Conmemoración del Movimiento Estudiantil del 68

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Estamos a sólo unos días de que se cumplan 50 años del momento de mayor represión sobre el Movimiento Estudiantil de 1968. El 2 de octubre sucedió la matanza de Tlatelolco y aunque el movimiento es mucho más que los hechos trágicos sucedidos esa tarde-noche, cada año, en esa fecha, durante todos estos años se han llevado a cabo diversos fenómenos conmemorativos. Por cierto, desde hace tiempo las reminiscencias poco han tenido que ver con el espíritu del movimiento.

Ya hemos visto diversos acontecimientos que recuerdan los hechos, resaltaré uno, muy destacado y quizá inesperado, el acuerdo de la Cámara de Diputados para inscribir en el Muro de Honor del Congreso: Movimiento Estudiantil de 1968. No hay duda de que la inscripción tiene mucha importancia y refleja la necesidad de que, por una parte, se haga justicia a un fenómeno social que tuvo gran relevancia y del que se han desencadenado enormes cambios sociales y políticos; por otro lado, me parece que busca o significa un lazo de reconciliación ante los fenómenos brutales de represión que sufrieron muchos de los miembros del movimiento y propiamente la movilización en sí. Es probable que para que esto sucediera haya influido que algunos miembros del Congreso fueron destacados participantes del movimiento, como Pablo Gómez. De cualquier forma, es una magnífica y sensible acción del Poder Legislativo y quizá de todo el Estado.

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Marcha del 68.

Han sucedido algunos otros hechos, quizá menos destacados, pero creo que no menos importantes; por ejemplo, la magnífica exposición fotográfica que se ha instalado sobre Reforma, en las rejas de Chapultepec, que muestra diversas fotografías con una selección de imágenes muy conocidas y otras no tanto que consiguen exponer el movimiento de manera, quizá no podamos decir bella, porque todas son muy dramáticas, pero sí muy clara. Me parece que, con esto, el gobierno de la Ciudad de México reconoce la existencia y la importancia del movimiento. En otro hecho más, quizá lo que aconteció recientemente en la UNAM haya tenido algo que ver con las fechas, cuando menos podría pensarse que buscaron aprovecharlas para otros fines. Desde luego, es muy satisfactorio ver que los sucesos han sido contenidos y los problemas que se desencadenaron fueron solucionados. Como comentaba al principio, acontecimientos como éste no forman parte del espíritu del 68, en el movimiento no había porros y menos porros contra estudiantes.

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Fotografía del 2 de octubre de 1968, Tlatelolco.

Esperemos que los demás eventos sucedan en un marco de civilidad, para destacar la trascendencia del movimiento, recordar los hechos trágicos y los logros del fenómeno social, que fueron muchos e importantes.

Quizá el mejor homenaje que podemos hacer es dedicarnos, tanto a nivel individual, grupal y como sociedad, a entender mejor lo que se desprendió del 68. Tanto los que estábamos presentes durante el acontecimiento, los que, de alguna manera, participamos en los sucesos, como los miembros de generaciones posteriores, quizá no hemos podido comprender a cabalidad las entrañas profundas de lo que se gestó. A mí, conforme ha pasado el tiempo, me va quedando menos claro cómo pudo extenderse tanto el Movimiento Estudiantil. Es cierto que se vivía una época sui generis en la que la rebeldía de los jóvenes marcaba muchos espacios sociales y que el mayo de 68 en París tuvo una repercusión enorme, fue todo un fenómeno social y también cultural que se extendió rápidamente. La Primavera de Praga, la cual inició como un periodo de apertura política y social, terminó abruptamente en agosto con una invasión de las tropas del Pacto de Varsovia que se prolongó hasta el final de la URSS, sometiendo a Checoslovaquia al régimen soviético.

Pero en México, todo se inició por un conflicto entre dos escuelas de enseñanza media superior, que en lugar de haberlo solucionado de manera inteligente o, en todo caso, haberlo dejado pasar, se suprimió de manera violenta, lo que curiosamente, conjuntó en una lucha común a los grupos que habían empezado siendo contrincantes, pero no sólo a ellos, sino también a muchos otros grupos estudiantiles; al poco tiempo, una gran cantidad de estudiantes de diferentes escuelas y universidades se habían agregado y la represión siguió incrementándose. Cuando el número de participantes ya era enorme y la represión fue tremenda e inusitada, el movimiento que surgió, cuando menos aparentemente sin rumbo fijo, adquirió una importancia trascendental con el llamado Pliego Petitorio, que no era más que una solicitud de acabar con la represión, como si todo hubiera sucedido debido a los actos represivos, y como si estos hubieran sido el combustible que encendió la respuesta estudiantil, pero también la argamasa que fundió a los grupos estudiantiles en la lucha.

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En un principio, un grupo, fundamentalmente local (aunque hay opiniones diversas) de estudiantes poblanos, participó marginalmente. Pero, ¿cómo creció tan rápidamente? Muchas versiones han corrido, aunque conforme han pasado los años, fue quedando claro que no se obtuvo apoyo del extranjero, la URSS y Cuba se mantuvieron al margen, el pequeño, pero representativo Partido Comunista Mexicano, no parece haber marchado junto al movimiento, tampoco las también pequeñas organizaciones campesinas y obreras disidentes. Cómo un fenómeno así creció de esta manera alrededor de unos cuantos líderes llama muchísimo la atención. Todo por un gravísimo error de apreciación gubernamental que, ante el empuje de un grupo de estudiantes, se erigió como defensor de la patria por verla en riesgo de sucumbir.

