America Latina

Navidad: el mundo entre dos perspectivas

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Llega el 24 de diciembre y con ello la humanidad a través de una amalgama de luces multicolores, el encuentro familiar y la realización de diversas actividades religiosas, con creencias distintas en deidades, de acuerdo a los más variados contextos culturales, convirtiendo los diversos microespacios en pequeños reductos para la diversión y la “locura” de la mercadotecnia del consumo; y otros, para la consolidación de lazos familiares y reavivar la fe en la conmemoración de hace más de dos mil años del nacimiento de Jesucristo.

Sin duda ésta es una fecha en la que, al parecer, el simbolismo heredado desde las primeras generaciones de cristianos del primer milenio, celebraban el advenimiento del Mesías, contagian a nuestras sociedades y la nostalgia invade los pequeños o grandes sitios de reunión. Al parecer, en la celebración de esta efeméride, todo se alinea a los propósitos de armonizar y “descansar” de todas aquellas fatigas a las que nosotros como seres humanos nos vemos sometidos cada día, a raíz de las diversas tensiones sociopolíticas y económicas que parecen no dar tregua a las ambiciones de “hombres de buena voluntad” que se empeñan en construir sociedades prósperas pero equitativas.

Ciertamente la serie de distractores que enfrentamos cada día impide que haya soluciones genuinas y respuestas empáticas a las preocupaciones de nuestro prójimo, y precisamente en mi opinión, ésta es una oportunidad para “renacer”, en cuanto al compartir con “el otro” entendamos sus necesidades y su percepción del mundo que le rodea, pero que además posibilita un reencuentro con nuestro propio ser, en tanto somos auténticos seres humanos cuando nos “acercamos”, en vez de “alejarnos” de aquellos que no pueden “pagar” nuestras atenciones.

Navidad.
Imagen: Navidad.

Desde las fiestas mexicanas conmemorativas a la fecha, bajo la algarabía de las piñatas, fuegos infantiles diversos, las pastorelas y posadas, hasta la celebración de diversas expresiones de fe traídas desde Belén (ciudad de Palestina, en la región de Cisjordania), en donde estas tradicionales manifestaciones interculturales las experimentan ciudadanos de diversos orígenes nacionales que buscan reencontrar o descifrar el significado del misterio del nacimiento de Jesús. De esta manera, cada año surge esta celebración en esa concéntrica región de Oriente Medio y que a mi parecer tiene que ver con la aceptación a priori de la necesidad de adherirse a un mediador entre Dios –sea entendido según cada cultura– y los hombres. Esto tiene que ver, en consecuencia, con la regla no escrita en el mundo secular en el que todo está precedido y predeterminado por los valores del liderazgo, creándose una suerte de necesidad por la búsqueda de un líder para coordinar y encausar proyectos tan complejos y comunes a la humanidad, como los que actualmente sufrimos en muchos países: la lucha contra la violencia del crimen organizado, la destrucción de los hábitats naturales-sociales, producto del abrumador impacto del cambio climático –y debido a nuestras endebles infraestructuras de contención–, y la ingente necesidad de reestructurar los cuadros políticos que se han venido convirtiendo en dinastías, lo cual sólo prolonga visiones simplistas y, por tanto, soluciones fragmentadas en la administración de las “vidas”.

En conclusión, la Navidad es un legado de paz, mansedumbre y entendimiento a la humanidad, en tanto nos preocupamos por reinstalar entre nosotros principios básicos como “Así que, traten a los demás como les gustaría que los trataran a ustedes” (Jesucristo); y, un poco más cercano a nuestra generación, “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” (Benito Juárez). Por lo cual, la Navidad es, en mi opinión, la necesidad impostergable e inacabada que como humanidad tenemos de hacer germinar la paz, y que cada año contribuya a una reconciliación de las más diversas y variadas filosofías existenciales.        

Discurriendo sobre las tormentas del poder en América Latina

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Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo.
 Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana.

