Contracorriente

¿Quién responde por el crecimiento?

Lectura: 3 minutos

Crecer para distribuir, o distribuir para crecer. La experiencia en países emergentes como el nuestro demuestra que ésa es una disyuntiva falsa; es innegable que el énfasis de las políticas públicas en el crecimiento concentra riqueza y poder en vez de distribuirlos equitativamente. También está probado que las políticas con énfasis en la distribución de ingresos no se sostienen sin inversiones de capitales privados que generen crecimiento económico.

Los dueños de tales capitales locales, deciden sus inversiones tomando en cuenta dos factores, principalmente: la demanda del mercado por los bienes o servicios que ofrezcan, en los que puedan ser competitivos, y las coincidencias o discrepancias, y hasta desencuentro que perciban entre las políticas públicas y su propia visión del país.

En Brasil, Ecuador, Bolivia, por citar unos casos, tuvieron gobiernos en la década pasada que siguieron estrategias distributivas y lograron altas tasas de crecimiento, abatir índices de pobreza y elevar los de equidad en los ingresos.

crecimiento en latam
Imagen: e-Radio.

Pudieron hacerlo mientras los mercados externos –el de China en particular– demandaban grandes volúmenes de materias primas que estimularon su crecimiento económico. Al venirse abajo esa demanda externa, los capitales del empresariado local no la compensaron con inversiones para sostener el crecimiento, sino que aprovecharon la caída productiva y de ingresos –y el desencanto social– para deshacerse de esos gobiernos “socialistas”, que sólo eran progresistas.

Le oímos decir al presidente López Obrador en una mañanera de diciembre, que la principal función del gobierno es transferirles dinero a los pobres; así entiende el énfasis de la acción pública, aunque se puede leer en los documentos de la 4T el propósito claro de crecimiento económico a cargo de la iniciativa privada.

Pero al parecer, el empresariado nacional no contempla su propio futuro como promotor del crecimiento económico del país porque no tolera el acotamiento de su influencia política que les ha marcado el gobierno, y por los problemas de tener que competir en los mercados.

En un régimen autoritario como el de los “tigres asiáticos” –Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán–, el gobierno le impuso a los empresarios embrionarios hace más de setenta años, la obligación de seguir invirtiendo a pesar de cualquier dificultad; en países más integrados, las clases medias son las que, con su capacidad de consumo e influencia política, estimulan las inversiones, las nuevas tecnologías y los nuevos productos.

dinero a los pobres
Imagen: Nexos.

En México, ni el gobierno tiene la capacidad para seguir una política autoritaria y forzar al empresariado a invertir en el futuro del país, ni tenemos unas clases medias mayoritarias que pudieran considerarse un gran mercado que además, por la apertura total a las importaciones, prefiere lo hecho en China o cualquier otra parte.

¿Qué nos queda? Que al amparo del T-MEC siga siendo el capital extranjero con sus capacidades tecnológicas, innovación de productos y dominio de mercados el que dinamice productiva y mercantilmente el PIB mexicano, aunque ese PIB genere bajos impuestos y muy escasos empleos, la mayoría en la informalidad y mal pagados.

Un empresariado inteligente vería la conveniencia a largo plazo de contribuir a que madure una mayor equidad social, porque traería consigo una mejor seguridad y paz públicas, y un ambiente de negocios más favorable, pero sus ideólogos y la oposición partidista no tienen más propuesta que descarrilar al gobierno, con la expectativa de recuperar la influencia perdida en las políticas públicas o, dicho en sus palabras, de recuperar la confianza en el gobierno.


También te puede interesar: El problema es económico, social y ético.

El problema es económico, social y ético

Lectura: 3 minutos

El golpe a la economía mundial por la pandemia del Covid-19 hace necesaria la adopción de grandes cambios en política económica; ningún gobierno ha podido evitar un gran número de bancarrotas empresariales usando medidas tradicionales.

Un cambio favorable es una mayor conciencia de que la recuperación exigirá enfrentar el presente y el futuro con ética social y ambiental. Es decir, se requerirán políticas diferentes para romper el círculo vicioso que caracteriza la crisis, formado por una mayor desigualdad, menor productividad, menor demanda y, consecuentemente, menores inversiones productivas, menos empleos y sí, efectivamente, mayor desigualdad y menor demanda.

