Se notan las horas de estudio invertidas para entender las grandes teorías físicas escondidas en una historia de amor.
Ciudad de México.- Nadie sabe en qué momento una actriz/actor será capaz de demostrar de qué está hecho. Creo (y esto se lo debo a mis raíces académicas) que el proceso actoral es una de las experiencias más complejas en términos educativos. No sólo se necesita el pulir una técnica sino también se debe crecer con los años y la historia de vida. A veces un camino se recorre más rápido que el otro. Pero cuando todos los elementos se alinean con esta “oportunidad dorada” es un verdadero milagro.
Y es así como puedo describir la actuación de Mónica Huarte en Constelaciones. La historia de Nick Payne llegó cuando ella estaba lista no sólo en lo profesional sino en lo personal. No quiero ser entrometido en la vida privada de la actriz, simplemente, para alcanzar los registros actorales que ella alcanza se necesita “vivir” (como dirían los grandes maestros de actuación).
Constelaciones es la historia del arquetipo de una pareja desde sus orígenes hasta su muerte. La particularidad del texto de Payne radica en la idea de universos paralelos, basada en la teoría de cuerdas al más puro estilo de la física. La estructura es una serie de compuertas, de posibilidades sobre lo que pudo y no pudo suceder.
Hay una clara intención de romper con la linealidad del tiempo y mostrarlo como un ciclo con múltiples variaciones y es ahí donde radica eso que algunos llaman “destino”. ¿Qué tanto la vida se rige por los accidentes? ¿De qué manera una variación transforma la toma de decisiones? ¿De qué depende una elección?
Se muestra un mosaico de esos pequeños accidentes que reescriben la historia de la pareja para hacerla naufragar en el dolor, la felicidad, la confusión. El director, José Manuel López Velarde, respalda el proyecto tanto en su espacio La Teatrería de la Roma como en su visión extraordinaria de entender el teatro, el profundo respeto a su lenguaje y una estética (otra vez) cautivadora.
El core de Constelaciones está en un ejercicio actoral sutil y complejo. La coreografía para jugar con estas variaciones temporales funciona porque el espectador entra a las grandes teorías físicas con mucha suavidad. Los atinados rompimientos en comedia hacen respirar al público ante un posible final desolador; sin embargo, siempre existe esa red de “también pudo haber sucedido esto” donde caemos irremediablemente en una extraña esperanza existencialista.
No deja de sorprenderme la sensibilidad de López Velarde para orquestar un montaje. No se conforma con su talento fuera de serie: trabaja hasta el cansancio para explotar ese don y conducir a los actores a un juego de limpieza, precisión y efectividad. Aplaudo la selección de proyectos de Velarde porque con cada uno de ellos evoluciona como director, al obligarse a un ejercicio de síntesis narrativa y apelar a un lenguaje estrictamente teatral. En Constelaciones se reducen al mínimo todos los elementos externos para invocar una realidad interna poderosa: la pericia del director radica en mover eso hilos invisibles, en no tener salvavidas y evocar el riesgo en sus intérpretes.
En términos actorales, Mónica Huarte y Nacho Tahhan sostienen el montaje por su claridad en la historia. Se notan las horas de estudio invertidas para entender las grandes teorías físicas escondidas en una historia de amor. Hay un particular interés en los detalles corporales y coreográficos para hacer accesibles las transiciones y no perder al público en esta simultaneidad de posibilidades.
Nunca había visto el trabajo de Nacho Tahhan y estoy sorprendido por su enorme calidez al construir al personaje. Hay un ser vibrante en cada de unos de sus parlamentos que se hace cada vez más grande al tocar fibras emotivas con economía.
Para Mónica éste es SU proyecto. Ella es la actriz más subestimada de todo el gremio que se ha sometido a decisiones frívolas y maniqueas. No sé por qué tanto tiempo se estancó en personajes de comedias bobaliconas (sobre todo en cine) cuando tiene uno de los registros emotivos más sobresalientes de su generación; los productores deben darse cuenta con este trabajo de su rango actoral y posicionarla en otro tipo de historias. Huarte tiene en Constelaciones la “oportunidad dorada”; su técnica y experiencia de vida la hacen poderosa y entrañable.
Llegó un momento donde yo ya no veía a la actriz sino al personaje habitar en ella. Sólo me puedo explicar este tipo de experiencias cuando hay rigor y disciplina. No soy el mánager de Huarte pero ella debe apuntalar todos los esfuerzos a hacer una tragedia shakespeariana; este material le dará la corona a su carrera y la llevará a esos tonos actorales que, intuyo, quiere explorar y dominar. No obstante, Constelaciones le da la credibilidad y legitimación para abandonar el estereotipo de personajes de años pasados.
Huarte estaba lista cuando llegó Constelaciones y así, como en la obra se representa, le abrió una serie de posibilidades de evolución. El proyecto es conmovedor e, insisto, porque he hecho alusión en esta reseña varias veces de la idea, con mucha suavidad. Salí de la sala con un enorme regalo: de esos pequeños, luminosos, vibrantes. Como diría Rod Stewart en You´re in my heart, canción que me acompañó de regreso a casa: “You´ll be my breath… you´re the warmest thing i´ve ever found”.
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Constelaciones
De: Nick Payne
Dirección: José Manuel López Velarde
La Teatrería (Tabasco 152, Colonia Roma)
Viernes 20:30 hrs., sábados 18:00 y 20:00 hrs., domingos 17:30 y 19:30 hrs.
@constelateatro
Desde que la ví , hace años, actuar en una obra amateur, me dije …”Mónica es con mucho, la mejor actriz que tenemos en Méxici”