Cristal Geopolítico

Kuwait, sorpresa geopolítica a 29 años de su invasión por Irak

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Pocas cosas en el mundo son tan importantes en la vida internacional como la guerra, explica el analista del Real Instituto El Cano de Estudios Internacionales y Estratégicos, Rafael L. Bardají. Y así de trascendente para nuestra generación, fue la operación militar de 34 países liderados por Estados Unidos para liberar al emirato de Kuwait –cuyo nombre significa “Fortaleza de agua”– de la invasión que articuló el presidente de Irak, Saddam Hussein. La liberación se consumó del 17 de enero al 28 de febrero de 1991. Hace ya 29 años.

Ningún análisis esclarece por qué Hussein emprendió esa aventura. Él sabía que esa acción trastocaría su ya precaria relación con sus ex aliados estadounidenses y europeos. Incluso, hoy conocemos que ni sus conciudadanos comprendían la razón de esa acción. Haidar Fuad, que a la sazón tenía 11 años, narró años después a Efe que la ocupación fue una decisión política “ilógica e injustificada cuyo costo seguimos pagando los iraquíes”.

A inicios de los noventa, Bagdad y Kuwait protagonizaban una implacable guerra de petróleo. Saddam acusaba a su vecino de sustraer ilegalmente crudo que le pertenecía, del yacimiento de Rumaíla. Y en compensación pedía 2,400 millones de dólares. Para algunos geopolitólogos, Hussein pretendía castigar la política pro-occidental del emirato que –interpretó– buscaba bajar el precio del crudo.

yacimiento petroleo de kuwait

En julio escaló la tensión y el emir kuwaití, jeque Jaber Al-Ahmad Al-Sabah, optó por la diplomacia suave (softpower). Envió a sus representantes a un periplo regional y, con discurso conciliador, explicaron su posición. Mientras tanto, medios y organizaciones gubernamentales de Irak llamaban a los kuwaitíes a rebelarse contra el emir.

Por ello, el jeque pidió la mediación de la Liga Árabe y así, el presidente egipcio Hosni Mubarak visitó Bagdad, Kuwait y Arabia Saudita. Empero, entonces, las tropas iraquíes avanzaban al sur hacia la frontera con el emirato.

El barril de petróleo costaba 11 dólares y la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) proyectó que si había guerra, llegaría a 20 dólares. El único gobierno que públicamente apoyó a Irak fue Libia, miembro de ese cartel y estudiosos estiman que con ello pretendía aumentar hasta 25 dólares el precio del barril.

Eran horas febriles. Había fracasado la diplomacia internacional y al cerrar su diálogo, Kuwait e Irak clausuraban su frontera común. La madrugada del 2 de agosto, Saddam Hussein ordenaba avanzar a sus tanques e infantería hacia blancos estratégicos kuwaitíes, como el Palacio del Emir.

Aún subsiste la interrogante de cómo Hussein eludió a la inteligencia occidental, en particular la estadounidense y la europea, y ocultó la instalación de sus campamentos o el traslado de arsenales y tropas. En el Cuarto de Guerra de su Palacio Republicano, fanfarroneaba ante sus generales el éxito de su plan de simulación.

tanques de guerra

La invasión a Kuwait impactó en la historia del Derecho Internacional. Al adoptar la Resolución 678, el Consejo de Seguridad autorizó a la fuerza multinacional, con base en Arabia Saudita, usar “todos los medios necesarios para liberar al emirato ocupado”.

Saddam, decidido a perpetuar su anexión de Kuwait, amagó con desatar “La madre de todas las batallas”. Pero no esperaba que la noche del 17 de enero de 1991, la coalición internacional detonara la “Tormenta del Desierto”, una estrategia de bombardeos aéreos y uso del arsenal más mortífero del siglo XX, con armas inteligentes de última generación. Esa ofensiva sería el principio del desencuentro entre Occidente y Saddam, su antiguo protégé.

La también llamada Primera Guerra del Golfo determinaría la geopolítica global de las siguientes décadas y marcó el plan maestro de la relación de Occidente y corporaciones energéticas con los Estados de Medio Oriente. Nada volvió a ser igual.

A 29 años de esos hechos, los iraquíes consideran que viven una continua tragedia por la decisión de Hussein. Aún es una herida abierta para ellos y para los pueblos árabes y musulmanes, pues contribuyó a destruir el tejido político regional.

A Irak “lo devolvió a la Edad Media” asegura el analista Husein Yaburi. Para millones de iraquíes, el saldo más doloroso fue la pérdida de la esperanza de un futuro prometedor tras la caída de Hussein, la paz y el fin de un bloqueo económico. No fue así, lamenta Yaburi.

En cambio, el emirato de Kuwait con sólo 17, 818 kilómetros cuadrados –menos que la superficie de Hidalgo–, ya es actor clave en Medio Oriente. La visión estratégica de su liderazgo político lo convirtió en el noveno más rico per cápita del planeta y sus casi 4.8 millones de habitantes gozan de una esperanza de vida superior a los 74.69 años.

jets de combate

A la vez, Kuwait se proyecta como excepción en una región donde los roces étnicos y religiosos no son menores. Aunque la dinastía gobernante es sunita, ha apoyado a los chiítas –30 por ciento de la población– para mantener el equilibrio social. Eso demuestra que no es real la narrativa de que entre ambas confesiones hay un conflicto irresoluble, apunta el analista Alejandro Salamanca.

Detrás de esa libertad de maniobra estaría el petróleo. Antes de descubrir y explotar su potencial, que lo convirtió en la quinta reserva más grande del mundo, Kuwait era un tranquilo pueblo ribereño del Golfo Pérsico, cuya economía se sostenía en el cultivo de perlas.

