en teatro musical para estar en una plataforma fuera de un personaje. “Las Noches con Monina Mistral…” es una oportunidad para ver a grandes figuras del género en otra cancha y en una cercanía extraordinaria.
  5. Con un piano Monina hace brillar a sus invitados. Este piano está en manos del extraordinario David Pineda quien es un súper dotado de la música (Monina también tiene el don de localizar en dónde está el talento para tener un intercambio horizontal e igualitario en el escenario).
  6. Al término del espectáculo puedes salir y seguir con la fiesta del Milán. El crecimiento de la Colonia Juárez es la zona ideal para acobijar a esta gran diva que de seguro te la podrás encontrar en la bohemia y así filosofar de los grandes misterios de la vida y, en un golpe de suerte, cantar con ella éxitos del ayer y hoy, en inglés y en español.
  7. Es indispensable remarcar la extraordinaria dirección de Montserrat Marañón. Dirigir a una gran diva no es fácil; no sé qué hizo o qué le dijo Montserrat a Monina para sacarle su mejor partido. Sólo con ver el trabajo minucioso de Montserrat vale la pena todo el espectáculo (va directo para lo más destacado del 2017) pero, sobre todo, de ver cómo cumplen las dos la misión de divertir al espectador y ofrecerle cada jueves una noche fuera de serie.
  8. Aquí los invitados de las próximas semanas: 30 de noviembre Andy Zuno, 7 de diciembre Kika Édgar, 14 de diciembre Alex de la Madrid y 21 de diciembre la posada con Monina. ¿A poco te perderías la oportunidad de pedir posada y cargar los peregrinos junto a la leyenda M-O-N-I-N-A?

“La Noches con Monina Mistral”

Dramaturgia: Joserra Zúñiga

Dirección: Montserrat Marañón

Teatro Milán (Lucerna 64, esquina Milán, Colonia Juárez)

Jueves a las 20:45 p.m.

“La Divina Ilusión”: Regresos

Lectura: 5 minutos

Sinopsis:

Sarah Bernhardt, una actriz destacada de la Belle Époque, llega a Québec en medio de una gira teatral para causar un gran alboroto por su estrafalaria y distinta forma de vida al conservadurismo en la moral y las costumbres del lugar. Un joven seminarista, Michaud, ve con su llegada un motor, una especie de inspiración, para empezar a escribir una obra de teatro basada en la vida de su compañero de cuarto sin saber que provocará, no sólo un gran escándalo social, sino la denuncia de crímenes silenciados a través de los años en Québec.

Después del 19 de septiembre la vida en el país se convirtió en una nebulosa. El transcurrir del tiempo había perdido su ritmo; la mañana, la tarde y la noche eran una plasta que a veces tiraba de sí y otras se comprimía demasiado. Puebla, Morelos, Guerrero, Oaxaca, Ciudad de México y Chiapas eran los lugares que los noticieros repetían sin cesar en forma de golpes contra nuestro asombro y tranquilidad.

La rutina necesitó tres semanas para que se restaurara. La nebulosa había pasado pero el inmenso dolor seguía –sigue– ahí. La muerte, la temporalidad y la vulnerabilidad se enraizaron en el ánimo colectivo de diferentes maneras:  violentas, silenciosas, dolorosas, cautelosas, escandalosas… Los hábitos se instauraron sin haber descargado el peso de la tristeza.

“La Divina Ilusión” fue mi primera obra que vi después del 19 de septiembre. Me obligué a hacerlo, un poco porque veía cómo la rutina se esparcía en conocidos; un poco para digerir estas emociones atoradas a fuerza de seguir adelante.  Sabía de los nombres en la marquesina de Pilar Boliver, Olivia Lagunas, Carmen Ramos y Miguel Conde; del autor Michel Marc Bouchard ya montado en México con títulos como “Tom en la Granja” y “Bajo la mirada de las moscas”; del Teatro La Capilla como la casa de este proyecto. La verdad ninguno de estos elementos me atraía tanto (a diferencia de otras veces) como mis ganas de estar en una sala teatral y esperar que, de alguna manera, la vida pasara.

Dieron la tercera llamada. El escenario se iluminó. Y mi cabeza se sorprendía de cómo a lo largo de escribir esta columna durante cinco años (¿creo?) no había reparado con precisión en el acto colectivo que implica hacer teatro. El texto, el montaje, los actores, la escenografía y la iluminación forman un enorme pretexto para sentarnos con una serie de desconocidos y sentirnos. O mejor dicho, no sentirnos solos.

Cartel La Divina Ilusion

El teatro filosófica e históricamente nace del rito religioso. De la experiencia y la colectividad. De unir fuerzas en una dimensión que supera nuestra capacidad de observar y medir. Cuando salió Pilar Boliver en representación de la mismísima Sarah Bernhardt recordé haber leído una especie de diario de técnica teatral ideado por esta maravillosa e icónica actriz del siglo XX.  Su título es “El Arte del Teatro” (editado por Parsifal en 1994) y el prefacio empieza con una frase de Sarah dicha a los setenta y cinco años: “Soy incorregiblemente joven”. Por supuesto, hace referencia a su cuerpo (¿en ironía? ¿en cinismo?) pero también, si te adentras en su biografía y forma de trabajar, también apela a una manera de entender y sentir la vida. En un paralelismo de juventud con exploración, sorpresa, flexibilidad y fuerza. Idealismo.

