El Difunto Señor Henry Moss pega fuerte y tupido. Sam Shepard tiene la visión de hacer algo tan local algo universal.
Sam Shepard lo vuelve a hacer con El Difunto Señor Henry Moss. Cuando creemos que sus personajes están a punto de llegar donde queremos que lleguen cambia la jugada para nosotros caer en un lugar oscuro y aterrador. Es una trampa literaria de experto, una trampa teatral quirúrgica. Por eso no se puede ser más certero al montar este texto en el Teatro Milán.
Escribir para cine ha convertido a Shepard en un escritor que reconoce las necesidades de lectura e interpretación de las audiencias contemporáneas. Su dramaturgia es directa, reconocible y emocionante. Los sorpresivos finales son su especialidad para dejar al descubierto sus obsesiones: conflictos filiales.
El Señor Moss, Henry, es un alcohólico de un pueblo miserable de Estados Unidos que desde la primera escena lo sabemos muerto. Llegan sus dos hijos, Elliot y Ray, Caín y Abel extraídos de una película de Clint Eastwood, para dar sepultura al padre e, irónicamente, revivir el tormento de lidiar con él.
Aquí empieza la trampa: todas las señales de Shepard parecieran recordarnos un thriller policíaco al tratar de explicar por qué este señor se murió. Los personajes son las migajas de Hansel: un taxista lo llevó a la casa en su última noche, la amante ha desaparecido, el vecino es sospechoso por una extraña bondad.
El Difunto Señor Henry Moss es como escuchar en vivo una canción de Willie Nelson interpretada por el mismísimo Willie Nelson. En un bar pueblerino, en plena madrugada, cuando el alcohol amargó al ambiente y cantante. En realidad el montaje no es un thriller policíaco: el primer, segundo, tercer cambio de dirección aparecen a los quince minutos para estar frente a una pieza entonada en comedia.
Tratar de tener certezas sobre cómo murió el padre simboliza en qué momento sus hijos lo declararon muerto antes de morir. ¿En qué momento la relación se echó a perder? ¿En qué momento se dejaron de pensar y sentir? Shepard tiene clara la premisa: no se puede empezar desde cero; siempre habrá una grieta, una cicatriz, un dolor en cada nuevo comienzo.
La obra me dejó un sabor amargo. Dije que es como una canción de Willie Nelson cuando le viene la cruda pero es totalmente reconocible para la doble moral mexicana. Puede ser un “Piporro” mala-copa. Me dolió tanto ver dopados a los hijos para vivir la cotidianidad, tan incapaces de reconocer dónde les duele, tan huérfanos toda su vida.
Otto Minera, el director, propone un montaje con varios recursos cinematográficos: las transiciones de escenas, la plástica figurativa e intercortes que dependen de ambientes. La actoralidad es congruente con el espíritu del texto, sin embargo, hay un problema de ritmo en la primera parte de la obra. Esto afecta el interés inicial del público y las referencias detectivescas al protagonista.
No funcionan varios trazos escénicos: cuando Minera coloca a un personaje como testigo-público de la acción resulta irrelevante para el cuadro visual o, por otro lado, cuando Henry Moss es una especie de alma en pena que deambula en su casa. Uno de los triunfos de este montaje radica en las cadenas de movimiento y la composición de la escena cuando está todo el elenco. Se forman imágenes interesantes.
Arturo Ríos como el Señor Moss convence y conmueve: este actor confirma por qué es uno de los mejores de este país. Ernesto Godoy y Sebastián Moncayo, como los hermanos, tienen complicidad y sincronía energética. ¡Qué revelación ver a Gabriela Zamora fuera de la televisión!; su trabajo es impecable. Todo el ensamble sostiene el montaje de una forma efectiva y me da la impresión de verlos gozar sobre el escenario.
El Difunto Señor Henry Moss pega fuerte y tupido. Sam Shepard tiene la visión de hacer algo tan local algo universal. El montaje mexicano le hace justicia a cada una de sus palabras y hace una experiencia vibrante para el público.
Traspunte
¿Quién será el responsable del Cine Ópera?¿Dónde quedaron esos planes de convertirlo en teatro?
El Difunto Señor Henry Moss
De: Sam Shepard
Dirección: Otto Minera
Teatro Milán (Lucerna 64, esquina Milán, Colonia Juárez)
Viernes 19:00 y 21:15 hrs., sábados 18:00 y 20:15 hrs.,domingos 17:00 y 19:15 hrs.