Al descubrir el yacimiento Burgan nació una pujante industria cuyos dividendos se tradujeron en una red de obras de infraestructura, y un envidiable sistema de bienestar social, ejemplar en el mundo y la región.

El emirato descubrió su riqueza petrolera en 1938, el año en que Lázaro Cárdenas expropió ese recurso a firmas extranjeras. Y aunque a México y Kuwait los separan 13,511 kilómetros de océanos y desiertos, ambos juegan en el tablero global con el petróleo. Hoy, el emirato ya es nuestro sexto socio comercial y tenemos acuerdos sobre Servicios Aéreos y de Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones.

Tras la liberación de Kuwait, las relaciones internacionales dieron un viraje significativo; tanto así que hoy existe una nueva geografía global que favorece vínculos como el de México y ese emirato.


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2020, el año que llegamos a un punto de inflexión

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Al iniciar este año 2020 nos proponíamos –con moderado optimismo– abordar el tránsito del mundo unipolar al multipolar, pero el 2 de enero nos sorprendió un dron asesino teledirigido desde Estados Unidos, que masacró en Irak al general iraní Qassem Soleimani. En la región el comandante de la Fuerza Quds, era conocido por su hábil estrategia antiterrorista, pero Donald John Trump afirma que ordenó su aniquilación “para parar una guerra”. La secuela del hecho alteró la agenda de Jefes de Estado y analistas, que hoy consideran que la geopolítica está ante un punto de inflexión.

¡Y cómo no! Mientras gran parte de África sufre de crisis multidimensional, el Brexit se consuma ante el bloque europeo donde ganan control el separatismo. Los fascismos ganan espacio en nuestra región, donde el derechista partido español VOX afina sus vínculos con las derechas locales, en particular las bolivianas.

Y en el colmo de la hipocresía, los gobiernos que abandonan a sus trabajadores y clausuran el Estado de Bienestar exigen democracia y transparencia en sus rivales políticos.

El lastimoso espectáculo del “Impeachment”, contra el presidente de la superpotencia bélica mundial no ayuda en nada a la democracia estadounidense, pues los republicanos usarán ese escenario para catapultar la campaña reeleccionista del magnate.

Imagen: Geopolitical futures.

A la vez, el mundo atestiguó atónito que la política exterior de Trump incluye el impune asesinato político. ¡Y le va bien! Hace días zanjó la mal llamada “guerra comercial”, un conflicto político-tecnológico con China; al tiempo que consiguió que México le sirva de muro anti-inmigrantes.

 El aislacionismo internacional del Ejecutivo mexicano frena el proceso de integración latinoamericana. Y aunque se esperan giros simbólicos en su presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAV), el Comando Sur sigue maniobrando a sus anchas en la región.

Este año Occidente sólo enfrenta un foco rojo para su interés geopolítico: la pugna energético-comercial que libra en dos escenarios. Uno en Medio Oriente, donde el nacionalismo iraní le impide adueñarse de esa gran riqueza petrolera y gasera. Y el otro con la exitosa diplomacia del presidente de Rusia, Vladimir Putin. Así, el Kremlin obtiene logros inéditos: mientras consolida su pacto euroasiático con China, construye el puente que une a Crimea con territorio ruso y afirma su alianza energética con Turquía. Ante esa avanzada del país eslavo, se le castiga acusándolo de dopaje de Estado y se le impide ir a las Olimpiadas.

Un actor no gubernamental que se fortalece en nuestra región son las sectas evangélicas. Afinan sus estrategias y se alían con las más reaccionarias fuerzas con un objetivo: alentar el conformismo, asegurar la explotación y afinar su plan de control de masas, explica el analista Miguel Leyva. Jair Bolsonaro logró la presidencia de Brasil al aliarse con esas fuerzas reaccionarias.

Alberto Fernández, presidente de Argentina; Jair Bolsonaro, presidente de Brasil (Imagen: Infobae).

Por eso, aunque veremos a un Lula da Silva más activo, no se anticipan cambios favorables en el gigante latinoamericano. Y si en 2019 Bolsonaro privatizó tres parques nacionales, incluyendo una parte de las Cascadas de Iguazú, esperamos que haga algo similar en la Amazonia.

Entretanto, la Argentina de Alberto Fernández enfrenta el reto de resolver la cuantiosa deuda externa (50,000 millones de dólares) que adquirieron sus antecesores. Ese obstáculo le impedirá tejer vínculos más estrechos con los gobiernos de Cuba y Venezuela, lo que beneficiará la agresiva política exterior de Donald Trump contra esos Estados, a los que ha sometido a sanciones asfixiantes.

Tampoco se prevén buenas noticias para la democracia boliviana. El gobierno de facto de la primera mujer dictadora de América Latina no garantiza respeto a un eventual triunfo del Movimiento al Socialismo en las elecciones.  Los golpistas no se irán.

De ahí que observadores anglosajones anticipen meses menos previsibles, con un clima político más impulsivo y caótico. Coinciden que cada vez más las grandes decisiones geopolíticas dependerán de actores no estatales.

Emiliano Teran Mantovani (Fotografía: Punto de corte).

El investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental de Barcelona, Emiliano Teran Mantovani, quien habla ya de una crisis civilizatoria y que será evidente este año en distintos puntos del planeta, así la explica: “El tiempo que vivimos es un tiempo extraordinario. Todo está en juego. Las posibilidades de vida en la Tierra, tal y como las conocemos, pueden cambiar radicamente. Más allá de diversos imaginarios sociales sobre colapsos y apocalipsis, eso tiene efectos en los marcos de convivencia social, los ciclos de lluvia y períodos secos, en las migraciones, la producción y distribución de alimentos, la pérdida de los últimos refugios ecológicos, la conflictividad social y geopolítica por los recursos indispensables para la vida, el nivel de los océanos, el mantenimiento de las instituciones sociales y las infraestructuras, y un muy largo etcétera”.

Sabemos pues que los próximos meses serán cruciales para la paz, seguridad, economía y preservación medioambiental. Revertir ese sombrío panorama, pasa por construir una ciudadanía culta, que consulte fuentes diversas de información y domine la tecnología. Sólo así se logrará influir en las decisiones políticas.

Juegos de potencias

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Nadie habría imaginado, en 2014, que la crisis de Ucrania entre Rusia, la Unión Europea (UE) y Estados Unidos evolucionaría hasta ser el Waterloo de Donald John Trump cinco años después. La disputa geopolítica entre Occidente y el Kremlin por ese país eslavo, el más poblado y atractivo mercado para la quebrada alianza europea, transitó del conflicto político-bélico a las sanciones contra Moscú, y hoy detona en un escándalo que amenaza con el juicio político al magnate.

Arrogante, el mandatario estadounidense maniobró ante Kiev para dejar fuera de la elección del 2020 a su rival demócrata, Joe Biden. Su error consistió en olvidar que la Comunidad de Inteligencia (CI) de su país no perdonó sus desaires y decidió divulgar su ilegal injerencia en otro Estado, de la mano de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes.

Un miembro de la CI reveló esa presión político-militar de Trump, quien retuvo 400 millones de dólares en ayuda militar para presionar a Ucrania a investigar –y, eventualmente publicar, cualquier anomalía– los negocios de Hunter, hijo del expresidente Biden en aquel país. A la par, denunció el encubrimiento de la Casa Blanca de ese hecho.

No es que a la clase política estadounidense le quite el sueño la abierta injerencia de la Casa Blanca en la política interna de terceros países, ésa ha sido la histórica actitud de la superpotencia militar mundial para lograr sus intereses. Lo que escaló la crisis es que trascendiera al mundo el rupestre modus operandi del Ejecutivo.

Y ésa fue la ansiada oportunidad de los demócratas para consumar su revancha política contra el republicano. Tras fracasar con su trama del Russiagate (la supuesta intervención rusa en la elección presidencial del 2016), jugaron en la Cámara de representantes hasta iniciar la investigación del juicio político (Impeachment). Sin embargo, será el Senado, con dominio republicano, el que decidirá.

impeachment

Proceda o no el Impeachment, ese debate político en la superpotencia impacta en México y el mundo, pues coincide con dos momentos clave en nuestra relación bilateral. Uno, que presionado por la amenaza de Trump de imponer de aranceles exhorbitantes, el Gobierno Federal nos convirtió de facto en el “tercer país seguro” al trastocar drásticamente su política de apertura a la inmigración de Centroamérica, severos vetos bajo custodia de la Guardia Nacional. Y el otro, es el futuro del T-MEC; que en el mejor pronóstico sería confirmado por los demócratas o, en caso contrario, enrarecería más la relación justo en un año electoral cuando se anticipa la reelección del multimillonario neoyorquino.

Quizás esa certidumbre es la que llevó a Trump a confrontarse con sus aliados europeos en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, un bloque que cada vez muestra más fracturas que coincidencias. Además de las diferencias por las cuotas económicas para mantener ese bloque, escalan sus discrepancias por la estrategia ante Rusia y China.

china y rusia
Fotografía: Globalización.

El asunto no es menor, pues lejos de la rivalidad intracapitalista global, China y Rusia cimientan el Siglo Euroasiático con su estrategia multidimensional. Washington teme el poder, control e influencia que derive del juego geoestratégico de estas potencias. Sabe que la cooperación energético-financiera de ambos colosos definirá el orden económico y la tecnología 5G plasmará el futuro de las telecomunicaciones del siglo XXI. Ése es el trasfondo real de la mal llamada ‘guerra comercial’ de Estados Unidos con China.

Ante ese desafío a su hegemonía en Occidente, resulta incomprensible que Donald Trump se confronte con sus aliados en la Unión Europea, cuando ésta se atomiza. Así quedó de manifiesto con la incapacidad de Boris Johnson para concertar el Brexit con la UE y mantener satisfechos a los conservadores escisionistas británicos.

ue-usa

Esos desencuentros intra-capitalistas impactan en favor de la alianza Beijing-Moscú. En Londres y Bruselas se recibe a los chinos con alfombra roja, en espera de dinamizar su economía con los planes de infraestructura y comercio de la Faja y Nueva Ruta de la Seda. Y en cuanto a Moscú, la deprimida Europa no está para desdeñar sus exportaciones energéticas.

Y aunque el mundo parece optar cada vez más por un nuevo orden multipolar, esa transición se traduce en complejos fenómenos socio-políticos en América Latina. Las ultraderechas se reposicionan, cada vez con estrategias más efectivas y se afianza el poder militar, advierte el científico político de la Universidad de Notre Dame, Aníbal Pérez-Liñán.

