Teatro

Las reencarnaciones del drama

Lectura: 5 minutos

¿Cómo los géneros dramáticos han evolucionado?

En mi columna pasada analizaba el estado de supervivencia actual del teatro en esta pandemia pero, de forma irremediable, esto se transformará en una evolución del lenguaje escénico, formatos de producción y redefinición de audiencias. Dentro de la renovación del lenguaje escénico no podemos pasar por alto la experimentación y la evolución de los géneros dramáticos.

Un género, desde la crítica literaria del siglo XX, es una reflexión donde a partir de elementos estilísticos (manejo de lenguaje verbal), sintácticos (estructuras de composición) y semánticos (temas y significados) podemos hacer una clasificación de las obras. Existen quienes desdeñan la idea de categorizar la producción dramática (ya sea en el cine, la televisión o el teatro) porque consideran que son:

-Recursos mercadológicos y publicitarios.

-Canales efectivos de venta y distribución de la obra.

-Gustos académicos sin ningún impacto en el mundo de la producción.

Si nos quedamos con estos argumentos estamos perdiendo de vista la función principal de los géneros dramáticos: ser vehículos efectivos para lograr una experiencia emotiva y catártica en las y los espectadores. Sin estas categorías como guías podemos echar a perder el ejercicio de comunicación de la obra con las audiencias (sin importar el medio) y no podremos romper los paradigmas para establecer nuevas categorías de análisis.

generos dramaticos
Imagen: Revista Godot.

Desde hace cuarenta años, con la supremacía del cine y la televisión en la oferta mediática, los géneros dramáticos vivieron una nueva conceptualización al no sólo considerar principios literarios sino incluir estilos que surgían en los medios audiovisuales. Con la sofisticación tecnológica del internet, los videojuegos y las plataformas interactivas, estas categorías reencarnaron en una mixtura de narrativas sin precedentes en la historia de contenidos dramáticos.

Si hoy analizáramos los contenidos de ficción en internet, la televisión y el cine serían extraordinarios los casos de un solo género. El formato más recurrente es tener un género dominante combinado con elementos de otro. Así podemos encontrar las grandes categorías dramáticas por excelencia (tragedia, comedia, pieza, farsa, tragicomedia y melodrama) mezcladas con otras formas de expresión.

¿Cómo el teatro en México ha vivido la evolución de los géneros dramáticos?

El teatro en México se ha quedado rezagado frente a la evolución de lenguaje de los diferentes medios y los géneros híbridos. Los únicos lugares donde se han podido ver esbozos de esta nueva voz de ruptura son los laboratorios teatrales en su mayoría financiados por presupuestos del Estado para instancias culturales o universitarias (pienso en la UNAM o la Universidad Veracruzana).

Los esfuerzos que se han hecho se relacionan con los cambios de tiempo en la misma historia o con la inclusión (en los últimos cinco años) de diversidad ante los arquetipos de personajes más usados para la idiosincrasia mexicana. No obstante, todavía falta camino por recorrer en cuanto a estructura, ritmo, dialogación, semántica y sintaxis.

Arrepentidos protagonizada por Margarita Sanz y Alejandro Calva en el Teatro Helénico
“Arrepentidos” protagonizada por Margarita Sanz y Alejandro Calva en el Teatro Helénico (Fotografía: Canal Once).

Netflix, el anime, las Instagram Stories o Quibi, a modo de ejemplo, están muy lejos de la escritura teatral. Después de un año de un cierre total y parcial de los teatros, es necesario considerar la oferta mediática para, como creadores teatrales, cuestionarnos cómo hacemos la experiencia escénica más  vital, relevante y cercana.

En este sentido, aquí expongo cinco provocaciones para repensar los géneros dramáticos desde su enseñanza formal y manejo en la vida profesional en las producciones que dependen del dinero de la taquilla para existir. De hecho, en varios puntos han existido ya búsquedas en la cartelera de años pasados y las pongo de referencia para seguir esos caminos:

1. Tragicomedia como género cercano a las audiencias contemporáneas

El género por excelencia en este país es el melodrama. Como mexicanas y mexicanos nos produce sentido esta forma de interpretar la realidad en cuanto a la exacerbación de las emociones y las reminiscencias del romanticismo del siglo XIX. Sin embargo, las películas más taquilleras en la última década son tragicomedias entendidas como historias donde un “héroe” rechaza cumplir la misión a la que está destinado. Los grandes ejemplos tragicómicos en el cine son todas las películas de “Harry Potter” y “Los Vengadores”. Tal vez, en el renacimiento teatral este género sería una apuesta efectiva con las y los espectadores porque están acostumbrados por el cine a su narrativa.

2. La diversidad de personajes como motivo de relevancia

La inclusión diversa de personajes es uno de los caminos más seguros para quitarle al teatro este halo de solemnidad y academicismo. Pienso en series televisivas como “I May Destroy You” de Michaela Coel o “Veneno” de Javier Calvo y Javier Ambrossi donde se representan grupos que generalmente no se representan en la ficción comercial. La multiplicidad de versiones de sexualidad, color de piel, religiones, razas, clases económicas y hasta de identidad de género abren un camino inmenso en el teatro mexicano. Recuerdo un destello de esta aproximación con la obra “Arrepentidos” protagonizada por Margarita Sanz y Alejandro Calva en el Teatro Helénico sobre la reasignación de sexo.

3. Interactividad como elemento para potenciar la escena

El mayor reto para la dramaturgia contemporánea es integrar la experiencia interactiva. Ésta es la primera condicionante de productos de internet y de los videojuegos. El futuro va a requerir experiencias donde las audiencias puedan decidir en tiempo real sobre una experiencia en vivo. Uno de los grandes ejemplos de esta búsqueda fue “The Shakespearean Tour” de Mariano Ruiz.

The Shakespearean Tour de Mariano Ruiz
“The Shakespearean Tour” de Mariano Ruiz (Fotografía: Milenio).

4. Integración tecnológica como espectáculo híbrido

La pandemia abrió un sinfín de posibilidades tecnológicas para contar historias. Por ejemplo, el año pasado hubo una oferta creciente de espectáculos hechos en Zoom. Sin embargo, después de meses de haber hecho los primeros intentos con este formato, la pregunta queda pendiente: ¿cómo integrar la tecnología al teatro para brindar una experiencia relevante a audiencias en un formato presencial y a distancia con un mismo espectáculo? Todavía queda mucha investigación en cuanto a la sintaxis y semántica porque este tipo de proyecto se sale de los principios de video o televisivos.  Una pieza clave para resolver el rompecabezas está en la idea de la interactividad en tiempo real apoyada en la tecnología. Un modelo depurado de este trabajo es la plataforma de contenidos de FicStream de Luly Garza.

5. Experiencia en vivo como una experiencia VIP

La gran explosión tecnológica para comunicarnos tendrá un pendulazo. Poco a poco, revaloraremos la conversación en vivo como una experiencia VIP. En este sentido, la otra veta por la cual el teatro puede acercarse a las audiencias es encontrar estructuras dramáticas donde se origine un conversatorio entre las y los espectadores. Por supuesto, este tipo de experiencia sería para audiencias que no sean tímidas por participar en el hecho escénico. Es importante pensar y hacer obras como pretextos para hablar de un tema importante en el (in)consciente colectivo. Una muestra de esta exploración fue “Nuestro Cuaderno Rojo” de Claudia Romero y dirigida por Alejandra Ballina.

Nuestro Cuaderno Rojo de Claudia Romero y Alejandra Ballina
“Nuestro Cuaderno Rojo” de Claudia Romero y Alejandra Ballina (Fotografía: Sin Embargo).

Los creadores teatrales necesitamos cuestionarnos la importancia de los géneros dramáticos en nuestros proyectos como impulsos de renovación a la escena teatral o, de manera más cautelosa, como ganchos a lo que sea hacía antes de la pandemia.


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La inercia de la nostalgia

Lectura: 8 minutos

My soul is lost, my friend
Tell me how do I begin again?
My city’s in ruins
My city’s in ruins

Now with these hands
With these hands
With these hands
I pray Lord…

Come on, rise up!

“My City Of Ruins” de Bruce Springsteen.

Prólogo

Mi última columna la hice el 15 de mayo de 2020. Dejé de escribir porque no tenía certeza de qué preguntas formular y qué argumentos proponer. Sólo me dediqué a observar el escenario para tratar de encontrar un momento de silencio y evitar, a toda costa, un arranque de (auto)validación sobre mi ser y hacer en el teatro. Si lo veo a la distancia, viví un bloqueo gestivo y emotivo.

