Pez de Oro

“Rent”: “Rebelión de los hijos”

Lectura: 7 minutos

Sinopsis:

A finales de los ochenta y principios de los noventa, un grupo de amigos con aspiraciones a sobresalir en la escena artística de Nueva York viven a lo largo de un año pruebas que harán cuestionar su amistad y esperanza ante la pobreza, la discriminación sexual, las drogas y la expansión del SIDA entre los jóvenes de su generación. Este musical es una reinterpretación de “La Bohème” de Puccini con una conciencia del final del milenio en una vida urbana demandante.

 

Broadway y el West End son los epicentros del teatro musical. La mayoría de quienes laboran en éste, sin importar el lugar del mundo, fijan sus metas profesionales (y hasta personales) con la posibilidad de acercarse un poco a alcanzar el contenido, producción y difusión de estos dos circuitos. Su dignidad está cimentada: tienen la tradición para hacer del género una expresión genuina; el entrenamiento de actores, directores y creativos nunca deja de hacerse; existe una metodología clara de trabajo en la escena y la producción; las condiciones financieras son mucho más favorables para arrancar y mantener proyectos a largo plazo; pero, sobre todo, hay una audiencia deseosa de consumir este tipo de obras (que ha sido analizada a diestra y siniestra para complacerlos al comprar un boleto).

Si yo soy fan del musical estaría orate si no reconozco la grandeza de estos dos epicentros culturales. Bajo esta lógica, es comprensible (y  – por qué no – hasta de aplaudirse)  encaminar todos los esfuerzos que se hacen en México por alcanzar un poco de esa gloria. No obstante, la realidad teatral del país nos hace ver nuestras enormes desventajas a cada momento; no sólo por sacar un proyecto con tal factura sino para hacer rentable el negocio. Con claridad hay cuatro aspectos en donde estamos rezagados frente a Broadway y al West End: la pedagogía a intérpretes, la metodología de producción, el entrenamiento (constante) de intérpretes y creativos, las formas de financiamiento de proyectos y la determinación de las audiencias.

En contra de todos los pronósticos, nombres como el de Julissa, Manolo Fábregas, Lupita Sandoval, César Balcázar, Tina Galindo, Claudio Carrera o del mismísimo Morris Gilbert han podido ofrecer resultados sobresalientes en cuanto a la producción de musicales en este país. Ahora se me vienen a la cabeza más de diez montajes (desde los sesenta) donde, por mucho, igualan o superan los estándares de calidad escénicos de los “padres del musical”. Cuando alguien avanza en el tablero para acercarse al nivel de Broadway y el West End todo mundo se rasga la vestidura.

Por eso entiendo la conmoción del estreno de “Rent” en el Teatro Milán. El musical ya se había estrenado en 1999, producida por Morris Gilbert, en el extinto Centro Cultural Telmex (Teatro 2) y no tuvo el suficiente impacto. Era otro México, mucho más conservador (por lo menos en la vida pública) que se le paraba los pelos de punta al tratar temas como la diversidad sexual, las drogas y el SIDA. Es asombroso cómo el país ha cambiado tanto en 17 años (o por lo menos la Ciudad de México). Por otro lado, tampoco existía una audiencia con el poder adquisitivo para consumir un producto tan transgresor para los noventa como “Rent”.

Este montaje era un pendiente para acortar distancias con Broadway. Ahora existe toda una generación de teatreros con una visión metodológica y estandarizada para resolver los problemas en el teatro (muchos de ellos se fueron a estudiar al extranjero para entender sus procesos creativos y de producción con la consigna de aplicarlos en México). Todos esos adolescentes que no tenían el dinero en el 99 para ir al teatro o sus papás les prohibieron ir a ver “Rent” ahora ya son adultos capaces de desembolsar 800 pesos por un boleto.  En este sentido, Daniel Delgado y Carlos Martínez Vidaurri, los productores de la versión en el Milán, deben estar felices porque su montaje es un éxito financiero asegurado.

En México ya hay una audiencia para un producto de tales características, ya hay un esbozo de infraestructura comercial. En contrapartida, si tú vas a Broadway ahora la escena ya cambió; “Rent” parece anticuado frente a toda la oferta de la cartelera, se queda corto ante todas las renovaciones de estructura, sintaxis, estilo y composición en el musical. Pero, con todas nuestras debilidades y deficiencias, sacar este proyecto otra vez es todo un triunfo aunque sea a destiempo.

Yo vi la versión de 1999 recordada, sobre todo, por la participación de Erik Rubín, Beto Castillo, Laura Cortés y Bianca Marroquín. Siempre me ha dado la impresión que Jonathan Larson, el autor, debido a su muerte previa al estreno en Broadway, no tuvo tiempo de tallerear el texto para afinar el perfil de personajes, la estructura y el planteamiento de tiempo y espacio en cada una de las escenas. De hecho, la película de 2005 deja claras muchas situaciones difíciles de seguir en el montaje. El lenguaje cinematográfico compensa las inconsistencias del manejo teatral.

Pero, sin duda alguna, “Rent” funciona porque Jonathan en esencia habla de una postura de vida frente al dolor que toca a cualquier ser humano sin importar su circunstancia (amén de un profundo homenaje a Nueva York). Para mí fue clarísimo cuando la vi en el 99 y para muestra la emblemática “Seasons of love” (o “Tiempos de Amor” en México). La obra me sigue tocando por las mismas razones pero con la versión del Milán conecto con la enfermedad como un recordatorio persistente de la muerte. La obra es una disertación sobre el tiempo y lo finito. Y, otra vez, ningún ser humano es inmune a estos pensamientos y sensaciones; conectas porque conectas; sí o sí. Y si la historia tiene canciones tan entrañables la experiencia se va a directo a las emociones. “Rent” tiene serias deficiencias dramáticas pero la premisa y las canciones son a prueba de balas; sobrepasan cualquier intérprete, dirección y producción porque lo humano está en carne viva.

El montaje del Milán es poderoso. Me la pasé genial, disfruté, lloré y me emocioné a rabiar, sin embargo, hay ciertas cosas que me hacían desconectar. Hago la aclaración: todas estas observaciones harían más clara y eficiente la obra pero así como está funciona. Los espectadores gozarán el show y el boleto se les devolverá por cada peso invertido; yo sé, ya estoy malito de mi ojo.

Primero, la traducción tiene ciertas palabras que no funcionan para recrear el Nueva York de los ochenta y noventa. La única manera de lograrlo es con neutralidad en el lenguaje; no entiendo por qué se usaron localismos como “chamba”; eso me remite a la Narvarte y no a una ciudad estadounidense. Lo mismo sucede con palabras como “buenísimo”; son muy contemporáneas y muy chilangas. Por último, en el “Tango Maureen” me sacó de balance que no hayan podido lidiar con la rima Pookie-spooky (también para Susana Moscatel, René Franco y Erick Merino fue un reto cuando la tradujeron en 1999: lo resolvieron con cuchi-fuchi).

“Rent” es un pastel dividido en partes iguales, los ocho amigos son los protagónicos, no obstante, Roger y Mimi tienen el eje temático. Kike Jiménez, quien interpreta a Roger, está en una clara desventaja de experiencia frente a toda la compañía. Su personaje está perdido en el tono. No es un papel nada fácil, de hecho, en él se centra toda la premisa de la obra. No es cuestión de pasadas para solucionarlo, es cuestión de replantear cuál es la meta del personaje y desde dónde se aborda.