Ese círculo perverso es económico, social, y obliga a revisar la forma en que las decisiones de política han cerrado –hasta ahora– las posibilidades de una recuperación con más participantes, más incluyente, más equitativa.

Desde marzo pasado, con la pandemia recién declarada, el Fondo Monetario Internacional (FMI) indujo a los gobiernos a poner en marcha programas de apoyo fiscal y monetario para salvar empresas y familias; casi todos lo hicieron, con resultados dudosos hasta ahora.

economia en problemas
Imagen: Milenio.

Al gobierno de México se le critica porque sólo destinó a programas de salvamento el 1 por ciento del PIB; a pesar de ello, según el propio FMI, el PIB mexicano caerá 9% este 2020, igual que otras economías que gastaron y se endeudaron mucho más.

España es un gran ejemplo de la urgencia de cambiar diagnósticos y políticas; dedicó en marzo 100,000 millones de euros al otorgamiento de garantías para facilitarle a las empresas la obtención de créditos y que pudieran seguir trabajando, pero sin demanda las empresas no invierten y hasta reducen su producción, lo que hundirá el PIB español 12.8% este 2020.

En 2021 veremos si la opulencia española y la austeridad mexicana tienen efectos diferentes; las estimaciones del FMI son que la economía ibérica tendrá un repunte superior a 7% mientras que la mexicana quedará en la mitad, 3.5%.

Se ha criticado que el gobierno de México vaya a contracorriente del resto del mundo y le reclaman que siga una política desarrollista, sin consideración de la desigualdad en ingresos como primera causa del agotamiento del modelo neoliberal y de la crisis que hay que superar; el desarrollismo –política industrial, inversión pública, financiamiento accesible y demás–, sería necesario, pero después de destrabar la brutal concentración de riqueza e ingresos y detener la caída de la demanda.

Se requieren nuevos paradigmas. El Informe 2020 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) considera la “hiperdesigualdad” como una grave amenaza a la reconstrucción de la economía mundial y como clave para superarla, pone énfasis en aumentar los salarios reales.

economia en crisis
Imagen: Freepik.

Y es que en todo el mundo capitalista, desde Alemania hasta Francia, Estados Unidos y México, la caída de los salarios abatió niveles de vida (y de consumo) en todas partes “producto de cuatro décadas de represión salarial”, dice el informe de la UNCTAD.

El problema es económico y social, pero también ético a la hora de tomar las decisiones de gobierno: la crisis tiene dos componentes caídos: la oferta y la demanda. Las medidas clásicas ponen el énfasis en favorecer las inversiones que generan la oferta, cosa que el neoliberalismo llevó al extremo; el péndulo tiene que ir de regreso para actualizar la responsabilidad del Estado con el bienestar y la seguridad de la sociedad.

El primer paso, una vez superada la pandemia es, como dice la UNCTAD, subir los salarios; esta semana se habló mucho de que los salarios en México son los más bajos, no sólo de la OCDE, sino de casi toda América Latina, y el presidente adelantó que propondrá que el mínimo aumente 15 por ciento en 2021.

Rápidamente, Gustavo de Hoyos, presidente de la Coparmex, espetó que el aumento salarial que propone AMLO, lo pague el gobierno; como si no entendiera que la reanimación de sus negocios depende del fortalecimiento del mercado.

Feliz Navidad y que haya prosperidad en el 2021.


También te puede interesar: Escenarios post pandemia.

Escenarios post pandemia

Lectura: 3 minutos

Víctor L. Urquidi contribuyó a cambios económicos y sociales de México y América Latina durante la segunda mitad del siglo XX; su legado perdura en instituciones como el Banco de México, la Cepal y el Club de Roma. Fue uno de los economistas más destacados del país, comprometido con un desarrollo social, económico y político más equitativo, incluyente y próspero.

Creó instituciones y grupos de reflexión; hace justos cuarenta años, fundó el Centro Tepoztlán, A.C., motivo de celebración por el que la actual directiva, que preside Clara Jusidman, ha organizado un seminario de dos días, que comienza hoy viernes 11 de diciembre, en torno a la crisis del capitalismo liberal, la pandemia y los futuros posibles.

La pandemia ha creado incertidumbres entre los gobiernos y los ciudadanos en todo el mundo, pero también la esperanzadora sensación de que puede ser el inicio de una nueva era. El programa sobre los futuros posibles y alternativas para México del seminario podrá usted seguirlo en @CentroTepoztlan a partir de las 10 de la mañana.

escenario post covid
Imagen: Bisnar Chase.