Decidí no hacer las #NominacionesPezDeOro 2020 porque no era oportuno. Fue una decisión difícil y dolorosa. Sólo había visto ocho obras en un formato presencial hasta marzo del año pasado con el primer cierre de los teatros. Tengo en la cabeza la imagen de estar en el Centro Cultural Teatro 2 mientras veía “Hoy no me puedo levantar” con Belinda y Yahir, con un teatro lleno, y pensar que sería mi última experiencia de ese tipo en mucho tiempo. Así fue. Todavía recuerdo cómo ahí me empezaba a incomodar tener tan cerca a un hombre en la butaca de a lado, cuando la mínima distancia ya era una amenaza para el cuerpo.

También me parecía muy apresurado considerar a los espectáculos en línea en ternas de premiación porque había visto muy poco en el 2020 de este tipo de experiencias para considerar criterios de análisis. Por otro lado, me hubiera sentido esquizoide organizar una fiesta en un ambiente donde no había nada que celebrar.

Mi única conclusión que pudo calmar mi inquietud fue: hay momentos para celebrar y hay momentos para callar. Cuando sucedió el cierre de teatros, el tablero se cayó y las piezas volaron. Ahora, a casi diez meses después del inicio de esta pesadilla pandémica, las piezas siguen en el aire.

Shapkespeare, teatro coronavirus
Imagen: OPB.

I.

Decidí escribir este texto cuando acepté que esas piezas seguirán en el aire más tiempo de lo que todas y todos en el gremio queremos creer. Con esta columna quiero plantear cuestionamientos y prepararnos para el impacto de las piezas cuando caigan. Ya sea en el mismo tablero, en un tablero diferente o en el suelo.

Y, sin duda, no quiero comenzar los argumentos con una “competencia de la herida”: ¿a quién le ha ido peor?, ¿quién tiene las mayores pérdidas?, ¿quién ha hecho los mayores sacrificios? Todas y todos los que pertenecemos al gremio teatral hemos pagado una tristísima factura con la pandemia. Todas y todos, desde su propia circunstancia, han tenido que tomar decisiones lamentables en lo económico, laboral y personal. Enfrascarnos en descubrir a quién le ha ido peor nos aleja de una estrategia viable y sostenible en el tiempo.

Descarto por completo esta idea que he leído repetidas veces en redes sociales (compuestas en un 75% por personas dedicadas a disciplinas escénicas): el teatro dejará de existir. Hace poco veía un documental del Canal 22 sobre teatro (hecho hace diez años) y Luis De Tavira comentaba que en los setenta lidió con el anuncio apocalíptico de que el teatro moriría. A todas las generaciones de creadores teatrales, por lo menos del siglo XX, les ha tocado enfrentar estos mensajes catastróficos. Y el teatro sigue y seguirá vivo. Aquí los verdaderos cuestionamientos son: quién seguirá haciendo teatro y cómo ese teatro vivirá en el futuro.

II.

Es verdad que muchos problemas actuales se deben a la pandemia pero algunos de ellos han existido desde antes y esta eventualidad sólo aceleró su complejidad y amenaza para el gremio.

La prioridad, hoy por hoy, es encontrar una subsistencia saludable en términos económicos para cualquier compañía. Pero si pienso en el dinero como la única meta a lograr, estaría reduciendo los argumentos. Cuando la situación epidemiológica esté controlada, nos caerá otra realidad como bloque. Nos pondrá en otro lugar. Con este artículo, propongo cuatro ideas para pensar cuando eso pase, cuando la emergencia se haya contenido:

teatros con covid
Imagen: Agencia BA.

Ampliación de las audiencias (espectadores y consumidores)

Desde antes de la pandemia, el compromiso del sector teatral con la generación de nuevas audiencias estaba mermado. El teatro tiene sus audiencias, espectadores y consumidores pero no sé si sean suficientes para reactivar la actividad teatral. Aquí la pregunta más acuciante será: ¿queremos quedarnos con esas personas que ya están cautivadas por la oferta teatral o queremos apostar por otras audiencias? ¿Queremos que el teatro sea de un pequeñísimo nicho o apostar por los grupos grandes de espectadores?

Desde mi punto de vista, la reactivación de los teatros depende, en gran medida, de  encontrar nuevas personas dispuestas a pagar por un boleto. Y, en gran medida, el camino más fiable para lograrlo será emprender un análisis de audiencias (cautivas y no) en cuanto a sus estilos de vida, perfiles psicográficos y competencias comunicativas.

La investigación cuantitativa y cualitativa despejarán marañas mentales y patrones creativos anquilosados para lograr un ejercicio de comunicación más certero y, sobre todo, gratificante. Estoy convencido que los resultados del análisis nos darán más luz sobre ejes temáticos de montajes, por ejemplo.

Me angustia pensar que quienes pertenecemos al gremio nos hemos convencido de una realidad inexistente. Por miedo a abandonar a nuestras filias académicas o de costumbre (autores, obras y abordajes temáticos) no queremos cambiar.

En este sentido, he tomado la decisión que esta columna incluirá dentro de su agenda de temas la investigación de las audiencias en diferentes zonas de la Ciudad de México (ojalá tuviera los recursos para hacerlo en todos los estados del país). Ya pediré ayuda por este medio a ciertas personas del gremio para colaborar y encontrar resultados sobre el comportamiento de las audiencias teatrales.

Tal vez sea una necedad mía querer encontrar respuestas con estos métodos y técnicas de investigación. La creación de nuevas audiencias es una deuda pendiente que con la pandemia nos explotó en la cara.

teatro de sombras, covid
Imagen: maxresdefault.

Cuestionamiento a modelos educativos de enseñanza formal

La otra vez comentaba con un amigo qué pensarán y sentirán los estudiantes de recién ingreso sobre la carrera de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM en medio de la distopía pandémica. Y, con este ejemplo, estoy pensando en todas las personas jóvenes que desean dedicarse al teatro, sin importar el área de producción donde quieran estar, y deciden tener una educación formal en un ambiente con tanta incertidumbre.

Los modelos educativos, sin importar el área, están viviendo cambios vertiginosos y drásticos que han cuestionado principios inamovibles durante décadas. Ante los cambios vertiginosos de la realidad, ¿queremos enseñar lo mismo?, ¿las búsquedas metodológicas serán las de siempre?, ¿será necesario reconsiderar los métodos de aprendizaje?

Esta reactivación teatral que sucederá después de la pandemia dependerá de la capacidad de colaboración y comunicación entre los miembros de un equipo de trabajo. Mi pregunta incisiva es (porque me la hago todos los días cuando facilito un grupo de estudio): ¿qué estamos haciendo para lograr una adaptación de las y los estudiantes a esas circunstancias?

A modo de ejemplo, es tan importante leer todas las obras de Shakespeare como saber dar una retroalimentación a un equipo de trabajo. Es momento de cuestionar los modelos educativos para repensar la educación formal del teatro y abandonar esquemas que desde Seki Sano se usan. ¿Las escuelas del 2021 están emparejadas con la realidad del 2021? ¿Quién va adelante y quién atrás?

teatro covid
Imagen: Somos el Medio.

Exploración del lenguaje teatral

En el primer punto propuse que la ampliación de audiencias será esencial para la reactivación del teatro después de la pandemia. Sin embargo, someter únicamente la cartelera teatral a la demanda es peligroso. Todos los trabajos de investigación y laboratorio escénicos, bajo esta premisa, no tendrían sentido.

Por eso es importante pensar en la enorme y urgente necesidad de espacios de exploración de lenguaje teatral desligados de las ganancias económicas de la taquilla. Este trabajo tendría la responsabilidad de apuntar a la evolución de un lenguaje más cercano a las audiencias a partir de los siguientes elementos:

-Proxemia del espacio.

-Participación de la audiencia durante el montaje.

-Duración del espectáculo.

-Relación de la tecnología con el cuerpo del intérprete.

-Sintaxis narrativa y escénica.

-Construcción de espacios inmersivos.

-Diversidad de representación de narrativas.

-Desarrollo de temas y estructuras dramáticas alternativas a los que dominan la oferta teatral.

Éstas son las líneas de investigación del Laboratorio Experimental de Actrices y Actores (LEAA), grupo del cual soy coordinador metodológico, a las que se deben atender, por lo menos, en los próximos años. Cada grupo de investigación será capaz de encontrar sus propias búsquedas y sumará a la causa final: lograr una evolución del lenguaje teatral.

Después de la pandemia las ganancias económicas para cualquier compañía y productora serán una prioridad. El mundo y los gobiernos están en una crisis económica. ¿Quién va a sustentar en términos financieros esta investigación? Quienes hemos llevado un trabajo de laboratorio sabemos que estos proyectos requieren años de búsqueda. Entonces, reformulo, ¿quién va a sustentar, en términos financieros y a largo plazo, esta investigación? ¿La iniciativa privada? ¿La subvención? ¿Los bolsillos de quienes queremos hacerlo?

futuro del teatro
Imagen: CNN.

