¿Tener es poder? Subjetividad, agencia y control

Hemos revisado que tener un cuerpo implica una conjunción de mecanismos fisiológicos por medio de los cuales la persona siente y se percata de la postura, el movimiento, el estado de bienestar o malestar de su propio cuerpo y también hemos señalado que esta corporeidad es una base funcional indispensable en la conformación del yo. Pero además de su cuerpo, la persona también siente como suyos sus percepciones, emociones, pensamientos, recuerdos o sueños, es decir, los experimenta como eventos mentales que le ocurren sólo a ella o a él. Esta experiencia de propiedad constituye el trasfondo de la subjetividad, pues los procesos mentales no sólo son cualitativos y por ello se sienten, sino que al mismo tiempo son subjetivos y por ello se tienen. Estas dos propiedades están íntimamente ligadas: el carácter cualitativo característico de la experiencia ocurre necesariamente con un referente subjetivo: le pertenece a un sujeto. En efecto, las experiencias conscientes no se dan por sí mismas o en el vacío: le suceden a alguien, son sus propias experiencias y de nadie más. El término en inglés de mineness se ha venido usando cada vez más en los trabajos sobre el carácter subjetivo de la conciencia y la autoconciencia como el hecho y la capacidad de los humanos de sentir y auto-atribuirse sus procesos y estados mentales.

Minesness.
La segunda conferencia sobre el carácter subjetivo de la conciencia fenoménica, en Barcelona, llevó el título de “El sentido de mineness”. Esta palabra no tiene equivalente en castellano, se refiere al sentido de ser yo mismo y de posesión de mi cuerpo y mis procesos mentales. La conferencia llevó como distintivo esta figura. Es patente que no es posible ilustrar la subjetividad más allá de una figura humana en un ambiente silencioso y dedicada a una labor reflexiva (‘Estudioso leyendo’, Rembrandt, 1631).

Es importante comprender mejor el sentido de propiedad del cuerpo en relación con el sentido de agencia para evaluar la relación que existe entre estas dos facultades fundamentales de la autoconciencia. En el primer caso, el sujeto se siente dueño de su propio cuerpo y todas sus partes; a esta sensación contribuyen de manera predominante las señales corporales que interactúan con las representaciones del cuerpo almacenadas en su memoria. Las evidencias sugieren además, que la integración de las señales que se dirigen hacia el propio cuerpo, como mirarse y tocarse, producen o modifican el sentido de propiedad corporal. Por su parte, el sentido de agencia –la capacidad de decidir, iniciar y mantener las acciones del cuerpo de acuerdo con las intenciones del sujeto– parece involucrar fundamentalmente a su capacidad motora. Ahora bien, aunque es posible distinguir las dos funciones por su fisiología y su fenomenología, es decir por la manera como la persona siente su cuerpo y las formas en que puede moverlo, se puede advertir que tienen puntos en común y que dependen una de la otra. El sentido de propiedad del cuerpo parece necesario para que el sujeto pueda moverse porque siente al cuerpo y sus partes como propias y porque los movimientos decididos y dirigidos refuerzan su sentido de propiedad y de agencia.

Integración conceptual.
La integración sensorio-motriz y otras funciones cognoscitivas en el cerebro facultan el aprendizaje y la formación de un sentido de agencia y propiedad (Esquema tomado de: https://https://bit.ly/31tDW4B).

Dado que la relación entre el sentido de agencia y el sentido de posesión del cuerpo es importante para comprender la conciencia de sí, el tema ha llamado la atención de varios investigadores del cerebro. La relación entre las diversas sensaciones propioceptivas e interoceptivas provenientes del propio cuerpo y la información sensorial, en especial la visión del propio cuerpo ha sido uno de los focos de interés. Para engendrar el sentido de propiedad del cuerpo debe ocurrir una interacción y eventualmente una integración entre estas dos variedades de experiencia corporal, una proveniente del interior del propio cuerpo y la otra de su exterior. El sujeto debe sentir que posee su propio cuerpo y tener una clara noción de su entorno inmediato para poder comandar sus actos con un sentido y de esta manera afectar el entorno según su deseo, decisión e intención. El sentido de propiedad modula el sentido de agencia: tener un cuerpo implica poder moverlo.

Si la agencia se entendiera como la certidumbre que tiene todo sujeto de controlar sus propios actos, podría explicarse en buena medida y a nivel sub-personal como el conjunto de mecanismos neurofisiológicos que se conocen como “control motor.” Pero este sistema de control no sólo tiene una dirección que parte del cerebro y termina en los músculos, sino que también implica a las sensaciones, pues el movimiento voluntario ocurre en un entorno que el sujeto percibe y es modulado por el sujeto con base en cómo lo siente. Por esta razón, más que referirnos al control motor, es conveniente hablar del sistema sensorio-motor, es decir, el sistema que acopla los movimientos con las percepciones, como sucede al mover la cabeza para mirar algo, o al manipular un objeto, pues las sensaciones de tacto provenientes de los dedos se acoplan con los movimientos de palpación.

