La feria de San Marcos

En el avión de regreso a la ciudad de México, después de vivir un fin de semana largo en Aguascalientes, casualmente me tocó de compañero de asiento un panameño, tocayo de mi primer nombre quién me comentó que regresaba a su país muy contento por haber venido a México por primera vez a la Feria de San Marcos. Luis es una persona tal vez de 30 años y abogado de profesión, quién fue inducido al toreo por su señor padre que no pudo acudir, pero me comenta que ambos no se pierden el aniversario de la Plaza México el 5 de febrero y dice que ahora ya se agendará con su padre, la siguiente feria en Aguascalientes.

Le comenté que San Marcos ya tiene casi dos siglos de celebrarse durante el mes de abril y el a su vez me contestó que escogió la fecha del 25 de abril de 2014, al ser un gran admirador de Pablo Hermoso de Mendoza, a quién éste año tuvo oportunidad de ver en Colombia y lo sigue también en España. Usó la expresión que la feria en conjunto, le pareció chévere y que no se imaginó que en los cuatro o cinco días que estuvo entre nosotros, iba a regresar tan refrescado en su afición taurina, prohibida en su país desde hace varios años.

Lo cual demuestra lo atractivo que es el evento anual para el turismo nacional e internacional, en el marco de las celebraciones del apóstol, en la querida capital del estado del mismo nombre. En su renglón taurino, con corridas de toros y novilladas de postín, además de presentaciones de libros como los de El Zotoluco y de José Tomás, que tuvieron como marco, el gobierno municipal y el estatal respectivamente.

Me platicó Luis que la tarde de presentación del rejoneador navarro, se llevó la grata sorpresa de un torero con gran proyección artística como lo es Juan Pablo Sánchez, del que lamentamos que en su segundo astado la suerte suprema no le fuera favorable, para perder trofeos que con su buen quehacer taurino ya había conseguido.

Me preguntó del porqué del hostigamiento contra Morante de la Puebla, el sábado 26 de abril y lo que atiné a decirle, fue que a veces el público con toreros de la talla del andaluz, distinto, único e irrepetible, suelen presionarlos para provocar las gotas de arte, que sólo nos fue posible disfrutar con un bellísimo trincherazo, así como dos o tres naturales de cromo, en el primero de la ganadería de Begoña. Luego abrumado por las pocas posibilidades que le prestó su lote, se fue hundiendo y pensando seguramente en su próxima actuación en Aguascalientes, la del 2 de mayo en la que esperemos se conjunten las coordenadas, para verle en la plenitud de la que es capaz cuando los duendes, su técnica y valor, se reúnen en su toreo nostálgico.

Sabe mi recién conocido panameño el momento tan importante de cambio que vive el toreo de México y gustó de la actitud decidida de Arturo Saldívar el domingo 27 de abril con los toros de Begoña y San Miguel de Mimiahuapám, comenté que él y Diego Silveti, tuvieron su última actuación en México antes de su partida a España para tardes muy trascendentales en sus carreras taurinas.

Por mi parte, le referí que en mi opinión la actuación de Diego fue opaca, primero por qué al toro de Begoña de buen estilo me pareció que fue excesivo el castigo en varas para el de San Miguel de Mimiahuapám y las protestas contra David Vázquez picador de su cuadrilla, finalmente fueron contra el matador, al no evitar el castigo exagerado y posteriormente, con el sexto de la corrida de Begoña, un astado con mucha fijeza y acometividad en la embestida, de muy buen estilo, dio la impresión Diego de no aprovecharlo del todo, para que al unísono el público se pusiera a favor del toro guanajuatense que recibiría los honores del arrastre lento y los aplausos. Para Diego como colofón, hubo silbidos, una mala tarde y nada de qué preocuparse, por supuesto.

Alejandro Talavante disfruta sus actuaciones en México y es notoria la comunicación que guarda con el público mexicano ávido de reconocer su concepto que le valió para ser el triunfador de la tarde del domingo 27 de abril recibiendo una oreja de toro noble de Begoña, al que de muleta toreó con preciosismo particularmente por el lado izquierdo.

Las crónicas puntuales lo relatan con su estilo y de manera más detallada, pero coincido en que Joselito Adame se encarama en las alturas por su gran convicción de ser figura del toreo, ya había triunfado el 24 de abril. El 26 del mismo mes tuvo una actuación rotunda en la que si se me permite observaría por si le es útil , que tuviera un poco más más de reposo para darle más extensión a las embestida de los toros, aunque el valor sereno que posee, es lo que provoca los gritos de reconocimiento de ¡Torero, torero! Y él sabrá mejor que cualquiera, su propuesta de tauromaquia, tal vez con el tiempo tome la solera del reposo para aderezar su repertorio de capote y muleta, con la espada es un gran estoqueador, es torero muy completo.

Y así marcha la feria de San Marcos en Aguascalientes a la cual todavía afortunadamente le falta por escribir muchos capítulos y a mí recién conocido panameño, le deseo haya arribado con bien a su bello país canalero, cinturón de América, en su istmo.

 Espectáculo o cultura. Ser o no ser. He ahí la cuestión. El mundo de los toros asiste con enorme interés a un intenso debate que pretende elevar el espectáculo a la categoría de bien cultural. Espera que una nueva ley blinde la fiesta y la aísle de pretensiones abolicionistas; pero no olvida que el proceso será largo, sinuoso, complejo y de imprevisibles consecuencias jurídicas y políticas. Además, sea cual sea el final del proceso abierto, nadie duda de que, por encima de dificultosos acuerdos parlamentarios, la fiesta depende, hoy, más que nunca, de su propia capacidad para recuperar la emoción perdida y la vuelta de miles de aficionados que han huido de las plazas empujados por el aburrimiento y la sospecha de fraude.