Seguía la función y mi análisis técnico del montaje no era parte de mi interés. Tenía confianza en los integrantes del proyecto por su trayectoria; lo que yo veía en escena funcionaba. Me sentí irresponsable por no pensar en esta columna-llamada-Pez-de-Oro. Por no ser el Pez-de-Oro. Este espacio no puede quedarse sólo en mis filias, en mis preferencias, pensé. Debe de existir un análisis y, sobre todo, un ejercicio de comprensión con base en mi formación, experiencia y postura ante el fenómeno teatral. Me sentí irresponsable… hasta que recordé a Sarah; enfrente de mí con la encarnación de Pilar y en mi cabeza con la del libro “El Arte del Teatro”: “Soy incorregiblemente joven”.

La técnica es fundamental pero es nada si no sirve de “puente”. Si no me ayuda a conectarme con otros. Mi intuición me dice que en esta ocasión no puedo centrarme en el análisis técnico. Debo hablar de lo que no había reparado a detalle en las últimas semanas: en la experiencia de estar con otrxs. “La Divina Ilusión” me provocó unas inmensas ganas de volver a soñar. De volver a creer.

Hay obras donde te impactan y tomas conciencia de la sacudida emocional dos, tres días después. Te duele. Hay otras donde te impactan y no te dejan moretón. Y, por último, hay unas pocas donde te impactan y extrañamente, a los pocos días, algo se acomoda distinto. Te alivias. “La Divina Ilusión” entra en este grupo de obras.

Lo que viví esa noche, junto con todxs los asistentes de mi función, fue un shock. El texto es fuerte, crudo y sumamente violento. La verdad no me extrañó nada salir tan shockeado de la sala porque Michel Marc Bouchard es así. No es nada sutil. Y dije: “me va a salir moretón”. Pero no fue así. A los días me liberé. Y tengo plena conciencia que fue a partir de “La Divina Ilusión”. Y esa liberación viene de permitirme volver a soñar después de la pesadilla de los últimos días. En ese sentido, sí me parece una variación a todo el trabajo del autor; de las obras conocidas por mí es la excepción a la regla. Sus obras siempre dejan marcas. Ésta no.

Por otro lado, a pesar del origen canadiense de Michel, siempre le viene muy bien el temperamento latinoamericano (en este caso mexicano) a la interpretación de sus textos. Los diálogos permiten un desborde de energía por parte de las actrices y actores. Amén de un impecable soporte literario en cuanto a la síntesis y efectividad dramática.

La experiencia de todxs esa noche nos llevó a una atmósfera oscura. A una atmósfera donde podíamos sentir cómo las pasiones raspan. A una atmósfera donde es muy difícil respirar. Y nos producía el sentido del mundo. La interpretación donde todos nos adentramos en este ambiente fue la de Mahalat Sánchez en el segundo acto, la madre del compañero de cuarto del protagonista Michaud, quien se paraliza ante la desgracia y la miseria. Quien se empieza a comer ella misma del miedo.

La interpretación de Pilar Boliver, como Sarah Bernhardt, vuelve a ser sobresaliente no sólo por su maestría técnica y colmillo del mundo, sino porque en esta ocasión hace un trabajo de energía interna remarcable (yo nunca le había visto algo de esta competencia, ni siquiera en “Coco Mademoiselle Gabrielle” de Silvia Peláez donde creí una efectividad en esta misma línea). De hecho, este momento en específico también sucede en el segundo acto y es aquí donde viene la premisa de la obra: la declaración de amor al teatro de Sarah.

Estaba comiendo una sopa a los tres días de haber visto “La Divina Ilusión” y fue ahí cuando sentí el verdadero efecto del montaje, del texto, de las interpretaciones, de estar con otrxs: un permiso de volver a creer. En los sueños. En la belleza. En el amor. A pesar de todo y en contra de todo. Como lo dice la Sarah de la obra en su declaración de amor al teatro. En ser “incorregiblemente joven” como lo dice la Sarah real, la de setenta y cinco años. Y en mi cabeza sólo escuchaba las palabras de uno de mis personajes favoritos del teatro, Harper de “Ángeles en América”, que me hacían volcarme en mi sopa: “Nada está perdido para siempre”.

“La Divina Ilusión”

De: Michel Marc Bouchard

Dirección: Boris Schoemann

Teatro La Capilla (Madrid 13, Colonia del Carmen, Coyoacán)

Lunes y martes a las 20:00 hrs.

Después del Ensayo: Sueños al descubierto

Lectura: 4 minutos

Sinopsis:

Al acabar el ensayo de su próxima obra de teatro, un director tiene una plática con una de sus actrices. Este encuentro provoca una remembranza del protagonista por su gran amor en la vida personal (una actriz llamada Raquel) y su gran amor en la vida profesional: el teatro.

Julieta Egurrola es una de las actrices superdotadas de este país. Por esto, y también por una connotada reputación de su carrera profesional en el cine y en el teatro, cuando está en una obra se convierte en una sensación que atrae, sobre todo, a audiencias teatreras y medios especializados en artes escénicas. En esta ocasión Julieta Egurrola se presenta en el Centro Cultural del Bosque (uno de sus lugares de grandes éxitos) con un texto del gran escritor y director de cine y teatro sueco Ingmar Bergman.