Daiana Liparoti es una revelación para mí. ¡Qué actriz! Es dinamita en el escenario. “Rent” es su escaparate para convertirse en una estrella. Ella es Mimi y, en serio, qué justicia le hace al personaje. Ahora bien, hay dos cosas que me inquietaron de su interpretación: el vestuario con referencias al centro nocturno donde trabaja ni para su primera escena ni para el segundo acto funciona (aunque le pongan un abrigo en esta última parte). Le resta contundencia dramática. El otro aspecto: en “Prenderías mi vela”, su primera participación en la obra, es muy desconcertante el coqueteo tan sexual con Roger. La situación se vuelve inverosímil. El coqueteo sí es sexual pero no llega al límite; lo delicioso de la canción es sublimar ese deseo y no exponerlo a la primera de cambios.

Diego Del Río, el director, hace un trabajo sólido. El único bache de la obra, para mí, es la muerte de Ángel (punto climático de la obra junto con el reprise de “Te cubiré”). El movimiento escénico y la situación hacen difícil comprender qué pasa en ese episodio. Yo sé, la mayoría de los asistentes son fans de la obra y no será necesario explicarlo, todo mundo sabe que Ángel muere (perdón por vender trama), pero para un asistente sin ninguna referencia al musical es confuso. En otro sentido, el tratamiento es demasiado obvio (sólo se queda en la línea de lo sexual) y la canción “Contacto” es de una profundidad aterradora sobre la soledad y la angustia reflejada en el sexo. Y antes de pasar a lo siguiente, por favor, no le pongan el traje de vaquita a Maureen en “La luna saltar”. Le resta al juego escénico de la actriz  Gimena Gómez porque ella lo puede hacer sola, no necesita de ningún elemento material; su voz y cuerpo solos pueden con ese momento.

Lo más inquietante para mí fue la escenografía de Jorge Ballina. Es demasiado para la obra. Todo se siente apretado, recargado, los actores no tienen espacio para bailar y, por momentos, se vuelve peligroso hacerlo (en “A algún lugar” y “Hoy es por ti”). Jorge es un creativo que siempre trabaja para el texto pero en este caso no sé qué pasó. Intuyo, sólo compraron los derechos del libreto y quisieron alejarse del planteamiento escenográfico de Broadway (que se soluciona con mesas, sillas y escaleras). “Rent” no necesita de tanto artefacto porque la historia se sostiene sola.

Ya por último las gratas sorpresas. He visto muchos montajes de “Rent” (en vivo y mediados) y es la primera vez que mi atención se vuelca al ensamble. Éste hace los papeles de los padres de los protagónicos y vagabundos en Nueva York; qué bárbaros, en muchos momentos se comen el show. ¡Qué entrenados están!

Ya lo he dicho muchas veces; me emociono hasta las lágrimas cuando un intérprete lucha por romper sus propios moldes y ponerse en riesgo él, no el personaje. En “Rent” este peligro lo vi con Luis C. Villarreal (Ángel) y Paloma Cordero (Joanne). En lo personal sus personajes me tocaron y me los llevo en el corazón. Luis y Paloma, ojalá estén leyendo la columna porque aprovecharé el medio para agradecerles su generosidad, sensibilidad y ganas de compartir su manera de ver el mundo.

“Rent” ya es una palomita en la lista de los pendientes para alcanzar a Broadway. Al final de la función, más allá de mi emoción de la obra, sólo pensaba que si ya tenemos este nivel de trabajo qué pasaría si dejamos de voltear a ver a los grandes epicentros del musical. Jonathan Larson escribió un hito en el género porque hablaba de su generación y realidad y eso se vuelve universal. ¿Y si hablamos de nosotros? ¿Y si hablamos de nuestras preocupaciones? ¿Y si hablamos de nuestros deseos? ¿Y si dejamos de competir?  ¿Y si dejamos de rasgarnos la vestiduras por copiar la cartelera de Broadway y el West End? Pero después me hice las preguntas correctas: ¿qué valientes han querido rebelarse contra el “padre”? ¿Quién será el siguiente hijo en querer intentarlo?

 

Traspunte 1

El final del primer acto de “Rent” es perfecto en la dramaturgia. Jonathan Larson hace de ese momento el más vibrante de ver y escuchar.

 

Traspunte 2

Cuenta la leyenda que Justin Timberlake peleó hasta con la cacerola para hacer el papel de Ángel en la versión cinematográfica de “Rent”. Al final no lo logró. Así de importante es el personaje en el teatro musical.

 

Traspunte 3

¡Cuántos rumores hay ante la salida de Luis De Tavira de la Compañía Nacional de Teatro!

 

Traspunte 4

Y si ya estamos en la onda de los musicales estaría genial hacer uno de esta transición de la Compañía Nacional de Teatro… aunque si lo pienso mejor sólo podría ser una tragedia shakespeariana.

 

“Rent”

Libreto: Jonathan Larson

Dirección: Diego Del Río

Teatro Milán ( Lucerna 64, esquina Milán, Colonia Juárez)

Viernes 21:00 hrs., sábados 17:30 y 21:00 hrs., domingos 17:30 hrs.

www.rentmexico.mx

Facebook: Rent México

Twitter: @rent_mexico

 

 

 

“El Tenorio Cómico”: “Un, dos, tres… por toda la comedia”

Lectura: 4 minutos

Sinopsis:

“Don Juan Tenorio” de José Zorrilla es reinterpretado por un grupo relevante de cómicos y comediantes de este país para usar la historia como un vehículo de crítica y sátira social contemporánea.

 

Existe una creencia actoral en donde se afirma que hacer reír es más difícil que hacer llorar. En sentido estricto con la técnica y el oficio del actor, ninguno de los dos caminos es más fácil o complicado en comparación del otro; cada uno de ellos tiene ciertas ventajas y desventajas al momento de realizar una interpretación enmarcada en sus límites.

No obstante, cuando se hace comedia la risa representa el principal medidor de impacto del trabajo actoral; cuando el público suelta carcajadas al mayoreo, el intérprete tiene cierta garantía que su desempeño en escena es efectivo, funcional; por el contrario, si después de un chiste o una rutina cómica el público responde con un silencio, el actor cae en vulnerabilidad y desesperación al no ver eco a su esfuerzo, al vaticinar el desastre de todo el espectáculo.

La risa es el medidor de funcionalidad más recurrido en una comedia, sin embargo, no es el único elemento que podría considerarse; existen otros aspectos como la función crítica. La comedia, como género dramático y estructura de montaje, no puede entenderse si no tiene una reflexión social que la sustente; detrás de las risas o cualquier fenómeno provocado por espectáculos cómicos se encuentra una gran denuncia sobre los grandes problemas de la vida pública.

La situación financiera, la credibilidad de los políticos y las disputas entre varios grupos sociales son los lugares en donde la comedia se instala para provocar la reflexión de nuestra circunstancia, para desatar mediante la risa, en el mejor de los casos, un espacio de discusión sobre los acontecimientos que vivimos día a día. Una buena comedia no es moralizadora, ni mucho menos puede encuadrarse (venderse) a ciertas causas sociales, sólo señala los defectos a nivel individuo y sociedad para despertar conciencias. Si el público decide hacer algo al respecto, ya es responsabilidad de éste, no del espectáculo.

La comedia es una válvula de escape en un ambiente repleto de tensiones y preocupaciones sociales. En el México que nos toca vivir, nos conviene reírnos de nuestra miseria y nuestras debilidades para no acabar más hundidos en la desolación, en la desesperanza. Por eso, celebro el re-estreno de “El Tenorio cómic-o” en el Teatro Aldama.

