Al parecer los propietarios de este país -en lo colectivo- no hemos logrado crear la identidad de México que incluya nuestros verdaderos potenciales. Tan es así que casi cualquier país que llega a nuestras tierras lo vemos con gran admiración y más grande que nosotros, inclusive a los países más pequeños los hacemos grandes y todo esto porque nos minimizamos inconscientemente.
Si hiciéramos un acto de consciencia y respondiéramos a la pregunta “¿cuánto le he invertido a México?”, me podría imaginar que la mayoría estaríamos muy cerca del cero o en el cero. Cuando tenemos algo que es nuestro y tiene valor, normalmente lo cuidamos, le damos mantenimiento o le invertimos para mejorarlo y subir este valor. Eso sólo sucede cuando tenemos ese sentido de pertenencia, y creo yo que es por ello que la mayoría no invertimos en México, porque no lo vemos como nuestro.
Invertir en México se podría ver simple, aunque requerimos observar más profundo desde ese sentido de pertenencia para hacerlo realidad colectivamente. Es analizar lo que podemos aportar para que nuestro país mejore, desde lo particular y hacia lo colectivo. No me refiero a un simple dar o ser mejor, me refiero a una evolución consciente que genera un cambio que nos traiga mayor valor como entidad integral.
Hoy siento que estamos en un momento de que todos seamos parte para crear ese cambio que nos permita alejarnos de obtener siempre los mismos resultados y que al final no nos alcanza para declarar que lo logramos, dando vuelta una y otra vez en el mismo lugar.
Al final terminamos viendo a los de afuera, comprándonos y buscando ser como “los otros” en lugar de SER MÉXICO, más allá del sombrero, el tequila y la fiesta. El mayor valor que tiene nuestra tierra es su gente y lo sabemos, lo hemos demostrado ante momentos difíciles pero algo sucede que se pierde al pasar los eventos trágicos y regresamos a lo que no nos gusta ser, una sociedad polarizada.
Invertir en México inicia con empezar a vernos como uno solo. Es sentirnos parte y participar como ciudadanos en lugar de soltarle toda la responsabilidad a los liderazgos políticos para después buscar culpables. Actuar como los dueños de México. Al tenerlo claro y vivirlo, cambia la perspectiva y por lo tanto podemos cambiar la realidad. Mas allá de ser críticos ‒que eso sería estar en el papel de espectadores‒ podemos vivir en una clara participación para crear una nueva consciencia en nuestro país que nos libere de los paradigmas que nos mantienen estancados, y que vienen de nuestro inconsciente colectivo.
Invertir en México es dedicarle momentos de consciencia que nos permitan fluir con nuestros potenciales para unirnos a resolver los grandes retos que tenemos como la pobreza, el hambre y la salud social. Volvernos dueños es saber que nuestras tierras dan suficiente alimento para todos y que podemos repartir y ser conscientes de que si uno no tiene comida, entonces todos estamos involucrados en esa realidad y habrá que resolverla.
Hoy tenemos un país que atrae a grandes inversionistas de todo el mundo. Esto sucede porque nuestra propiedad realmente vale mucho y se vende por muy poco; y nosotros como dueños dejamos que sucedan las cosas que hacen que nuestro México pierda valor. Por otro lado, gracias a que nos desvalorizamos hemos creado un vecino que se la pasa recordándonos lo pequeño que nos sentimos y haciendo de esto una muestra de su poder.
Puede verse largo el camino, y aun así, no debería de importarnos ya que nos pertenece. Lo que sí debemos iniciar como acción individual y colectiva es el sentirnos parte y comenzar a ser incluyentes en coherencia con nosotros mismos y nuestros actos, con los demás y con todo lo que México representa. Éste en sí mismo es un primer paso que nos quita de los ojos la distorsión de lo que creemos ser para poder empezar a SER lo que sí somos.
Lo veo como una forma de empezar el camino para darle valor a nuestro México. La oportunidad es vivir en un lugar que no se venda al mejor postor sino a quien puede hacerlo crecer invirtiéndole de forma coherente y cohesiva: los mexicanos. Ya es momento que nos preguntemos “¿cuánto estoy dispuesto a invertirle a mi país? Y del resultado podremos obtener qué tanto “nos sentimos México”.