Reconstrucción de los puentes del gremio

Tal vez una de las consecuencias más dolorosas de la pandemia es la destrucción de puentes entre diversos grupos teatrales. Cuando decimos “teatro” no nos podemos referir a una forma única y estandarizada de hacerlo; cuando usamos esta palabra hacemos alusión a múltiples presupuestos, equipos de trabajo y modos de producción.

En los últimos tres años, a pesar de las dificultades del gremio teatral para mantener las producciones a flote y convocar a las audiencias, se había empezado a construir conexiones entre grupos disímiles. Estábamos generando, poco a poco, un lenguaje común y metas que beneficiaban a todos.

Las secuelas pandémicas traerán un retraso considerable para lograr un diálogo entre todas las realidades del teatro no sólo de la Ciudad de México, sino nacional. A modo de ejemplo, del 2017 al 2020 vi esfuerzos de compañías de diferentes estados del país para encontrar semejanzas con las compañías de la CDMX y viceversa con un afán de descentralizar la oferta teatral. Ahora esos vínculos están rotos porque las realidades son muy diferentes. Costará mucho trabajo propiciar espacios de diálogo y colaboración.

Necesitamos restablecer las conexiones, en lo pequeño y en la medida de lo posible, para que esto no se convierta en un eterno “sálvese quien pueda”.

teatro a distancia, desde casa
Imagen: The NewYork Times.

III.

Hay un punto pendiente en mi cabeza que todavía no sé resolver: las premiaciones teatrales. Y lo digo, en primera instancia, por las #NominacionesPezDeOro. Hacer un ejercicio de reconocimiento a los mejores trabajos teatrales de determinado tiempo y espacio necesita adquirir otro matiz estratégico ante la destrucción, para aportar de alguna manera a las cuatro ideas que acabo de exponer. Pero todavía no sé cómo.

Lamento de todo corazón la pesadilla que estamos viviendo en el gremio teatral. Estamos en un modo de supervivencia y así será en una gran parte del 2021. Pero si empezamos a apuntalar el futuro, para cuando la epidemia esté lo más controlada que se pueda, seremos más conscientes y estratégicos en nuestros movimientos de reactivación.

Amo el teatro. Tanto filosófica como poéticamente. Pero sé que para reanimarlo, como en una pareja, no basta sólo el amor. Me da miedo paralizarme por la añoranza. Me da pavor hundirme en esfuerzos por replicar un recuerdo. En esfuerzos para seguir la inercia de la nostalgia. Me entristece buscar algo que sé, en lo más profundo de mi corazón, que ya no está.


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Apuntes del teatro en una pandemia

Lectura: 7 minutos

Poco a poco tienes que crear una niebla en tu alrededor;
debes borrar todo cuanto te rodea hasta que nada pueda darse por hecho,
hasta que nada sea ya cierto.
Carlos Castaneda en “Viaje a Ixtlán”.


Un día de ___ del 2020
3:00 a.m.

Estoy encerrado en mi casa. En la última semana he dormido hasta las tres de la mañana. Mis hábitos se volvieron más nocturnos conforme fui creciendo. De hecho, cuando dirigí mi último montaje, sentía mayor enfoque y productividad por la noche. Sin embargo, tres de la mañana es un nuevo límite que rompí.

Tengo el celular en mi mano después de haber leído un capítulo de “Mujer en papel”, la biografía de Rita Macedo. Abro Twitter cada cinco minutos. Hago scroll como autómata a pesar de que quiero checar si existe alguna actualización de la pandemia. Ninguna novedad. Ni científica, gubernamental o sanitaria.

Me topo con la cuenta de un director de teatro. Nos hemos saludado unas cuantas veces en estrenos. Conozco más su trabajo que su persona. Leo su preocupación sobre el cierre forzoso de los teatros hasta nuevo aviso. El scroll toma sentido. Este tuit tiene 78 comentarios: muchas palabras desesperanzadoras al recorrer la pantalla con mi dedo.

¿Debería escribir un artículo sobre el teatro en tiempos de pandemia? Ha pasado una semana y media desde la orden del confinamiento riguroso. Leo otro tuit sobre las pérdidas económicas en el gremio teatral. En ese mismo instante, recuerdo proyectos teatrales en donde iba a estar y que, de forma inesperada, se frenaron. En un modo de supervivencia emocional, he tratado de esconderlos de mi cabeza.

cierre de teatros por pandemia
Fotografía: Forbes.

Siento que no es el momento de escribir sobre el teatro (en estas condiciones) porque no tengo nada claro. De hecho, no tengo nada claro sobre el mundo. Vivo en una situación en donde es prácticamente imposible no pensar en la totalidad y ahora la totalidad no tiene un significado claro. Lo único que pienso es en lo pequeños y frágiles que somos; en lo egocéntricos y absurdos que podemos ser.

Todavía no es tiempo de escribir porque el mundo está revuelto y se me perdieron las palabras para hablar de casi todo. También del teatro. Ahora quiero concentrarme en la cotidianidad. No quiero pensar en el teatro.

Siento un poco de culpa porque hay una parte de mí que me ordena mantener el tren creativo a pesar de no hacerlo. Escucho a mi madrastra interna decir: “debes crear para ser”.

Sin embargo, prefiero concentrarme en qué voy a comer, qué debo limpiar, qué necesita mi mamá.

Hoy no quiero pensar en el teatro.

Otro día de ___ del 2020
16:30 p.m.

El tiempo es una historia que nos contamos para entretenernos. Si checo el calendario, he estado encerrado por tres semanas aunque, a veces, esas semanas se han sentido como cinco días, cuatro meses o un año. El tiempo es una historia que nos contamos a nuestra conveniencia para sentirnos satisfechos, tristes, orgullosos, valientes, productivos. Para usar cualquier máscara.

Hoy me siento productivo. He podido librarme de una terrible holgazanería que me azotó en días pasados (¿importa la unidad para medir el tiempo?). Tengo una reunión virtual con tres productores quienes han sido mis amigos por ocho, cinco y dos años, respectivamente. Los admiro porque han levantado proyectos a contracorriente. En mi cabeza los recuerdo como obras memorables y conmovedoras. Han perdido mucho dinero en el teatro pero aún así siguen haciéndolo.

Dos de ellos cerraron dos producciones en temporada por la contingencia. Sin pensarlo, yo lanzo un torrente de palabras de consuelo cuando uno de ellos me interrumpe: ¿qué crees que le pase al teatro? No sé qué contestar. Cierro la conversación con un “ya veremos”.

teatro en pandmeia
Ilustración: Golden Cosmos.

Al terminar la reunión, pienso realmente en qué le va a pasar al teatro. Tengo muchas ideas en mi cabeza. Después de quince años de actividad profesional, me consagro a ciegas a la concepción filosófica del teatro: al ritual, a la mimesis, a la catarsis, a la performatividad. Y si lo pienso mejor, me entrego sin cuestionármelo a esa magia que vi en el Teatro Hidalgo cuando era niño. Por esa magia incrustada en mi cabeza decidí hacer teatro.

No obstante, hay una parte operativa del teatro donde todo se vuelve irritablemente cuestionable: la competencia mediática, las audiencias, el sistema cultural del país, el modelo de negocios, la precariedad de los sueldos, la fragilidad del sustento.

Sin duda, esta pandemia ha agravado la situación del teatro en México. Pero también ha acelerado y aumentado la intensidad de varios problemas que ya existían. En el encierro, nos explotó una bomba de tiempo en las manos. Problemas viejos adquieren novedad y urgencia: los sueldos bajos, la obsolescencia del cuerpo en todas las relaciones personales, la inteligencia artificial. 

Hace cinco años creía que lo único que puede diferenciar al teatro de otros medios es la experiencia en vivo. ¿En estas circunstancias mi argumento seguirá con algún tipo de validez? Encuentro publicaciones en Facebook donde mis amigos promocionan presentaciones teatrales en plataformas digitales. ¿Eso también será teatro?

Uno de mis amigos productores me decía que el teatro no va a dejar de existir porque el teatro nos cuenta historias y las personas las necesitan. También lo hace el cine, la tele. Netflix. Amazon Prime. La política. La religión. La cultura. Los humanos nos contamos historias todo el tiempo para entender la realidad y calmar nuestra ansiedad ante la muerte. ¿Qué tipo de historias entonces contará el teatro? Y, mejor aún, ¿quiénes querrán esas historias?, ¿para qué servirán esas historias en la vida de las personas?

Leo un estudio hecho por el INEGI y encuentro que el consumo del teatro ha disminuido un 6.6% del 2016 al 2019 entre una audiencia urbana y mayor de dieciocho años, entre otras características más. Una encuesta responde al momento particular de un segmento de la sociedad. Es sólo un indicador. ¿Deberíamos prestar atención a los indicadores? ¿Deberíamos dejar de pensar en arte y pensar en un ejercicio de comunicación donde el otro es lo más importante?

teatro online
Imagen: IIE.

