Libros y lectura, ¿qué cambió con lo digital?

Tensión entre dos mundos. Uno representado en el texto y sus verdades; otro, puesto en los ojos de quien lee, imbuido de sus propias verdades.

Leer significa, en su alcance más determinante, un acto ético. La posibilidad de resolución, sin que ninguno de estos dos mundos sea aniquilado, de la tensión cultural que implica que el horizonte de quien lee no sea idéntico al que el texto despliega.

Entre lo propio y lo ajeno, lo particular y lo universal, el distanciamiento y la apropiación, la lectura, la que cala, revela y transforma, ocurre, pues, como una suerte de movimiento pendular, que acaba por crear un tercer espacio de lo común.

Un desplazamiento que tiene para lo humano su triunfo mayor en conseguir la inclusión de la otredad en lo propio, lo que no soy yo, como parte de lo que soy yo. Fundamento de lo ético.

La llegada de la era digital no ha modificado esta condición fundamental del acto de leer. Ha modificado, sin embargo, de manera radical, a mi modo de ver, la relación con el ejercicio del distanciamiento temporal, tal como éste se daba antes de que se leyera en pantallas.

Apunto brevemente tres particularidades que en el ámbito tanto de los objetos como de las prácticas (que suponen modos y lugares) ha traído consigo la lectura digital.

Libros y libros electrónicos
Fotografía: Pixabay.
  1. Sobre el objeto sobre el que se lee:
  • El objeto libro, en su forma más popular que es el Pocket Book, inventado apenas en la década de los treinta del siglo anterior, es un objeto terminado, al que se puede intervenir (subrayar, por ejemplo) de modo limitado. Un objeto hecho, lineal: principio, medio, fin, y con una clara taxonomía que jerarquiza partes reconocibles.
  • El objeto lector, no me refiero al sujeto lector, sino al dispositivo donde una de las cosas que se pueden hacer, entre otras, es leer; es un objeto no terminado (en tanto puede recibir nueva información o incluso “autoactualizarse”), se puede intervenir ampliamente (con más memoria o reconfigurándolo) y la base de su funcionamiento no es lineal sino rizomático o en red.
  1. Sobre el modo de leer:
  • La lectura, al modo que el final del mundo moderno la concibió, suponía un acto de concentración que la volvía una acción a la que había que abocarse como un acto concentrado; ello representaba una capacidad de abstracción que nos separa de los demás y nos colocaba en el silencio interior y las voces del interior del libro; en tercer lugar, el cuerpo entraba por un sitio a ese mundo que el libro albergaba y se salía, idealmente, por otro, la ruta estaba marcada.
  • La lectura, al modo que la incipiente era digital comienza a marcar, señala que se lee en una pantalla, mientras se ve otra y se abre otra. La actividad lectora ocurre en un universo de pantallas que a veces están en distintos dispositivos o a veces pertenecen al mismo, de tal suerte que se lee “acompañado” de otros (es el caso de los mensajes de WhatsApp o de otra información que en ese mismo instante va completando lo que se va leyendo; en tercer lugar, las entradas son múltiples y los centros del texto que se lee en digital se desplazan conforme el viajero virtual, llamado lector, avanza, sale, entra, establece conexiones, en fin, se pierde y encuentra en los pasadizos de los hipervínculos.
Smartphone con pantalla flexible
Fotografía: RedUSERS.
  1. Sobre el tiempo en que se escribe y en que se lee:
  • Es cierto que los libros de papel pueden leerse de pie, caminando, o hasta de cabeza, como Homero Adams. En todo caso, lo que es incontrovertible es que dentro de los usos del cuerpo que esta práctica de lectura implica, se hallan las esperas y nociones básicas de temporalidad: allá y entonces, en su doble variante del allá y entonces en que el texto fue escrito y el allá y entonces donde el texto sucede.
  • No soy el primero, ni seré el último en hablar de los dispositivos digitales como extensiones del cuerpo de los usuarios. Lo que ya de suyo nos coloca en un sitio de uso corporal completamente distinto que la práctica precedente, la del papel y el objeto por completo ajeno a la corporalidad del sujeto que lee. Pero la experiencia se radicaliza cuando se trata de lo temporal. Lo que antes era el “allá y entonces”, especialmente en la escritura en redes que va publicándose (casi) a la vez que se escribe, ese allá y entonces que abría esperas, o mejor dicho: que fundamentaba la noción de distancia y distanciamiento, se torna un “aquí y ahora” que se sobrepone al aquí y ahora del lector.
Another World
Obra titutalada “Otro mundo” de M. C. Escher, 1947 (Fuente: Digital Commonwealth, Boston Public Library).

En un instante, allá, una persona toca la pantalla de su dispositivo; en ese mismo instante, casi, en el aquí, que es el allá sincrónicamente para quien ha escrito, aparece, se publica, se visualiza lo escrito.

Esa performatividad es la del mundo y el tiempo. La lectura en lo digital cobra forma y sentido como una experiencia de un mundo distinto, como cartografía del instante que como en un dibujo de Escher contiene muchos instantes en su interior.

Línea y circularidad, sincronía de la realidad y su mirada.

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*Una versión mucha más larga de este texto fue presentada como Conferencia Magistral en el marco del Programa Académico del Festival Cultural Zacatecas 2019, en esa ciudad el pasado 16 de abril.

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