Digital y cívica, la democracia difícil

Maduran más lento. No de ahora. Es un fenómeno añejo. Consustancial a la propia naturaleza de cada dimensión, quizá.

Mientras una transformación tecnológica suele desatar una cascada de cambios, adaptaciones que, a su vez, precipitan nuevos cambios, el orden social y político se adapta de manera menos vertiginosa. Lo que es más, no es raro que presenten resistencia a las nuevas realidades.

Desde hace algunos años, la irrupción de las tecnologías digitales ha producido un inusitado impulso al ánimo deliberativo y el compromiso cívico. Dos expresiones en las que los protagonistas, antes que los políticos profesionales, son justamente quienes no hacen política de manera profesional. Amplios sectores de la sociedad participan, sin adscribirse de por vida, ni a liderazgos ni a ideologías inamovibles.

Reivindican, en los hechos, una forma de la democracia que tiene en lo deliberativo y lo cívico, sus dos pilares. No terminan de avenirse bien quienes desde el ámbito de la política les gustaría mirarse como sus depositarios únicos: la deliberación y el compromiso cívico.

Es una democracia civil y cívica en el más amplio sentido del término, que también halla en el debate permanente el motor de su impulso. Es cívica y civil, pues, por partida doble. Está constituida por la sociedad, variopinta y amorfa, tal cual es. Al tiempo que responde a los resortes, preocupaciones y sentir de quienes no tienen a la política como forma de vida.

Democracia en tecnología digital
Fuente: Freepicks.

 

Quedan a la vista, así, las dificultades y desconcierto que causa en quien ostentan el poder político, la pérdida del monopolio de la deliberación y de la representación de las causas ciudadanas.

La ciudadanía discute, crítica, propone (y en muchos casos, como se verá, implementa). La sociedad deliberativa y deliberando, desplaza el otrora omnipresente aparato político y sus usufructuarios, al dotarse de la capacidad para construirse espacios que la representan a sí misma.

Frente a la disciplina, lealtad, obediencia, sentido de jerarquía, entrega a la “causa” introyectado por los militantes y dirigentes de los partidos políticos. El escenario abierto y alentado por tecnologías digitales supone un horizonte donde “los individuos son agentes reflexivos”, dice Ernesto Ganuza, “cuyas preferencias, deseos y actitudes no están prefijados de antemano”.

Perdido el monopolio de la atención de la conflictividad social, roto el esquema binario de representados y representantes, resulta explicable, entonces, el desconcierto y respuestas fallidas, cuando no dislates, de los actores políticos tradicionales.

Diversidad y diferencia son los pivotes que impulsan estas nuevas formas de la deliberación y el compromiso cívico. Entorno plural poblado de iguales, siguiendo a Ganuza.

Ernesto Ganuza
Fuente: comtransmedia.com.

Una iniciativa ciudadana, una más, provocó hace unos días la respuesta airada de parte de la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. Intolerable, así debió haberse percibido. Con un énfasis que no se ve en las acciones para contener la creciente ola de violencia criminal, la autoridad política deslizó una amenaza velada a los promotores del #MeEstánLLevando, al anunciar que el gobierno capitalino citaría a las empresas que alquilaron sus marquesinas para hacer esta campaña.

Convencida de ello, o bajo el cálculo comunicacional de que lo mejor para su causa era plantearlo así, la autoridad se dijo víctima de una campaña de desprestigio. Sea como sea, a las estructuras de poder no les gusta verse rebasadas. Particularmente por aquellas formas del debate y el compromiso cívico que pone en evidencia su falta de pericia y la ineficiencia de las acciones gubernamentales.

Lo preocupante a la par es la exhibición, sin mediaciones, de una noción, anquilosada, en la que la autoridad asume que toda acción que se dé fuera de su control y los esquemas que ella misma fija, debilita su poder.

Dicho en otras palabras, que la única posibilidad que esa autoridad tiene para coordinar las acciones y respuestas frente a una crisis, pasan necesariamente por la restricción de las libertades individuales. Por eso, la reacción es no sólo inadecuada sino hasta desproporcionada, podría parecer, al amagar con acciones legales a ciudadanas y ciudadanos.

derechos digitales y democracia internet
Fuente: CC:BY-NC-SA; Alex Ingram (derechosdigitales.org).

¿Su afrenta? Idear una campaña (y llevarla a cabo) en la búsqueda de apelar a la solidaridad social y cívica para conseguir, con extrema urgencia, aquello en lo que, esa misma autoridad que se molesta, muestra graves falencias: proteger a las ciudadanas que son violentadas, en especial en el Metro de la Ciudad de México.

La autoridad hace foros, forma consejos, invita celebridades, abre espacios para la discusión; es lo que se dice. Se trata, empero, de formas de la deliberación acotadas, diseñadas y, a final de cuentas, controladas por la propia autoridad política.

De ahí que los esquemas dentro de los cuales la autoridad pretende encuadrar el debate, más parezca, o bien, ejercicios para convencer a quienes no piensan igual, o tramas para cubrir las formas, cuando no, de modo agravioso, tribunas para exhibir, defenestrar o intimidar a quien piensa o se organiza de un modo distinto.

Entre los resortes de la pujante democracia cívica y digital que hoy existe a la par de las formas del pasado del poder político establecido, implicaciones igualitarias de nuevo calado, de cara a éstas, la autoridad política tendrá que reconocer que es la deliberación amplia y efectiva, no simulada, el nuevo sustrato de las decisiones.

Reconocer, para comprender y asumir, que la geometría piramidal donde la autoridad se asume, de modo imperecedero, como encarnación de una voluntad (millones de votos, se dice) que le legitima para tomar cualquier decisión en cualquier momento sobre cualquier materia, no opera más de esa manera.

Mientras no sea así, la democracia cívica y digital seguirá siendo una asignatura difícil para quien gobierna.

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