Este espectáculo es ya una tradición en la cultura mexicana que empezó como un pretexto para celebrar el día de muertos. Con el paso de los años, se convirtió en la manera ideal de reunir a un respetado grupo de actores cómicos y, de esta manera, deformar el texto original de José Zorrilla para llenarlo de situaciones hilarantes en beneficio del lucimiento de sus intérpretes.

Este año, la versión cómica de “Don Juan Tenorio” tiene en su marquesina los nombres de los mejores cómicos de nuestros país. Con riesgo a equivocarme, es uno de los pocos espectáculos con esta solidez actoral en el terreno de la comedia. Freddy y Germán Ortega, Ariel Miramontes, José Luis Guarneros “El Macaco” y María Elena Saldaña son algunos actores que hacen gala de su enorme oficio para hacer reír al público.

En este montaje la anécdota de “Don Juan Tenorio” sólo es un pequeñísimo pretexto para llevar la historia  a un lugar donde la comedia, la farsa y la sátira política ocupen lugares privilegiados. Hay una gran inspiración en el formato de espectáculo de carpa. El libreto toma todas las licencias literarias para convertir a los personajes de Zorrilla en reflejos de las debilidades de la cultura mexicana de una manera certera y funcional; incluye personajes fuera del texto original y propios de nuestra época para engrandecer esta condición (como Werevertumorro).

El público sale complacido al encontrar representadas grandes figuras de la escena política, económica y de entretenimiento y, a través de ellas, exorcizar sus demonios. Los recursos cómicos propios del mexicano, como el albur, se presentan en una forma magistral; el doble sentido, los juegos de palabras y los chistes son las herramientas de cada escena para incidir en la diversión y las conciencias.

El espectáculo es una enorme clase de técnica a nivel de actores. Lo más sorprendente en cada uno de los intérpretes es la forma de llevar el ritmo y su capacidad de improvisación. Hay varios momentos donde el texto permite la interacción del actor con el público y es ahí donde se nota un colmillo del tamaño del mundo para hacer rutinas cómicas con elementos propios de cada función. La energía del montaje crece en cada momento para hacer una gran explosión al final de éste.

“El Tenorio Cómic-o” es una invitación a purificar nuestro ambiente social. La reflexión de nuestro tiempo se hace de una manera sutil porque todo se encuentra envuelto en grandes capas de humor. La profundidad de la denuncia es grande pero no por ello tenemos que dejar de reír.

 

Traspunte

En la Feria del Libro Teatral me encontré una joya: “Compañía Nacional de Teatro. Memoria gráfica 1972-2002”. Es un registro visual y bibliográfico de todas las obras montadas por este grupo durante treinta años. El trabajo de investigación y recopilación de Jovita Millán de cada montaje es increíble porque tal vez es lo único que queda de esas temporadas (algunas de las placas ya las quitaron de los teatros); es un documento histórico digno de tener, analizar y compartir.

 

“El Tenorio Cómico”

Libreto: Eduardo Tepichín

Teatro Aldama (Rosas Moreno 71, colonia San Rafael)

Viernes 19:00 y 21:30 hrs., sábados 17:30 y 2120:30 hrs., domingos 17:30 y 19:30 hrs.

@TenorioComico

“Abismo”: “Vacío en la mesa”

Lectura: 6 minutos

Sinopsis:

Ante la desaparición misteriosa de Karla, su novio y  dos amigas deciden emprender una búsqueda de datos para saber qué le sucedió y dar con ella. Esta finalidad se complica por el sistema jurídico de la ciudad y las pasiones que generaba Karla entre estos tres personajes.

 

Le tenía muchas ganas a “Abismo”. Fue el acontecimiento teatral de hace dos semanas porque con el proyecto regresa a México la mancuerna Ana Graham-Antonio Vega. Su relevancia en el gremio no sólo radica por su constante exploración del lenguaje teatral en cada uno de sus montajes sino por sus esfuerzos con la organización Por Piedad Teatro de generar vínculos de participación escénica entre México y Estados Unidos.  La última vez que los vi fue en Nueva York  y, después de quedarse un tiempo considerable en esa ciudad, regresan al Helénico con una historia de la alemana Maria Milisavljevic.

Corrí por un boleto porque quería atestiguar cuál era el siguiente paso de  Por Piedad Teatro como productora de este montaje. Al final de la función salí con muchas inquietudes y pronto descubrí donde desembocaban todas: el texto. Cuando un personaje tiene momentos donde habla en tercera persona sobre su propio personaje, donde narra sus acciones y relaciones, como lo hacen en “Abismo”, me empiezo a desconectar; esto se debe a mi formación académica y entrenamiento profesional. Siempre me pregunto, al detectar este tipo de ejercicios literarios, qué me trata de ocultar la dramaturga en el caso de la obra analizada; por qué no confía en el desarrollo del conflicto; si quiere narrar por qué no mejor escribe una novela, nos ahorramos el drama, y con mucho gusto estaré en la disposición de entrar en ese terreno.

No niego la existencia de híbridos interesantes entre la narrativa y dramaturgia; sin pensar tanto, encuentro en la televisión dignos ejemplos donde me callan la boca como “True detective” de Nic Pizzolatto (temporada uno y aunque la malmiren también la dos)  o, en el teatro mexicano, el final de “Fotografía en la playa” de Emilio Carballido (esa última escena cuando los personajes narran el clímax es desoladora). Yo conecto con estas experiencias siempre y cuando una enriquezca a la otra pero, en la mayoría de los casos, en cualquier medio audiovisual o en el teatro, los resultados (vistos por mí) son fallidos porque una se vuelve potente y otra insuficiente.

Con “Abismo” detecto que la primera parte de la obra funciona con todos estos momentos donde se hace el mashup entre narrativa y drama. Mis incomodidades literarias son sólo las voces de mis maestros que me dicen: drama es acción y sólo se vale del conflicto, la estructura y la dialogación. No obstante, en la segunda parte, más allá de mis gustos, formación y entrenamiento, sí veo como a Maria Milisavljevic se le patina el coche porque todas las partes narradas le restan eficacia y contundencia a las del drama.

Durante cincuenta minutos Maria me da las pistas para saber dónde está Karla, por qué desapareció, cómo dejó sus relaciones antes de su ausencia. En el minuto cincuenta y uno, se empieza a desenredar el conflicto  y es aquí donde debería de existir claridad de qué sucedió y por lo menos llegar a un estado de asombro ante los sucesos que me cuentan. No sucede. Maria se engolosina en una narrativa llena de retórica y obviedades; todo se vuelve críptico y la fuerza del drama se diluye.

En el final la escritora se pone en medio para hacer gala de sus habilidades narrativas en lugar de permitirme, a mí espectador, sentir empatía con sus personajes. Me di a la tarea de seguirle la pista a Maria Milisavljevic y “Abismo” fue una sensación en la escena teatral alemana en el 2013, de hecho, fue su primer gran reconocimiento mediático a temprana edad. Con estos datos entiendo que la manera de escribir obedece más a necesidades de juventud que propiamente técnicas. Por otro lado, y esto es pura sensación, “Abismo” tiene una profunda lejanía con la mayoría de las audiencias mexicanas al hablar de la cotidianidad y conciencia histórica de un país como Alemania (por ejemplo, la situación de los inmigrantes serbios en tal sociedad no pasa); varias referencias no producen sentido hasta tener cierto contexto social y político del país.