Atestiguamos la represión a protestas antigubernamentales de los Ejércitos de Perú, Ecuador, Chile y Bolivia, donde se profundizó la crisis política. Tropas peruanas respaldaron la disolución del Congreso, soldados ecuatorianos atacaron a civiles y sus colegas chilenos dejaron ciegos a tres centenas de manifestantes. Al más puro estilo de la contra-insurgencia del siglo XX, los militares bolivianos reprodujeron la fórmula del golpe de Estado e investidura de poderes civiles afines. Esa reedición del poder militar confirma que los Ejércitos son hoy “el dique que protege a los gobiernos o permite su hundimiento bajo la marea opositora” señala Pérez-Liñán. Pese a este juego de potencias, la acción ciudadana también tiene impacto geopolítico.

¿Muerto Al-Baghdadi, acabará el odio a Occidente?

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En su lucha contra el terrorismo, los sucesivos presidentes estadounidenses han impuesto la norma de borrar todo rastro físico de sus más perseguidos objetivos internacionales. Así sucedió con el dirigente del grupo radical Estado Islámico (EI), Abu Bakr al-Baghdadi, luego que Donald John Trump anunciara: “Ayer en la noche los Estados Unidos hicieron justicia con el líder terrorista número uno. Abu Bakr al-Baghdadi está muerto”.

No se mostró el cuerpo (ni de los tres hijos que estarían con él), ni se avaló la transparencia de los hechos. Ahora, y sólo por la versión del Pentágono, respiran con alivio sus aliados.

Triunfalista y casi obsceno, el magnate estadounidense describió el fin del adversario: Acabó su vida “gimiendo, llorando y gritando hasta el final” de un túnel sin salida, donde accionó los explosivos de su chaleco para evitar ser capturado al estar acorralado por las Fuerzas Especiales.

Sin proporcionar cifras de las bajas de la parte contraria y con el usual lenguaje simplista e imperialista, Trump sentenció: “Era un hombre enfermo y depravado y ahora se ha ido. No hubo pérdidas nuestras, sólo un perro”.

Pero, ¿muerto el hombre más perseguido por la superpotencia militar mundial, se acabó el extremismo y repudio a la intervención de Occidente en Levante? En la lógica antiterrorista que Washington impuso al mundo tras el 11-S, se calificó al Estado Islámico como el grupo más violento y con mayor poder e influencia en Irak y Siria,  luego de que Al-Baghdadi –a la sazón de sólo 43 años– declarara su califato en 2014.

Desde entonces ese grupo explotó el petróleo sirio, expulsó a los kurdos del noreste, amagó la estabilidad regional y desafió rotundamente a Estados Unidos y sus aliados. Ante ese desafío, Washington lideró una Coalición Internacional –que por cinco años, y tras miles de fallidos ataques aéreos–, fue destinada a perseguir combatir y detener a Al-Baghdadi… Hasta la noche del 26 de octubre.

Extraña que unos días después de que Trump ordenase a sus tropas retirarse del este de Siria (donde por largo tiempo operaron con los kurdo-sirios), justo en el punto geográfico opuesto (en Barisha, Idlib al noroeste) ocurriese la operación que condujo a la autoinmolación de Al-Baghdadi.

Todo parece indicar que el magnate estadounidense quiso dar un teatral golpe de efecto antes de salir con las manos vacías de Siria. Su antecesor, Barack Obama, no logró capturar al líder del EI ni alcanzar su otro objetivo: expulsar del gobierno al presidente Bashar al-Ásad.

Y aunque en su campaña presidencial Donald Trump criticó las operaciones militares de Obama, ya en la Casa Blanca no escatimó fuerza ni recursos para asestar golpes tanto al EI como a Al-Ásad. Pero también, con resultados infructuosos.

Hoy, el gobernante sirio aparece más fortalecido, sus fuerzas vuelven a los espacios que le disputaron el Estado Islámico y la Coalición Internacional, gracias al respaldo de Rusia que se alza exitoso como actor indispensable en ese juego geoestratégico.

En cuanto al grupo extremista, nada garantiza que deje de existir, advierte Sam Heller del think tank International Crisis Group. Pese al golpe devastador que para esa organización representa la muerte de Al-Baghdadi, llama la atención que no ha reivindicado la desaparición de su líder, no ha lanzado amenazas a los causantes de ese hecho, y ya se habla de un sucesor.También vale la pena recordar que el EI aún dispone de cuantiosos recursos financieros.

Escéptico, el ministerio de Defensa ruso pidió “pruebas directas” de la desaparición del islamista y de la operación del Pentágono. Indicó que no había detectado ataques aéreos de Estados Unidos ni de la Coalición Internacional en la zona.

Dos días después, el Kremlin mostraba el giro diplomático de Vladímir Putin al declarar que, “si se corrobora esa liquidación, sería un importante aporte” de Trump al combate antiterrorista.

Al saltar a los titulares de la prensa mundial, Al-Baghdadi tendría unos 43 años. Desde una remota mezquita de Mosul, en Irak, proclamó un califato sobre un amplio territorio al frente del Estado Islámico. Los servicios de inteligencia occidentales le atribuyeron la capacidad de crear una red que reclutó a miles de militantes en un centenar de países.

Años después, ese personaje sería perseguido en un túnel por un perro de raza belga malinois –la misma de “Cairo”, el perro que usó el Ejército estadounidense en la «Operación Lanza de Neptuno» que abatió a Osama bin Laden–. Trump lo llama “mi K-9”, pues su identidad y sexo “son información clasificada según el Pentágono”, criticó The New York Times. Algunos afirman que se trata de una perra entrenada en busca y detección de explosivos, minas y drogas, y ya se recupera de sus heridas, explicó nada menos que el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, Mark Milley.

¿Muerto Al-Baghdadi, acabará el odio a Occidente?