El combo Egurrola-Bergman no puede ser más ganador en cuanto al prestigio en el circuito intenso (es importante remarcar el adjetivo) de teatreros mexicanos. Ya sea por pouser o porque genuinamente eres admirador de estos dos creadores, esta obra llamada Después del Ensayo es algo que debe de verse sí o sí. Y si a esto le sumamos la dirección de Mario Espinosa (director del Centro Universitario de Teatro) y la participación de intérpretes como Juan Carlos Colombo (hizo películas como “La Mujer de Benjamín”) y Sofía Espinosa (protagonizó la biopic de Gloria Trevi “Gloria”), el proyecto se vuelve doblemente irresistible.

En lo personal soy psychofan de toda la filmografía de Bergman. Me sé escenas y diálogos de memoria; he visto “n” número de veces varias de sus películas (“Sonata De Otoño” -mailov-). Y, tal vez, esto fue contraproducente cuando fui a mi función de Después del Ensayo por las expectativas literarias tan altas que había generado.

La obra nace originalmente como una película para la televisión sueca en 1980. Bergman decide escribir y dirigir este proyecto después de haberse retirado oficialmente del cine. Y este contexto es determinante con el resultado y, por supuesto, su traslado al lenguaje teatral: el texto -y el libreto televisivo- se basa más en una anécdota que en un conflicto propiamente dramático.

Bergman se permite explorar la televisión al hablar de su gran pasión creativa: el teatro. Este texto es un canto de amor a cada uno de los recovecos del quehacer teatral; Bergman se engolosinó al tratar los sacrificios, las satisfacciones, esa búsqueda personal mediante la escena. Y en ese sentido el texto es interesante sólo para las personas interesadas en esta área de expresión.

Despues del Ensayo-Bergman

Pero, por otro lado, en ningún momento la acción dramática avanza de manera significativa. En ciertos episodios francamente el texto se vuelve discursivo. Intuyo que una audiencia sin ninguna relación directa o indirecta con el teatro le será muy difícil conectar con la historia (más allá de los nombres del equipo creativo del montaje). Y, si soy más específico, al pensar en la forma de lectura de medios de la mayoría de las audiencias de la CDMX, de sus hábitos de consumo mediático y, por supuesto, de sus competencias comunicativas, Después del Ensayo se puede volver sumamente intrincada.

Toda mi formación profesional teatrera me hizo desconectar del montaje. El discurso, propuesto en el texto, me pareció digno de una cátedra magistral. En mi cabeza yo traía un debate sociológico del teatro, pero esto sólo se logró por las ideas no por los personajes, no por el conflicto.

En cuanto al montaje hay un problema de ritmo al principio. Y esto se debe en gran medida a la naturaleza discursiva del texto. A excepción de tal particularidad, aplaudo el trabajo de Sofía Espinosa y Juan Carlos Colombo porque sacan agua de las piedras; vuelven medianamente dramático algo que no lo es. Julieta Egurrola hace una interpretación sobresaliente con la misma dificultad de sus compañeros.

Reconozco este distanciamiento con el montaje como un asunto de entrenamiento profesional. Por otro lado, todos aplaudimos a rabiar a Julieta Egurrola para celebrar su presencia en un escenario, su trayectoria, su técnica. Salí de la sala con una interesante disertación acerca del teatro en una gimnasia racional pero muy lejano, poco tocado por los personajes y su conflicto.

Traspunte

Precisamente por cómo salí de la función de Después del Ensayo me surgió un dilema. Entiendo que un espectáculo pensado para una audiencia preferentemente teatrera de la Ciudad de México no tendría oportunidad de nacer fuera de la subvención; por eso Después del Ensayo está en el Centro Cultural del Bosque. Pero, en el otro lado de la moneda, ¿cuál es el punto medio para no descuidar a esta audiencia y llegar a otras desconectadas del gremio teatral y del mundo de la subvención? A esas que no consideran al teatro como una opción de entretenimiento. ¿Cuál es el punto medio entre la exploración escénica intensa y el alcance a más audiencias dispuestas a pagar un boleto?

Después del Ensayo”

Escrita por: Ingmar Bergman

Dirección: Mario Espinosa

Sala Xavier Villaurrutia (Centro Cultural del Bosque: Paseo de la Reforma esquina Campo Marte s/n)

Jueves y viernes a las 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs., domingos 18:00 hrs.

Instinto: Ciudad de sordos

Lectura: 5 minutos

Sinopsis:

Una mesera, un fotógrafo, una corredora de bolsa y un rarámuri se encuentran en el pasillo de una tienda de autoservicio de mayoreo. Uno de ellos toma cinco panes de un paquete de cincuenta cuando se detona una llamada de la vigilancia del lugar. Los cuatro personajes vivirán una convivencia forzada para explicar esta situación sin saber que entablarán una cercanía a partir de sus frustraciones y carencias.

Quien es dramaturgo en este país sabe que se condena a una de las profesiones más despreciadas y subestimadas del gremio del entretenimiento. Amén de los bajísimos sueldos y de las condiciones poco favorables de desarrollo laboral, tal vez la situación más grave radica cuando en una producción de cualquier película, obra de teatro o serie de televisión (con una línea aristotélica) se ve a la historia como un elemento de menor relevancia y, por desgracia, sustituible por el nombre de una estrella, el prestigio del equipo creativo, la moda de cierto tema o, en el peor de los casos, el “concepto”.