A pesar de los argumentos aquí expuestos, sé por qué Ana Graham decidió subirse a este barco. “Abismo” es la prueba para usar, al límite de sus posibilidades y experiencia, sus recursos como directora. Tal vez es sintomático de “algo” pero en los últimos tres meses yo he visto a muchos directores en México hacer brillar textos que en el papel no tienen posibilidad de hacerlo. Ana hace del texto una experiencia teatral interesante porque hay una extraordinaria (en el sentido más amplio del término) capacidad de síntesis. Cuando un director requiere menos y usa menos, a nivel de dirección, escenografía y actoralidad, entiende y siente las entrañas del teatro; así permite a sus actores tomar el control del montaje y hace de la historia lo primordial de esta experiencia. El otro acierto de Ana es plantear  todos los episodios narrativos con un gran sentido lúdico para hacerlo teatral y aligerar estas partes del montaje.

Mónica Huarte, otra vez, es impecable en la construcción de personaje. Para mí fue la mejor actriz del 2015 por su trabajo en “Constelaciones” y nadie-la-detiene. Es un tren bala. En “Abismo” yo vi un particular interés de Mónica en el trabajo energético; la lleva a dar matices que no se los conocía y después de verla mi quijada se fue al suelo al pensar “¿a poco hay más?”. Yo sigo de necio: la joya de la corona para Mónica es hacer un Shakespeare. Por lo menos yo sé de tres productores levantando proyectos del autor para el 2017 : llamen a Mónica, se los suplico.

Cuando vi a Antonio Vega en “El Síndrome Duchamp”, su último montaje en México, supe que a este muchacho le gusta el peligro. Habrá grandes actores pero grandes actores con estas ganas de aventarse, precisamente, al “abismo” son muy pocos. Actores como Antonio no se dan en maceta. Su intuición es más potente que nunca porque, otra vez, así como me pasa con Mónica, me sorprenden sus maneras tan sencillas de abordar un personaje. Y llegar a lo sencillo parece fácil pero no; sencillez encierra organicidad y complejidad.

Marianna Burelli la descubrí en “Hamlet” en la UNAM con el papel de Ofelia el año pasado y fue toda una revelación para mí. Es una actriz de altos vuelos y su técnica está en el punto. En “Abismo”, Marianna se enfrenta a un personaje alegórico en el juego dramático a diferencia del novio y la amiga de Karla que son personajes realistas. Ella llegó donde debió llegar; sólo necesita tiempo para lograr más matices. Así sucede: muchos personajes no necesitan más trabajo, sólo necesitan más tiempo para “caer”.

Sólo una nota de la escenografía: muchas escenas las realizan debajo de una mesa Mónica Huarte y Antonio Vega. Ya sé que es demasiado tarde porque no van a invertir en otra mesa, sólo le pido a los actores que cuiden sus cabezas  porque todo el tiempo tenía la angustia de que se golpearan al momento de levantarse o salirse  y, sobre todo, cuando Antonio es bien alto. Si el ojo no me falló en mi función Mónica se pegó. Cuídense, actores.

“Abismo” es un montaje interesante por el resposicionamiento de Ana Graham como directora. Y para la carrera de “Por Piedad Teatro” es un proyecto de transición que los llevará a un enorme aprendizaje para los próximos proyectos en México y Nueva York como impulsores del teatro en el extranjero y mexicanos interesados en tender lazos multiculturales.

 

Traspunte 1

¡Mónica Huarte está dentro de la producción de “Abismo”! Mónica es-un-tren-bala.

 

Traspunte 2

Yo sé que no hay dineros, yo sé que estamos en crisis, yo sé que el dólar y Trump pero sí se siente feo que en lugar de un programa de mano para cada obra en el Helénico haya un programa colectivo. Sólo quería sacarlo de mi sistema.

 

Traspunte 3

Yo sé que no hay dineros, yo sé que estamos en crisis, yo sé que el dólar y Trump pero qué risa que en el baño del Foro La Gruta, dentro del Centro Cultural Helénico, haya jabón Rosa Venus cual motel. Yo sí emprenderé la campaña de comprar paquetes de jabones líquidos que se vayan al Helénico. Someto a votación los olores: cereza, canela-manzana, limón.

 

Traspunte 4

¿Habrá manera de conseguir la música de “La Ciénega de las Garzas? Pago lo que sea por tener registro de esas canciones que están en el montaje de Alberto Lomnitz en el Foro La Gruta, dentro del Centro Cultural Helénico, los lunes a las 20:30 hrs.

 

Traspunte 5

Con la muerte de Gonzalo Vega perdimos a un actor que amaba el peligro. ¡Hasta pronto, Gonzalo! ¡Hasta pronto! ¡Y, sobre todo, GRACIAS!

 

“Abismo”

De: Maria Milisavljevic

Dirección: Ana Graham

Teatro Helénico (Avenida Revolución 1500, Colonia Gudalupe Inn)

Viernes 20:30 hrs., sábados 18:00 y 20:30 hrs., domingos 17:00 y 19:00 hrs.

Hasta el 6 de noviembre

@porpiedadteatro Facebook: Por Piedad Teatro Producciones

“Esto no es Daisy”: “SOS”

Lectura: 3 minutos

 

Sinopsis:

“Esto   no   es   Daisy”   trata   sobre   la   intoxicación   que   vivimos   en   el

mundo   contemporáneo.   La   comida,   las   imágenes,   la   edad,   las

relaciones   interpersonales   y   la   tecnología   se   convierten   en

agentes tóxicos para nuestros ojos, oídos, cabeza y cuerpo. ¿Hasta

qué punto podemos vivir sin estar dopados? ¿Estamos realmente

despiertos? El silencio se condena y la alienación se convierte en

el patrón a seguir. ¿Hay posibilidad de redención en este mundo?

¿Dónde está la verdad ante tanto ruido?

Había hablado ya del “espacio alternativo” como sinónimo de “no-

me-alcanzó-el-presupuesto” o ” éste es mi capricho y me vale el

público”.   Otro   de   los   términos   confusos   es   el   de   “teatro

posdramático” que, desde la parte académica, se entiende como

una forma de hacer teatro mediante la

performatividad,

el

uso

equívoco y simultáneo de signos, la saturación de referentes de la

vida cotidiana y el uso exacerbado del cuerpo.

Cuando me encuentro con espectáculos con esta etiqueta me

da   miedo   que   en   realidad   sea   charlatanería   con   altos   vuelos

intelectuales. Hay una necesidad en la mayoría de quienes deciden

hacer esta teatralidad de impactar por impactar, de ser pirotécnico

por el mero hecho de ser pirotécnico. Exhibicionismo, pues, que en

la mayoría de los casos, esconde una falta de técnica o poética.

La  burra  no era  arisca:  después  de  ver  una  mayoría  de

espectáculos con este calificativo y sus enormes (y evidentes)

carencias estoy curtido. Por eso, cuando me topo con una obra de

teatro que cumple a cabalidad con el posdrama me callo para

aplaudir y celebrar. Esto me pasó con “Esto no es Daisy”. La

propuesta cumple con la experimentación escénica con todas las

de la ley y, sobre todo, tiene la intención de hacer un viaje, una

experiencia para el espectador.

Uno de los grandes aciertos de Rodrigo García, el autor, es

cómo rompe con la linealidad de la historia para dejar a una mujer

como   hilo   conductor   del   espectáculo.   Con   ella   se   desarrollan

 

diferentes estampas de esta enajenación autoimpuesta mediante

imágenes confrontativas. No sólo las palabras se vuelven golpes

sino también los significados que cargan. Hay una fuerte necesidad

de   hacer   una   crítica   a   la   comodidad   de   la   vida   cotidiana   y

capitalista.

