Canito

Mientras se recorre el misterio de quienes serán los titulares del contrato de arrendamiento de los destinos de La México y de que si sería o no cierto, el que a la nueva gestión tiene una estrategia para renovar el inmueble y su contorno, además de que las novilladas se celebrarían a doble función, para llenar el requisito para poder cobrar el derecho de apartado (una parte económica muy importante para paliar las inversiones que se hagan) hablemos de toros.

Ya que además Roca Rey, está como la espuma en su temporada europea ahora sin embargo, me extenderé unas líneas en la partida hacia la gloria, de personas muy importantes en el transcurrir del toreo,  como lo son Fermín Bohórquez, Francisco Cano Canito y el escritor Guillermo Ernesto Padilla quienes nos hacen meternos en el túnel del tiempo.

Fermín Bohórquez fue un rejoneador andaluz, de gran carrera en los ruedos y en la crianza de toros de lidia un importante ganadero quién hasta los más de ochenta años, vivió a plenitud su transitar por el ruedo de la vida, disfrutando de su afición así como de ser testigo de la importante carrera de su hijo, Fermín, quién con sus otros hijos le dieron muchas alegrías.

Guillermo Ernesto Padilla escritor taurino mexicano, entre otros documentos nos legó la historia completa del Toreo de la Condesa, hoy en día Palacio de Hierro en las calles de Durango.

Su narrativa y las fotografías con las que ilustra los libros, nos acercan a lo que fue una plaza de gran caché, en las que transcurrieron las carreras entre otros de Rodolfo Gaona y desde luego los toreros de la llamada época de oro del toreo en años treinta y cuarenta del siglo pasado mexicanos y extranjeros, así como por ejemplo sitio de la confirmación de alternativa en México del torero más representativo en la historia, Manuel Rodríguez Manolete.

Más de cien años de fructífera vida la de Guillermo.

Y qué decir del alicantino Canito quién a los ciento tres años hizo el paseíllo hacia su creador con la misión cumplida de haber utilizado su tiempo para ejercer su ´profesión de fotógrafo de manera constante  y con gran estilo.

Retrató desde hace 70 años a prácticamente todos los toreros de ese lapso, en las plazas europeas, tuve el gusto de estrechar su mano en Madrid hace años, de joven novillero y boxeador, su bonhomía nata era la mezcla de sencillez con grandeza impactante. José Manuel Espinosa que en gloria de Dios este, me lo presentó y nos tomó unas fotografías que deberán estar entre los millones de disparos que viven entre los negativos en su vasto y millonario archivo.

Era amigo entre muchos otros de Ernest Hemingway y de Orson Wells quienes lo conectaron con artistas y bellezas de la talla de Ava Gardner pero también era amable con todos pues reiteró su sencillez grandiosa. Cuando cumplió cien años le preguntaron que cómo lo celebraría y el sin rubor ripostó “Con unas chavalas, para recordar viejos tiempos”

Le brindó algún toro Manolete y a él le tocó la tarea de ser el único en estar presente el 28 de agosto de 1947 en Linares para hacer el testimonio gráfico de la cornada mortal de Islero de Miura a Manuel y curiosamente él iba como fotógrafo de Dominguín junto con Gitanillo de Triana que completan uno de los carteles más infaustamente famosos de la historia del toreo.

La última vez que le saludé y platiqué con él hace unos 4 años en las Ventas de Madrid estaba con quien es un gran fotógrafo taurino, Emilio Méndez y creo recordar que como dicen ellos se hicieron una foto juntos.

En fin, vericuetos de la historia, importantes de recordar y dar a conocer para aquellos que no los vivimos o no los conocemos, ahora que la vida física dio paso a la espiritual, a los tres habrá que agradecerles que contribuyeron a la grandeza del toreo.

Los extrañaremos. Dejan para la historia una gran contribución por su cariño autentico e irrefrenable por lo que tanto amaron.

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