Es increíble, si me acerco sólo al círculo de los teatreros, cómo en muchas producciones (sucede hasta en las mejores familias) se deja en el último lugar de prioridades el trabajo de dramaturgia. Si parto de este fatídico panorama, tener en México figuras como Bárbara Colio, una dramaturga hecha y derecha, con un reconocimiento de talla internacional y una destreza técnica de altos vuelos, es un verdadero prodigio.

Sinceramente creo que la revolución institucional aún no le hace justicia. Por supuesto, ha recibido la relevancia y reconocimiento (subvencionado y comercial) para levantar sus propios proyectos y generar el interés del gremio teatral, pero aún no la hemos valorado en su justa dimensión. Ella vuelve a conectar con las líneas temáticas de Jorge Ibargüengoitia; presenta una clara influencia en su poética de Maruxa Vilalta y Luisa Josefina Hernández y, por si fuera poco, tiene el arrojo necesario para ser una escritora de su tiempo capaz de conectar con las audiencias en sus competencias comunicativas.

En esta temporada estrenó su nueva obra (que también dirige) en el Centro Cultural del Bosque llamada “Instinto” y, sin temor a equivocarme, es su obra más provocadora (¿incómoda?). Y lo es por abordar la herida cultural más relevante en México: el clasismo. Construir a cuatro personajes como muestra representativa de la complejidad socioeconómica e idiosincrática del país para meterlos en un Big Brother, en forma de tienda de autoservicio, es una idea riesgosa de compartir con audiencias que se les atora el bocado al hablar del tema: porque ni siquiera tienen la conciencia de ser clasistas; porque ven esta forma de pensar y proceder como algo lejano o porque sólo les interesa hacer la hiperracionalización del fenómeno.

El texto nos echa en cara cómo nos movemos a partir del clasismo (seas de clóset o no) en una sociedad consumista, tramposa, falaz e irresistiblemente peligrosa. Pero la grandeza de Bárbara radica en las sutilezas y en la profundidad de las situaciones; todo este gran preámbulo dramático nos lleva a encontrar como tema principal de la obra a la soledad autoimpuesta. “Instinto” es un tratado del solipsismo; una reflexión crítica de seres narcisistas incapaces de reconocer la existencia de otro (y pensar que ese otro es medianamente parecido sería impensable).

Teatro-Instinto-Actores

Y lo que verdaderamente aplaudí a rabiar es la inclusión de un personaje con ascendencia indígena como detonante del conflicto. Es tan necesario y pertinente hablar del sector indígena porque en cada sexenio no sabemos qué hacer con él; estamos llenos de prejuicios y estereotipos al referirlo; y, en el peor de los casos, no tiene sentido hablar de estas personas porque no existe en la realidad (sólo en el imaginario histórico e idílico). Bárbara no construye este personaje desde la representación mítica de libro de la SEP ni desde la compasión politiquera de grupos reaccionarios; lo pinta como un ser lleno de claroscuros pero (aquí viene la parte más seductora) con una increíble lucidez, adquirida sólo desde la marginación, para reconocer un mundo jodido donde se reconocen las voces internas pero no las ajenas.

En cuanto al texto, la primera parte donde se plantea a cada uno de los personajes para conocer sus antecedentes es ligeramente larga. Yo conecté cuando estos interactúan entre sí y se desarrolla el conflicto. Estoy consciente que está percepción resulta de mi entrenamiento literario donde cualquier momento construido prioritariamente con información me aleja. Por todo lo demás, la historia es efectiva en cuanto al tiempo real (¡dura una hora! ¡Gracias, Bárbara, por pensar en el espectador!) y dramático (el manejo de dimensiones temporales de los personajes son de maestría), la construcción de los personajes, los diálogos y la congruencia del discurso con la anécdota.

Sobre la actoralidad hay varios puntos interesantes: Nailea Norvind vuelve a sorprender por llevar en sus hombros un personaje con los contrapuntos cómicos del montaje; el proyecto la reposiciona en su técnica y en los espectadores: no puedo dar crédito a su rango interpretativo. Por otro lado, ¿por qué no he visto más a Francesca Guillén en la cartelera durante los últimos cinco años? Tal vez yo me he perdido de varios trabajos pero, sin duda, éste nos pone en evidencia su sólido entrenamiento. Por último, Tizoc Arroyo y Harif Ovalle sostienen varios episodios complejos en cuanto a intensidad y manejo de energía interna donde salen con honores.

Sobre la dirección de Bárbara me vuela la cabeza este aire casi performático en todo el espectáculo. Desde la distribución del espacio y la cercanía de los personajes con los asistentes se crea una experiencia memorable. Sólo hay un aspecto con el que no pude seguir del todo la historia. Hay partes (sobre todo de la mitad hacia el final) donde los puntos climáticos del montaje no corresponden con los puntos climáticos del texto. Me refiero de forma específica que a veces la escenografía, la iluminación y el movimiento escénico preparan un momento de gran intensidad que no llega y cuando éste sí sucede está desprotegido de los elementos antes mencionados. No alcanzo a definir si es una intención creativa, pero esto me desconcertó. El montaje correría con mayor contundencia si las dos líneas, la del montaje y la literaria, se sincronizaran.

“Instinto” es una obra que debe verse por la evolución de Bárbara como escritora y celebrar su vida literaria arriesgada y de vanguardia. Por otro lado, me daría muchísimo gusto que el proyecto saliera del mundo subvencionado y se instalara en un modelo de producción mucho más “comercial” (me choca el término) para alcanzar a otro tipo de audiencias; en verdad la reflexión nos es necesaria en una ciudad, un mundo, una realidad donde ya nadie está dispuesto a escuchar y prefiere ponerse sus audífonos para enajenarse con el soundtrack de su propia vida.