Movimiento.
Figura del blog “Si conduzco yo, no me mareo”. El cerebro predice las sensaciones que producen los movimientos que genera el propio sujeto, con lo cual no puede hacerse cosquillas a sí mismo o marearse si conduce un coche (Figura tomada de: https://bit.ly/2J4GJuF).

Este acoplamiento no ocurre como algo nuevo cada vez que el sujeto manipula un objeto, pues el organismo tiene una historia que otorga una predicción de la experiencia sensorio-motriz. Tal predicción no es consciente, pero es indispensable para que ocurra la conciencia. Hoy se conoce que cuando ocurre una coherencia entre la predicción tácita y la experiencia actual se facilita el aprendizaje motor y el refinamiento sensorial, procesos clave en la adquisición de habilidades y destrezas, como veremos pronto. Además, esta coherencia entre las predicciones y los procesos sensoriomotores presentes contribuye al sentido de agencia, pues el sujeto experimenta esta retroalimentación como intrínseca de su capacidad de moverse y afectar el mundo. Esta función predictiva se explica con una fascinante hipótesis neurofisiológica: cuando se genera un comando motor, es decir cuando el sujeto envía la orden a una parte de su cuerpo para moverse, se genera una copia eferente del comando que predice las sensaciones que tendrán lugar por ese movimiento. Si la predicción concuerda con las sensaciones producidas por el movimiento, el organismo comprueba la eficiencia de sus actos y se genera o refuerza un sentido tácito de agencia. Uno de los primeros investigadores en vislumbrar este mecanismo comparador, haciendo gala de una sagacidad visionaria, fue el sabio alemán Hermann von Helmholtz, el pionero de los estudios fisiológicos de la vista y el oído a mediados del siglo XIX.

La mente fenomenológica.
Portada del libro “La mente fenomenológica” de Gallagher y Zahavi, dos de los autores más reconocidos en el campo de la cognición situada y corporizada en el que abordan, entre otros, el tema de la agencia y la autoconciencia.

El grupo de Shaun Gallagher ha considerado el papel de las señales aferentes (la información “de entrada” que llega al cerebro proveniente de los órganos de los sentidos y del interior del cuerpo) y de las señales eferentes (la información “de salida” que va del cerebro a los músculos del cuerpo y dirige actos y acciones particulares). La experiencia coherente del propio cuerpo depende de la integración de información aferente con la información eferente; es decir, su combinación es necesaria para que el sujeto sienta su cuerpo como propio y para que pueda moverlo a voluntad. La distinción entre posesión y agencia corporal no se comprende como una división entre información de entrada en el primer caso y de salida en el segundo. Mientras las señales aferentes proveen de un contenido específico a la experiencia corporal, las señales eferentes estructuran la experiencia del cuerpo de manera integral y coherente con el medio.

Una vez más, atestiguamos que la autoconciencia no se restringe a la representación cerebral que tiene una persona de sí misma, sino que involucra al cuerpo, tanto en lo que se refiere a la modulación de la conducta, como a las entradas sensoriales. Además se sigue perfilando la noción de un self o un yo central o elemental constituido por la sensación tácita o inconsciente de propiedad y control del propio cuerpo para engendrar acciones y su manifestación consciente en forma de introspección, narración o memoria autobiográfica que veremos en capítulos venideros.

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Jairo Muñoz Delgado

Entonces si asumimos esa postura, podemos pensar que los animales no-humanos, como los primates para un ejemplo cercano, tienen autoconciencia, porque para convivir en ambientes naturales, necesitan el reconocimiento de si mismos y de sus capacidades que exhiben en los grandes saltos entre ramas, para desplazarse y buscar el alimento o cuando están en una situación de huir de un depredador, en el caso de los monos arborícolas. Lo que quiere decir, que no hay necesidad de las pruebas clásicas de la marca, en chimpancés u otros primates, porque la autoconciencia, la podemos observar en la capacidad de los movimientos que con certeza realizan. Otro ejemplo es cuando los simios construyen sus camas para dormir en la noche, hay un reconocimiento corporal del peso que tienen para “saber” cuáles ramas son las que pueden sostenerlos. Podría dar algunos ejemplos adicionales de otros animales depredadores como los sigilosos jaguares, etc.

Gracias al profesor Jairo Muñoz por su comentario. Concuerdo en que muchos comportamientos estratégicos de los primates sugieren que disfrutan de una conciencia de su propio cuerpo, pero es probable que se trate de una conciencia tácita y no explícita, es decir que no tengan una sensación reflexiva de propiedad de su cuerpo y de su voluntad de moverse. No hay pruebas para esta capacidad que en el ser humano se manifiesta por el lenguaje. En cualquier caso es patente que las capacidades humanas más elaboradas tienen antecedentes filogeneticos en la evolución y que estos son más patentes en nuestros parientes más cercanos, los simios.

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