Activismo y oportunismo

En muchos casos los activistas de hoy son los acarreados de ayer, se suman a causas injustas con la prepotencia de la turba, son grupos de choque a sueldo.

Ciudad de México.- Ser un activista está de moda, la palabra misma “activismo” pareciera que tiene virtudes implícitas. Ser activista, así nada más, sin ni siquiera definir en qué se milita o qué se defiende, es un título o una tarjeta de presentación, describen a alguien y dicen “es un activista” y se supone eso que nos detalla el valor de esa persona.

En el arte pasa lo mismo, basta que a una obra se le ponga la “reflexión” sobre un asunto social, ecológico o político y adquiere un pase a la exposición y un status artístico aunque la factura sea abyecta o infra inteligente.

El activismo no es axiomático, no es benévolo en sí mismo, hay racismo, violencia, causas mercenarias pagadas por intereses políticos y gente manipulada que se presenta como activista. Los neo nazis, los supremasistas blancos, la gente que defiende ideas tipo próvida, los ultras, son activistas, y distintos movimientos que se dicen “sociales” y que en realidad son intereses grupales.

En muchos casos los activistas de hoy son los acarreados de ayer, se suman a causas injustas con la prepotencia de la turba, son grupos de choque a sueldo. Será interesante ver hasta qué punto estos activistas tienen un compromiso verdadero que puedan sostener de forma individual, a título personal, sin la protección del anonimato, como los famosos y delictivos anarquistas que no saben qué es el anarquismo pero que un grupo les paga para que hagan sus actos violentos y hasta los saca de la cárcel.

Imagen: Cuartooscuro
Imagen: Cuartoscuro

Esta posición activista está contaminando la defensa de causas y se ha convertido en la máscara de intereses que han encontrado una forma políticamente correcta para manipular a la opinión pública. Funciona en todas las escalas, desde el arte hasta en los actos de destrucción de bienes como el caso de las líneas de Nazca en Perú que fue intencionalmente dañada por los activistas de Greenpeace para exhibir su eslogan.

Las redes sociales, el Twitter, también son terreno de activismo, que en el más claro ejemplo de acarreo y nula capacidad crítica, se suman sólo porque es trending topic.

Este activismo no ayuda socialmente, de hecho distorsiona y desprestigia, lo que significa la participación y la conciencia de justicia. El arte está saturado de oportunistas sin talento que con una obra activista adquieren prestigio y si analizamos la obra sucede que hacen escarnio de problemas humanos para ser cuota en los museos. Explotación de la pobreza, la muerte, el feminismo, la violencia de género, la ecología son argumentos para hacer una obra amarillista utilizando los mismos medios que condenan. La causa los hace inmunes a la crítica, no podemos juzgar algo que tiene una intención social y ¿qué pasa con el activismo de las masas? Lo mismo, señalar que son grupos pagados y manipulados es un atentado contra lo políticamente correcto y la opinión pública asimilada al status.

Ese activismo funciona con dinero, las obras están en el museo o bienales con grandes patrocinios, los activistas viajan con gastos pagados y no sabemos por quién. El activismo es una industria, da trabajo a mucha gente y se hace carrera, hemos visto como gente que comenzó en “la lucha social”, años después, está integrada como funcionarios o como artistas oficiales.

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