Los futurólogos acostumbran a plantear tres escenarios posibles: el más probable, el intermedio y el menos probable. La primera conversación será entre Miguel Basañez y Lorenzo Meyer acerca de la situación y el futuro del Estado.

El peor escenario post pandemia, me parece que sería que el mundo regresara a una normalidad en la que el Estado, dominado por intereses de grupos financieros y grandes corporaciones, sea incapaz de frenar la concentración de riqueza y poder, de frenar la destrucción de la naturaleza y, en varios casos, de satisfacer los requisitos de seguridad y bienestar más elementales para la convivencia social.

Esa incapacidad, muy difundida en América y Europa, ha erosionado la confianza de la gente en las instituciones como origen de certezas y posibilidades de frenar injusticias y atender necesidades cada vez más elementales. La gente ya no aguantaba la crisis del Estado, y lo ha manifestado en las calles, aunque también cayó en la tentación de elegir figuras de aparente fortaleza y capacidades, como Bolsonaro en Brasil o Trump en Estados Unidos.

El segundo escenario posible es que se moderen la concentración de riqueza y las causas de desequilibrios de la naturaleza, sólo para retrasar sus efectos y conseguir que nada cambie en la dominación del poder económico sobre el poder público.

escenario de la nueva normalidad
Imagen: Mix Interiors.

El tercer escenario es la posibilidad, en ciernes en diversos grupos de investigadores, intelectuales y organizaciones sociales –sobre todo europeos– de modificar la manera de pensar los problemas y soluciones para construir un paradigma de cambio, del que se sabe hacia dónde, pero poco todavía de cómo implantarlo. Lo más claro es que debería ser solidariamente internacional, y cada nación tendría que adecuarlo a su realidad y viabilidad de sus anhelos.

Además del futuro del Estado, Clara Jusidman y Alberto Olvera conversarán sobre los “Retos de la democracia, la participación y la organización” y, en otro panel, Mauricio de María y Campos y Francisco Suárez Dávila hablarán sobre la “Situación y perspectivas del desarrollo económico”.

El sábado, Úrsula Oswald y Julia Carabias expondrán “Los riesgos ambientales de México”, y Claudia Schatan junto con José Ramón López Portillo expondrán “La situación y el futuro de la tecnología”.

Seis temas que han formado parte del quehacer del Centro Tepoztlán a lo largo de cuatro décadas.


También te puede interesar: Los dilemas de un mundo que colapsa.

Los dilemas de un mundo que colapsa

Lectura: 3 minutos

Es el título del conversatorio que sostuvieron en la Feria Internacional de Libro de Guadalajara, Yuval Noah Harari, historiador israelí conocido por libros como 21 lecciones para el Siglo XXI, y Michael Sandel, filósofo político estadounidense, profesor de la Universidad de Harvard que ha publicado, entre otros libros, Lo que el dinero no puede comprar y La tiranía del mérito.

La conversación duró casi dos horas y fue muy rica en conceptos y referencias internacionales, algunas de las cuales las podemos identificar con nuestro caso nacional; pueden encontrarla en Yuval Noah Harari y Michael J. Sandel. Los dilemas de un mundo que colapsa.

El mundo que colapsa, a juicio de ambos pensadores, es el de la democracia occidental; debatieron en torno a la propagación del populismo totalitario y a otras formas de populismo, más favorables al progreso general.

Entre las causas promotoras del populismo autoritario, Sandel planteó que no sólo es la inequidad económica, sino la noción de éxito que hace creer a quienes han llegado a la cima que es por mérito suyo, y a quienes se empobrecen, que sólo pueden culparse a sí mismos.

Si el populismo autoritario es una reacción a la soberbia de las élites que se lo llevan todo y al resto lo ridiculizan por su fracaso, la pregunta es ¿por qué las principales víctimas del populismo de derecha, que son los trabajadores empobrecidos y ofendidos, votan contra la democracia, como ha sucedido en Estados Unidos, Brasil, Hungría, Polonia, Turquía, Israel o Filipinas?

