Científica busca conservar y catalogar el olor de artículos y lugares antiguos

Las maneras más comunes para registrar acontecimientos es utilizando métodos visuales, auditivos o didácticos , ahora una estudiante de posgrado de la Universidad de Londres busca también preservar los olores característicos de esos elementos, informó CNN.

Cecilia Bembire investiga, analiza y almacena los aromas que pertenecen a otros tiempos. A través de una combinación de la química analítica y un dispositivo llamado “nariz electrónica”, que detecta los olores y sabores, Bembibre trabaja en viejos edificios históricos y lugares buscando preservar los olores característico de estos sitios.

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“En primer lugar, es necesario capturar el olor que se desea mantener, por ejemplo, un antiguo libro o de una antigua iglesia. A continuación, estos aromas se someten a un análisis químico, y los investigadores son capaces de identificar uno por uno, los compuestos responsables del aroma en cuestión.”, comentó Bembibre.

“Al final, tenemos una especie de electrocardiograma. Es como tener una receta, y tal vez en 100 años, alguien que desee reproducir ese olor, solo tendría que  mirar la receta”, explicó.

Si el deseo es catalogar y estudiar el olor de un objeto, la técnica utilizada se llama “espacio de cabeza” y consiste en colocar el objeto en una bolsa limpia con una válvula. El objetivo es sellar dentro del contenedor, los componentes orgánicos volátiles que proporcionan sabor a las cosas. A continuación, una fibra de carbono absorbente se coloca dentro del recipiente para capturar los componentes volátiles.

“Oler nos ayuda a conectarnos con la historia de una manera más humana”, aseguró la investigadora quien actualmente se encuentra registrando los olores de lugares históricos y objetos alrededor de Inglaterra, en busca de sitios que sean de gran importancia cultural y  que estén fuertemente perfumados.

Uno de los olores que ha obtenido la científica es el de un viejo libro, el cual se compone sobre todo de productos químicos como el ácido acético, que huele a vinagre; furfural benzaldehído; vainillina y hexanol, que ha sido comparado con el césped recién cortado.

En conjunto, estos productos químicos, muchos de los cuales son un producto de la descomposición celular, crean lo que relacionamos con el olor a un libro viejo. “Es un olor que apreciamos, pero también es el olor de los libros que mueren”, señaló Bembibre.

 

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