Traspunte

Después de seguirle la pista a Monina Mistral por todo internet y encontrar muy poca información de su vida y obra, ya la quiero conocer en el Teatro Milán a partir del 30 de agosto.

“Instinto”

Escrita y dirigida por: Bárbara Colio (Twitter: @barbaralio)

Teatro El Galeón (Centro Cultural del Bosque, Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n – Metro Auditorio)

Jueves y viernes 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs. y domingos 18:00 hrs.

Hasta el 10 de septiembre

El Testamento de María: Los pasos del Salvador

Lectura: 4 minutos

Twitter: @pezdeoro1972

Cuando escucho los primeros acordes de “Virgin Mary (what you gonna call your pretty Little baby)” de Joan Báez es irremediable conmoverme; esta canción al ritmo de folk que narra el nacimiento de Jesús sobrepasa la religión y las creencias de cualquiera para provocar una empatía con el inicio de una nueva vida y el amor de una madre hacia su hijo. A la mitad de la canción Joan se atreve a decir: “Well, some call Him Jesus, think I´ll call Him Savior”. Un salvador que murió en la cruz.

Si me apego al relato bíblico (de una gran maestría literaria), pensar en la muerte de Jesús nos hace pensar qué le pasa a una madre al ver a su hijo crucificado. Colm Tóibín, escritor irlandés, en medio de la incógnita y la curiosidad, decide escribir un monólogo para arrancar la imagen de una María quien asume este hecho como un acto divino y representar a una mujer dolida, desconcertada y confundida con la muerte de un dirigente de un movimiento religioso, político y social. Con la muerte de un hombre que nació de ella, lo vio crecer pero, en algún punto del camino, se convirtió en alguien ajeno y distante.

“El Testamento de María” es el lado B de “Virgin Mary…” de Joan Báez. Un monólogo para hacer una aproximación mucho más hardcore a la relación entre María y Jesús: sin concesiones y sin ninguna intención de apegarse a las interpretaciones bíblicas tradicionales. Actualmente esta obra de teatro se encuentra en el Foro Shakespeare en la Ciudad de México; como ya estoy obsesionado con la idea de la pertinencia de una historia con el momento histórico donde se representa y la identificación de un montaje con su audiencia, encuentro un gran acierto en este trabajo.

El proyecto impulsado por Luly Garza, la actriz quien interpreta a María, e Itari Marta, la directora, nos produce sentido como mexicanos; el ambiente de violencia nos es cercano y, tristemente, conocido. (Me es difícil escribir lo siguiente por lo indignante y doloroso) No hay palabras para explicar los casos donde una madre pierde a su hijo por circunstancias políticas y sociales y, en algunas situaciones, no lo vuelve a ver. Desaparece, muere.

Cartel-El Testamento de María

Los valores del catolicismo han permeado la realidad idiosincrática del mexicano independientemente de las diferentes religiones profesadas en este país. En tal sentido, para ciertas audiencias la obra será un escándalo por todos los cuestionamientos hacia la figura bíblica de María. Y también existen otras audiencias (y yo no dudo que muchas de ellas sean católicas) deseosas de ejercer una visión crítica a las narraciones oficiales de la institución religiosa porque, al final del día, Colm Tóibín no cae en un panfleto político; representa una crisis de fe cuando la angustia, el duelo y la desesperación nos han rebasado. Y ni siquiera se alcanzan a ver recursos, herramientas u opciones para procesar todas esas sensaciones.

Aquí “El Testamento…” nos golpea porque María es reconocible en el México del 2017 cuando vivimos en una cultura cargada de atavismos y maniqueísmos que nos imposibilita una claridad de pensamientos, emociones y comportamientos. El hundirnos en nuestra propia miseria, el desencanto individual (y por qué no colectivo) y estas constantes crisis no sólo de fe sino de la propia identidad son experiencias evidentes en nuestra realidad cotidiana.

En términos literarios, quisiera destacar dos características del trabajo de Colm Tóibín. En primer lugar, agradezco la brevedad y la contundencia de la obra; se cuenta lo que se debe contar en el tiempo que debe contarse. Por otro lado, el manejo de tensión dramática es brillante: vemos a una María siempre al borde de una explosión, siempre al límite. Se queda en la frontera del colapso y esto produce una continuidad en el interés del espectador. Sobre la traducción para México, hecha por Humberto Pérez Mortera, destaca la precisión del lenguaje y el ritmo en la selección de palabras para provocar un efecto de ansiedad.

La dirección de Itari Marta se apoya en el entrenamiento técnico de la actriz para levantar un montaje donde todo el tiempo, como el mismo texto lo hace, la intensidad dramática tiene cambios vertiginosos, rápidos y constantes. La obra en realidad es una experiencia inmersiva: estás dentro del cosmos de María, en su casa, en su dolor. Me voló la cabeza la selección y el manejo de tareas escénicas; debe de existir una línea de dirección, pero también de la actriz para lograr esta construcción por demás interesante. De principio a fin María cocina su propia comida mientras que nos cuenta su versión de los hechos; la temperatura y los olores aportan muchísimo a la experiencia.