Una explicación posible es que la democracia liberal hace creer en principios como la libertad y la igualdad, sin duda valiosos pero irreales al estar aislados de la equidad en la distribución de la riqueza y de los ingresos; si esa diferencia entre principios y realidad pasa desapercibida en situaciones de auge, las crisis económicas como la actual, hacen que las masas empobrecidas y humilladas se den cuenta de que los principios de la democracia pueden ser seductores, pero no son para todos, y se organizan para protestar.

La explicación que ofreció Sandel fue que los gobiernos nacionales son cada vez menos eficaces frente a la economía global, y también ante su población porque los partidos políticos dejaron de ser organismos representativos de la voluntad popular y se olvidaron de empoderar al pueblo ante la soberbia y el autoritarismo de las élites; los partidos progresistas “dejaron de ser contrapeso a los excesos del capitalismo y de los mercados”.

populismo
Imagen: El Mundo.

La pérdida de identidad nacional es otra causa que va contra la democracia. Dijo Noah Harari que no se puede tener democracia sin un sentido nacionalista: “El nacionalismo permite que te importen no sólo 50 individuos a los que conoces sino que te importen 50 millones de individuos, por los que estás dispuesto a pagar impuestos para que alguien al otro lado del país tenga buen cuidado de salud”.

Si no te sientes que tienes un futuro asegurado con el resto de la gente en tu país, “no hay ninguna razón en el mundo para aceptar el veredicto de elecciones democráticas”.

A México aplica cabalmente que los partidos políticos dejaron de representar los intereses del país ante la economía globalizada y los de la sociedad ante el poder público, y también aplica que los principios de identidad y orgullo por nuestra nacionalidad se han erosionado.

Lo que eso significa es un gobierno y una sociedad débiles, propensas al autoritarismo y no a las libertades políticas, cuyo restablecimiento sólo puede ser mutuo y en ello, hay que reconocerlo, AMLO ha conseguido avances en elevar la confianza popular en las instituciones; del 25.5% en 2017 a 51.2% en 2019 en el gobierno federal en el Congreso de 20.6% a 30.2% y según Encig-Inegi.


También te puede interesar: Habrá disturbios.

Habrá disturbios

Lectura: 3 minutos

Uno de los efectos de la pandemia es que pone a prueba la gobernabilidad de las sociedades, la cual depende, en mucho, de la capacidad de los gobiernos para responder a las exigencias sociales; la pandemia y el confinamiento han disminuido las posibilidades de respuesta institucional y elevado dramáticamente las demandas sociales.

La insatisfacción de tales urgencias eleva el descontento social, multiplica las manifestaciones masivas, eleva los riesgos de violencia en las calles y de desestabilización social, y coloca a los gobiernos ante la disyuntiva de ceder o reprimirlas.

AMLO se ha comprometido a nunca ordenar la represión contra las libertades ciudadanas; muy bien, pero un ejemplo de que no se trata de que una vía anule a la otra, sino de usar el derecho legítimo de la fuerza cuando la seguridad y el orden general estén amenazados, es la “libertad” de maestros en Michoacán para bloquear durante meses vías de ferrocarril. Esa situación no da la impresión de seguridad sin menoscabo de libertades, sino de pérdida de autoridad para mantener el orden conforme a derecho.

in seguridad carriles
Foto: MVS.

No existe ningún régimen político que no establezca criterios de orden y seguridad; todo depende del contenido específico, tanto discursivo como práctico con que se manejen esos criterios en los hechos. Aún en medio de mayores alteraciones, la disyuntiva es entre dos vías: orden sin menoscabo de libertades políticas, de asociación, de expresión, de prensa, etcétera, o seguridad (cuestionable) a costa de anularlas.

En América Latina, entre octubre y noviembre ha habido manifestaciones masivas en Perú, Colombia y Guatemala, que fueron detonadas por distintos motivos, pero que tienen causas de fondo en una visión de futuro cancelado. La violencia con que fueron reprimidas esas movilizaciones, causó en Perú la renuncia del presidente interino a menos de una semana de haber ocupado el cargo; en Colombia provocó más de una decena de muertos y en Guatemala motivó que Naciones Unidas recomendara investigar el “uso excesivo de fuerza” que causó varios heridos.

La situación general, en América Latina, indica que la idea de seguridad ocupará un lugar cada vez más destacado en los discursos y que es grande el peligro de que sean más los gobiernos y las sociedades que subroguen las libertades en aras de la seguridad y el orden.