Los   detalles   ordinarios   se   vuelven   extraordinarios;   las

palabras   cómodas   se   vuelven   incómodas;   los   sueños   perdidos

vuelven a nuestras cabezas. García pone los momentos donde

deben de ponerse para hacer del montaje una llamada de auxilio.

Nos confronta con esta vida tóxica que no puede ser reconocida

por estar inmersos en ella. Por momentos me recordó la crudeza

de Raymond Carver en sus textos. “Esto no es Daisy” es un canto a

la conciencia y a la libertad; le restituye el valor original a palabras

usadas a diestra y siniestra.

Este texto, y cualquier experiencia posdramática, no tendría

sentido sin una dirección valiente. Paulina Orduño, la directora del

montaje, decide explotar la sensorialidad de las palabras para

hacer una experiencia sorprendente en recursos y soluciones. A

partir de elementos escenográficos sencillos y un video, recrea

dinámicas saturadas que propician una atmósfera congruente con

el espíritu del trabajo de García. Orduño sorprende por

la manera

de resolver puntos climáticos, convertir los momentos descriptivos

en juegos del drama y, sobre todo, diseñar una arco dramático

interesante de principio a fin.

El   ensamble   actoral   conformado   por   Belén   Mercado,   Isaí

Reveles, Edgar Landa y la misma Orduño vive en cada una de las

funciones   una   verdadera   prueba   de   fuego   en   cuanto   a   la

corporalidad. Al verlos sólo podía pensar en lo difícil que es la

aplicación de las técnicas donde el cansancio se transforma en

energía;   a   pesar   y   en   contra   de   la   demanda   física   de   los

movimientos mantienen el punto medio donde el espectador los

puede seguir con los ojos y el oído. Sólo por ver qué hacen con sus

cuerpos “Esto no es Daisy” adquiere una sensación de peligro, de

audacia.

Reconozco a la compañía Mil Grullas Teatro tener los cojones

de montar un texto de este calibre sin caer en el exhibicionismo,

hacerlo desde una parte honesta y preocuparse por invitar al

espectador a un viaje con cuestionamientos que sólo él será capaz

de responder al final de la función.

Traspunte

 

Pensé que los boletos de “Rent” en el Teatro Milán iban a ser caros.

Su precio es (muy) adecuado.

“Esto no  es Daisy”

De: Rodrigo García

Dirección: Paulina Orduño

Casa Actum (Héroes del 47 número 9, colonia San Diego

Churubusco)

Sábado 15 y 22 de octubre a las 20:30 hrs.

 

“Made in México”: “Regalo para México y los mexicanos”

Lectura: 3 minutos

Sinopsis:

El “Negro” y Yoli representan una familia mexicana con un largo historial de proyectos fallidos debido a un clima social que excluye y propicia una pobreza espiritual. Esta pareja entra en conflicto cuando Marisela, la hermana de el “Negro”, y Osvaldo, su esposo, regresan de Estados Unidos después de no haber visitado el país durante treinta años.

Marisela y Osvaldo tomaron la decisión de abandonar México para encontrar mejores oportunidades de crecimiento. Su desarraigo a este país cuestiona la forma de vida de el “Negro” y su esposa al dejarles al descubierto sus mínimas condiciones para salir de la precaria situación social, económica y política.

 

A finales del año pasado hablaba de la importancia de montar obras mexicanas. No quería emprender una campaña de compasión por nuestra dramaturgia, ni mucho menos valorarla sólo por su carácter nacional, sino considerar al teatro mexicano como una fuente de identidad (y sentido) para reflexionar sobre nuestra circunstancia.

La cartelera está dominada por títulos extranjeros; la dirección, en un circuito de grandes capitales, emula a trabajos de los epicentros del teatro a nivel internacional,  se somete a las reglas de lo convencional o se limita a cumplir con los estándares de una franquicia. Esta situación le otorga muy poco espacio a una expresión teatral desde nuestras referencias, idiosincrasia y forma de sentir.

Más allá del origen nacional de los textos, nos hacen falta historias capaces de hablar de nosotros, de reflejarnos. Con “Made in México” agradecí el encontrarme con una propuesta que podía dar cabida a nuestra voz.

La emoción de estar sentado en la butaca para presenciar personajes, diálogos y escenas propios de nuestra cultura era infinita y un alivio ante la desbordada atención a obras extranjeras.

El tema de “Made in México” es la pérdida de identidad en un país que bloquea la oportunidad de crecimiento integral a la ciudadanía. México es el escenario perfecto para hablar sobre las injusticias económicas, la carencias sociales y la reducida esperanza.

El punto de quiebre entre las dos parejas protagónicas, sus valores tan contrastantes y  recursos para enfrentar la vida resultan fascinantes en un contexto social  convulsionado como el nuestro. En ningún momento la obra es maniquea; no da por sentada la bondad de la sociedad, ni hace verdugos a los poderosos; sólo entiende a la miseria de este país (en el sentido más amplio de la palabra) como resultado de nuestra incapacidad personal y colectiva.

“Made in México” habla sobre cómo las grandes instituciones sociales fallan pero, sobre todo, cuando los individuos se fallan a ellos mismos con falsas esperanzas y deseos ridículos. El arraigo del “Negro” y la Yoli a este país así como el desarraigo de Marisela y Osvaldo no son formas efectivas para solucionar nuestros problemas como sociedad. La respuesta está en el individuo y su capacidad de acción.

Al investigar más sobre Nelly Fernández Tiscornia, la autora de “Made in México”, me llevé una gran sorpresa: su origen argentino. Esta obra se había montado en su país con gran éxito y a partir de su buena reputación llega a nuestra cartelera. Lo más sorprendente del texto es la empatía con nuestra cultura y situación actual. Cualquiera podría decir que fue escrita por un mexicano de esta década.

Las escenas retratan la cotidianidad mexicana de una manera sorprendente. Los diálogos son líneas expresivas infinitamente sofisticadas a partir de un lenguaje sencillo y coloquial. Los personajes están dibujados con maestría al ser congruentes en su circunstancia y tener una justa progresión dramática. Lo más increíble del caso (y escalofriante) es que “Made in México” recuerda a las grandes figuras de la dramaturgia mexicana como Sergio Magaña, Luisa Josefina Hernández y Emilio Carballido.

La estructura dramática es poderosa porque el conflicto evoluciona en cada momento. La cantidad de escenas es la adecuada. El ritmo es propio para las audiencias actuales; apela a la expresión teatral más depurada al privilegiar la palabra mediante diálogos sagaces e irresistibles. Los tonos de comedia son perfectos para romper con los momentos de mayor tensión dramática y así darle un respiro al público.

Doblemente sorprendido me quedé al enterarme de la nacionalidad argentina del director del montaje Manuel González Gil. Éste entiende la cultura mexicana y en la actoralidad dibuja ademanes, referencias y hasta rutinas físicas que conectan con nuestra realidad. Hace lucir a los intérpretes y propone un trazo escénico sencillo pero funcional.

Por favor, no dejen de asistir a ver esta magnífica obra de teatro. Con su boleto recibirán a cambio una experiencia fuera de serie, impactante. En efecto, todo esto es curioso al tener una manufactura argentina pero qué importa cuando la historia conecta con nuestra realidad como mexicanos. Seguiremos aplaudiendo cualquier esfuerzo en la dramaturgia mexicana así como trabajos que sean capaces de hacernos vibrar como lo hace “Made in México”.

 

Traspunte

Este año la Feria del Libro Teatral en el Centro Cultural del Bosque está mejor que nunca. No dejen de visitarla.