Sin duda este 2017 es el año de las interpretaciones femeninas. Y la María de Luly Garza me confirma esta percepción. Tardé varias horas en procesar todo lo que me había dado Luly en su trabajo. Es indudable su entrenamiento técnico pero, sobre todo, el riesgo de poner su ánimo y corporalidad en un personaje demandante en extremo. Pocas veces he visto un personaje pedir tanto de una actriz.

No puedo dejar de pensar en “El Testamento de María”. Al final vi al público cuando aplaudía y sus ojos me hacían suponer que el impacto les había llegado tanto como a mí. Escuchaba sollozar a una mujer. Y sólo pensaba en la voz de Joan Báez en “Virgin Mary…”. En la palabra “Salvador”. Y este acercamiento que Luly Garza, Itari Marta y Colm Tóibín (y todo el equipo creativo) hicieron a la muerte; pero no a una muerte física sino de espíritu.

Traspunte

El próximo montaje dirigido por Hugo Arrevillaga se llama “Déjame entrar”. Sólo les digo que a finales de septiembre será “EL” evento teatral de la Ciudad de México.

“El Testamento de María”

De: Colm Tóibín

Dirección: Itari Marta

Foro Shakespeare (Zamora 7, Colonia Condesa)

Miércoles a las 20:45 hrs.

Hasta el 20 de septiembre

“La Piedra Oscura”: Defensas irremediables

Lectura: 3 minutos

Sinopsis:

Rafael Rodríguez Rapún, un seguidor y conocido de Federico García Lorca, es capturado por fuerzas totalitarias. En espera de su condena, la convivencia forzada con un guardia provocará un espejeo de realidades, más allá de las rencillas ideológicas, donde la dignidad y coherencia ética se ven amenazadas por la violencia y la destrucción.

La “Piedra Oscura” en el Café K-Oz Foro Cultural es uno de los eventos teatrales más importantes del 2017. En primer lugar, porque detrás de este proyecto está Kerim Martínez, uno de los hombres más comprometidos con el oficio teatral que yo haya conocido, no sólo por su disciplina como actor, escritor y director, sino porque tiene esta capacidad de rastrear y conectar con las audiencias en un ejercicio adecuado de competencias comunicativas.

“La Piedra Oscura” es un texto del español Alberto Conejero que pertenece a una nueva generación de dramaturgos de su país de principios del siglo XXI donde se lucha por considerar (sin ningún juego retórico de por medio) a quien escucha y a quien observa. El espíritu de esta pléyade empata con la realidad (y necesidad) teatral mexicana porque apela a vivir el teatro como un acto público e impredecible para lanzar preguntas propias de nuestro momento histórico.

Por otro lado, también se siente esta destreza técnica de llevar al texto un sincretismo de lenguajes, los tiempos de los formatos mediáticos más consumidos y los ritmos de lecturas de las audiencias. El resultado es una conexión innegable con lo que ocurre en escena en donde nos sentimos identificados y conmovidos en una experiencia de diversión y entretenimiento equiparable a cualquiera de la oferta mediática de hoy en día.

El otro aspecto por el cual “La Piedra Oscura” adquiere relevancia en la cartelera de la Ciudad de México es la pertinencia del texto. Vivimos tiempos políticos violentos y complicados; la incertidumbre que nos genera se ve reflejada en la neurosis colectiva; en una asfixia social. Alberto Conejero nos recuerda la importancia del arte como catalizador de nuestras relaciones; su amor por la poesía y el teatro simbolizado en el personaje de Federico García Lorca se extiende al amor a cualquier disciplina artística que nos invite a la reflexión y al autoconocimiento.

En términos de montaje, la mancuerna Kerim Martínez como actor y Sebastián Sánchez Amunátegui como director, vuelve a ser funcional después de haber colaborado con los mismos roles en la obra “Lo que se ve desde el Cielo” (en cartelera actualmente; se presenta en el mismo Café K-Oz Foro Cultural los martes a las 20:30 hrs.). La cercanía de los espectadores con el espacio escénico potencializa las sensaciones; la generación de una atmósfera que se contagia poco a poco entre los intérpretes y los asistentes me voló la cabeza. El movimiento escénico, por momentos coreográfico, junto con todo el diseño de iluminación, hacen del espectáculo un deleite visual.

Sobre la actoralidad, las decisiones se centran en un manejo efectivo de energía interna. Las líneas de interpretación se complejizan y cada parlamento adquiere intensidad. Cuando se sienten en esas butacas no pueden perderse las miradas de los actores; no importa el lugar que les toque porque desde donde estén podrán apreciar el resultado de una interacción trabajada hasta el tuétano. Es un verdadero trabajo de filigrana.

Como último punto a tratar, no puedo olvidar que esta obra se presenta en Café K-Oz Foro Cultural, un teatro que se posiciona como uno de los centros teatrales más importantes de la ciudad (y tan necesario en la Colonia Polanco) no sólo por su oferta sino por su preocupación de reconocer y conectar con las audiencias. Kerim Martínez, su director artístico, está convencido de ofrecerle al espectador una experiencia desde que entras hasta que sales del teatro sin ningún desperdicio.

Traspunte

Luis De Tavira regresa a actuar en el montaje “La Última Sesión de Freud”, junto con Álvaro Guerrero, en el Teatro Ignacio López Tarso. Vivir para contarlo.

 

“La Piedra Oscura”

De: Alberto Conejero

Dirección: Sebastián Sánchez Amunátegui

Café K-Oz Foro Cultural

(Séneca s/n casi esquina con Homero, Colonia Polanco)

Sábados a las 20:00 hrs. y domingos 18:00 hrs.

