La guerra comercial E.U.-China, ¿y ahora?

Todavía como candidato a la presidencia de Estados Unidos por parte del Partido Republicano, Donald Trump lanzó duras acusaciones hacia China –también hacia México–; prácticamente desde el inicio de su administración (en enero de 2018) Trump impuso unilateralmente –es decir, sin funcionalizar y/o esperar resoluciones por parte de instituciones como la Organización Mundial del Comercio (OMC)– aranceles de 25% en contra de las importaciones chinas (y de otros países) de acero y aluminio en marzo de 2018, en julio de 2018 impuso aranceles de 25% a 50,000 millones de dólares, y en mayo de 2019 aumentó los aranceles de importación de mercancías chinas por un valor de 200,000 millones de dólares de 10% a 25%. En todos estos casos el gobierno chino ha tomado respectivas medidas en contra de las importaciones estadounidenses, también haciendo uso de aranceles.

Aranceles.
Imagen: Business Insider.

Dos últimas y recientes noticias son relevantes. Por un lado, el primero de agosto Trump amenazó con incrementar los aranceles a las restantes importaciones de China –de alrededor de 300,000 millones de dólares– con un arancel de 10% desde el primero de septiembre de 2019. Por otro lado, el Tesoro de Estados Unidos acusó a China el 5 de agosto de 2019 de “manipular” su tipo de cambio –y considerando que el RMB chino superó los RMB 7 por dólar después después de una década, al igual que la devaluación de la mayoría de las monedas internacionales–, y amenazando con tomar medidas adicionales en contra de China (para un buen y detallado cronograma de la “guerra comercial” véase China Briefing). Sin embargo, el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) apenas el 9 de agosto confirmó que el tipo de cambio del RMB con respecto al dólar “en general [se encontraba] en línea con los fundamentos de mediano plazo”, rebatiendo las críticas del Tesoro estadounidense hacia China apenas un par de días antes.

Todas estas medidas y contramedidas, por cierto, han sido paralelas a múltiples encuentros y rondas de negociaciones: los presidentes Trump y Xi, por ejemplo, se encontraron en Argentina en el ámbito del G20 en diciembre de 2018 y acordaron una “tregua” de 90 días hasta enero 1, 2019. Durante varias de las hasta ahora 11 rondas de negociaciones bilaterales incluso la Administración Trump anunció aumentos arancelarios.

Guerra comercial.
Ilustración: @Chay.

Todo lo anterior nos lleva al menos a tres grandes conclusiones:

Primero. No es previsible que en el corto plazo –y al menos hasta que concluyan las elecciones de Estados Unidos en noviembre de 2020– las tensiones comerciales se reduzcan significativamente. Trump se encuentra plenamente envalentonado –y en pleno período electoral– en contra de China; también en China el gobierno central ha tomado previsiones de todo tipo –incluyendo la devaluación de su moneda– para encarar duras negociaciones comerciales. Pareciera ser que ambas partes están “perfectamente preparadas” para no llegar a acuerdos sustantivos en el corto y mediano plazo. Recordemos que el principal efecto de estas “tensiones” ha sido una generalizada incertidumbre global, tanto en mercados financieros como en los flujos comerciales, de inversión y, por ende, en la propia producción y las estimaciones del PIB global y de países en América Latina y el Caribe, incluyendo México.

Aranceles.
Ilustración: The Wall Street Journal.

Segundo. Queda muy claro que el transfondo de la “guerra comercial” es mucho más profundo que el ámbito comercial: estaremos viviendo en las próximas décadas la competencia entre las dos economías más grandes del mundo por su hegemonía global; ya durante 2018-2019 la competencia entre ambos países se ha visto afectada por medidas respectivas en contra de la inversión extranjera directa, el control de las exportaciones y la persecusión de empresas específicas: en el futuro nos tendremos que acostumbrar a múltiples medidas en otros ámbitos, incluso el militar, ya sea directo o en terceros países.

Tercero. Es sustantivo que países como México no sólo tuvieran plena consciencia y estuvieran “enterados” y preparados de este transfondo de largo plazo, a través de unidades y funcionarios especializados, sino que también tomaran propias medidas para no “nadar de muertitos” según las medidas y contramedidas respectivas. Los “automatismos” de que países como México se beneficiarán (“automáticamente”) de estas tensiones entre Estados Unidos y China no se verifican empíricamente y pareciera que buscan “tapar el sol con un dedo”.

¿Será que nos estamos preparando debidamente?

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