No cabe duda que nadie quiere un México polarizado. Sin embargo, día a día se fortalece la separación entre los mexicanos. ¿Qué está sucediendo?
Quien dijo alguna vez que de futbol, política y religión no se habla, tenía una clara idea del resultado. Para el ser humano competir por el saber se ha vuelto el ego de todos los días. Que no nos digan que alguien piensa lo contrario a nosotros porque se termina en una desagradable discusión. En ocasiones, termina con una separación total o distanciamiento de la otra persona o grupo de personas, sin importar nada más que las ganas de tener la razón. Ese orgullo se encuentra en el punto más alejado de un estado de consciencia, por lo que se convierte en la barrera para coincidir en algo de forma colectiva.
Estamos pasando por transiciones importantes en nuestro país y en el mundo que nos mueven emocionalmente. Gracias a la tecnología, las discusiones más fuertes se hacen en su mayoría virtualmente, donde se permite expresar libremente las emociones y en la que, en la mayoría de los casos, son disparadas por nuestro inconsciente.
Un evento importante en México y que nos distrae ahora es el de la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia. Sin duda esta nueva etapa desde la izquierda para México polariza a los mexicanos y es por ello que propongo observarlo a partir de la autoreferencia para no entrar en juicios que muevan a uno u otro bando. Mi objetivo no es el de dar razón a nadie, sino simplemente abrir un espacio de posibilidades nuevo que nos permita actuar conscientemente.
Uno de los conflictos que se ha establecido como paradigma por la forma en que se radicaliza este evento, es que los bandos se dividen entre pobres y ricos, o entre cultos e incultos. Eso de entrada va creando la percepción de la realidad. Es por ello que polarizar con creer que todo está bien o todo está mal, no funciona y no le da un sentido a México. Nuestro país no requiere de un presidente para cambiarlo, sino de toda una nación bajo un propósito común que nos permita sacar lo que sí somos desde nuestros potenciales.
Los ciudadanos podemos jugar un rol importante si nos ponemos en acción. No se trata de revirar ante decisiones sino de participar para ayudar a tomarlas. Si creemos que los que llegan “no saben que no saben”, entonces hay que sumarle sabiduría en vez de ataques, o si creemos que lo saben todo, entonces sumarle algo de duda para asegurar que tienen el apoyo necesario para lograrlo. No se trata de estar de acuerdo en todo, más bien ayudar a fundamentar para tomar la mejor decisión.
Todas las historias que nos hemos contado de lo que sucederá después del 1º de diciembre del 2018, han sido creadas desde el miedo o desde el orgullo de creerlo todo ciegamente. Son simples ilusiones que representan sólo unas cuantas de las muchas posibilidades que pueden suceder, pero ahí nos estancamos en nuestra pelea desde el ego.
Lo que hay que hacer consciente es que la realidad se construye entre todos y toma mucha fuerza cuando es derivada del miedo. Si muchos siguen teniendo miedo y creando miedo, pues miedo será lo que nos traerá la realidad. Nuestro inconsciente colectivo está creando las historias del futuro desde las historias que hoy nos contamos.
Se vale no entender lo que pueda suceder, inclusive sentir que vamos a la deriva. Se vale sentirse en incoherencia con lo que pasa, pero es importante estar abierto a escuchar. Lo que no ayuda es seguir separándonos pensando que teniendo la razón es que vamos a cambiar a México. Estar polarizado no nos permite ser escuchados y mucho menos observar todas las posibilidades para impulsar la mejor.
Claro que viene un cambio, ya que eso es lo que hemos estado solicitando desde nuestro inconsciente colectivo. Hoy que lo tenemos de frente es momento de aceptarlo y empezar a fluir con la realidad que hemos construido. Sólo así se abrirán las posibilidades más allá de lo hoy pensamos que pueda suceder. El resultado final vendrá de saber: ¿qué tan preparados estamos para romper con nuestro “statu quo”?