Cualquier día de____ del 2020
17:48 p.m.

Me gustan mucho los atardeceres en silencio en mi casa. Es mi refugio ante la vorágine y la tormenta. Ante la rutina y las exigencias. Después de varios días, he logrado despejar mi cabeza a fuerza de voluntad. Pongo un vinilo de Bruce Springsteen. Escucho “My City of Ruins”: “My soul is lost, my friend. Tell me how do I begin again?”.

Hoy he pensado que no puedo ser un evangelista del teatro si no soy capaz de llevar todo lo que el teatro me ha enseñado a mi vida. De nada me sirve creer en el teatro sólo al ver una obra, como una especie de fuga. En quince años, maestros, historias, escritores,  directores, actores, escenógrafos, iluminadores, vestuaristas y espectadores me han mostrado, de forma directa o indirecta, el camino de la autocompasión.

Hago teatro porque quiero intentar saber quién soy. Conectarme con alguien de manera profunda. Creer en algo más grande que la vida. Y esto no lo quiero hacer sólo sentado en la oscuridad de una sala. Lo quiero en mi vida. En las pequeñas cosas. En mis amores. En la vida y en el mundo que me tocan vivir.

Hoy no quiero juzgarme por no ser creativo. Por no creer que soy lo que hago. Hoy estoy tranquilo con las preguntas sin respuesta. En decir no. En contradecirme. Hacer teatro me ha enseñado a lidiar con la incertidumbre. En cada función nadie sabe qué va a pasar. Es momento de aplicar ese aprendizaje en mi vida: a lidiar con la incertidumbre del futuro no sólo del teatro sino del mundo.

Cada quien luchará por defender al teatro a su manera y a sus posibilidades. ¿Cómo será el teatro después de esto? ¿Cuál es el camino que debemos seguir? ¿Qué buscarán los espectadores en el teatro? No lo sé. Me preocupa el modelo de negocios. El pensar una estrategia que pueda sacar más o menos a flote la actividad.

El encierro, casi en un sentido espiritual, nos orilla a replantearnos quiénes somos. Los creativos teatrales estamos pensando quiénes somos creadores. Hoy pienso en cómo los que hacemos teatro le profesamos religiosidad al teatro como una abstracción. Al final, es una historia más. Nos contamos esa historia porque la necesitamos para seguir adelante. Esos dioses del teatro no buscan que miremos hacia arriba, buscan que miremos dentro y entre nosotros.

A mí el hacer teatro me ha invitado todo el tiempo a ver mi mundo interior. A conectarme con las personas a partir de mi interioridad.

grabacion
Fotografía: Ethos media.

Algunos querrán aferrarse a los paradigmas, otros los querrán derribar porque encuentran una nueva oportunidad. Al final, el teatro cambiará a pesar de nosotros. Esta pandemia nos restriega todo el tiempo que el cambio es la única constante en esta experiencia humana. Hoy leí en Facebook un plan de reapertura de actividades a partir de junio. ¿Qué implica este nuevo mundo? No lo sé.

Yo estoy pensando en nuevas posibilidades del teatro. Yo quiero cuestionármelo todo. Creer menos en abstracciones y en ideas encajadas en mi cabeza desde la academia. Abandonar el tributo a mis héroes teatrales. Creer que esa magia que vi de niño en el teatro sólo es un impulso pero no es el fin. Pensar en un ejercicio comunicación. Creer en la sorpresa. Hacer tribu y comunicarme mejor con mi tribu antes que con los espectadores. Ser cómplice. Conocer a los espectadores. Dejarme modificar por los espectadores. Despedirme de quien soy ahora y darle muchas gracias por lo que es y dejará de ser.

Tal vez moriré y no veré ese cambio radical de poética y técnica que ahora busco. Cada quien hace lo que puede.

Pienso en esa idea incisiva de Antón Chéjov que está en todas sus obras de forma explícita o implícita: “¿Qué pensarán de nosotros dentro de cien años?”. El tocadiscos deja salir la voz de Bruce que dice estas palabras: “Come on, rise up! Come on, rise up!”.


Fuentes de consulta:
Castaneda, Carlos, Viaje a Ixtlán, Fondo de Cultura Económica, México, 2012.

Electrografía:
Presenta INEGI Resultados del Módulo de Eventos Culturales Seleccionados (MODECULT) (consultada el 4 de mayo a las 17:00 hrs.).


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Las cuatro llamadas de Emilio (Carballido)

Lectura: 7 minutos

Lo que a continuación vas a leer tiene fechas y nombres que se apegan fehacientemente a la vida de Emilio Carballido. Sin embargo, las anécdotas que se narran nacen de la ficción para cumplir con el propósito del artículo.


Avión de papel

“¡Emilio!” se escuchaba en una casa que era bañada por los rayos del sol de verano. Era 1933 y Emilio tenía ocho años. Había regresado al lugar donde nació: a la casa de Córdoba; cuando cumplió el primer año, su familia se lo llevó a vivir a la Ciudad de México.

Emilio no pudo crear ningún apego a ese pueblo y mucho menos a esa casa. Ahora que regresaba, por compromisos familiares, trataba de grabar en su memoria todo lo que le era posible: el aroma, la temperatura, los colores.

Con un calor infernal, Emilio jugaba en el patio con un avión de papel. Aunque se divertía, extrañaba su casa de la Ciudad de México por muchas razones: su abuela quien en sus ratos libres le enseñaba algunos versículos de la Biblia; leer por segunda vez “Veinte mil leguas de viaje submarino” de Julio Verne; tomar de la biblioteca familiar esos libros de poesía griega que dos semanas atrás había encontrado.

cuatro vientos
Imagen: Aviación.

“¡Emilio, a comer!”, gritó un hombre. El niño dejó su avión en el suelo para correr al interior de la casa. Hasta el patio se podía escuchar la conversación que la familia tenía mientras servían la sopa: el odio al presidente Abelardo L. Rodríguez, la desaparición del avión Cuatro Vientos, las ventajas y desventajas de ser socialista. Todo esto acompañado por una melodía de Silvestre Revueltas que se transmitía por la radio local.

Pater familias

“¿Emilio?”, le decía la mujer que lo atendía en la recepción. Él estaba absorto. “Emilio, aquí está la llave”, fueron las palabras que lo regresaron a la realidad (real). “Perdón, gracias”, tomó la llave y fue directo a su habitación.

Emilio, de 23 años, regresó a Córdoba. Viajó desde la Ciudad de México, solo, con la intención de encontrar un poco de inspiración para escribir. No quiso quedarse en la casa familiar. Decidió hospedarse en un modesto hotel. En su memoria, ya tenía registradas algunas imágenes de ese pueblo. Ahora le parecía algo familiar y eso le bastaba para hacer de este lugar un refugio.

Cuando estaba a punto de entrar a su cuarto de hotel se topó con un hombre de su misma edad que le pareció guapo. Los dos, solos en el pasillo y con un silencio sepulcral, se miraron fijamente.

Para Emilio, ésa era la señal para abalanzársele y comerlo a besos. Si estuviera en otra circunstancia seguro lo haría, pero ahora tenía una misión que le demandaba toda su atención: demostrarle a su gran maestro, Rodolfo Usigli, que era un escritor de teatro que valía la pena.

Emilio había entrado a la UNAM. Estudió derecho y al terminar se metió a la especialidad en Arte Dramático y Letras Inglesas en la Facultad de Filosofía y Letras. Ahí conoció a su maestro Rodolfo; su relación nació del amor y de la admiración. Él le había enseñado el espíritu del teatrista, la vanguardia literaria y los secretos de los clásicos.

Rodolfo Usigli
Rodolfo Usigli (1905-1979)(Fotografía: Poblanerías).

Pero, poco a poco, Emilio mostró desprecio por la exigencia que su maestro le pedía en cada trabajo, por sus criterios tan rígidos al evaluar las tareas de sus alumnos y sus comentarios, sin ningún reparo, petulantes.

Con un pequeño ventilador, unas hojas y un lápiz que a cada rato se le rompía la punta, Emilio intentaba escribir una obra de teatro extraordinaria. Su impulso creativo no era el de la expresión genuina, como su maestro le contaba de Emily Dickinson, sino el de exorcizar la furia hacia al maestro, hacia el guía, hacia el pater familias.

La semana anterior había decidido abandonar para siempre la clase de Rodolfo porque estaba harto de sus exigencias y sus altos estándares. Lo que al principio lo enamoró ahora lo separaba. Le dolía que a partir de ahora su “padre” lo mandaría directamente a la lista de los indeseables de su clase y se burlaría de él por no tener un temple de verdadero “escritor”.

carballido
Fotografía: Vanguardismo.