 

Moscú: Chéjov (remix)

Lectura: 4 minutos

Sinopsis:

Desde la muerte de su padre, tres hermanas viven en un pueblo desolado con un estatus social y económico venidos a menos. A partir del cumpleaños de la hermana menor y gracias al encuentro con nuevos círculos sociales, estas mujeres pondrán en perspectiva su vida y harán lo posible por erradicar su miseria y frustración sin saber que se enfrentarán a problemas del pasado y a un profundo dolor personal.

Me acuso de no haber descubierto esta joya mucho antes: “Moscú” en el Círculo Teatral. El trabajo es una adaptación de “Tres Hermanas”, la obra mejor resuelta de Antón Chéjov, el autor ruso de principios de siglo XX que junto a Henrik Ibsen y August Strindberg cambiaron la manera de entender y escribir teatro en Occidente. En lo personal está dentro de mi top 5 de obras favoritas por los siglos de los siglos.

Ahora que estoy muy metido en el tema de las audiencias y consumo teatral de la Ciudad de México, debo de reconocer la pertinencia de contar esta historia porque produce mucho sentido con la realidad de México del 2017. Y para muestra los simbolismos en el texto: un país con una realidad política violenta como lo era Rusia de principios del siglo XX no nos resulta ajena en este momento; conectamos de una manera inmediata con los catalizadores sociales de los rusos como el alcohol y la fiesta; y, sin duda, reconocemos como mexicanos modelos familiares invasivos, violentos y doblemoralinos.

En este sentido hacer una versión de “Tres Hermanas” en la Ciudad de México en el 2017 no resulta ociosa ni pretenciosa. La adaptación de Mario Diament tiene tres características sobresalientes: 1) la translación de los momentos discursivos a dramáticos; 2) un lenguaje claro y preciso para seguir la historia; 3) el contar la anécdota sólo con las tres protagonistas sin la necesidad de tener en escena a, por lo menos, diez personajes más. Y sí quiero remarcar este punto porque también se comprueba la genialidad literaria de Antón Chéjov en cuanto a construcción de personajes y estructura dramática.

Moscu, Circulo Teatral

Yo estaba muy intrigado en cómo iban a resolver varios momentos donde, en el texto original, hay 13, 10, 5 personajes; para mi sorpresa y la fortuna del montaje las tres mujeres protagónicas son tan potentes en la propuesta de Chéjov que pueden cargar la historia solas. El trabajo de Mario Diament es convencional y se apega a los formalismos teatrales para abordar esta historia; he visto versiones alocadas, performanceras y cinematográficas (es imposible no recordar “Interiores” de Woody Allen”) y, sin duda, “Moscú” respeta el espíritu original de “Tres Hermanas”.

Víctor Carpinteiro, el director, centra todo el montaje en hacer lucir la actoralidad. Es una decisión por demás atinada; sería una desgracia llevar el foco de atención en cualquier otro elemento del montaje cuando se tienen personajes y diálogos tan exquisitos en términos literarios y tan poderosos sobre lo que tienen que decir, denunciar y representar de la experiencia humana.

Hacer Chéjov lleva al límite el entrenamiento técnico y poético de cualquier intérprete. Este texto, este autor y este montaje no son juegos de niños; se necesita la destreza de manejar la energía interna para habitar los personajes. Mikaela Lobos, Claudia Marín y Carmen Baqué, las actrices de “Moscú”, pasan con honores la prueba y no hay ningún desperdicio o exceso en cada una de sus decisiones actorales. El signo inequívoco donde una versión de Chéjov está funcionando radica en la generación de una atmósfera; cuando todo el ambiente se impregna de la energía interna de las actrices. Y “Moscú” por mucho lo logra.

Sólo hay un elemento con el cual tuve cuestionamientos. Debo reconocer que es una exquisitez mía porque a pesar de éste el montaje funciona. Me refiero a la eliminación de una escena del texto original donde se hace referencia a un incendio en el pueblo donde viven las hermanas; la contingencia magnífica, los defectos de la familia y como espectador entendemos mejor el final. Entiendo, en este afán de síntesis, muchas cosas se tenían que simplificar y sin duda es la parte más sacrificable en términos dramáticos. Insisto, es una necedad mía porque soy obsesivo de la obra y sus personajes pero, por otro lado, en las obras de Chéjov siempre está presente el elemento fuego como una hermosa figura literaria. No me malentiendan: con todo y este recorte la obra funciona.

“Moscú” en el Círculo Teatral es uno de los trabajos más sobresalientes y pertinentes de un clásico de la literatura occidental en la cartelera de la Ciudad de México. Cuando se compra un boleto para este montaje se compra la oportunidad de vivir una experiencia inmersiva contundente. Aplausos para Víctor Carpinteiro, el Círculo Teatral y el equipo de producción por tener la intención de conectar con los espectadores y no quedarse en la mera vivencia museográfica de la obra más entrañable de Antón Chéjov.

Traspunte

¡Qué ganas de ver “La Jaula de las Locas” en el Teatro Manolo Fábregas!