 

“Made in México”

De: Nelly Fernández Tiscornia

Dirección: Manuel González Gil

Teatro Jorge Negrete (Ignacio M. Altamirano 126, colonia San Rafael)

Jueves 20:30 hrs., viernes 19:00 y 21:00 hrs., sábados 18:00 y 20:30 hrs. y domingos 17:00 y 19:00 hrs.

“Dublín”: “Réquiem por la esperanza”

Lectura: 5 minutos

Sinopsis:

Esta historia, que sucede en 1904, cuenta los avatares de una compañía de teatro en Irlanda por estrenar una obra, durante el desfile del rey de Inglaterra por la ciudad, a manera de protesta ante el caos político y social.

 

Fernando Bonilla apareció en mi radar el año pasado por su dirección de “No se elige ser un héroe” en el Foro Shakespeare. No me alcanzaron las palabras cuando reconocí su excepcional trabajo de entonar obras realistas y sensibilidad para manejar la retórica en sus imágenes (aunque tristemente todos estos halagos se fueron por un tubo al confundirlo con su hermano Sergio quien es actor y participaba en este montaje). Ahora regresa a las andadas como director con “Dublín” en el Teatro Milán.

En el programa de mano se hace referencia a las más de dos horas de obra pero me intrigó, sobre todo, la nota a los dos intermedios durante la función. En el teatro subvencionado esta dinámica es común pero fuera del circuito es una rareza. Al mismo tiempo, una obra que dura más de dos horas, a excepción del musical, empieza a generarme preguntas: ¿qué van a contar? ¿Por qué necesitan tanto tiempo? ¿Si un episodio de cualquier serie dura un promedio de 50 minutos qué me contarán en más tiempo?

Un “Hamlet” puede durar cuatro horas, “El Jardín de los Cerezos” de Chéjov unas tres y cualquier versión de las obras de Juan Ruiz de Alarcón no menos de dos; pero, sin el prurito académico, las audiencias actuales, por lo menos aquéllas que están en contacto con una gran variedad de plataformas mediáticas (virtuales), no aguantan tanto. Necesitas ser un verdadero interesado en el teatro y/o profesional del mismo para disponerte a estar sentado en una butaca por más de 50 minutos.

Michael West, autor de “Dublín”, nació en 1967, escribió la obra en 2004 y, por esta cronología y algunos datos del autor, atribuyo la duración de la obra,  más que a la manera de concebir el teatro en los noventa, a una necesidad de exploración literaria, una necesidad estrictamente personal. Al tener tales prerrogativas, me sorprendió en primera instancia el primer acto de la obra; no pude seguirlo. No sabía hacia dónde iba el texto y la interpretación.

Cuando terminó el segundo acto las cosas empezaron a cobrar sentido. Y ya en el tercero entendí qué quería lograr Michael West y, por consiguiente, Fernando Bonilla. Aunque entré tarde a la convención, me voló la cabeza la premisa de Michael: la esperanza (sin ningún juego retórico) es lo único que nos sostiene en la vida; sin ella sólo hay “muerte”. Aquí la esperanza se encarna en el teatro pero bien podría llamarse estado, patria, partido político, religión, familia o hasta pareja. Y lo más aterrador viene al descubrir qué significa esa “muerte”: el desarraigo (como lo plantea el mismísimo Lyotard en su reflexión de la posmodernidad).

El tema no puede ser más pertinente (y escalofriante) cuando vemos al país en llamas, cuando vemos cómo cada una de las instituciones nos ha fallado y cómo nos hemos fallado a nosotros mismos. ¿Cómo podemos seguir sin esperanza? ¿La esperanza es necesaria para vivir en sociedad? Y, para mí, la conmoción es más grande cuando hago un recuento del 2016 y, sin duda, éste ha sido uno de los años más difíciles para el teatro nacional. Somos (sin importar profesión) esos soñadores que confían en un mejor mañana porque si no nos aferramos a eso somos “The Walking Dead” (¿o ya lo somos y no nos hemos dado cuenta?).

“Dublín” resuena esta semana cuando se conmemora el inicio del movimiento independentista en México: ¿es necesario celebrar la noche del 15 de septiembre a pesar de estar en un lodazal? ¿El 15 de septiembre es una esperanza? ¿De qué? Entiendo por qué Michael West se convirtió en una estrella del teatro en su país natal, Irlanda, y un hito en el teatro de Occidente con “Dublín”: es un ejercicio colosal al incluir en una obra tres momentos que se pueden entonar en diferente género (los intermedios no sólo son para la comodidad el público, también son un límite donde se puede marcar el cambio de tono).

Para Fernando Bonilla, en comparación con “No se elige ser un héroe”, éste es un trabajo donde lleva al máximo su oficio para plantear y desarrollar un montaje. Está frente a un gran enigma dramático. Y el enigma no es para niños. Al terminar la función entendí por qué no pude seguir la primera parte; percibí una falta de claridad de la compañía para llevar el ritmo, tono y género. “Dublín” se puede convertir en una gran trampa porque en cada uno de los tres actos se cambia el estilo de interpretación: la primera parte es una tragicomedia; la segunda una comedia (de hecho es una calca fiel de la última escena de los cómicos de “Sueño de una noche de verano” de Shakespeare) y la tercera una pieza con tintes de melodrama.

Y este problema, el del primer acto, se hace aún más evidente cuando veo a todos los actores incómodos al moverse en una escenografía que les deja poco espacio para transitar (todo se ve saturado por defecto) y los obliga a cargar materiales pesados para hacer los cambios escénicos. Vamos, en esta parte, no hubo actor alguno que no se tropezara con las piernas al salir del escenario. Para colmo de males, suben a un segundo piso por una escaleras francamente peligrosas. Si de por sí los actores no saben cómo agarrar el toro desde el principio y todavía los pones a lidiar con un dispositivo incómodo el resultado es una merma en el ritmo. El diseño de Auda Caraza y Atenea Chávez no funciona para el primer acto.

Las cosas después se arreglan porque se cambia la disposición del espacio y se siente una distribución orgánica de los elementos. ¡Pobres actores! No es una cuestión de que se acostumbren, den más pasadas y “hagan suya la escenografía”; se necesita una replanteamiento del dispositivo escénico por favor y por su propio bien. Al liberar este problema técnico, los actores se sentirán más relajados y entonces sí, Fernando podrá encaminarlos para encontrar un ritmo y un tono.

Vale la pena subrayar: esta irregularidad no es por capacidad de los intérpretes, sólo necesitan una guía clara para arrancar la obra. Ellos son efectivos y sostienen los otros dos actos a cabalidad (por mucho, me quedo con el tercer acto). En cuanto a la actoralidad, sólo quisiera hacer una mención a Alejandro Morales; en él recaen los contrapuntos más altos en el segundo actoy los capotea “que no das crédito”. ¡Eso es  colmillo! ¡Eso es el oficio!

Sin importar estas carencias del primer acto y la escenografía, el montaje me dejó con un sabor amargo y lo digo con el ánimo de que vayan a ver este montaje porque no todas las obras se hacen para salir chispeante. No le tengamos miedo a este tipo de teatro. “Dublín” es un gran espectáculo, vas a pasártela increíble pero las reflexiones después de los aplausos son bien duras. Al día siguiente me salió moretón, seguía pensando en la obra e irremediablemente en “Trust yourself” de Bob Dylan: “Well, you´re on your own, you always were, in a land of wolves and thieves, don´t put your hope in ungodly man, or be a slave to what somebody else believes”.