Sería bueno hacer un cuadro comparativo (ya no me dio tiempo) acerca de la alternancia del poder en América Latina por lo menos de los últimos cincuenta o sesenta años. Y es que, con quien he tenido la oportunidad de hablar del tema político me dice y asegura que nunca la región (Latinoamérica) había estado tan convulsionada. Yo sostengo que es una constante, aunque no hemos logrado estar como hace cinco o seis décadas atrás.

Fueron tiempos en que los gobiernos eran más proclives a la derecha con dictaduras militares pro estadounidense. Por lo que se generaron movimientos sociales que luchaban por la dignidad humana en beneficio –sobre todo– de los obreros y campesinos, procurando que llegara a gobernar la izquierda. En aquel entonces las hostilidades eran más crudas, aunque se tropicalizaban los movimientos.

En el fondo de las luchas sociales se gestaban las revoluciones. Proliferaban las organizaciones revolucionarias –incluso armadas– generando guerrillas que se oponían a los gobiernos dictatoriales de derecha. Por eso había una relación directa entre los movimientos sociales progresistas y los partidos de izquierda donde unos eran más radicales que otros y otros más dialécticos.

dictadura
Ilustración: Víctor Aguilar Rúa.

Los radicales estaban ligados al pensamiento maoísta, stalinista, o trotskistas, porque estos personales (Mao Tse-tung; Joseph Stalin, León Trotski) vieron que la única forma de lograr el poder era mediante las armas. Así, los dirigentes de estos movimientos sociales revolucionarios pensaban que debía ser igual.

Enumero sólo algunos de estos movimientos para dejar evidencia. En Brasil, el Comando de Liberación Nacional en la década de los 60. Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), fue un grupo guerrillero peruano de los años 1960. Los montoneros de Argentina, era la resistencia contra la dictadura (1966-1973). El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) de El Salvador, formado en 1972, posteriormente forma parte del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). El movimiento insurgente colombiano “Movimiento 19 de Abril” (M-19 desde 1990). El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) es un partido político de Nicaragua, fundado en su origen como una organización política-militar en 1961.

Hay otros movimientos, pero el más importante y que logró un gran resultado revolucionario, de acuerdo a sus propósitos, fue el “Movimiento 26 de Julio” encabezado por Fidel Castro (1959) que inspiró a otros movimientos. Con el tiempo, ya en el poder lograron un pensamiento más dialéctico que radical.

movimiento
Ilustración: Pep Montserrat.

Aunque sean sólo algunos mencionados, casi todos estos movimientos entraron a la dinámica de la apuesta democrática. Es decir, entre hacer guerrillas, llegar y administrar el poder, generaron aperturas democráticas y el resultado fue (aunque no lo crea) que nuevamente obtuvieron el poder dirigentes y líderes de derecha pertenecientes a los partidos conservadores. De esto podríamos hablar después.

El caso es que han pasado entre cincuenta y sesenta años (sin aludir mucho más atrás), y aún siguen las luchas por el poder político porque no se resuelven las grandes necesidades estructurales de toda América Latina.

En ese sentido, no deja de manifestarse esta configuración, también sigue habiendo alternancias sean cívicas o drásticas. Y esto obedece a que continúan permaneciendo gobiernos negligentes tanto de izquierda como de derecha.

¿Qué me dice esto? Que la gente, en su mayoría, no cree en las ideologías. Que sólo votan –cuando se les acepta el voto– contra quienes gobiernan porque actúan diferente una vez que están en el gobierno. ¿Le suena?

Códigos sociales y avalancha antisistema

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Los últimos meses de 2019 han sido marcados por violentas manifestaciones antisistema en diversas localidades latinoamericanas, desde Chile, pasando por Colombia, otra “hecha al lado” del expresidente Evo Morales, la crispación social hondureña debido a la exigencia de amplias capas poblacionales que exigen la salida del “presidente” en funciones, hasta México, con una progresiva y acelerada pérdida de confianza pública en la gestión federal-estatal de la seguridad ciudadana (desatada de una u otra forma con el crimen contra la familia Le Barón en el extremo norte de la república norteamericana).