Lectura: 4 minutosEn su lucha contra el terrorismo, los sucesivos presidentes estadounidenses han impuesto la norma de borrar todo rastro físico de sus más perseguidos objetivos internacionales. Así sucedió con el dirigente del grupo radical Estado Islámico (EI), Abu Bakr al-Baghdadi, luego que Donald John Trump anunciara: “Ayer en la noche los Estados Unidos hicieron justicia con el líder terrorista número uno. Abu Bakr al-Baghdadi está muerto”.

No se mostró el cuerpo (ni de los tres hijos que estarían con él), ni se avaló la transparencia de los hechos. Ahora, y sólo por la versión del Pentágono, respiran con alivio sus aliados.

Triunfalista y casi obsceno, el magnate estadounidense describió el fin del adversario: Acabó su vida “gimiendo, llorando y gritando hasta el final” de un túnel sin salida, donde accionó los explosivos de su chaleco para evitar ser capturado al estar acorralado por las Fuerzas Especiales.

Abu Bakr al-Baghdadi.
Abu Bakr al-Baghdadi, ex líder del grupo yihadista Estado Islámico.

Sin proporcionar cifras de las bajas de la parte contraria y con el usual lenguaje simplista e imperialista, Trump sentenció: “Era un hombre enfermo y depravado y ahora se ha ido. No hubo pérdidas nuestras, sólo un perro”.

Pero, ¿muerto el hombre más perseguido por la superpotencia militar mundial, se acabó el extremismo y repudio a la intervención de Occidente en Levante? En la lógica antiterrorista que Washington impuso al mundo tras el 11-S, se calificó al Estado Islámico como el grupo más violento y con mayor poder e influencia en Irak y Siria,  luego de que Al-Baghdadi –a la sazón de sólo 43 años– declarara su califato en 2014.

Desde entonces ese grupo explotó el petróleo sirio, expulsó a los kurdos del noreste, amagó la estabilidad regional y desafió rotundamente a Estados Unidos y sus aliados. Ante ese desafío, Washington lideró una Coalición Internacional –que por cinco años, y tras miles de fallidos ataques aéreos–, fue destinada a perseguir combatir y detener a Al-Baghdadi… Hasta la noche del 26 de octubre.

Extraña que unos días después de que Trump ordenase a sus tropas retirarse del este de Siria (donde por largo tiempo operaron con los kurdo-sirios), justo en el punto geográfico opuesto (en Barisha, Idlib al noroeste) ocurriese la operación que condujo a la autoinmolación de Al-Baghdadi.

Todo parece indicar que el magnate estadounidense quiso dar un teatral golpe de efecto antes de salir con las manos vacías de Siria. Su antecesor, Barack Obama, no logró capturar al líder del EI ni alcanzar su otro objetivo: expulsar del gobierno al presidente Bashar al-Ásad.

Y aunque en su campaña presidencial Donald Trump criticó las operaciones militares de Obama, ya en la Casa Blanca no escatimó fuerza ni recursos para asestar golpes tanto al EI como a Al-Ásad. Pero también, con resultados infructuosos.

Hoy, el gobernante sirio aparece más fortalecido, sus fuerzas vuelven a los espacios que le disputaron el Estado Islámico y la Coalición Internacional, gracias al respaldo de Rusia que se alza exitoso como actor indispensable en ese juego geoestratégico.

En cuanto al grupo extremista, nada garantiza que deje de existir, advierte Sam Heller del think tank International Crisis Group. Pese al golpe devastador que para esa organización representa la muerte de Al-Baghdadi, llama la atención que no ha reivindicado la desaparición de su líder, no ha lanzado amenazas a los causantes de ese hecho, y ya se habla de un sucesor.También vale la pena recordar que el EI aún dispone de cuantiosos recursos financieros.

Escéptico, el ministerio de Defensa ruso pidió “pruebas directas” de la desaparición del islamista y de la operación del Pentágono. Indicó que no había detectado ataques aéreos de Estados Unidos ni de la Coalición Internacional en la zona.

K9.

Dos días después, el Kremlin mostraba el giro diplomático de Vladímir Putin al declarar que, “si se corrobora esa liquidación, sería un importante aporte” de Trump al combate antiterrorista.

Al saltar a los titulares de la prensa mundial, Al-Baghdadi tendría unos 43 años. Desde una remota mezquita de Mosul, en Irak, proclamó un califato sobre un amplio territorio al frente del Estado Islámico. Los servicios de inteligencia occidentales le atribuyeron la capacidad de crear una red que reclutó a miles de militantes en un centenar de países.

Años después, ese personaje sería perseguido en un túnel por un perro de raza belga malinois –la misma de “Cairo”, el perro que usó el Ejército estadounidense en la «Operación Lanza de Neptuno» que abatió a Osama bin Laden–. Trump lo llama “mi K-9”, pues su identidad y sexo “son información clasificada según el Pentágono”, criticó The New York Times. Algunos afirman que se trata de una perra entrenada en busca y detección de explosivos, minas y drogas, y ya se recupera de sus heridas, explicó nada menos que el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, Mark Milley.

Potencial guerra del petróleo entre México y Estados Unidos

Lectura: 4 minutosUn viejo fantasma amenaza las ya complicadas relaciones entre México y Estados Unidos: la pugna por el control de hidrocarburos en el Golfo de México. Hace tiempo que, al descubrirse los “Hoyos de Dona” y sus yacimientos submarinos, ambos Estados –y Cuba misma– afinaron estrategias para reclamar su soberanía en ellos. Hoy se libra una batalla geopolítica entre el Estado mexicano y la corporación Talos Energy, por explotar el campo Zama. El interés vital de los mexicanos se juega en esa contienda.