 

Traspunte 1

Por el puro gusto, y en honor a “Dublín”, aquí Bob Dylan cantando “Trust Yourself” (y mi favorita “Maggie´s farm”) junto a Tom Petty y The Heartbreakers: https://www.youtube.com/watch?v=0DGz7nH0Jwo

 

Traspunte 2

Se me cayó la quijada al suelo cuando me enteré del debut de Cate Blanchett en Broadway con una adaptación de “Platonov” de Anton Chéjov.

 

“Dublín”

De: Michael West

Dirección: Fernando Bonilla

Teatro Milán (Lucerna 64, Colonia Juárez)

Viernes 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs., domingos 18:00 hrs.

Hasta el 16 de octubre

“Verdad o reto. El Musical”: “Barbas a remojar”

Lectura: 4 minutos

Sinopsis

En una casa en Acapulco, un grupo de ex compañeros de escuela se reúnen por el llamado de una amiga; el reencuentro saca a flote las cuentas pendientes entre ellos y los amoríos pasados ponen en duda las decisiones que se  tomarán en el futuro. 

 

Sería tan fácil pegarle a “Verdad o reto”. Muchos críticos, periodistas y espectadores han comentado el fallido intento de este musical de rocola con canciones pop en español de los noventa en el Teatro Banamex de Santa Fe. Cuando la estaba viendo pasé de la angustia al enojo y del enojo al asombro.

Muchos han comentado que Mejor Teatro y Morris Gilbert, los productores, quisieron tener un segundo “Mentiras” pero lamentablemente les salió el tiro por la  culata (a quince minutos de acabar la función resonaba en mi cabeza esta súplica: “Tú no, Morris. Tú no”).

“Mentiras” tiene detrás a uno de los dramaturgos y directores más audaces de los últimos diez años, José Manuel López Velarde, quien dispuso una historia comprometida con las canciones y, sobre todo, con su espíritu; se aprovechó de la ñoñería y el aire telenovelesco de las baladas de los ochenta del pop en español para hacer un culebrón sobre el escenario que nunca se toma en serio. No quiere ser pretencioso; sólo busca divertir al espectador.

“Verdad o reto”, en la primera mitad del texto, quiere probarse como una comedia pero fracasa en el intento; ya para la segunda parte se arrepiente y decide convertirse en un melodrama con todas las de la ley; se pierde en un abismo de intención, estilo y tono. La construcción de los personajes es unidimensional por defecto y no por virtud; me sobrepasó que ningún personaje es empático: no puedes interesarte en alguno porque son carentes de función dramática.

En este tipo de formato la música está para salvar el espectáculo. El mejor ejemplo es “Hoy no me puedo levantar” con canciones de Mecano: la historia era terrible en fondo y forma pero el solo hecho de tener una banda en vivo, las composiciones de los Hermanos Cano y sus nuevos arreglos eran suficientes para hacer la experiencia más llevadera. En “Verdad o reto” no hay música en vivo y los arreglos son peor que una versión de karaoke de YouTube.

Cuando la historia trata de empatar con las canciones todo se vuelve demencial; ninguna de ellas sirve para hacer avanzar la historia en cuanto a la estructura general, el conflicto de los personajes o el planteamiento de los actos. La inserción de cada una de ellas es una ocurrencia; en ningún momento el público se levanta de su butaca para aplaudir o cantar (cosa que sucede muy a menudo con este tipo de musicales). Por lo menos en la función que me tocó todos a mi alrededor estaban desconcertados sobre cómo comportarse frente a lo ocurrido en el escenario.

Manuel Galaz, el autor junto a Juan Porragas, se llevó el Premio Nacional de Dramaturgia Teatro Nuevo de la UNAM y la Secretaría de Cultura del Distrito Federal con la obra “Ángel”; no dudo ni tantito de su ingenio en la escritura pero es evidente que “Verdad o reto” es su dark side. La dirección al mando del mismo Galaz está perdida porque no sabe cómo entonar a los actores. Hay una necesidad de llevarlos al límite energético; siempre están arriba con su voz y cuerpo para, supongo, sostener los pocos momentos chistosos. Además, no distingo si fue una nota del director o un contagio colectivo, todos están impostados en sus personajes; hay una afectación innecesaria para construir al personaje (a decir verdad, Moisés Araiza quien interpreta a Pepe se mantiene en un justo balance, hasta parece de otra obra).

La escenografía e iluminación son pobres en cuanto a propuesta y realización. Elizabeth Álvarez Wehrley y Víctor Zapatero, encargados de estas áreas respectivamente, quisieron hacer un homenaje a la estética estrambótica de los noventa pero sólo se quedó en una mala copia de la nevería Bing. El mayor problema de la plástica radica en que no genera atmósfera.

Sobre los actores tengo poco qué decir porque no se pueden sacar agua de las piedras. Tal vez la participación de Erika Hau como Chiquitere (¡ay, hasta el nombre me duele!) destaca porque busca conectarse con la audiencia con un  encanto personal.

Sería tan fácil pegarle a “Verdad o reto” pero mi enojo me hizo ver más allá de lo inmediato: el profundo desprecio por la historia en una obra de teatro. Y no lo digo sólo por el equipo de este proyecto sino porque la mayoría que participamos de este negocio se nos ha pasado por la cabeza privilegiar la idea, el actor, la estrella de televisión, la escenografía, la iluminación o hasta la ubicación del teatro antes de la anécdota.

“Verdad o reto” es el síntoma de un problema mucho más grave. Vamos, le pasó a Morris Gilbert; pésele a quien le pese él es una de las piezas clave en el desarrollo y profesionalización del teatro mexicano y cayó en esta trampa de pensar en mil y un cosas antes que en el texto. No estamos exentos de caer en lo mismo. Ya sea en teatro musical o hablado. ¿Qué estamos haciendo para no acercarnos a este lugar?  ¿Al momento de escribir nos dejamos llevar por el ímpetu creativo o por el oficio? ¿Nos preocupamos por las competencias comunicativas del espectador? ¿Qué elementos influyen en la selección de una obra nacional o extranjera?

¿Cuál es la situación del dramaturgo en el negocio teatral? ¿Realmente nos importa? ¿Qué se entiende por escritura teatral a nivel educativo y profesional? La principal lección de “Verdad o reto” está en que ningún elemento de la producción puede estar por encima de la historia; con un texto fallido ningún montaje puede salir adelante por más actor, escenógrafo, iluminador, diseñador de vestuario o productor que se tenga. Estos elementos importan muchísimo cuando están al servicio de compartir una experiencia, una visión del mundo.

Asumámoslo: si queremos hacer más grande este negocio debemos apostar por las historias que dependen del oficio de los escritores y no de sus ideas maravillosas, arrebatos creativos o buenas intenciones. Y, sobre todo, apostar por la capacidad del dramaturgo de entender y sentir al espectador. Si queremos hacer lucir cualquier otro elemento de la producción, dejemos al teatro en paz. “Verdad o reto” debe ser vista por  todo teatrero para poner nuestras barbas a remojar.

 

Traspunte

¡Qué emotivo homenaje a Mercedes Pasucal sucedió en el Teatro de las Artes esta semana! ¡Viva Mercedes Pascual!

 

“Verdad o reto. El musical”

Autores: Mauricio Galaz y Juan Porragas

Director: Mauricio Galaz

Teatro Banamex Santa Fe (Lateral Autopista México-Toluca 1235, Colonia Lomas de Santa Fe)

Viernes 19:00 hrs. y 22:00 hrs., sábados 17:00 y 20:30 hrs., domingos 18:00 hrs.