Lo primero que me viene a la mente al observar la realidad en la que nos estamos “acostumbrando” los ciudadanos de nuestros países –y digo esto por la constante mediatización de estas “nuevas” insurgencias sociales–, es que los modelos políticos de gestión de los estados-naciones en nuestra región han actuado mediante una lógica de mediano alcance en la comprensión de las realidades que nos afectan. Pero, además, el problema de la anteposición de los compromisos particulares con segmentos “cercanos” al poder, obviando de una u otra forma la ingente necesidad de activar (lo que yo podría denominar “centrales de prevención vs desafección del virus de la calamidad social”), y digo, valga la aclaración “calamidad social” porque es patente que desde el momento en que se generan brotes de protesta como los que estamos viendo, significa que las cosas no necesariamente andan bien (como lo pregonan a los cuatro vientos los instrumentos propagandísticos de los administradores de la actividad pública). De hecho, lo constatamos con rebeliones contra líneas políticas gubernamentales adscritos a discursos ideológicos de derecha e izquierda, lo cual debe servir para rediseñar los mecanismos de diálogo (y la posibilidad de una traducción genuina a la práctica de los mismos).  

Protesta en Chile
Fotografía: Entorno Inteligente.

Ahora bien, hay factores que coadyuvan a que estas rebeliones de las masas tengan un mayor efecto que en otros territorios. Pongo para este caso el ejemplo Bolivia-Honduras, dos de los países más pobres de la región, mientras que en el primero el desgaste de “legitimidad”, diría yo de la “marca” socialismo del siglo XXI, ha pasado factura al exlíder de la república andina –lo que podría atribuirse a un mayor protagonismo de los nuevos y emergentes actores de esa realidad, es decir, los jóvenes con conciencia social y un mayor nivel de escolaridad y cultura global de los cambios contemporáneos–. En la nación hondureña los “fallidos” intentos por lograr “apartar” de su cargo a Juan Orlando Hernández, –reelecto de forma cuestionada– no han dado frutos, pienso que debido a las persistentes distensiones dentro de los propios órganos opositores que van en contravía “natural” al objetivo preciso de lograr una amalgama uniforme social movilizada para alcanzar tal propósito, pero además por la denostada apatía en la integración común a la búsqueda de objetivos mancomunados.

En definitiva, pienso que el advenimiento de respetables niveles de igualdad y competitividad de nuestros países, pasa por la apertura e inclusión de nuevos cuadros sociopolíticos en los que se incluyan nuevas figuras en la materia. Esto consecuentemente atrae una idea concreta de democracia en tanto no son los mismos líderes que se han “embriagado” de las canonjías del sistema quienes detentan el poder. Ahora bien, hay que preparar entonces una especie de “anticuerpos”, para que aquellos que intentan buscar el cambio, caigan en el mismo círculo, lo cual inevitablemente no hace más que perpetuar la desesperanza. 

Bolivia.
Fotografía: El Universal.

P.D. Datos del año pasado, proporcionados por la Corporación Turca de Radio y Television (TRT), con base a cifras de la Agencia Anadolu (AA), fundamentado al mismo tiempo en datos del OPHI de la Universidad de Oxford y el PNUD-refieren que Guatemala, Bolivia y Honduras (con el 29%, 20.45%, y 19.49%, respectivamente, son los países más desfavorecidos de la zona, según la medición del Índice de Pobreza Multidimensional). Al respecto, en entrevista a BBC News Mundo y mediatizada a mediados de mes por parte del experto economista venezolano Moisés Naim –afincado en Washington–, ha dejado entrever que actualmente, hay más latinoamericanos fuera de la pobreza que nunca antes, quienes son “gente más educada, más curiosa, más desconfiada y escéptica de su gobierno, más intolerantes con la desigualdad y la corrupción, que están viendo cómo le hacen para sobrevivir como clase media”.