Escribía y sufría. Escribía y pensaba en Rodolfo, en el hombre que encontró hace media hora en el pasillo, en su abuela, en las carencias económicas, en la doble moral; en la vida cultural mexicana que siempre imitaba al extranjero, en lo difícil que es ganarse la vida como escritor de teatro, en lo difícil que es hacer teatro; en la homosexualidad, en el odio a lo diferente, en las buenas costumbres, en la hipocresía de la familia mexicana, en el amor como un acto de egoísmo, en el machismo, en su madre. Pensaba en lo que dirían Jorge, Luisa Josefina y Sergio, sus amigos de clase, de haber abandonado al maestro. Pensaba en la belleza de lo cotidiano.

Dos años más tarde, Emilio estrenaba en el Palacio de Bellas Artes su obra de teatro “Rosalba y Los Llaveros” con un éxito inaudito.

Libertad

“Emilio… –decía una mujer que traía un vaso en la mano– aquí está tu café”. Emilio Carballido le recibía el vaso con una enorme sonrisa que trataba de disimular su angustia por la reducción de presupuesto para su próximo montaje. Tenía que adaptar la obra para simplificar varias escenas y eliminar a unos cuantos personajes incidentales.

Emilio Carballido
Fotografía: Crónica.

Era 1997. Estaba a punto de ensayar con un grupo de jóvenes teatreros que estudiaron en la Escuela Nacional de Teatro. Por supuesto que ese día no podía informarles del poco dinero que contaban para hacer la obra. No los quería desanimar.

Esos minutos previos a que llegaran los actores, trataba de encontrar la manera de infundirles pasión por el teatro a pesar y en contra de todo. Los problemas para claudicar en el oficio teatral eran evidentes: una enorme oferta contra una escasa demanda de obras; reducción del presupuesto institucional; copias fallidas de modelos culturales del extranjero; una pobre evolución del lenguaje teatral mexicano; la imposibilidad de generar una escuela mexicana de pensamiento teatral.

Ya tenía una buena reputación. Era el Maestro Emilio Carballido. Sus alumnos lo veían como el pater familias. Como él veía a Rodolfo Usigli. Pero Emilio –sin el apellido que lo encasillaba en la figura del héroe trágico teatral– quería que la gente que él había formado matara al padre y tuviera libertad.

Emilio sabía que ya no le correspondía buscar la maestría técnica ni la vanguardia. Eso lo quería de joven. Tampoco quería rivalizar con sus ídolos teatrales ni mucho menos colgarse una pose de “artista” sólo para alimentar una frágil identidad. Era demasiado viejo para creer que el teatro lo iba a salvar de muchas horas de terapia. Sabía que en ese momento se necesitaba un teatro desde lo social: en la denuncia, en la visibilización de injusticias, en la mirada a la profunda mexicanidad con todas sus contradicciones y bendiciones.

Desde que era joven, supo que el teatro estaba en desventaja. Por eso, siempre trató al montar una obra de desenamorarse de las creencias arraigadas en el gremio o de los cánones académicos. El teatro no podía ser un reducido club de amigos, debía de abrirse para hacer una invitación a la gente de a pie que no hace teatro. Emilio estaba en esta reflexión cuando escuchó la voz del primer actor que llegó al ensayo: “Hola, maestro”.

Emilio Carballido, dramaturgo

Réquiem

“Emilio. Emilio, gracias”. Fueron las palabras que dijo un actor en un homenaje póstumo que le organizaron los alumnos más allegados de Emilio Carballido en Córdoba. En el salón, de manera indistinta, se escuchaban risas, aplausos, sollozos y gritos para celebrar la vida del maestro.

Al término del homenaje, los alumnos se fueron a casa. Cada uno, a su manera, vivía el duelo. Sin embargo, lo que más les pesaba era que no sabían cómo continuar con el legado de Emilio. Sus preguntas eran difíciles de responder porque el teatro era difícil de responder.

Carballido, escritor y dramaturgo
Fotografía: Grado Cero Prensa.

“Rosalba y Los Llaveros” se estrenó en 1950; el teatro en México ya no tenía los apoyos gubernamentales de aquel entonces. “Rosa de dos aromas” fue una obra con una venta inaudita de taquilla: había hecho tres mil representaciones; ahora las temporadas a duras penas duraban treinta funciones. Cuando se estrenaba una obra de Carballido era una garantía para los espectadores; ahora ellos no tenían en mente al teatro como diversión; muchos jóvenes teatreros ya no conocían a Emilio Carballido.

¿Qué seguía? ¿Cómo seguiría lo que tenía que seguir? ¿El teatro no debe ser un club de amigos? ¿Hacer teatro es una necedad? ¿Qué es el teatro ahora? Tal vez, la mayor lección de Emilio, no de Emilio Carballido, sino de Emilio, fue la valentía de cuestionarse todo el tiempo el quehacer teatral hasta sus últimas consecuencias y desde las necesidades de su tiempo. Y ver al teatro no como un enamorado ve a un cadáver. Sino como un enamorado que simplemente ve.   


Fuente de consulta:
Merlín, Socorro, La estética en la dramaturgia de Emilio Carballido. Universidad Autónoma de Baja California. México, 2009.


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“El pescador y la petenera”

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“El pescador y la petenera”, una obra de amor y desencuentros

El pescador y la petenera es una obra unipersonal que cuenta la historia de estos personajes, que en un momento difícil se encuentran en el mar en donde comienzan un diálogo sobre el amor y sus desencuentros, explicó el dramaturgo Martín López Brie.

“En estas dos historias de desencuentros amorosos y de muertes que han vivido los dos, se preguntan ambos si el pescador se debe de quedar ahí, en el fondo del mar a acompañar a la sirena (petenera) o si ella, debe de dejarlo ir y ayudarlo a regresar a la costa”, mencionó.   

El también responsable de la iluminación comentó que la obra teatral está acompañada por sones tradicionales para complementar la historia, la cual es interpretada por la actriz Sofía Beatriz López, quien presentó la idea de realizar los dos personajes sólo utilizando una máscara y el gesto corporal.

En entrevista con Notimex, López Brie precisó que esta obra se comenzó a escribir en 2016, tiempo desde el cual se trabajaron los diferentes aspectos, entre ellos el musical, que es producido por Gabriel Rojas.

La obra, que recibió el estímulo para Creadores Escénicos del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) en 2016, ahora se presentará una corta temporada —del 20 de febrero al 15 de marzo— en la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque.

Pocos espacios para el teatro

Martín López Brie lamentó que hay muchos grupos teatrales y pocos espacios: “todos tenemos poco tiempo para presentar nuestras obras, ojala fuera más porque, mientras más tiempo dura una obra en cartelera, tiene mejores posibilidades de encontrarse con su público y que éste la recomiende y se genere una sinergia”. 

Agregó que la situación por la que está pasando la cultura ante recortes presupuestales ha impactado a los artistas, ya que trabajan en condiciones en las que subsidian algunos gastos en los cuales debería de estar involucrado el estado.

“Ojalá nos pagarán mejor y nos dieran más temporadas en muchos lugares, con quienes trato, en el Inbal (Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura) o en la Coordinación de Teatro hacen su mejor esfuerzo, pero no es suficiente, necesitamos más presupuesto para cultura y mejores condiciones para los artistas, en todo los sentidos y eso empieza por Hacienda”.

Consideró que este proceso de degeneración en la utilización y sentido social del arte se ha registrado desde hace tiempo: “Nuestros gobiernos neoliberales han hecho un gran trabajo desmantelando el aparato cultural.

“El nuevo gobierno ha puesto el acento en la cultura comunitaria, que tampoco nos queda claro cómo está eso, pero eso pareciera que el arte profesional no tiene un lugar o no le han dado la importancia”, lamentó. 

Ante este escenario, explicó que han buscado nuevos espacios para presentar sus obras, como es el caso de El pescador y la petenera, que a través del apoyo del Fonca le permitió trabajarlo durante un año en foros independientes, sin presupuesto asignado.

 Aunque esta es la primera vez que se presentan en un foro como el de Sala Xavier Villaurrutia, así como en el teatro Benito Juárez, adelantó que continuarán buscando recintos independientes; en tanto, adelantó que a la par trabaja en otras producciones, como Honor y Traición, que se presenta en el teatro Helénico, y Nombres de combate, que se estrenará para 2021. 

¿Dónde está el Nuevo Teatro?

Lectura: 6 minutos

Melodrama en un acto
Personajes:
Rosario
Jorge

Toda la acción sucede en una cafetería de la colonia Santa María La Ribera en la época actual.

Rosario: ¿Pensaste que estaríamos aquí como fantasmas? Tú estás muerto hace 37 años. Yo hace 46. Y henos aquí, deambulamos en esta ciudad como espectros esperando a que algo pase. Deberíamos sentir orgullo: los melodramas siempre usan fantasmas para amarrar la emoción.

