El restaurante taurino “El Taquito”, ubicado en la calle del Carmen en el Centro de la Ciudad de México, cumplió 100 años de existencia y recordé que a Lalo Gazcón, quien hoy es un próspero comerciante pero que en sus años mozos ocupó el puesto de garrotero y de cajero -cuando en su juventud-, pretendió convertirse en novillero. El sitio le era cercano a la tienda de su papá y podía convivir en el mejor restaurante de ambiente taurino, con figuras de tanto renombre como Garza, Silverio, Armillita, Manolete, entre otras muchas que por ahí se reunían a chanelar de toros.
En el libro El Taquito: una historia que contar, su autor Rafael, hermano de Marcos y miembro de la descendencia de los Guillén ‒en su tercera generación desde los fundadores del lugar‒, narra y muestra imágenes de un lugar emblemático de México.
Entre otras muchas anécdotas, se encuentra la celebérrima de cuando a la cárcel del Carmen fue trasladado Lorenzo Garza. Lorenzo, en un lapso de días, primero obtuvo los máximos trofeos que se otorgaban en aquella época, oreja y rabo, el 11 de diciembre de 1946 en La México, de dos toros de Pastejé, Amapolo I y Buen Mozo, con la respuesta de Manolete, de una oreja en su primer toro y los mayúsculos trofeos de Manzanito, el segundo de su lote.
Fue también la fecha de la presentación de la ganadería de Eduardo Iturbide (descendiente de Agustín Iturbide) en el coso de Insurgentes y que según relatan quienes estuvieron, que se caracterizaba por ser muy codiciosa en sus embestidas. El tercer hombre fue el Ahijado de El Matadero, quien confirmó alternativa.
Luego, vendría la anécdota de la cárcel para Garza, precisamente el 19 de enero de 1947, en la que se lidió esa tarde un encierro de San Mateo que, por el poco trapío, fue protestado ruidosamente por el público que llenaba hasta el reloj la plaza de toros México. Garza actuó con gran displicencia. Fue cuando un aficionado de las barreras de sombra le lanzó un cojín al rostro al llamado “Ave de las tempestades”, quien tomó un estoque para tratar de vengar la afrenta, subiendo al tendido para herir al agresor.
El aficionado que golpeó con el cojín a Garza, fue el papá del que fuera por muchos años directivo del fútbol con el Puebla, Emilio Maurer, y afortunadamente Lorenzo, antes de atravesarlo, fue detenido.
Con Garza, actuaron Manolete y “El Vizcaíno”, llamado así no por ser natural de Vizcaya, sino por ser un poco bizco. La inusitada bronca es tal vez la peor de la historia del coso capitalino. Se multó con diez mil pesos a la empresa por haber vendido más boletos de los autorizados y con cinco mil a la ganadería de San Mateo, por la poca presencia del ganado.
Parte del público muy encrespado, destruyó a todo cuanto tuvo a su alcance, el reloj, los anuncios, los respaldos de los asientos y los arrojó al ruedo. Garza fue llevado a la cárcel del Carmen y también fue multado con diez mil pesos. Durante el festejo, Manuel Rodríguez (Manolete) le cortó la oreja y el rabo al toro Boticario, y Arturo Álvarez El Vizcaíno toreó por última vez en la Plaza México.
Hacia la zona de El Carmen se trasladó gran cantidad de personas; Paco Malgesto realizó un control remoto desde la cárcel. De “El Taquito” salieron las viandas para Garza y muchas personas que aguardaron en sus salones hasta que saliera de la cárcel el regiomontano.
Por el suceso, las ocho columnas de los diarios se las llevó Garza obligando a Manolete a declarar: ”ni por ser el máximo triunfador aparecía en primer plano”. Por la detención de Lorenzo, hubo un fiestón en “El Taquito” y también otro popular en las calles aledañas en donde se ofrecieron todo tipo de antojos para quienes iban de curiosos a ser testigos del suceso. Tal vez por esa razón los honorarios del regio eran, según dicen, un peso más que los del cordobés.
El prólogo de El Taquito: una historia que contar, es del inolvidable Jacobo Zabludovsky, quien señala que: “antes de que la ciudad se mudara, quién sabe a dónde, ‘El Taquito’ era el centro de un reloj que a las doce marcaba Tepito, a las tres el Abelardo Rodríguez, a las seis La Merced y a las nueve La Lagunilla. Era el centro del Centro”.
“El Taquito” sigue en pie en una zona plagada de vendedores y de tiendas, pero entrar es como viajar en el túnel del tiempo a un lugar con la magia de los grandes sitios, como fue la Casa de Coahuila, el jueves 3 de agosto de 2017, con la muestra de Ramón Reveles, quien a sus noventa años sigue plasmando la tauromaquia, ahora acompañado por alumnos destacados en el arte del pincel como el Matador Humberto Flores.
Es para cantar: “caminos de ayer pasado de un romance que fue”. Cómo me acordé esta semana de nuestros viejos, presentes en el planeta y en el cielo.