Un día como hoy, pero de 1892, nació en Chiautla de Tapia, Puebla, Gilberto Bosques Saldívar. Se trata de un personaje borrado de la historia oficial, un hombre ejemplar que, por su rechazo a la forma en que evolucionó el régimen priista en la segunda mitad del siglo XX, y a su negación a recibir condecoraciones de manos de esos gobiernos, fue condenado a quedar fuera de los libros de texto y de la lista de los personajes destacados de la historia de México. Don Gilberto era menos conocido antes de que Lillian Liberman lo entrevistara y presentara el documental Visa al paraíso y que, varios años más tarde, junto con más material, El Colegio de México publicara De viva voz. Vida y obra de Gilberto Bosques. Entrevistas y Testimonios,[1] gracias a los cuales hoy es posible la redacción de este texto.
Gilberto Bosques fue un personaje que participó en un sinnúmero de acontecimientos y movimientos fundamentales del México del siglo pasado. Colaboró con Aquiles Serdán, militó en el Maderismo, fue miembro del Ejército Constitucionalista, diputado constituyente de Puebla, director del periódico El Nacional, diputado federal en el segundo periodo de Álvaro Obregón, profesor en la escuela La Fragua en Puebla. Se alistó como voluntario para defender a México de la invasión norteamericana al puerto de Veracruz en 1914.[2]
Quizá su más noble causa fue su labor humanitaria durante su misión diplomática en Francia entre 1939 y 1944. Gilberto Bosques fue enviado en 1939, por el presidente Cárdenas, como titular del Consulado General de México en París para atender a los refugiados políticos que se encontraban en Francia. En 1940, por el avance nazi sobre París, trasladó el Consulado a Marsella. Ahí salvó a españoles republicanos, franceses antifascistas, judíos y a libaneses, otorgó pasaportes y visas a gente de diferentes nacionalidades para salir de Europa, a quienes de otra manera les esperaba la cárcel y la muerte. Rentó barcos para enviar a México a cuantas personas pudo. Adquirió los castillos de La Reynarde y Montnal para que sirvieran como residencia provisional de los refugiados. Otorgó contratos de trabajo para proteger a los refugiados, gente que de otra forma hubiera sido detenida. Gilberto Bosques, refiere Lillian Liberman, fue uno de aquellos destacados diplomáticos mexicanos que puso su vida en peligro para cumplir con su labor, que arriesgó todo para salvar a aquellos que ya no tenían a quién recurrir, cuyos derechos habían sido anulados y cuya esperanza dependía del valor y la decisión de un mexicano.[3]
Gilberto Bosques se refiere a la atención a los refugiados como algo muy azaroso, dentro de circunstancias muy difíciles. A quienes se protegía “iban desde la penuria, desde el racionamiento severo, desde la falta completa de lo más elemental para vivir, hasta lo más trágico, terrible de la guerra”. Don Gilberto y su delegación hicieron todo lo que estaba en sus manos para “superar todos esos problemas y acomodarnos a aquella realidad, pero lo trágico estaba en la guerra misma y en la situación de mucha gente, de los españoles…de todos aquellos fugitivos de Austria, de Alemania, de Polonia, de Yugoslavia, de Italia, que buscaron un refugio en Francia, para quienes México tuvo una actitud, en ese momento, de protección… había muchos campos de concentración y México llegó hasta ellos para sacar gente, para rescatar niños”[4]. De forma humilde reconoce que “fue una amplia labor, de la dimensión que reclamaban las circunstancias”. Recuerda que se trató de “un trabajo muy arduo, muy complicado y con muchas dificultades: para los embarques en Marsella había que vencer tres barreras de vigilancia para llegar a la escalerilla el barco…de los alemanes tuvimos encima la vigilancia y el acoso, sobre todo de la Gestapo, que estaba dominando todo”. Don Gilberto, en las entrevistas con Liberman, hace notar que ningún otro país hizo una labor similar, pero “el deber era de tales dimensiones, era tan imperativo, que no había tiempo para temores, ni miedos, ni cosas que estorbaban siempre la acción” [5]. Bosques estuvo preso con su familia y la delegación mexicana que lo acompañaba en Alemania hasta que fue intercambiado por espías alemanes detenidos en México. Más tarde realizó misiones diplomáticas en Portugal, Finlandia, Suecia y Cuba.
Don Gilberto Bosques es un personaje que debería de ser estudiado por todos los mexicanos, especialmente por aquellos que se forman en la carrera diplomática y representarán a México en el extranjero. Un personaje que nos da la certeza de que en este país no todo está perdido y que hay salida a través de la ética, la altura moral y la vocación de servicio.
[1] Lillian Liberman (comp.), De viva voz. Vida y obra de Gilberto Bosques. Entrevistas y testimonios, México: El Colegio de México, 2015, 503 p.
[2] Ibídem, pp. 38-39, 62-63
[3] Ibídem, p. 11
[4] Ibídem, pp. 86-87
[5] Ibídem, p. 90, 93