Ese yacimiento es uno de los 10 más trascendentes en la historia energética de nuestro país, capaz de producir 1,000 millones de barriles que podrían duplicarse, según la Comisión Nacional de Hidrocarburos. Paradójicamente, Zama se “descubrió” en 2013 justo al aprobarse la reforma energética que licitó a firmas privadas varias zonas de hidrocarburos.

Talos Energy sólo invirtió 250 millones de dólares por el Bloque 7 y encontró el campo a 166 metros de profundidad; es decir, su explotación será relativamente económica pues está en aguas someras. Además, su crudo es muy ligero (sólo 30 grados API) y con mejor precio en el mercado.

Zama.

México tiene interés en explotar ese pozo, porque ese campo linda con la sección Amoca-Yaxché 03 de Petróleos Mexicanos (Pemex). Y esa vecindad es la fuente del conflicto, pues Pemex está determinado a explotarlo –además, está próximo al puerto de Dos Bocas, Tabasco, donde se construiría la refinería–, mientras, Talos Energy se dice “totalmente preparado” para hacer lo mismo.

Para definir el futuro de Zama, las partes están en la negociación –llamada “de unificación” que se prolongará hasta septiembre de 2020, pues requiere un estudio de la Secretaría de Energía (Sener)–. Ello determinará el porcentaje del campo que corresponde a cada compañía, para definir cuál explotará el yacimiento y el pago de costos de esa “unificación” .

Obviamente Zama es un tesoro que atrae a Estados Unidos, el mayor consumidor de energía global. De ahí que, con toda arrogancia imperial, el subsecretario de Estado Adjunto para la Diplomacia Energética, Kurt Donnelly expresara: “México parecía estar en el camino correcto y esto indicaría que se está desviando. Estamos dispuestos a defender estas inversiones”, en el centro de análisis Diálogo Interamericano.

TALOS & PEMEX.

En reacción, el presidente Andrés Manuel López Obrador reviró: “No porque es el Departamento de Estado lo saben todo, no estamos revisando ningún contrato de exploración y perforación de petróleo”. Y agregó: “deben actuar con respeto a nuestra soberanía, además no es cierto” que se cometa alguna arbitrariedad y negó que exista un conflicto.

En esta disputa vale considerar otro ángulo geopolítico. El descubrimiento de Zama, como otros más, siguieron a lo que gobiernos anteriores anticiparon como el “fin de la era del petróleo”. En contraste, sólo se confirmó que en México abunda ese recurso; aquí un esbozo:

En 2012 se descubrió Trión, que ya licitado podría producir en 2022, y en mayo Pemex subcontrató el campo Ayin-Alux de crudo ligero. En 2016 el director de Pemex, José Antonio González, advertía que sólo la inversión privada sacaría a la empresa de su crisis, pero ese año Pemex descubría Noxal, en Chicontepec, del que se dijo que sería “más grande que Cantarel” con producción superior al millón de barriles diarios.

En 2017, Pemex se anotó otros éxitos: en noviembre descubrió Ixachi-I en Cosamaloapan, anunciado como “el más importante en los últimos 15 años”. Ese año en Burgos, se descubrió un pozo de gas con potencial de 1,700 millones de pies cúbicos. Y luego, el campo Nobilis-I (en el Cinturón Plegado Perdido [CPP] a 200 km de Tamaulipas) y Teca-1.4 con tirante de agua de 44 metros.

Es significativo que los mexicanos sólo confirmaran el potencial de CPP, hasta que Pemex enviara su informe a la entidad reguladora Securities and Exchange Commission de Estados Unidos, como está obligado, advertía el académico y experto en reservas petroleras, Fabio Barbosa.

Geopolítica petrolera.
Fotografía: The White House.

En todo caso, la esencia de este conflicto está en la anterior concesión gubernamental de poderes a extranjeros, sobre nuestros recursos energéticos y el reclamo del actual gobierno sobre la soberanía de los hidrocarburos submarinos. El adversario es fuerte: son socios de Talos Energy la alemana Wintershall DEA, la británica Premier Oil y cabilderos mexicanos exdirectivos de áreas estratégicas de la Sener, como Exploración y Exploración de Hidrocarburos.

La verdadera guerra se libra entre el capitalismo corporativo multinacional y el poder del Estado para procurar el interés de sus ciudadanos. El dilema México-Estados Unidos se complica a horas de que los demócratas se pronuncien por el T-MEC y de que prospere –o zozobre– su pedido de Impeachment contra el huésped de la Casa Blanca.

El posicionamiento geopolítico de Trump –enfrascado en su campaña por la reelección– se basa en un horizonte de crisis mundial con recesión y sólo el control de la energía lo evitará. Su lema “Primero América”, ¿significará la guerra por el petróleo con México?

Artífices y dinamiteros de la diplomacia secreta

Lectura: 4 minutosConducir los intereses de los Estados requiere de ‘hilar fino’, es decir, sumar inteligencia y gran sensatez política. De ahí que con visión geopolítica en ocasiones se opte por la diplomacia secreta para no difundir objetivos, estrategias y tácticas que susciten reacciones opuestas de Estados u otros actores. De ello se ocupan embajadores y representantes especiales, artífices capaces de consumar su cometido y permitir que el jefe de Estado cumpla airoso las exigencias sociales de transparencia.

Los vínculos encubiertos, tan importantes como las relaciones formales entre Estados, ganan victorias silenciosas aunque en público libren fieras batallas. Un ejemplo fue la entrega a Moscú, por el embajador estadounidense Jon Huntsman, de documentos históricos rusos de inicios del siglo XX; entre ellos 16 decretos firmados por el último Zar, Nicolás II.