Paro nacional de Colombia: ¿realmente una exageración?

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En una nota de BBC Mundo sobre las elecciones[1], segunda vuelta, a efectuarse hoy en Uruguay, manifestando lo que está pasando en varios países de América Latina, menciona con relación a Colombia: A esto se suma la creciente crispación en Colombia.

¿A qué se refiere diciendo “crispación”? En el diccionario encuentro la explicación de Contracción brusca y momentánea de un músculo, nervio o miembro. Y si es brusca y momentánea, no creo que sea creciente. Tiendo a pensar que nadie puede definir la situación colombiana. Es que, hasta el 21 de noviembre, día del paro nacional en Colombia, aparentemente no pasaba nada, manifestaciones locales en diversos lugares no tenían mayor eco en la prensa y Colombia se perfilaba en el marco, por lo menos latinoamericano, como una tierra de paz, de estabilidad económica, Estado de derecho, una perfecta democracia.

No soy colombiano y resido en un lugar relativamente feliz, Barranquilla, que ya tiene los ojos puestos en el próximo carnaval[2], y no tiene mayores problemas, salvo Electricaribe con sus repetitivos cortes de luz[3]. Recomiendo mucho la lectura de ese enlace, pues permite adquirir una perspectiva no sólo de Colombia, sino de varios países de este bendecido continente. Ayer, por ejemplo, tuvimos 3 cortes de luz.

Con relación al paro del 21 de noviembre, muchos amigos del exterior me preguntaban si esa manifestación popular era real o provenía de la actual moda en diversos países por tender a exagerar las circunstancias. En otras palabras, a Colombia se le ve como un país muy tranquilo.

Paro en Colombia
Fotografía: Emol.

Para la CGT (Confederación General de Trabajadores), el llamado al paro es una actividad cívica, no violenta y sus objetivos señalan que: No existe una política de empleo, la ausencia de oportunidades laborales para los jóvenes, los incumplimientos con las dignidades agropecuarias, los transportadores, entre otros. Claro que todo no viene de este gobierno.

A propósito, les dejo un enlace al final de esta nota[4], de una interesante reseña del proceso del “llamado al paro”, los sectores que participaron y las diversas opiniones a favor y en contra del mismo.

El presidente le dio mucha importancia a dicho paro, tal como figura en el enlace: De las 25 declaraciones que ha hecho Duque en noviembre y que ha colgado la cuenta de Twitter de Presidencia, en 11 de éstas han hablado de la marcha, lo que muestra que quienes la convocaron ganaron la primera pelea que es de relevancia pública.

No fue un paro espontáneo, se preparó durante más de un año, lo anunciaron a comienzos de octubre y se fijó su fecha en noviembre para que fuera posterior a las elecciones regionales de octubre.

¿Qué pasa después del paro? Es difícil saber, una de las permanentes protestas de manifestantes en este país es que el gobierno no cumple sus acuerdos. Eso ha ocurrido en el pasado con los estudiantes y los campesinos. Un enlace claro en ese aspecto es el que declara[5]: Lo que uno ve son promesas incumplidas permanentemente y eso asfixia a las comunidades, eso deteriora la credibilidad del gobernante regional y hace que le pierdan la confianza en sus comunidades.

Paro Colombia.
Fotografía: Los Andes.

El presidente Duque ganó la presidencia porque tuvo el apoyo del ex presidente Uribe que es, sin duda alguna, el político con mayor caudal electoral. En este momento el presidente no tiene mucha popularidad, según las encuestas ha bajado de 58% a 27% a los 100 días de su gobierno. Según las encuestas: Para los colombianos la corrupción (26.9%), el desempleo (21.7%) y la inseguridad (9.6%) son los principales problemas del país.Le siguen la calidad y el cubrimiento de la educación (7.7%), la salud (6.8%) y los efectos de la situación de Venezuela (5.5%).

