¡Vaya! ¡Vaya!, como dijera el sabio Carlos Slim, “No es lo mismo ser borracho que cantinero”. Ciertamente, las palabras del multimillonario flotan sobre el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, como si de un epitafio se tratara.
Veamos qué tenemos. Las finanzas públicas de México enfrentan retos enormes. Los ingresos federales anualizados a 2019 tendrán un faltante estimado de 251 mil millones de pesos en contraste con lo presupuestado para el año en curso. ¿Se preguntará por qué? ¿Quién se lo robó? No, es consecuencia de la falta de confianza en el gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador y su partido MORENA.
A lo anterior, se suma la incompetencia de los nuevos servidores públicos que han sido capaces de gastar sólo el 21% del presupuesto público federal aprobado, generando en consecuencia una desaceleración económica autoinflingida, definida técnicamente como estancamiento y que amenaza seriamente con convertirse en recesión.
Sin duda en esto, “No es por presumir”, el gobierno de la 4T está “Haciendo Historia”, porque ha perdido de vista que la economía es una ciencia social, en donde el elemento humano denominado “Confianza” tiene enorme valor en el comportamiento del consumo de bienes duraderos y en la inversión. ¿Y quiénes son los que hacen esos desembolsos? Adivinó usted, los denominados “fifís” por el propio presidente López Obrador, y que corresponden a la clase media alta y alta de la sociedad mexicana clasificada en términos de su nivel de ingresos. Son éstos, que probablemente no votaron por AMLO, que observan con desconfianza su incompetencia personal y de su equipo gobernante, los que ven con desconfianza sus decisiones erráticas, plagadas de dichos populares, pero que no alcanzan a estructurar una política pública coherente. A los dueños del dinero no les tienes que caer bien, tampoco te tienen que amar, sólo dales confianza, o en otras palabras certeza o claridad de lo que haces o pretendes hacer. De lo contrario, mantendrán su dinero en sus cuentas o peor aún, comenzarán a moverlo a destinos más rentables.
Pese a lo anterior, el Presupuesto de Egresos de la Federación, prevé ingresos superiores a los seis billones de pesos netos ($6,096,335,800,000 para ser precisos). ¿Y qué cambiará, se preguntará usted, estimado lector?
Pues bien, como se suele decir, “Si quieres conocer las prioridades de un gobierno, no escuches su discurso, lee su presupuesto”, y aquí tenemos la realidad de lo que pretende Andrés Manuel López Obrador.
Lo más interesante sucede en los cambios en los Ramos Administrativos: se incrementa 72% Energía; 56% Función Pública; 25% Consejería Jurídica del Ejecutivo Federal; y 11% Bienestar. Y se reduce 90% Gobernación; 31% Agricultura y Desarrollo Rural; 21% Comunicaciones y Transportes; 33% Economía; 35% Trabajo y Previsión Social; 44% Turismo; 43% Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU); y 17% en las Erogaciones para los Programas de Apoyo a Ahorradores y Deudores de la Banca.
En los Ramos Autónomos, los principales incrementos son los siguientes: 31% Instituto Nacional de Estadística y Geografía; 11% al Instituto Nacional Electoral; 11% al Instituto Federal de Telecomunicaciones; y 11% al Tribunal de Justicia Administrativa.
En Perspectiva, Andrés Manuel López Obrador se propone con mucha claridad reactivar el sector energético y lo hará a la vieja usanza con empresas paraestatales; llevará a cabo una cacería de brujas entre los corruptos de anteriores administraciones; y dejará a la economía formal a que sobreviva a su suerte y con sus propios recursos.
Un momento, y ¿qué hay de la seguridad pública? A este respecto la Secretaría de la Defensa Nacional le está reduciendo 3.1%; a la Secretaría de Marina y Armada de México se le incrementa 1%; y a la renovada Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana se le asigna la nada despreciable cifra de $59,150,695,893, esto último es una cifra ligeramente superior a lo asignado a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
Todo lo anterior me deja en mi mente la mal lograda administración del expresidente José López Portillo, de 1976 a 1982. Y, claro, aquel hombre era un gran orador y un refinado intelectual, sólo que enloqueció con el poder presidencial.
¿Y usted qué opina, estimado lector?