Jorge: Me quedé con ganas de escribir más melodramas.

Rosario: Ya me imagino lo que hubieran dicho tus amigos los críticos y las altas mentes del teatro: “Jorge desperdicia su trabajo en algo tan vil como un melodrama”.

Jorge: Hablaron mal de mí de cualquier modo porque me atreví a cometer un pecado más grave: escribir más que teatro. Hice cuentos, novelas, ensayos. Hasta telenovelas. Nadie en el teatro me lo pudo perdonar. Querían que me quedara siempre ahí. Sólo para el teatro. No podía. Por eso ya nunca escribí obras. Mi arte no podía con tanta presión.

Rosario: ¿Fuiste artista?

Jorge: Si no fuimos artistas, ¿qué fuimos entonces?

Rosario: Hicimos teatro.

Jorge: Hicimos arte.

Rosario: Sólo fui una “humilde dramaturga”. Me encanta esa palabra: dramaturga. Y tú también sólo fuiste un “humilde dramaturgo”.

dramaturga de teatro
Fotografía: El Enateneo.

Jorge: ¿Por qué te causa escozor la palabra “artista”?

Rosario: Muy pronto me di cuenta que se volvería un problema en mi trabajo.

Jorge: ¿Problema?

Rosario: El ser “artista” me encerraría en una pose que sólo usaría en las fiestas bohemias. Aplastaría toda mi creatividad para hacer sólo caprichos y extravagancias. Yo sólo quería salir de mí, conectar con alguien más. Hacer un teatro digno de nuestro tiempo capaz de transformar, sanar. Lo que más me emocionaba de escribir teatro era dialogar con la gente. Preocuparme por los que estaban dispuestos a observar y escuchar.

Jorge: El teatro siempre se preocupa por el público.

Rosario: En este tiempo, ya escuché a más de un teatrero que no le dice público sino espectadores.

Jorge: Como le quieras llamar. El teatro se preocupa por el que observa.

Rosario: ¿El teatro siempre se preocupa por los espectadores?

Jorge: Sí.

Rosario: ¿Cómo?

Jorge: ¿Nunca viste las obras de Luis, José, Juan?

Rosario: No menciones a las vacas sagradas del teatro. Ellos sólo se preocupaban por ellos.

Jorge: A mí siempre me importaron los espectadores.

Rosario: ¿Te preocupaban los espectadores sólo porque compraban un boleto y se sometían a tu búsqueda artística?

Jorge: Por supuesto que no. Porque quería decirles algo importante.

Rosario: Tú escribiste telenovelas y con ellas también les decías algo importante a las personas. También lo hace el cine, los periódicos, las revistas. Mira, ahora, toda la gente camina con un montón de aparatos en la mano que todo el tiempo les dice algo importante.

Jorge: No es lo mismo.

Rosario: ¿Por qué?

Jorge: Porque en el teatro hay magia.

espectadores
Ilustración: Pinterest.

Rosario: Jorge, eres terrible al usar lugares comunes. Define magia.

Jorge: El teatro es un juego donde los artistas jugamos con la mente de los espectadores.

Rosario: También “artistas” juegan con la mente de los espectadores desde otros medios. Me encanta cómo juega conmigo Agnès Varda.

Jorge: ¿Nunca pensaste hacer un performance? A lo mejor ese era tu camino.

Rosario: Amo profundamente el teatro.

Jorge: No se nota.

Rosario: Sólo siento que me convertí en dramaturga cuando el teatro había agotado sus posibilidades. Las obras que escribí, las escribí pensando en los grandes escritores que nos repetían hasta la náusea nuestros maestros: Sófocles, Shakespeare, Molière, Chéjov. El diálogo que quiero establecer con las personas está en otra estructura. El modelo que conocemos se agotó.

Jorge: A lo mejor te agotaste tú.

Rosario: Cada semana nos paseamos por varios teatros de esta ciudad y vemos que las salas no están precisamente llenas. ¿No te parece eso una señal de desgaste del lenguaje teatral?

Jorge: A lo mejor ahora es más caro.

Rosario: El dinero es un problema sin duda. Pero hay uno más grande de fondo.

Jorge: Rosario, desde que estábamos vivos nos quejábamos de que la gente no iba al teatro. Es parte de sufrir la profesión.

Rosario: ¿Sufrir la profesión? ¿De qué estás hablando? ¿No te parece que hay una necesidad más grande todavía?

Jorge: ¿Fundar un Nuevo Teatro?

Rosario: ¡Exacto!

teatro clasico
Fotografía: Enateneo.

Jorge: ¿Por qué no fuiste performancera?

Rosario: Un Nuevo Teatro es lo que necesitamos. Aprender del pasado para construir algo totalmente diferente. Fuera de la norma, de lo habitual, de lo esperado. Alejado de lo que las personas ya tienen para ver y escuchar.

Jorge: No le trates de mejorar la plana a Shakespeare. Desde que éramos jóvenes conocí a muchos artistas como tú que decían lo mismo: “contstruir algo diferente”. Y cayeron en lo mismo. El teatro es lo que es.

Rosario: ¿Sabes por qué nos aferrábamos a escribir como Shakespeare o como cualquier otro escritor que admirábamos? Porque queríamos los efectos que lograron en su tiempo. Pero nunca nos dimos cuenta que las fórmulas que ellos usaron ya no nos sirven ahora. Son una buena pista para empezar. Sólo eso.

Jorge: ¿Te parece ocioso estudiar a los clásicos?

Rosario: No. Yo lo que quería era partir de ellos para encontrar algo nuevo. Su búsqueda me serviría para mi búsqueda.

Jorge: ¿Encontraste esa Nuevo Teatro?

Rosario: No.

Jorge: Touché.

Rosario: En cada nueva obra que escribía siempre mi intención era encontrar ese Nuevo Teatro. A lo mejor me faltó valentía de romper con todo lo que yo creía o con lo que yo había entrenado.

Jorge: Tu Nuevo Teatro me parece una cosa terapéutica que muchos ya intentaron…

Rosario: Puede ser terapia.

Jorge: Que muchos intentaron y ya fracasaron. Yo cada vez que escribía quería demostrarme qué mejor artista podía ser.

Rosario: En el teatro siempre me importó más la comunicación que el arte.

Jorge: Por eso nunca te dieron becas.

Los dos ríen.

arte del teatro
Imagen: Pinterest.

Jorge: No sabes cómo me dolió ya no escribir teatro.

Rosario: ¿Por qué dejaste de escribir obras?

Jorge: Ya te dije. Nadie del gremio me perdonó que hiciera otro tipo de trabajos.

Rosario: Ya sé. El “gremio” es muy celoso. Pero a mí no me puedes mentir. Siempre fuiste muy cínico y hubieras soportado cualquier mala cara de nuestros colegas en cualquier estreno tuyo. ¿Por qué dejaste de escribir?

Jorge: Yo estrené una obra de teatro en junio de 1970 que para mí era la mejor que pude haber escrito. Mi síntesis artística.

Rosario: “Los enredos de Jacinta”.

Jorge: Amabas esa obra. No lo niegues. Al mismo tiempo, se estrenó una telenovela que también escribí. La hice sólo por dinero.

Rosario: ¿La que hizo la gran Sonia? “La mirada del perdón”.

Jorge: Odiabas esa telenovela.

Rosario: Me encantaba. Y lo digo sin ironía.

Jorge: En una comida familiar, todos habían ido a ver la obra y conocían la telenovela. Toda la comida se la pasaron hablando de la telenovela y ni una palabra de la obra de teatro. Todos se emocionaban al hablar de los personajes de la televisión. Las pocas referencias a la obra eran como algo que le debían de rendir pleitescía sin ningún ápice de emoción. Sin víscera. Sentí que mi mensaje no era poderoso. Que yo no tenía la magia del teatro.

escritor fracasado
Ilustración: Romanzo.

Rosario: ¿En serio crees eso?

Jorge: ¿Por qué les importaba más la telenovela que la obra? ¿Por qué hicieron suya la telenovela y no hicieron suya la obra?

Rosario: A lo mejor fuiste demasiado artista en el teatro.

Jorge: A lo mejor no estaba a la altura del Nuevo Teatro.

Los dos suspiran.

Jorge: Amas profundamente el teatro.

Rosario: Por eso espero algo más. Si no lo pudimos encontrar tú y yo, espero que alguien lo pueda hacer.

Jorge: Y henos aquí, deambulamos en esta ciudad, por los teatros, como espectros esperando a que algo pase.

Rosario: A que algo pase.