Es posible que ésta sea la primera nota de una serie que se merece el país. Recordemos que la distribución de la riqueza es aún peor que la de Chile, y que ha tenido tanto eco recientemente. Copio del último enlace del año 2016[6] otros datos relevantes: Los índices de distribución de la riqueza en Colombia son cada vez más preocupantes. Las últimas cifras son las siguientes: en relación con la propiedad de la tierra, 2,300 personas tienen el 53.5 por ciento (43’928,305 hectáreas) de la tierra aprovechable del país. Y en el sector financiero, la concentración de la riqueza es igual, pues 2,681 clientes tienen el 58.6 por ciento (185 billones de pesos) de todos los depósitos bancarios del país. Los otros 44.6 millones de cuentahabientes tienen sólo el 2.4 por ciento de todos los depósitos (7.6 billones de pesos).

Estos datos sobre la distribución de la riqueza, por un lado, y la absoluta desidia del pueblo, por otro, me llevan a pensar en la eficacia de la propaganda mediática que durante muchos años ha estado perdiendo su efecto, aunado también si tomamos en cuenta los 8 millones de votos que tuvo Gustavo Petro (de la izquierda) en las elecciones presidenciales pasadas y la derrota absoluta del uribismo y, por ende, el gobierno en las elecciones regionales efectuadas en octubre pasado.


Notas:

[1]Elecciones en Uruguay: por qué el país pondrá a prueba su elogiada estabilidad gane quien gane la presidencia“, BBC News-Mundo.

[2] Carnaval de Barranquilla, Wikipedia.

[3]Electricaribe: la historia de un fracaso social“, Portafolio.

[4]Rayos X al paro del 21N“, La Silla Vacía.

[5]Las promesas incumplidas del Gobierno a las regiones“, Dinero.

[6]Piketty tiene razón“, Semana.

La tormenta boliviana

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Bolivia enfrenta hoy una de sus más graves crisis habidas en los últimos años, cuyos perfiles se asemejan a los que vivió su vecino Chile en los años setenta, cuando el ejército dio un pérfido golpe de Estado al régimen del presidente Salvador Allende, electo democráticamente, para encumbrar al General Augusto Pinochet, con el apoyo del gobierno estadounidense y las fuerzas del poder económico y financiero nativo. La historia, aunque no se repite, parece entrar en una espiral de excitación que lesiona los procesos democráticos de los países latinoamericanos, donde se hace sentir el poder del intervencionismo norteamericano, cuyo presidente, el camaleónico Donald Trump, anuncia sus alegres intenciones de derribar también los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Apenas se celebraba el triunfo de la izquierda argentina con el presidente electo Alberto Fernández y la liberación de Luiz Inácio Lula da Silva, preso político del régimen brasileño de Jair Bolsonaro, y las manifestaciones populares en Ecuador y Chile, cuando estalló la rebelión en Bolivia alegando fraude electoral en la cuarta reelección del presidente Evo Morales, acreditado política y éticamente porque bajo su mandato se alcanzaron metas positivas en el crecimiento económico y de bienestar social.

La intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA) –bautizada por el líder cubano Fidel Castro como el Departamento de Colonias de los Estados Unidos– prendió la chispa al decidir que en el proceso electoral había inconsistencias e irregularidades y debía repetirse, lo que fue rechazado por el ejército y la policía, que “sugirieron” la renuncia al presidente, en medio de un clima de vandalismo y agresiones, incendios contra propiedades institucionales y amenazas y acciones personales a los gobernantes surgidos del partido Movimiento al Socialismo (MAS), fundado por el primer presidente indígena de aquella nación.

Crisis en Bolivia.
Fotografía: Reuters.

Con la renuncia del presidente Morales, así como de los miembros de su gabinete y algunos legisladores, se ha provocado un vacío de poder, que no permite encauzar por las vías legales la sucesión presidencial; se ha roto la cadena de mando institucional y los responsables como los miembros del equipo de la OEA, presidido por un mexicano de élite, Gerardo de Icaza, han hecho su tarea a favor de la impugnante derecha. No obstante, la autoproclamación de la ultraderechista Jeanine Áñez (una especie feminista del Juan Guaidó venezolano) ante un pleno vacío en la Cámara de Diputados, en virtud de que la mayoría pertenecen al MAS, apoyada por los escasos miembros de su bancada y sin que rindiera la debida protesta constitucional, fue inmediatamente apuntalada por la oligarquía nativa y las fuerzas militares y policiacas.