“Nerium Park”: “EnigmA”

Lectura: 5 minutos

Sinopsis:

Una pareja llega a habitar un complejo de  condominios recién estrenados llamado “Nerium Park”. Ellos son los únicos del edificio y, poco a poco, el ambiente del departamento y la zona provocará, de una manera enigmática, una toxicidad en su relación que los llevará a cuestionarse de una manera violenta quiénes son, qué desean de su pareja y qué tanto son capaces de ver a ésta tal cual es.

 

Antes de cualquier otra cosa, y porque hablaré de una obra del Foro Lucerna en el Teatro Milán y siempre quiero tocar el tema pero por “x” o “y” ya no lo hago, debo reconocer el enorme esfuerzo de todo el personal por mantener este espacio en óptimas condiciones. Está como si lo hubieran abierto ayer y, mejor aún, todas las personas que te reciben en la taquilla, dulcería, lobby, baños o los foros lo hacen con una actitud cálida. El Milán-Lucerna es un paraíso frente a los teatros de esta ciudad casi en ruinas, descuidados o abandonados con trabajadores déspotas, groseros y, por sobre todas las cosas, desinteresados por cuidar al espectador.

Pablo Perroni y Mariana Garza, dueños del espacio, hacen de su administración un ejemplo para todos los interesados en la gestión cultural porque saben que las disciplinas escénicas tienen sentido porque alguien las ve, alguien las escucha y ese alguien merece todo nuestro respeto por invertir su tiempo y dinero, de entre todas las opciones de entretenimiento, en algo llamado teatro. Y para los directivos, participantes y rémoras de la subvención teatral pronto deberían ir a este teatro y tomar notas de qué se está haciendo para no sólo generar públicos sino para conservarlos. En fin, el Milán-Lucerna es una casa cálida, amorosa y confortable; qué bien se siente estar ahí.

Después de tocar este necesario punto, entraré de lleno en la obra que tiene el horario estelar en el Foro Lucerna: “Nerium Park”. Me emociona pensar esta obra como una experiencia inmersiva: el espectador es parte del montaje. Cuando la atmósfera me envuelve estoy dentro de un juego potente y contundente.

No me encanta la reseña de varios periodistas donde ven a “Nerium Park” como un thriller o un espectáculo donde “te espantan” como si fuera la Casa de los Sustos de un parque de diversiones. El texto de Josep Maria Miró pone los acentos en la descomposición de una pareja por sus propias expectativas, mentiras y silencios. Yo logré conectarme con el montaje a través de la decadencia amorosa, de hecho, después de pensar la historia muchas veces encontré este tema como el idóneo para hablar de ella: la anécdota no sólo habla del fin de una pareja sino de lo mal que te la puedes pasar cuando termina.

A partir de aquí, hay un sinfín de lecturas del montaje: cómo le dices adiós a quien amas; los juegos de poder al interior de una pareja; la competencia entre los géneros para ser el proveedor de la casa; la incapacidad de comunicarnos y de conocer al “otro”. De hecho, todo el tiempo recordaba “Menos que cero” de Brent Easton Ellis por la crudeza en el lenguaje y la estridencia de las imágenes para hablar de las relaciones interpersonales.

Uno de los logros de “Nerium Park” es la dirección en manos de Sebastián Sánchez Amunátegui. Para mí es uno de los trabajos más sobresalientes de toda su trayectoria por la unidad en el concepto y la sencillez para contar la historia. Esta decisión de apostar por una saturación de elementos sensoriales no puede ser más exitosa. Sin duda, gracias a ella, eres empático con la ansiedad de los personajes y entras en un estado donde todo se vuelve irritable, incierto y peligroso. De por sí Sebastián sabe conducir a los actores a un espacio de intimidad, a una cercanía con el espectador, que con este texto se vuelve esencial para entrar en la historia y no te deje ir de principio a fin.

Hay dos cosas que quisiera destacar: el trabajo musical de Tareke Ortiz es uno de los más interesantes de este año porque las composiciones no están al servicio de contar una historia, al contrario, se vuelven un personaje más, como una especie de testigo del drama de los protagonistas. Por otro lado, la escenografía me da todo el tiempo esa sensación opresiva de vivir en un lugar tóxico y no poder escapar por más ganas de irte; en el programa de mano están acreditados como los responsables de esta área al personal técnico del Teatro Milán; pues a ellos todos mis respetos por resolver este dispositivo de una manera efectiva.

Mariana Garza y Pablo Perroni hacen un trabajo actoral meticuloso. Me sorprende cómo pudieron ensayar esta obra (y cómo les da la cabeza y el cuerpo) mientras resuelven todos los problemas de la administración del Milán-Lucerna. Amén de su pertinente tipo físico para interpretar los papeles, se nota un oficio y una metodología para ejercer la actoralidad; me encanta cómo ponen a prueba su técnica en cada nuevo proyecto. Nunca los había visto tan concentrados en trabajar la irradiación de sus personajes como en “Nerium Park”.

El montaje es tan afortunado que casi olvido cómo Josep Maria Miró, el escritor, es buenísimo para plantear el primer y segundo acto de sus obras pero irregular al momento de concluir un tercer acto. El pitch de sus libretos  siempre apantalla pero cuando yo veo cómo lo estructura y cómo construye a los personajes se diluye la fuerza inicial. Nadie duda de su capacidad para complicar más el conflicto de los protagonistas, siempre sorprende porque esboza situaciones sumamente interesantes pero se engolosina de esta habilidad y después ya no sabe cómo salirse de sus propias enredaderas.

Lo mismo me pasó con “El Principio de Arquímedes” (montaje que también se presentó en el Lucerna dirigido por Diego Del Río) porque las conclusiones son débiles y no se cierra la trayectoria de los personajes. Con “Nerium Park” me pasa lo siguiente: sobran tres escenas donde se redunda el conflicto; por otro lado, y tal vez lo más preocupante, en el mero final, después de llegar a una experiencia límite tanto para el intérprete como el espectador, Josep no se compromete ni con el mundo interno de los protagonistas ni con el entorno hostil donde viven. Falta un acento final.

Sebastián Sánchez Amunátegui sí pone este último compás, sí se compromete con una postura para cerrar la historia pero si yo leyera sólo el libreto esta debilidad sería mucho más evidente. Insisto, me pasó con “El Principio de Arquímedes”, he revisado otros textos de Josep, y hasta ahora veo el mismo patrón: hace de sus textos una pirotecnia pero que no se puede sostener hasta el final. Yo veía “Nerium Park” y me preguntaba “¿cómo te vas a salir de ésta, Josep?”; avanzaba la obra, el conflicto se complicaba más y volvía a decirme “¿cómo te vas a salir de ésta, Josep?”. La obra se queda a 3/4 en tono y construcción de los personajes.

La verdad Josep Maria Miró debería agradecerles a Sebastián, Mariana, Pablo y a todo el equipo de producción porque le mejoran la plana. Y, a pesar de esto, “Nerium Park” es una de las grandes opciones para ver esta temporada y celebrar la existencia del Milán-Lucerna. Tan vivo y vibrante.

 

Traspunte 1

No se pierdan esta clase magistral de David Mamet:

Por eso es una de las mentes más prodigiosas del teatro occidental del siglo XX.

 

Traspunte 2

Pues Azela Robinson en “Los negros pájaros del adiós” en el Foro Shakespeare (ya terminó temporada) se posiciona como una de las intérpretes más extraordinarias de este año.

 

“Nerium Park”

De: Josep Maria Miró

Dirección: Sebastián Sánchez Amunátegui

Foro Lucerna (Lucerna 64, colonia Juárez)

Viernes 20:45 p.m., sábados 18:30 hrs., domingos 17:30 hrs.