OSCURO


Entremos en debate:
~ ¿Tú de qué lado estás?
~ ¿Piensas más como Rosario o como Jorge?
~ ¿Qué importa más: la comunicación o el ejercicio artístico?
~ Ahora la telenovela va a la baja. Para ciertas audiencias, el producto audiovisual más socorrido es la serie. ¿Una serie puede ser más profunda que una obra de teatro?
~ ¿Dónde está la magia del teatro que no la podemos encontrar en la televisión?
~ ¿Necesitamos un Nuevo Teatro?

Espero tus respuestas en redes. Puedes encontrarme como @pezdeoromx en Facebook y Twitter.


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La Luna y el Dragón en el Cenart

Lectura: 2 minutos

Centro Nacional de las Artes festeja 25 años con obra de teatro

La Luna y el Dragón es una obra que busca mostrar a las nuevas generaciones la importancia del juego, la imaginación y la creación. Es una experiencia llena de música, colores, danza y teatro que pretende inspirarlos a ver siempre el lado positivo de la vida. Será estrenada en el Centro Nacional de las Artes, como parte de las ganadoras de la Convocatoria Proyectos Artísticos 25 Aniversario del Cenart.

La historia trata sobre un viejo titiritero que cuenta relatos llenos de magia y fantasía con los personajes que ha creado; pero la historia más conmovedora será la del protagonista, quien buscará cumplir su sueño de vivir eternamente con la Luna. Para lograr su propósito creará un dragón al que dará su vida para volar por siempre junto a su amada.

“En esta obra se aprecia la vida, la muerte y los cambios que éstas generan en nosotros, mostrando el amor, la tolerancia, la aceptación y el respeto de modo ligero y divertido, pero no aleccionador”, explica Andoni Guerrero, director, productor y actor en esta obra de la autoría de Camilo Albornoz.

Como lo especificaba la Convocatoria Proyectos Artísticos 25 Aniversario del Cenart, este proyecto conjunta el trabajo de creadores de las diferentes escuelas que se encuentran dentro del Centro Nacional de las Artes: la Nacional de Danza Clásica y Contemporánea, la Superior de Música y la Nacional de Arte Teatral.

“Para nosotros es muy importante crear lazos artísticos entre los estudiantes y egresados de las escuelas del Cenart y crear espectáculos multidisciplinarios, donde cada profesional o estudiante pueda expresar a través de su disciplina lo que se quiere decir. Nuestro propósito es crear un espectáculo de calidad para poder compartirnos con el mundo exterior, para compartir entre nosotros, los integrantes de esta comunidad”, señala Andoni Guerrero.

En La Luna y el Dragón los actores y actrices de la Escuela Nacional de Arte Teatral harán el uso de la palabra, guiando al público por una bella travesía. Cabe mencionar que se implementará el uso del canto para darle vida a las melodías que el músico creó. Alfredo Márquez, Paulina Montiel y Karla Hernández, estudiantes de la licenciatura en Escenografía, serán los creadores que darán vida al espacio donde ocurre la historia.

La música, originalmente creada por el autor del texto, Camilo Albornoz, y arreglada por Raúl Chagoyán, será reinterpretada por Emiliano Tello y Elsa Monroy, recién egresados de la Escuela Superior de Música, quienes le darán una vuelta actualizada a estas creaciones, manteniendo el carácter alegre y festivo propios de la música original.

Ariel Torres y Luisa Escamilla, bailarines de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea, darán vida a los personajes danzantes de la obra, acercando al público al folclor de nuestra tierra y llevándolos también al bello mundo del ballet.

La Luna y el Dragón ofrecerá funciones del 25 de enero al 2 de febrero de 2020, los sábados y domingos, a las 13:30 y 17:00 h, en el Foro de las Artes del Cenart. La entrada es libre, cupo limitado.

Con información de la Secretaría de Cultura

Si yo le hubiera dicho…

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Los últimos meses la acompañan ataques de pánico e ideas suicidas…

La conocí en el área de urgencias del hospital. La doctora quería asegurarse de que no fuera epilepsia. Taquicardia, sudoración en todo el cuerpo, dolores de cabeza agudos y la reciente pérdida de conciencia, convencieron a Lili, de tan sólo doce años, de que se iba a morir. Lloraba, abrazada a su madre. No permitía que la tocaran los médicos.

El área de urgencias no es el mejor lugar para tranquilizar a una niña. En el equipo acordamos darla de alta y verla en el consultorio, fuera del hospital. Resultaría menos amenazante y disminuiría su inquietud. Así que le escribí la siguiente carta invitándole a venir:


Querida Lili:
He pensado mucho en ti en estos días. Me he preguntado cómo estarás con el asunto de la preocupación.
Estar asustada por la angustia no debe resultarte fácil. ¿Te das cuenta de que no todos los niños viven así? ¿Crees que algunos no la sienten NUNCA? Bueno, eso dicen. A TODOS EN ALGÚN MOMENTO NOS ANGUSTIA ALGO.
¿Sabías que una parte del cerebro tiene una alarma que se enciende cuando sientes que hay peligro? Al sonar, nuestro cuerpo reacciona, como ocurre a los animales. Nos manda el mensaje: “defiéndete o corre” y nuestro cuerpo obedece. El corazón se agita, los músculos se ponen tensos y hasta nos puede doler el estómago o vomitamos. Nuestra mente se llena de pensamientos horribles: “¿qué pasa si…?” Luego analizamos si hay peligro de verdad. Si sólo lo imaginamos, la alarma se apaga.
Es útil tener algo de angustia. Avisa si hay peligro para cuidarnos y no meternos en líos. Lo importante es que no se prenda esa alarma todo el tiempo y que sepamos apagarla cuando no sea necesaria.
Probablemente ése es el trabajo que tienes que aprender a hacer. Tienes una cabecita inteligente que funciona como una fábrica de preguntas y va muy rápido.
Lili, no debe ser nada fácil sentirse así todo el tiempo, dejar de hacer lo que quieres porque las preocupaciones abarcan tus pensamientos y tú no puedes hacer nada.
Mencionaste “ansiedad”. Estar asustada de algo que no sabes manejar y te genera preocupaciones. ¿Recuerdas? Me dijiste que era como un monstruo, un dragón que se mete contigo. Puede ser realmente intimidante, porque quiere que te sientas atrapada, y que no seas libre como los otros niños.
Vengo con nuevas ideas, no estás sola Lili, además tus papás y yo somos de tu equipo.
Pronto nos veremos. Saludos.
Fanny.


ataque de ansiedad
Ilustración: Mimi Nizan.

Lili acepta mi invitación: tiene la libertad de escribirme mensajes con el celular cada vez que aparezca el Monstruo.

A ella le encanta vestir overoles de mezclilla, camiseta y tenis de colores luminosos que hacen juego con las ligas que separan su cabellera en dos trenzas tupidas y alborotadas. Su sonrisa franca exhibe sus grandes dientes con brackets, también adornados con ligas de colores. Es una niña chistosa; llena de ingenio y fantasías. Su aspecto alegre no concuerda con su angustiante relato. Es claro que sus días están nublados.

Durante la conversación descubrí que Lili conoce a todos los personajes de las películas infantiles. Recita de memoria los guiones. Le gusta cantar y actuar.

—¡Una actriz! —le dije—. ¡Te sabes las obras que otros escriben con puntos y comas, lo mismo que sus canciones! ¿Has pensado narrar tus propias historias? Las palabras pueden ser divertidas, débiles o intensas y poderosas. Créeme, pueden subir a una persona y hacerla sentir dichosa o bajarla hasta hacerla sentir un gusano.

Después de algunas preguntas inició con su historia. Desde el verano, un chip en la cabeza jalaba al mal humor y a la angustia, cuando aparecieron los pensamientos. Ocurrió semanas después de iniciar el ciclo escolar. Las ideas suicidas invadieron su mente.

Para evitar los cuchillos, dejó de entrar a la cocina de su casa. Por el miedo a tirarse por la ventana, no salía de su cuarto. Inclusive comía en compañía de su madre que le ayudaba a hacer las tareas y esperaba a que se durmiera.

Lili y yo queríamos entender cómo y en qué momento aparecían estas ideas. Después de platicarlo, concluimos que estaban alimentadas por un sinnúmero de películas y pláticas con sus amigas sobre la muerte, los cementerios y las momias.

Las ansiedades fueron cambiando de forma. Iban de las ideas suicidas a la noción  de que era bipolar, término que oyó en la escuela y profundizó en Internet, hasta la sospecha de que era “pan-sexual” por los comentarios de una amiga.

—Me siento atraída por mi amiga y antes los estuve por un niño, eso es ser bisexual. Dicen que son las hormonas, pero que yo recuerde me gusta jugar con niños y niñas desde chiquita.

Ahora insistía en que esta enfermedad era para toda la vida y que nunca más podría ver cuchillos, ventanas abiertas o niñas bisexuales. Se sentía bicho raro en la escuela.

ansiedad y dudas
Ilustración: Dribbble

¿Las cosas volverán a ser como antes?, se preguntaba. Si se trataba de una enfermedad, ¿qué diagnóstico tenía? Todo está cambiando y tengo puras confusiones.