A todo lo anterior, hay que agregar que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador dio asilo al todavía formalmente presidente de Bolivia, Evo Morales – y digo formalmente porque el Congreso de aquel país no ha resuelto nada sobre su renuncia–, alegando razones humanitarias y la tradición política de recibir a quienes así lo soliciten o acepten. Este hecho, mete de lleno a México en el conflicto y que divide a nuestra comentocracia mediática, que en su mayoría olvida que en tiempos de la hegemonía priista concedió asilo, lo mismo, al Sah de Irán, Mohammad Reza Pahlaví, depuesto de su reinado persa por el islámico Ayatola Jomeini, y muchos años antes a León Trotsky, ideólogo de la revolución bolchevique perseguido por la abyecta y criminal dictadura estalinista; por sólo citar dos casos extremos.

Seremos testigos de una enorme catarata de acontecimientos que sobrevendrán en los próximos meses o años, en torno a este dramático acontecimiento que oscurece los cielos de América, llamada algún día, no sé si irónicamente o de buena fe, “el continente de la esperanza”, que hoy se debate entre el capitalismo depredador de los todopoderosos y la expectativa de establecer gobiernos soberanos y democráticos que atiendan las necesidades prioritarias de sus pueblos. Bolivia vive hoy, indudablemente, un parto doloroso de resultado incierto que dividirá, aún más, estas extenuantes luchas por el poder.   

América en crisis

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Un ambiente de gran turbulencia social y política define al nuevo mundo.

La crisis boliviana que acapara la atención mundial es sólo el ejemplo más evidente de una realidad de mayor complejidad que se extiende a prácticamente todo el hemisferio con diferentes matices.

El choque de visiones encontradas y ambiciones caprichosas, populismo o neoliberalismo, con sus naturales pasiones y virtudes, han venido construyendo durante las últimas décadas un entorno de confrontación que ha sido el caldo de cultivo de la inconformidad social que se expresa finalmente de manera violenta y ofrece el riesgo de convertirse en una epidemia continental.

Crisis políticas, económicas y sociales suceden con diferente intensidad en prácticamente todos los países de manera simultánea, desestabilizando aún más el precario orden social logrado en el pasado, dando la impresión de un retorno a los oscuros escenarios generados durante la guerra fría. La polarización ideológica parece cobrar nuevos bríos con una complejidad que reta a la más brillante capacidad analítica para entender la circunstancia que evoluciona vertiginosamente.

A los calificativos populismo y neoliberalismo que marcan hoy la añeja geometría política de izquierda y derecha, se suma en las mismas dimensiones el golpismo, como aderezo y argumento de uno u otro extremo.

El golpe de Estado como termino orienta a la reminiscencia de las dictaduras del siglo pasado que caracterizaron el acceso al poder en Centro y Sudamérica y que se suponía un mecanismo rebasado por la conciencia democrática.

Imagen: El Dipló.

Aún está a debate, de acuerdo con la teoría, ante las mutuas acusaciones, si en el caso boliviano hubo o no golpe de Estado, si podría haber sido tal el intento de reelección del mandatario que provocó la revuelta y condujo finalmente a su renuncia o si, ante dicha circunstancia, fue la gentil sugerencia de las fuerzas armadas sobre la dimisión del presidente lo que puede considerarse como el golpe.

Cualquiera que sea la interpretación, a favor o en contra, el uso del término conlleva intrínsicamente un peligroso mensaje que puede incentivar el radicalismo, tanto de sectores conservadores como de aquellos que se asumen progresistas, ideologías que determinaron, en su momento, la situación de conflicto interno en diversos países de Latinoamérica en la década de los setenta, de la cual México no estuvo exento.