Se acercan momentos en todas partes y en México, por supuesto, en que el descontento por la pérdida de ingresos de prácticamente todos los sectores y por el corrimiento de clases medias a la pobreza y el aumento de pobres en condición extrema, sin perspectiva de pronta mejoría, pongan a prueba las capacidades del gobierno para mantener la estabilidad general de la nación.

seguridad en marchas
Foto: Cuba Hora.

Las capacidades de gobierno, hay que reconocerlo, están debilitadas porque al mismo tiempo que crecen las necesidades sociales, se cuestiona severamente la eficacia institucional, objetivamente disminuida.

Hasta ahora, las protestas en México las están promoviendo el Frente Nacional Anti-AMLO (Frenaaa) y el líder de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), Gustavo de Hoyos, con Claudio X González.

Falta conocer la reacción que tendrán los grupos desprotegidos, que por primera vez vieron un gobierno que los representara e indujera en ellos expectativas de atención efectiva a sus reclamaciones ancestrales, las cuales no serán ni medianamente satisfechas.

Hoy por hoy ya parece inevitable que la mayor parte del sexenio se vaya en tratar de volver a los niveles de crecimiento, empleo, ingresos y pobreza que había el año pasado; el ascendiente del presidente sobre sus bases sociales será crucial para evitar estallidos incontrolables.

Como ha sido observado por columnistas como Jorge Zepeda Patterson, el verdadero peligro para México hoy es que el descontento de medianos y pequeños empresarios, de clases medias y de los millones de pobres, se enderece en contra del gobierno y se salga de cauces, sin mayor motivo ni proyecto político que expresar resentimiento.


También te puede interesar: Estados Unidos y su capitalismo de “cuates”.

Estados Unidos y su capitalismo de “cuates”

Lectura: 3 minutos

Ahora que Trump se vaya, van a salir a la luz muchas decisiones que tomó para beneficio propio y de sus amigos, y para perjuicio del sistema económico; la prestigiada economista Anne O. Krueger ofrece varios ejemplos de tales medidas que considera posibles sólo en un contexto político autócrata; como tal quiso gobernar Trump, tuvo avances y en cuatro años más se hubiera terminado como un autócrata.

Según Krueger, Trump convirtió a Estados Unidos en un capitalismo de “cuates” (¿le suena?, amable lector); la verdad es que la tendencia ya venía, por lo menos, desde los gobiernos republicanos de la dinastía Bush, la cual tuvo claros intereses en negocios que favorecieron desde el poder público.

La invasión de Irak en 2003 fue atribuida a intereses de negocios de Bush y su vicepresidente, Dick Cheney, a quien se consideraba el titiritero del presidente; ambos favorecieron con billonarios contratos a empresas como Halilburton, que en 2005 llevaron al Comité de Reforma del Congreso a considerar que habían seguido un patrón de fraude, abuso y despilfarro; sin embargo, no hubo consecuencias.

Trump hizo de las suyas, y Krueger refiere varios casos, como haber creado un programa para solicitar exenciones al 25% de aranceles a las importaciones de acero, que favoreció sólo a empresas selectas.

Donald Trump presidente
Imagen: El Mundo.

Seguramente van a salir más casos, pero lo que más interesa son las consecuencias que la economía de “cuates” tiene para el Estado de derecho, para la democracia y para la competitividad del resto de las empresas participantes.

En México las sufrimos desde hace muchos años. Los favores de la autoridad suelen ser en correspondencia al apoyo financiero a campañas electorales; ¿las podemos seguir considerando democráticas? y se traducen en dispensas fiscales y otras canonjías que resultan muy perjudiciales para las empresas competidoras que no son parte del entendimiento cómplice. Las inversiones pierden dinamismo, igual que la innovación y los esfuerzos en competitividad.

Es una economía en la que los participantes no reciben el mismo trato legal; cuando la prosperidad de los negocios depende de pagos o sanciones a autoridades, ni la ley ni las instituciones vuelven a ser confiables.

Joe Biden se ha distinguido por su pragmatismo, no por ser un promotor de cambios, lo que le permitió estar como senador detrás de proyectos tan disímbolos como la invasión a Irak de Bush con base en la falsedad sobre las armas de destrucción masiva; apoyó la imposición de la guerra a las drogas en nuestro territorio durante el gobierno de Calderón, y votó a favor del salvamento de los bancos después del desplome de las hipotecas subprime de 2008.

elecciones Estados Unidos
Imagen: DW.

