Estoy seguro que muchos al ver este montaje querrán sacar una cita al día siguiente con el terapeuta para exorcizar a su madre.
Pilar Boliver, sin duda alguna, es una de las mejores actrices de este país. He seguido su trayectoria no sólo por su capacidad de transformación sino por el riesgo que toma en cada uno de sus proyectos. Ahora con Bajo la mirada de las moscas la veo probándose como actriz junto con uno de los ensambles más poderosos de toda la temporada.
Mi impresión al ver Bajo la mirada de las moscas fue devastadora: no dejo de pensar en la búsqueda inútil de Bruno por escapar de una familia donde el amor se confunde con una dependencia que aniquila, asfixia. “Te destruyo porque no sé otra manera de quererte, acercarme”. Parece que las obsesiones de David Lynch e Ingmar Bergman se encontraran para hablar de los juegos de poder.
El pueblo miserable que rodea esta casa de “las buenas conciencias” devuelve a Bruno a su destino: su madre y primo. Una lo ha “castrado”, otro lo somete. Todo esto en nombre de cuidarlo por una enfermedad que contrajo. La debilidad se vuelve oportunidad de exterminar la autonomía. Y el amor se usa entre las palabras y la conciencia, como si fuera motivo y justificante, a diestra y siniestra.
Bruno regresa con una mujer que lo ayuda a salvarse. La secreta enamorada. Una extranjera en la tierra reinada por la madre y el primo. Aquí Bruno se vuelve empático con el público: quiero verlo desamarrar los nudos. Para vivir como quiera vivir, enamorarse, lejos de los designios de unos “reyes malditos”.
Boris Schoemann, el director, hace una escena blanca, pulcra, higiénica que, evidentemente, es una gran ironía por todo lo podrido de esta familia. No sé por qué esta imagen, junto con el extraordinario diseño de vestuario de la misma Pilar Boliver (para mí el mejor trabajo de esta área del 2015), me llevó a sentir un frío que cala y, por supuesto, ayuda a contar esta historia de “muertos en vida”.
Bajo la mirada de las moscas también celebra la trayectoria de una de las actrices decisivas en la historia del teatro mexicano: Pilar Pellicer. Al interpretar la madre, juega con las sutilezas de la violencia pasivo agresiva; una “inocencia” que no se da cuenta de nada y justifica el terrorismo con palabras de bondad. Este personaje está enraizado a Pellicer en cada respiración y silencio; es conmovedor su trabajo de miradas.
No pudieron encontrar mejor actor para el primo que Antón Araiza. Nunca lo había visto llevar su corporalidad al extremo; las tensiones del personaje están en su entrecejo, las manos y la calidad de movimiento. Me pongo de pie para celebrarlo. Teté Espinoza como esta mujer bondadosa quien es capaz de ayudar a Bruno (a pesar de todo), vuelve a sorprender por su ligereza.
Después de verla en Wenses y Lala no podía creer que estaba viendo a la misma actriz. Su trabajo es sorprendente por cómo recrea la juventud de esta mujer; su interpretación me llevó a verla como una adolescente de carne y hueso. Mercedes Olea, Stefanie Izquierdo y Miguel Romero apuntalan a los personajes principales por su oscuridad al momento de construir los personajes; me aterrorizó el trabajo de contención de estas dos actrices.
Aquí llegan las menciones especiales: la primera está en Constantino Moran quien interpreta a Bruno. Su caracterización y trabajo energético implica un riesgo poco visto en el teatro; verlo caminar por la cuerda floja es emocionante y su actoralidad siempre me sorprendió. La otra mención: ¿hay un papel que no se le resista a Pilar Boliver? Creo que después de hacer Un corazón normal su músculo actoral está revitalizado; hablar de su técnica y manejo de energía son garantía. En ella están los grandes rompimientos en comedia y logra hacer los contrapuntos necesarios para el público ante la asfixia de la situación. ¡Viva Pilar Boliver!
Schoemann logra un trabajo perturbador con la atmósfera que propicia. Hay algo emparentado con el morbo al ver la destrucción de estos personajes; la decisión más acertada a nivel de dirección es, como la misma dramaturgia indica, develar a los personajes poco a poco: dejar señuelos en un gesto, la iluminación, la escenografía, el vestuario y la propia interacción de los actores. Schoemann usa su expertise de trabajar a profundidad las relaciones de los personajes y, sobre todo, manejar los planos de atención visual para contar la historia a cuentagotas.
Salí de Bajo la mirada de las moscas inquieto. Esta idea de escuchar las moscas todo el tiempo, como pasa en la casa, llegó a mi cabeza y la incomodidad de los personajes llegó a mi cuerpo. Éste es un logro para el montaje; el texto de Michel Marc Bouchard exige ansiedad, desesperación. Estoy seguro que muchos al ver este montaje querrán sacar una cita al día siguiente con el terapeuta para exorcizar a su madre.
Traspunte
¿Será propicio montar “Carrie El Musical”?
¿Será propicio montar “Carrie El Musical” en México?
¿Será propicio montar “Carrie El Musical” en México porque el “terror” es la gallina de los huevos de oro?
****
“Bajo la mirada de las moscas”
De: Michel Marc Bouchard
Traducción: Pilar Sánchez Navarro
Dirección: Boris Schoemann
Teatro El Galeón (Centro Cultural del Bosque, Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n, metro Auditorio)
Miércoles 20:00 hrs., Jueves 20:00n hrs., viernes 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs. y domingos 18:00 hrs.