 

“Moscú”

De: Mario Diament

Dirección: Víctor Carpinteiro

Círculo Teatral (Avenida Veracruz 107, Colonia Condesa)

Viernes 20:30 hrs. / Hasta el 18 de agosto

Exiliados: el amor de “lxs Groupies”

Lectura: 4 minutos

Sinopsis:

Después de vivir en el exilio, Richard y Bertha tratan de recuperar su antigua vida, sin embargo, la convivencia cotidiana y los años de relación los harán cuestionar su vida en pareja. Mediante triángulos amorosos cada uno pondrá a prueba los valores en los que intentan creer y descubrirán los juegos de dominación en la domesticidad.

Con sólo rascarle un poco encontraremos psychofans de James Joyce por todos lados. Se van directo a la yugular cuando alguien comete un error biográfico al hablar de este escritor irlandés; cuando algunos son detractores de su producción literaria; o, peor aún, cuando ciertos osados tratan de corregirle la plana al hacer una revaloración estética de su trabajo.

Por eso me intrigó el montaje de “Exiliados” en el Granero del Centro Cultural del Bosque; la compañía, comandada por el director Martín Acosta, está en la mira de estos psychofans porque hacen el único drama escrito por James Joyce en toda su vida. En el programa de mano se hace referencia a un montaje ochentero con Ofelia Medina y Ricardo Blume; casi una leyenda dentro de la historia del teatro de la Ciudad de México. Ahora vuelve con la extraordinaria Verónica Merchant (uno de los motivos por los que también corrí a comprar un boleto) y Pedro De Tavira Egurrola en los papeles protagónicos.

“Exiliados” en su corrida de 1980 fue un escándalo en términos sociales y artísticos. El core del texto está en una fuerte crítica a la institución matrimonial. La monogamia, la infidelidad y los sigilosos juegos de poder son las ideas que alimentan el conflicto de los personajes.

Para la Ciudad de México de allá y entonces, si soy más específico dentro de la clase media, el planteamiento era novedoso; en la década de los setenta y principio de los ochenta, jóvenes instalados en la “contracultura” (no puedo ser más ochentero con este término) deseosos de cuestionar y tirar todos esos valores naive de la familia promovidos por el Estado, lograron una legitimidad y visibilización como nunca antes en disciplinas escénicas, cinematográficas y musicales.

En la Ciudad de México del 2017 la discusión que trae a la mesa “Exiliados” es pertinente pero el tratamiento literario tiene poca sintonía con las competencias comunicativas de audiencias que están expuestas a la televisión, el cine, las redes sociales y plataformas digitales de contenido.

Para esos psychofans de Joyce, la adaptación del propio Martín Acosta resultará miel para sus oídos porque le hace justicia a cada una de sus palabras y tendrán paz mental sobre cómo tratan el trabajo de su ídolo; pero Martín tiene un problema técnico para aquellos alejados del trabajo del autor cuando trabaja un texto 80% discursivo; el texto resulta difícil de seguir para las audiencias que están acostumbradas a textos más vertiginosos y comprometidos con un avance de la acción dramática minuto a minuto. Y, por momentos, la discusión sobre la compatibilidad del amor y el matrimonio resulta rebasada en cuanto a otros trabajos dramáticos de los últimos diez años en teatro y montados en esta ciudad. Y qué decir en la televisión.

“Exiliados” es un proyecto que nace gracias al EFITEATRO en coproducción con el INBA, y en este sentido, el trabajo de preservar y llevar a la oferta teatral historias de los grandes autores superestrella de la literatura occidental se cumple. Agradezco el dinero para proyectos con estas buenas intenciones, sin embargo, ahora estoy en una controversia personal: qué tanto pensamos en las competencias comunicativas de las audiencias con ganas de gastar su tiempo, dinero y esfuerzo para meterse en una sala de teatro. Y cuando hay un deseo de preservar la cultura. Todavía no llego a una respuesta clara.

Cuando estaba viendo “Exiliados” tenía un sinfín de líneas de pensamiento que iban más allá del montaje: qué tanta “comezón” nos da decir que un texto de esos “autores intocables” no empata con las competencias comunicativas de las audiencias a las que queremos llegar; qué audiencias quiere tener el INBA con este tipo de proyectos; hasta dónde el trabajo académico y museográfico empieza a ser un problema para tener más personas dispuestas a comprar un boleto de teatro.

A pesar de un texto poco sintonizado con los ejercicios comunicativos actuales, la dirección y la actoralidad son impecables (vale la pena mencionar el trabajo extraordinario de Verónica Merchant y Carmen Mastache; el texto de James Joyce hace lucir a los personajes femeninos). El dispositivo escénico es de lo más sobresaliente de este año, en fin… pero sigo pensando en las carencias del texto en relación con la realidad que vivimos. Y la base de cualquier producción es la historia.

”Exiliados” cumple con los expertos de James Joyce (para esa audiencia el montaje funciona) pero entra en un limbo cuando hablamos de alguien sin ninguna referencia al autor, a su relevancia literaria e histórica y a su figura mítica dentro del mundo académico. A lo mejor es una necedad que yo siga pensando en audiencias fuera del circuito de los psychofans de James Joyce. Pero seguiré con esta controversia personal donde el culteranismo y las ganas de atraer más gente al teatro se ponen frente a frente. Y con una certeza que me costó años de estudio, tropiezos y lágrimas: el teatro responde inevitablemente a su momento histórico.

“Exiliados”

De: James Joyce

Dirección: Martín Acosta

Teatro El Granero Xavier Rojas (Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n, Metro Auditorio)

Jueves y viernes 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs. y domingos 18:00 hrs.

Hasta el 9 de julio