El escenario actual está plagado de protagonistas: el Tribunal Constitucional deberá decidir sobre el recurso de inconstitucionalidad que presentó el PP contra la prohibición del Parlamento de Cataluña; el Parlamento nacional ha iniciado la tramitación de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para la regulación de la fiesta como Bien de Interés Cultural; y el Ministerio de Cultura se dispone a diseñar un Plan Nacional de Fomento y Protección de la Tauromaquia a raíz del documento elaborado por una comisión de expertos, que propone la aprobación de una nueva ley taurina que reconozca la fiesta como parte del patrimonio cultural. También se hacen un hueco los partidos: el PP, a favor de la fiesta; los nacionalistas y la izquierda, en contra, y el PSOE, ni fu ni fa (’los toros están bien como están’); y quedan los taurinos, gratamente sorprendidos ante la intensidad del debate en su papel de testigos mudos e inoperantes, más preocupados por sus intereses particulares que por devolver a la fiesta la pasión olvidada.

En plena crisis, el precio de las entradas para la próxima Feria de Abril de Sevilla ha subido un 3%.

Antes de que se atisbe el final de la larga polémica, surgen algunas preguntas: ¿la declaración de BIC será la salvación de la fiesta? ¿Volverán las corridas a Cataluña en el caso de que el TC acepte el recurso del PP? ¿Qué efectos tendría esa ley que proponen los expertos de Cultura?

Se habla hasta la saciedad de blindaje de la fiesta, que nada ni nadie podría prohibirla en el futuro, que las competencias que ahora están en manos de las Comunidades Autónomas volverían al Estado, que fomentaría y protegería la tauromaquia como valor cultural; en cambio, se habla, pero menos, de que se ha iniciado un complejísimo proceso jurídico y político que no garantiza que el debate abierto derive finalmente en una inyección de vida para la fiesta. La discusión está preñada de buenas intenciones, pero la realidad es implacable. Que los toros sean declarados BIC provocaría una cascada de recursos de inconstitucionalidad por parte de las CCAA; el TC podrá dictar que los toros no están prohibidos en Cataluña, lo que no significa que se vuelva a abrir la Monumental de Barcelona; y Cultura –o quizá, el propio Gobierno– se ha metido en un callejón de difícil salida política con dos proposiciones de ley –la de la ILP y la de la comisión de expertos– sobre un mismo y espinoso asunto.

José Tomás, en una corrida en Madrid en 2008. / Marisa Flórez
José Tomás, en una corrida en Madrid en 2008. / Marisa Flórez

Pero queda lo más importante: al tiempo que jueces, parlamentarios y el Gobierno reflexionan sobre el encaje legislativo de la fiesta, esta sigue adelante con su crisis de identidad, sus achaques y su incardinación en la sociedad española. ¿Interesan o no los toros? ¿La grave situación actual es solo a causa de la crisis económica o, también, porque la fiesta importa cada vez menos, arrastrada por la indiferencia de muchos, el feroz antitaurinismo de unos pocos, toros descastados y enfermizos, toreros acomodaticios y mecánicos y taurinos rancios y arribistas? ¿Importa a alguien la destaurinización reinante en este país?

No se olvide que la ILP no la promovieron los profesionales del toreo, sino un pequeño grupo de aficionados de Cataluña, una comunidad donde el toreo es casi una evocación del pasado. La ILP no nace para actualizar y modernizar la fiesta, sino como un escudo frente a los ataques antitaurinos. Hay quien defiende, incluso, que la prohibición catalana ha servido de catarsis para un sector obsoleto, pero aún está por ver que toreros, empresarios y ganaderos lideren un movimiento que pretenda revolucionar el mundo de los toros y situarlo en el siglo XXI. ¿Alguien conoce alguna propuesta para la temporada que acaba de comenzar? ¿Alguna comisión está estudiando cómo resucitar el toro de lidia, el protagonista agonizante de esta historia? ¿Qué hacen unos y otros para que el público acuda las plazas? Ahí va un botón: en plena crisis económica, el precio de las entradas para la próxima Feria de Abril de Sevilla ha subido una media del 3%.

La ILP no nace para modernizar la fiesta, sino como un escudo frente a los ataques antitaurinos

Eso sí, el maná de la cultura parece que nos salvará a todos. Sería bueno que la tauromaquia fuera declarada Bien de Interés Cultural, y magnífico que el TC suspendiera la prohibición catalana. Pero sería mucho más esperanzador que la fiesta de los toros alcanzara el esplendor de antaño, que volvieran las tardes de gloria, que naciera de nuevo el toro bravo, fiero y noble, que surgieran héroes artistas, y que la emoción indescriptible que da sentido a esta fiesta volviera a sentirse en todo su esplendor. Y todo ello para evitar que se produzca la temible paradoja de que mientras la tauromaquia es elevada a los altares de la cultura, el espectáculo se hunda sin remisión ante el hartazgo y la indiferencia de quienes un día disfrutaron con él.

El verdadero y más grave problema de los toros es su supervivencia. De poco valdrá que sean algo más, mucho más, que un espectáculo si dejan de interesar por falta de autenticidad. Y hoy corren el serio peligro de convertirse solo en un producto cultural, inmaterial y artístico, cuidado, mimado, protegido y fomentado como reliquia de una manifestación que antaño fue protagonista indiscutible de una forma de ser de un pueblo.

Cultura y espectáculo. Ser o no ser. He ahí la cuestión.

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