Sólo por el escándalo que representa Trump, es posible esperar que Biden aplique algunos correctivos, pero no que se proponga separar efectivamente el gran poder económico corporativo y financiero del de su gobierno, para poder corregir a fondo los grandes desequilibrios del sistema.

No hay un consenso sobre cuáles son esos desequilibrios y cómo atacarlos; son muchos y están interrelacionados, van desde el cambio de fuentes de energía para mitigar el calentamiento global hasta la precariedad generalizada de los empleos y de salarios reales, el endeudamiento de empresas y clases medias en riesgo de ser impagables y la abismal desigualdad en el reparto de riqueza e ingresos.

A todos esos temas se ha referido Biden. Falta ver su integración coherente en un proyecto de gobierno que tendría que estar decididamente cercano a las necesidades sociales y a “sana” distancia de los intereses de los grandes negocios.


También te puede interesar: López Obrador y Joe Biden.

López Obrador y Joe Biden

Lectura: 3 minutos

La elección presidencial estadounidense transcurrió en un entorno que viene descomponiéndose desde hace algunas décadas, pero nunca como durante los últimos cuatro años: polarización política, desigualdades intolerables, racismo exacerbado, clases medias empobrecidas, mujeres ofendidas, migrantes vejados, desprestigio de la democracia y sus instituciones; a esos factores se sumó el mal manejo de la pandemia, con sus miles de decesos que podían haberse evitado.

En este ambiente, la elección presidencial fue también un referéndum social a la majadería estúpida de Trump, y para colmo, no le fue mal, puesto que obtuvo 4 millones de votos más que en 2016; también estuvieron a juicio los medios de comunicación, a los que 70 millones de votantes no les creyeron o no les importó su permanente denuncia de las grotescas mentiras con que ha gobernado el presidente.

La larga espera para conocer el conteo final de tres estados, cuando en la India, por ejemplo, cuentan 600 millones de votos en un día, le da una mala calificación al proceso electoral y lo peor, es que da lugar a un peligroso vacío, que los republicanos pudieran verse tentados a llenar legalmente, forzando a que sea el Congreso el que designe al ganador.

biden y trump
Imagen: Wasiu K.

¿Qué pasaría, se ha preguntado más de un columnista, si ante la tardanza oficial, Fox News decidiera dar a Trump como ganador? La presentación de evidencias ya no es requisito.

De cualquier manera, Trump ya logró, según encuestas, que 70% de sus seguidores, unos 50 millones de electores, estén convencidos de que hubo fraude electoral y negarán la legitimidad del resultado si éste termina favoreciendo, como aún es lo más probable, a Joe Biden.

Biden, por su parte, tiene un perfil tan bajo que algunos lo consideran más bien plano, porque fue senador seis ocasiones y pasó sin dejar huella. De hecho, es muy probable que el elemento aglutinante en torno a su candidatura, fuera el vehemente rechazo de poco más de la mitad del electorado a Trump.

 Joe Biden no llega como el líder que llene su cargo; tendrá que convertirse para “curar a la sociedad”, uno de sus lemas, y formular lo que parece que intentará, que es un “Nuevo Trato” keynesiano, constructivo, para lo cual tendría que convencer a tirios y troyanos como lo hizo Franklin Delano Roosevelt hace 90 años.

Asumamos que finalmente se declara ganador a Biden. La agenda de López Obrador con su gobierno tendría nuevos temas; quizá con la idea de que no sea sólo Washington donde se diseñe, AMLO no aceptó la solicitud del equipo de Biden, presentada a nuestra Embajada, de que tuvieran un encuentro telefónico.

Esperemos que el gobierno de Joe Biden no reaccione ante tal demostración de autoridad de López Obrador como han reaccionado la derecha y los empresarios mexicanos. A éstos les convendría no alejarse de los entendimientos con el gobierno estadounidense.

usa y mexico
Imagen: Pinterest.

Con seguridad el gobierno de Biden presionará por la aplicación estricta de normas ambientales en la planta industrial y por el desarrollo de fuentes renovables de energía; también insistirá, porque está en el T-MEC a solicitud del sindicalismo estadounidense, en extender los términos de las contrataciones laborales a más empresas dentro de nuestro territorio, para que los bajos salarios no sean un factor principal de competitividad.