El poliedro americano con sus múltiples facetas y aristas amenaza con retornar al pasado, a la reedición del conflicto de baja o alta intensidad, a los autoritarismos de izquierda o derecha, bajo la influencia y la presión externa.

Al parecer ningún país del continente se libra de crisis, sean políticas, económicas, sociales o de inseguridad. La corrupción, los escándalos, el crimen y la rebelión son factores del complejo panorama que lo envuelve y se extiende por todas las latitudes.

 Es difícil el diagnóstico y mucho más el pronóstico del posible desenlace. La realidad se desdibuja y se nubla con el discurso cotidiano que la interpreta y la difunde según la conveniencia de cada actor determinante.  

Oremos por la cordura en el poder, que evite las manifiestas tentaciones, producto de la ambición o de sueños trasnochados.

América Latina en caída

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La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) no puede ser muy optimista en cuanto a crecimiento económico se refiere. La desaceleración a nivel global impacta a las economías emergentes y mientras 2019 sufre un marcado freno, mientras que en el 2020 se proyecta la caída.

Para el organismo los factores y condiciones económicas en la región de América Latina lo obligan a hacer una revisión a la baja las proyecciones de crecimiento de la actividad económica de la región para 2019, año en que se espera una expansión promedio de 0.1 por ciento en América Latina y el Caribe, según informó hoy mediante un comunicado de prensa.

Para 2020, el organismo proyecta que la región continuará en una senda de bajo crecimiento, con una expansión estimada del producto interno bruto (PIB) de 1.4 por ciento.

Con esto se cumplirían siete años en que América Latina y el Caribe permanecería situada en un plateau de bajo crecimiento, que se ha traducido a su vez en un deterioro de los niveles de ingreso per cápita promedio. El PIB per cápita de la región se vería reducido en un 4 por ciento entre 2014-2019, lo que implica una caída promedio anual de -0.8 por ciento.

La desaceleración del ritmo de crecimiento se extiende para la mayoría de las economías de América Latina (17 de 20 países) en 2019. Este año las economías de América del Sur, especializadas en la producción de bienes primarios, en especial petróleo, minerales, y alimentos caerían un -0.2 por ciento, la primera caída desde 2016. En 2020 se espera que el crecimiento en esta subregión sea de 1.3 por ciento, en promedio.

México no logrará repuntar

Para las economías de Centroamérica y México, por su parte, se prevé una tasa de expansión de 0.7 por ciento para 2019 y de 1.6 para 2020, valores que implican una reducción respecto de la tasa media de crecimiento observada desde 2014 en esta subregión.

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Según la comisión regional de las Naciones Unidas, la dinámica de la actividad económica en América Latina y el Caribe se da en un contexto en que la economía global ha disminuido su contribución al crecimiento de la región en 2019, situación que muy probablemente se mantendrá para el próximo año.

No solo el volumen de comercio global y el nivel de actividad global se han venido desacelerando de forma pronunciada -afectando la demanda por exportaciones que enfrenta América Latina y el Caribe- sino que también se han visto afectados a la baja los precios de las materias primas que exportan muchos de los países de la región. Además, los episodios de aumentos en la volatilidad financiera influyeron por momentos negativamente en las condiciones financieras y los flujos de financiamiento disponibles para los países, agrega el organismo.

Ante este contexto externo caracterizado por tensiones comerciales y alta incertidumbre, se agravan las dificultades que en materia de inserción al comercio y producción internacional suelen exhibir las economías de la región, advierte la CEPAL.

Las debilidades de la economía global llevan a que los componentes de la demanda interna tengan un mayor peso relativo en la dinámica de crecimiento futura. A las dificultades que enfrentan las economías de la región para expandir el espacio de política -tanto fiscal como monetaria-, se suman las crecientes demandas por cambios estructurales para enfrentar las profundas desigualdades que subsisten en la región, indica finalmente la Comisión. 

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