“Hoy día los vínculos entre Rusia y Estados Unidos atraviesan una crisis de confianza y para restablecerla, no hay mejor forma que dando pasos como este”, expresaba Huntsman a mediados de septiembre desde Spaso House, su sede diplomática.

Ese acervo, sustraído de archivos públicos tras la desaparición de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) apareció más tarde en un remate en suelo estadounidense. Una investigación del Departamento de Seguridad Nacional permitió recuperar los documentos de alto valor histórico y económico, sustraídos del Archivo de San Petersburgo en 1994.

Diplomacia.
Ilustración: Grantland.

La parte rusa alertó a su contraparte de tal subasta, que logró suspenderla; ésta es la quinta ocasión que Estados Unidos contribuye a que Rusia recupere reliquias extraídas de forma ilegal para su venta en el exterior. Ese caso confirma que, pese al deterioro de las relaciones entre la Casa Blanca y el Kremlin, colaboran de forma discreta en ámbitos como la seguridad y socio-económicos. Más adelante se verá el éxito de este tipo de experiencias.

Otro ejemplo de diplomacia no pública trascendió en junio 2013 cuando conocimos que Estados Unidos mantenía negociaciones “secretas” con los talibanes en Doha, Qatar. Fruto de ese diálogo sería un pacto para que Washington retirarse 5,000 soldados de Afganistán y dejase 8,500 más tras 18 años de ocupar el país centroasiático.

Sólo restaba una reunión vis a vis entre el presidente estadounidense y los talibanes el día 8 de septiembre; pero la víspera Donald John Trump canceló la cita vía Twitter y atribuyó su acción a un ataque masivo en Kabul. Para algunos, lo que realmente incomodó a Trump fue la humillación de una retirada sin victoria; por ello decidió dinamitar el largo proceso de negociación bilateral para contener la violencia.

No obstante, el huésped de la Casa Blanca parece afín a los diálogos intragubernamentales secretos. Pese a su abierta hostilidad contra el gobierno de Venezuela, sus representantes han sostenido contactos secretos con enviados del presidente Nicolás Maduro.

Incluso eran del conocimiento del autoproclamado ‘presidente interino’ Juan Guaidó. De modo que, cuando la retórica de Trump era más agresiva contra el latinoamericano, sus representantes hablaban con el enemigo. Bueno, así es la diplomacia (y las filtraciones periodísticas).

Trump.
Imagen: Nexos.

Y no menos sorpresiva es la invitación que recibió el ministro de Exteriores de Irán, Mohammad Yavad Zarif para reunirse con el mandatario de Estados Unidos en la Oficina Oval. De acuerdo con Robin Wright de The New Yorker, en medio de la escalada de tensiones entre Washington y Teherán, el ministro recibía del senador Rand Paul la invitación de Trump, justo cuando Zarif viajaba a Nueva York en julio pasado.

Obviamente el punto clave en la agenda era el Acuerdo nuclear que Trump abandonó en mayo de 2018. Voceros oficiales han declinado comentar el hecho, pero no hay que descartar ese encuentro, a pesar del ataque a la petrolera Saudi Aramco reivindicado por hutíes de Yemen, aunque Washington lo atribuye a Teherán.

Es obvio que proseguirán las negociaciones secretas en todo el mundo. A la tensión en el Golfo Pérsico se suman la guerra comercial Estados Unidos-China, las sanciones de Washington contra Rusia, Cuba y Venezuela, la vuelta a las armas de una facción de la antigua guerrilla colombiana o la escalada de la ultraderecha en Europa y América Latina.

Todos son temas prioritarios del 174 período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) que inició este mes y que implica un ritual anual con presencia de buena parte de Jefes de Estado y de Gobierno, de países miembros que fijan sus posiciones respecto de asuntos de interés global.

Zarif.
Ilustración: Newsweek.

En ese foro multilateral, y sin recurrir a una diplomacia secreta, México podría ser artífice de una agenda que rechace la especulación del patrimonio nacional y bienes culturales de las naciones por parte de empresas privadas como son las casas subastadoras.

Esa posición obedece al desaire de la casa de subastas Millon de Francia, al llamado de las secretarías de Relaciones Exteriores y de Cultura de México a suspender el remate de 120 piezas arqueológicas, 95 de ellas patrimonio de los mexicanos procedente de Teotihuacán, Guerrero, Oaxaca y entidades del sureste.

Fijar la posición gubernamental contra la especulación de los bienes culturales es un buen comienzo para la nueva agenda diplomática –abierta y privada– del actual gobierno y una acción que recibirá el beneplácito de las naciones saqueadas por comerciantes del patrimonio.

Geopolítica y futuro combinan bien

Lectura: 5 minutosEl futuro ya no es como imaginábamos al comenzar este siglo XXI. Se esfumaron las certidumbres y la vertiginosa evolución de acontecimientos y tecnologías difumina los modelos previstos. El latín futûrus constata un imaginario que construyó la Humanidad y cuya acepción más fascinante, es: “Que está por venir y ha de suceder con el tiempo” nos dice la Real Academia Española.

Y es cierto, la historia confirma que las naciones, Estados, personas y organizaciones con visión del futuro alcanzan el éxito. Hoy, a la vanguardia mundial están los que identificaron sus fortalezas y debilidades para trazar una ruta propia en el tiempo y el espacio.

Así lo entendió Alfred Mahan, uno de los grandes geopolíticos (con el inglés Halford Mackinder y el alemán Karl Haushofer), que formuló la visión de futuro que llevó a Estados Unidos a la hegemonía mundial y sentó las bases de su política exterior, desde Theodore Roosevelt hasta George Bush, recuerda el académico José Ignacio López.