Aprovechando su gusto por la actuación, hicimos el guión de una obra de teatro. Éste era el reparto de personajes:

— El personaje principal: una niña con ansiedad que cada semana tenía una preocupación nueva.
— Ansiedad: atosigadora por naturaleza.
— El coro de amigas: chismosas y bullies.
— Por último, su primo favorito y gran consejero.

Grabamos. Lili, entre risas por su actuación y seriedad por el contenido, transformaba a la niña con ansiedad, a su antojo. Estaba fascinada como escritora y directora de sus palabras. Se mostraba exigente con los personajes:


En el escenario se encuentra la niña, artista principal, rodeada del coro de fieras amigas, coquetas y vestidas al último grito de la moda. Acechan y la obligan a ponerse enormes carteles de madera sobre el cuello con palabras que parecen ser de otro idioma.

Ansiedad:
¿Por qué tienes que cargar nombres que ni entiendes lo que significan?

Coro:
Te llamas Pansexual y no importa que no entiendas. ¡Lo actúas!

Niña:
¿Y qué si no entiendo?

Coro:
No es cosa de entender. Nos dicen qué decir y cómo ser y eso somos.

Ansiedad:
Pero cada semana cambian lo que debemos decir y hacer, yo ya no puedo más. Aunque quiera ser parte, no sé ni por dónde.

Niña:
Eso he hecho. Cantando pedacitos de canciones y de pelis puedo aprender a hacer muchos papeles.

Ansiedad:
¡Me confundo, me asusto, grito, me sudan las manos, me brinca el corazón, no duermo, tengo pesadillas y hasta me desmayo!

Niña:
Cada obra soy yo, mientras la actúo. Después, ¿quién sabe?

Ansiedad:
Cada obra podrías ser tú. Aún mejor, escribirla tú.

Coro:
No podríamos dejar de ver obras y pelis.
No podríamos dejar de hacernos preguntas.
No podríamos dejar de oír a las otras niñas.
¡Estamos atrapadas! ¡Estamos perdidas!

Niña:
No encuentro salida. Por eso me acompaña Ansiedad todos los santos días. Si me dicen que soy tonta, tengo que actuar como tonta. Yo no decido.

Ansiedad:
¡AAAYYYY, NOOOOO! ¿Vas a estar siempre actuando en una obra de teatro o cantando las canciones de moda que te ordenen?

Niña:
Ya seee. Tengo una idea. Ahora puedo hacer lo mismo, pero mejoro mi repertorio, veo mucho teatro y pelis, me vuelvo la directora y productora. Yo escribo las palabras que entiendo y quiero actuar…

Primo:
¿A qué edad eres adulto?

Niña:
A los 25 años.

Primo:
¿Crees entonces que ya tienes la edad para decidir cómo quieres ser?

Niña:
La decisión final la tomo cuando esté grande, no ahorita. ¡Apenas soy una niña! Puedo pensarlo un poquito más.

ansiedades
Ilustración: CargoCollective.

Primo:
A los 12 años, ¿cuál es tu tarea?

Niña:
¿Mi tarea de hoy? Nada, porque no me mandaron. ¡Guau!

Primo:
¡Ya empiezas a bromear! No me refiero a esa tarea.

Niña:
No problem!  No poner letreros de madera en el cuello con sellos de nombres.

Primo:
Sobre todo a ti misma, a esta edad voluble y etérea.

Coro:
¿Por qué no poner etiquetas?

Primo:
Porque no somos personas estáticas, podemos cambiar.

Niña:
Ni siquiera sé qué quiero hacer con mi vida cuando sea grande.

Primo:
¿Y esa idea te sirve o no?

Niña:
Me sirve para recordarme que no hay bueno ni malo. Tienes razón, no somos personas acabadas.

Primo:
¿Cómo?

Niña:
Bueno, hay cosas que desde hoy creo. Soy feminista. No quiero odiar. Soy diferente a esas niñas, pero no es justo que me critiquen, que me excluyan cuando han invitado a todos los del salón.

Primo:
Dame cinco.

Niña:
No soy rara ni bicho. Bueno, no soy fresa como las mala onda. Ellas son populares y las quieren, pero prefiero pensar que, aunque sea diferente, no está tan mal.

Primo:
¿Cómo quieres ser?

Niña:
Las fresas son muy heavy, son de “estereotipos”. Me critican, se burlan de mí. A mí me gusta que me estén consultando. Adoro la ropa de antes: cómoda. Yo no molesto a los que no pueden.

Primo:
Entonces sí sabes qué quieres ser.

Niña:
Todas quieren ser bonitas. Tú sabes, como los famosos. Quieren parecerse a cantantes o modelos. Yo soy yo y me está costando trabajo, me estoy quedando solita. El otro día, en la Feria de Chapultepec, me dio miedo subirme a los juegos, y me abandonaron. Ellas son valientes; yo, todo lo contrario: una ansiosa.

Primo:
Hablemos de valentía. La ansiedad, ¿te mantiene con miedo? Por favor, dibújala.

Niña (mientras la va dibujando):
Se ve intensa. Quiero desaparecerla. Siempre tuve miedo. La rueda de la fortuna va demasiado rápido, sube y baja…

Primo:
A mucha gente le da miedo la feria y siente vértigo. Eso no quiere decir que no sean valientes. ¿Que significa para ti Valentía?

Niña:
Valiente es animarme a decir NO, hacerme preguntas y no asustarme de las respuestas. ¡Animarme a ser diferente!

Primo:
¿Qué le pasa a la ansiedad cuando dices NO?

Niña:
Se me olvida, ya no está.

La obra acaba con la canción de “Hakuna Matata”.


Lili quería presentarla en la escuela. Me preguntó si podría llevársela con todo y sus dibujos.

—Es tuya, puedes escribirla y reescribirla a tu antojo. La diferencia entre los guiones que te sabes de memoria, como las películas que ves, es que no cambian. Tu guión y escenografía sí cambiaron y ahora tienes tu propia conversación. En las obras de teatro y en el día a día se puede improvisar.

Ayer fue la última sesión. Mamá e hija concluyen que la ansiedad trae consigo ideas y preguntas. Es mejor distinguir las que asustan de las que paralizan y provocan síntomas que te afectan. Para las primeras, usarán las estrategias que has aprendido en las sesiones; para las segundas, Lili le pedirá ayuda a su madre.

Mamá y ella van a alimentar al buen humor y a la ligereza. Lo harán con bromas y risas, que ya Lili usaba como parte de su vida. Son eficientes para colocar a la ansiedad en su lugar. Además, cada vez que surjan las críticas y las etiquetas, las dos dirán en voz alta la palabra clave que Lili escogió: “Hakuna Matata”, que las lleva al equilibrio.

hakunamatata
Ilustración: Freepik.

Transcurrieron dos años. Lili regresa, ya sin brackets. Sus colores típicos han cambiado, lo recuerda y se ríe.

—Sufrí mucho —afirma—, pero todo eso quedó atrás. Vengo a decirte que no soy lesbiana. Ahora quisiera averiguar, ¿cómo ser femenina? De nuevo tengo preguntas, aunque ya no me brinca hasta el tope la ansiedad.

Emprendemos el camino de lo femenino con curiosidad.

—Me gusta ser brava, pintarme los ojos de negro y rojo…

Comprendo el peligro de estancarnos en un diagnóstico. El dictamen reforzaría los nombres que ella utilizaba para estimular su ansiedad.

Catalogar su sexualidad, el tipo de ansiedad o el carácter de Lili podría perjudicar su libertad de cuestionarse y elegir. Convencidas, concluimos que las etiquetas y los diagnósticos no son la respuesta.


Preguntas narrativas:

¿A quién le otorgas el poder de poner etiquetas o calificativos que hablen de ti?
¿Alguna vez te han colgado un cartel que diga quién eres o cómo eres, sin tu permiso?
¿Tuviste algún efecto positivo o negativo en tu vida por nombres o calificaciones impuestos por ti o por otros?
¿Alguna vez te han hecho descripciones (opiniones, juicios, alabanzas o críticas) que han contribuido a tu crecimiento y a sentirte mejor persona? ¿Qué trascendencia tuvieron en tu vida?
¿Por qué crees que la terapeuta y Lili llegaron a la conclusión de que las etiquetas no tienen la respuesta? ¿Tú estarías de acuerdo con ellas o no?
¿Qué estrategias usas para distinguir entre ideas y preguntas?
¿Eliges aquellas que contribuyen a tu crecimiento o aquellas que te paralizan y provocan síntomas?


Si tienes algún comentario, duda, o quieres compartir tu historia, escríbeme a: fanny.sonabendw@gmail.com