Economía débil y sociedad desigual

El verdadero desastre frente a los desastres

Es cierto que los desastres naturales, como huracanes, terremotos o inundaciones, no se pueden prever del todo.

Pero no menos cierto que una adecuada gestión integral de los riesgos derivados de fenómenos naturales no sólo es posible, sino una obligación de la autoridad.

La negligencia, corrupción e inoperancia se suman catastróficamente al embate de la naturaleza, al colocar, de antemano, a amplios sectores de la población en condiciones de peligro, en las que no deberían estar.

Asentamientos irregulares que representan enormes caudales de votos en los procesos electorales, desarrollismo que construye hoteles, refinerías y toda clase de infraestructura en zonas de contención, son cotidianas.

Corrupción turística.
Imagen: Animal Político.

Constituyen, al mismo tiempo, parte de la explicación del porqué la devastación natural tiene siempre en las economías débiles mayores víctimas y consecuencias a más largo plazo.

Es un hecho que los desastres naturales seguirán ocurriendo en el futuro cercano de América Latina y el Caribe.

Lejos de disminuir, la tendencia histórica nos indica que tanto los desastres marítimos como los desastres geológicos seguirán cobrando vidas en la región.

De acuerdo con datos de Naciones Unidas, sólo entre 1970 y 2001, los desastres naturales provocaron en América Latina casi 250 mil muertes.

Adicionalmente, en esas tres décadas, estos fenómenos afectaron de diversas maneras a cerca de 145 millones de personas.

Es relevante insistir en que la mayoría tanto de las víctimas mortales como de quienes resultaron afectadas, se encontraban ya desde antes del fenómeno natural, en situación de vulnerabilidad social.

Desastre natural.
Fotografía: ExpokNews.

Asimismo, el Programa de las Naciones para el Medio Ambiente ha calculado los daños materiales en la región en prácticamente 70 mil millones de dólares.

En este contexto, investigadores como Ricardo Zapata han insistido en la necesidad de una visión integral que se centre en la gestión del riesgo y adaptación, en relación con las consecuencias que el cambio climático ha traído consigo.

Daños, pérdidas y costos deben, así, ser vistas en su fase preventiva y no sólo reconstructiva, reconociendo la transformación socioeconómica y cultural como resortes de este cambio.

El círculo vicioso de los desastres y de la vulnerabilidad social ya existente, suma mayor pobreza y marginalidad. De ahí que sea imprescindible llevar la experiencia de los daños anteriores, a un cambio en la gestión de los desastres que pueda mitigar la ocurrencia de los que puedan venir en el futuro.

Además de las pérdidas humanas, cada desastre para cada nación latinoamericana representa un retroceso en la posibilidad de generar mejores condiciones de vida para su población.

Los desastres naturales para toda América Latina representan un impacto negativo en su necesidad (urgente) de generar un crecimiento duradero, que además sea sostenible, equitativo, competitivo y participativo.

Economía y cambio climático.
Imagen: El País.

Esta concepción del desarrollo que proponen muchos investigadores, entre ellos Ricardo Zapata, incorpora lo político, humano, social, físico, financiero y natural.

En lo que denomina “Una visión sistemática integral del desarrollo”, Zapata sostiene que sólo así podrán mitigarse los efectos de los desastres naturales por venir en Latinoamérica y el Caribe.

En lo político, destacan tres aspectos a consolidar en cada una de las naciones de la región: gobernabilidad, transparencia y participación e inclusión.

En el desarrollo humano, es necesario el acceso universal a la salud y la educación, así como el fomento a los procesos de construcción de las identidades culturales.

En lo social, se hace énfasis en el fortalecimiento de redes y sistemas de seguridad, solidaridad, microeconomía, etcétera.

Lo social involucra también el fortalecimiento de los lazos familiares y de familia ampliada, a trabajar sobre los temas de violencia y seguridad, y, finalmente, atender la migración.

En cuanto a lo físico, Zapata señala: tipo y calidad de los asentamientos y vivienda; infraestructura de comunicaciones y transportes; y, calidad del resto de la infraestructura pública.

En lo financiero, se llama a observar el acceso al crédito; el establecimiento de mecanismos efectivos de compensación y ampliar cultura y posibilidades del aseguramiento.

Desastre financiero.
Ilustración: Juan Serrudo.

Finalmente, en lo natural, se subraya el acceso universal al agua potable; el derecho al aire limpio, el cuidado de la biodiversidad y microclimas, representados por la integridad de los ecosistemas, así como el uso y acceso a recursos naturales no renovables.

No evitaremos los desastres naturales, pero una relación de responsabilidad frente al cambio climático, sí nos permitirá salvar vidas.

Del mismo modo que una gestión integral y sistémica de la gestión de riesgos, aminorará los daños sobre los que menos tienen. Al tiempo que posibilitará preparar mejor a las economías latinoamericanas, ya de por sí frágiles históricamente.

Lejos de una visión asistencialista que transfiere dinero en efectivo a quien vive sobre un lecho de un río seco que recobrará su cauce con las lluvias, o sobre minas que cederán en el próximo terremoto, la visión debe ser integral, se requieren miras de futuro.

La posibilidad de un desarrollo integral pasa, necesariamente, antes que por la próxima elección y su necesidad de votantes, por políticas de Estado que incorporen la tecnología y la planeación. En resumen, una visión responsable de Estado que tenga en el centro: gobernabilidad, transparencia y participación e inclusión.

No se ve cerca.

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