AMLO no tendrá que ser tan condescendiente con Biden, pero los asuntos se tratarán menos superficialmente que con Trump. Los problemas fronterizos, la violencia y el narcotráfico seguirán siendo prioritarios para Washington, pero el gobierno tiene con qué negociar para hacer valer la perspectiva e intereses de México en esos y otros asuntos, como la vejación salvaje, inhumana de su actual política migratoria, sobre la que no puede seguir esgrimiendo que es un tema interno estadounidense.

Un asunto que puede hacer lucir una buena relación entre ambos gobiernos es la iniciativa de López Obrador de promover el desarrollo del triángulo del norte centroamericano, con la que Trump se comprometió, pero no hizo nada, y Biden ha manifestado empatía.

Si la institucionalidad estadounidense declara pronto ganador a Biden, y desarticula la estrategia republicana para aferrarse a la presidencia, habrá condiciones para esperar, ahora sí, un trato respetuoso del gobierno de Estados Unidos a México y a nuestra nacionalidad.


También te puede interesar: El limitado progresismo de Biden.

El limitado progresismo de Biden

Lectura: 3 minutos

Si Trump se reeligiera, sería incapaz de encauzar la recuperación post pandemia más allá de la simple gestión de la crisis; Biden por lo menos, tiene clara la necesidad de utilizar capacidades del Estado para afrontar algunos de los grandes problemas de su país, que no por casualidad son casi todos globales.

El mundo, con Estados Unidos todavía a la cabeza en poderío económico, científico, tecnológico y militar, enfrenta situaciones graves, como el colapso simultáneo de la oferta y la demanda, como una concentración de la riqueza fuera de control y la desaparición de millones de empleos; también la democracia y sus instituciones están en crisis en muchos países, como lo está el multilateralismo y por encima de todo, la emergencia climática que amenaza la supervivencia humana.

Biden tiene propuestas interesantes ante algunos de esos problemas, como el empleo y el calentamiento global, pero carece de un planteamiento sistémico como el que economistas e historiadores entre los que destacan Mariana Mazzucato, Joseph Stiglitz, Daron Acemoglu, y otros muchos están discutiendo en varios lugares.

La profundidad de los problemas obliga a refrescar conceptos y considerar reformas profundas para reorientar el sistema capitalista, aun cuando sean o parezcan, por el momento, de escasa viabilidad política. Lo bueno es que, de triunfar, Biden necesitaría, para contrarrestar el peso del trumpismo (resentimiento irracional de millones de excluidos), que se abra, al interior de su gobierno, la discusión sobre cómo hacer transitar su economía del bajo crecimiento al desarrollo.

elecciones USA
Imagen: Granma.

Lo inmediato para Estados Unidos y el resto del mundo industrial, es la recuperación económica; las que han seguido a cada recesión desde hace 40 años, han sido cada vez más lentas y flojas. Para que esta vez sea duradera, se tendrían que sentar bases para un crecimiento incluyente y menos desigual.

Se dice pronto, pero supone revertir la pérdida salarial que han sufrido los trabajadores en todo el mundo durante las últimas cuatro décadas, y elevar sustancialmente la calidad de los servicios públicos, cuya ineficacia evidenció la pandemia. Ello reforzaría la demanda solvente del mercado que es, al final del día, el mejor estímulo al dinamismo de las inversiones productivas.

Pero, además, la política fiscal no sólo tendría que fomentar esas inversiones como hasta ahora, sino incidir en su orientación para que favorezcan el bien común (Mazzucato). La política fiscal sería un instrumento para hacer evidente la asociación entre el Estado, las empresas y los trabajadores, la cual existe, pero sólo ha favorecido los beneficios privados.

 Avanzar en favor del desarrollo implica, ante todo, que el Estado intervenga, no sólo en las crisis sino en su prevención, recuperando capacidades institucionales que se han perdido –en México como en muchos otros países– al caer bajo influencia determinante de grandes corporaciones (Acemoglu).

El neoliberalismo se propuso poner la economía a salvo de influencias políticas, lo que dio lugar a recesiones, desigualdades y desprestigio de la democracia, al grado en que el trumpismo las ha llevado en Estados Unidos; del divisionismo nacional e internacional que ha provocado, Biden tendría que lograr la identificación de intereses propios del capital privado, público y laboral con los del bienestar general, y restablecer la cooperación multilateral para afrontar amenazas globales muy serias.


También te puede interesar: Supuestos equivocados ante la crisis.