Alfred Thayer Mahan.
Alfred Thayer Mahan, historiador y estratega naval estadounidense (Ilustración: ClipartETC).

La geopolítica en el umbral de la primera veintena del siglo, se dibuja como una gran batalla imperial, una feroz pugna geoestratégica de la que nacerá un porvenir donde las grandes potencias se den un sistema multipolar.

Así, el mundo que emerge apunta al modelo multilateral lejos del existente, organizado alrededor del paradigma unipolar y neoconservador estadounidense. El modelo es Asia, la región económica más vibrante del planeta.

Lo que ahí sucede tiene repercusión geopolítica global y teje el gran entramado del futuro. Nadie duda que la integración Rusia-China es un giro geopolítico tan impactante que se considera la mayor maniobra estratégica de los últimos 100 años, sostiene el analista Pepe Escobar.

Todo apunta a un futuro con la alianza político-comercial Rusia-China-Alemania que, según el periodista de Asia Times, Pepe Escobar, desean ardientemente los industriales germanos “aunque los políticos de ese país aún no se dan cuenta”. La clave de ese tándem es la energía, con China como principal consumidor y Rusia como proveedor sustancial. Contra ese plan, que amenaza su hegemonía, Occidente escalará el conflicto contra Rusia.

geopolítica.

Algunos atisban un futuro plural con Europa pues, aunque subordinada, buscará sus intereses estratégicos y apuntará hacia su soberanía. Tristemente, América Latina sigue fuera de la ecuación prospectiva y se condena a ser proveedora de materias primas. Ese subcontinente, como África, son víctimas de la profunda crisis civilizatoria del capitalismo corporativo agudizado con los efectos ambientales. Sus pobladores saben que ya llegó el límite que tiende a extinguir la vida en el planeta.

Un síntoma invisibilizado es el veloz cambio de propiedad en la tierra –con agua y otros recursos– en unos años. En la República Democrática del Congo se traspasaron 12,8 millones de hectáreas (mdh) a nuevos propietarios, en Sudáfrica 10 mdh pasaron a control de la agroindustria IDH, en Zambia dos mdh están bajo control extranjero y en Sudán 1,5 mdh.

De seguir ese ir y venir en el control de las tierras, en connivencia de instituciones financieras como el BM, FMI y gobiernos locales, ya no habrá tierras para cultivo independiente, advierte el analista holandés Wim Dierckxsens.

El mundo industrializado también enfrenta una amenaza inminente, un internet balcanizado, dividido en dos: uno, gestionado por Estados Unidos y sus aliados, y el otro por China; aunque la Unión Europea tendría su propia versión, según Eric Schmidt. En tal escenario, es ingenuo pensar que México no seguirá subordinado a su vecino del norte.

Ante esos desafíos del futuro, la Conferencia Mundial sobre Inteligencia Artificial (AI, por sus siglas en inglés) invitó a polemizar a Jack Ma de Alibaba, y Elon Musk de Tesla. El segundo hombre más rico de China se mostró optimista en cuanto a los efectos de la IA sobre los humanos; pero el físico Musk reviró: “No creo que así será”, reportaba la británica BBC World.

Ciberpol.
Imagen: Ciberpolc3adtica.

Según Ma, el desarrollo de la IA permitirá trabajar sólo cuatro horas en tres días por semana (aunque apoyó el polémico plan de laborar de nueve de la mañana a nueve de la noche por seis días: el sistema 996). En cambio, Musk ve el fin de la Humanidad y que la IA “sólo sea un punto de partida para un tipo de vida superior. Quizás el último trabajo será desarrollar la IA que, eventualmente, codificará su propio software”, vaticina el también fundador de SpaceX.

El futuro es la nueva Revolución tecnológica que impactará en nuestro pensamiento y físico, en lo político y en el entorno, indica el informe Un Nuevo Mundo, de la Comisión Mundial sobre Geopolítica y Transformación.

Hasta ahora, los líderes del rubro son la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de la Defensa (DARPA, por sus siglas en inglés), Silicon Valley y el prestigiado Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por las iniciales de su nombre en inglés). Ellos coinciden que, en el mundo por venir, la IA se vinculará con la geopolítica en ámbitos y alcances aún por definirse.

Maquinaria.

La mirada política del futuro vino del presidente ruso, Vladimir Putin, quien al inaugurar un curso escolar el 1 de septiembre de 2017 adelantaba: “La IA es el futuro, no sólo para Rusia, sino para toda la Humanidad. Quien lidere este ámbito gobernará el mundo”.

¿Y México cómo va? No del todo mal. Del 10 al 13 de este mes la Universidad Nacional Autónoma de México alojará el Congreso de la Federación Mundial de Estudios de Futuro (WFSF, en inglés), con miras a estudiar los futuros. Anticipar el futuro con todos los escenarios posibles y sus consecuencias a largo plazo es el propósito de la prospectiva, explica la vicepresidenta regional, la prestigiada doctora Guillermina Baena Paz.

A la par ven al futuro miembros del Centro de Investigación en Inteligencia Artificial, el Instituto Politécnico Nacional y la Sociedad Mexicana de IA, entre otros, con avances en control de transporte, monitoreo de pacientes médicos, software para la bancarización y otros sistemas inteligentes. Ellos, con mecatrónicos, astrofísicos, estrategas y geopolitólogos trazan el umbral de esa prospectiva, constatan la vigencia de la frase de Paul Válery: “El futuro ya no es lo que solía ser”.