La industria editorial siempre llega un poco tarde o cuando menos muy justa a la conmemoración de este tipo de acontecimientos. En las últimas semanas, o incluso días apenas, han ido apareciendo libros al respecto, algunos son reediciones de obras ya conocidas, otros son aportaciones valiosas para el conocimiento y el análisis del movimiento. Quiero recomendar especialmente dos de ellos, ambos nos abren panoramas novedosos, diferentes de un fenómeno que cumple 50 años. Se trata de El 68. Los estudiantes, el presidente y la CIA, de Sergio Aguayo y Adiós al 68, de Joel Ortega. Ambos autores fueron participantes del movimiento, lo conocieron desde dentro, lo han seguido estudiando y publicando previamente obras al respecto. El camino después del 68 que uno y otro han seguido es muy diferente, Aguayo ha sido absolutamente académico, mientras que Ortega más apegado a la vida cotidiana, sin embargo, los dos tienen muy claras las situaciones de aquél entonces y lo que continuó.

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Portada del libro “El 68, los estudiantes, el presidente y la CIA” (Foto: Gandhi).

En uno de los libros se nos detalla la participación de un grupo cercano a Díaz Ordaz, previniéndole de los peligros extremos que el movimiento significaba, así como de la necesidad de acabar con éste  y con la mayoría de sus participantes o, cuando menos, los más destacados. Se narra cómo los asesores más cercanos, el secretario de Gobernación, Luis Echeverría, el jefe del Estado Mayor, el general Luis Gutiérrez Oropeza, y  Fernando Gutiérrez Barrios, quizá el más cercano e influyente, intentaban por todos los medios que la estructura gubernamental acabara con el levantamiento estudiantil; también, apoyándose en muchos datos, nos hace saber de la influencia estadounidense en el sentido de que por esas fechas en Estados Unidos transcurría un furor anticomunista, obligándoles a acciones locales e internacionales, mismas que en ocasiones resultaron, además de fracasadas, cruentas.

El otro libro nos describe paso a paso el transcurso del movimiento, destaca la participación de los líderes, defendiendo a algunos de manera sustentada y criticando a otros, también con datos firmes. Ambos textos destacan la participación del general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional, explican su participación, así como la del grueso del Ejército Mexicano y atribuyen las sórdidas acciones represivas a grupos puntuales, algunas del propio ejército.

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Portada del libro “Adiós al 68” (Foto: Porrúa).

En fin, el hecho fue tan complejo e importante que no dejamos de aprender y sorprendernos, siempre dentro del marco de reconocimiento a un fenómeno que cambió la vida política y social en México. La desaparición del delito de disolución social, la contención, indudable, que las fuerzas del orden tienen al manejar diversas situaciones (excepción hecha el mes julio del 71 y alguna otra, que son coletazos del dinosaurio), la posibilidad de manifestarse y una nueva dinámica en las instituciones de educación superior son logros indudables del 68, quizá hay que seguir construyendo.

Cada vez que tengo ocasión recomiendo la lectura de La plaza de Luis Spota, una gran novela que dentro de la ficción relata el final del movimiento y el principio de la guerrilla urbana, larga y cruenta, aunque no tan difundida ni conocida. Esta obra fue criticada por los autores iniciales del 68, Luis Spota nunca tuvo éxito entre sus colegas, pero sí con los lectores, y creo que lo sigue teniendo, la primera edición tuvo que ser retirada y publicada nuevamente extrayendo frases, pasajes e incluso eslóganes que sus críticos se atribuían.

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Portada del libro “La Plaza” (Foto: Goodreads).

Lecturas recomendadas:

Sergio Aguayo. El 68. Los estudiantes, el presidente y la CIA. Ideas y Palabras, S.A. de C.V. México. 2018.

Joel Ortega Juárez. Adiós al 68. Grijalbo. México. 2018.

Luis Spota. La plaza. Joaquín Mortiz. 1972.

Luis Spota. La plaza. Grijalbo. 1995.

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Rosa Lilia Ortiz Villarreal

Me parece muy bien artículo este y agradezco la referencia de los libros.Como se dice cada año”el 2 de octubre no se olvida” y así debe ser, es una parte sangrienta de ka historia de este país.

Ricarfo juarez ocaña

Gracias por esta entrega Dr Ramiro muy interesante, no deja de sorprender que un movimiento que no logro entender por qué se salió de control del gobierno, recién me encontré con un colega que participó en el movimiento y que fue hecho preso por cuatro meses.
Solo parece un acontecimiento que desencadenó en tragedia por la falta de inteligencia emocional de los actores del gobierno de entonces

Arturo Bedoya

Le agradezco mucho la claridad que logra en la explicación de un suceso tan importante, que es continuamente es “citado” por diversos actores, pero a la vez es muy poco comprendido en sus orígenes, importancia temporal por supuesto en sus repercusiones hasta nuestros días.

Cruz

Excelente recomendación Dr Ramiro. Tratare de conseguir el de Libro de Spota. Cómo siempre, trata usted temas de amplio interés de manera muy clara

Martin

Un puntual recordatorio del problema psicologico que genera en los humanos las delicias del poder y establece la gran diferencia entre ser un jefe de estado y un lider

Marcela Braun

Gracias Dr Ramiro, me gustan mucho su opinión sensata.
Saludos

Ulises J. C. Magaña

Lo felicito y agradezco por tan puntual artículo Dr. Ramiro. Un suceso que debemos tener siempre presente el pueblo mexicano. Trataré de conseguir los libros que nos recomienda. Saludos.

Juan Carlos Arguelles Ximenez

Excelente articulo Doctor y muchas gracias por las recomendaciones.

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