Desigualdad y secuestro democrático

En los últimos años se ha señalado que la crisis actual ha agudizado la inequidad económica y social en Europa, especialmente por la caída en el empleo y por la reducción de los gastos en los servicios sociales.  En ese sentido, en Estados Unidos (USA) se han levantado las voces para señalar que la Gran Recesión había agravado la desigualdad.  En este concierto, Buffet, uno de los más grandes multimillonarios del mundo, llegó a señalar que relativamente pagaba menos impuestos que su secretaria, y Joseph Stiglitz, Nobel de Economía 2001, publicó que USA […] tiene el nivel de desigualdad más alto que cualquiera de los países avanzados (El Precio de la Desigualdad, El País, 17 de junio 2012).

A partir del libro de Stiglitz, con el título del artículo señalado (Joseph E. Stiglitz, El precio de la desigualdad, El 1% de la población tiene lo que el 99% necesita, TAURUS PENSAMIENTO, 2012), se enfatizó por diversos especialistas y editorialistas que el 1% de la población de USA concentraba el 99% del Producto Interno Bruto (PIB).  Con un enfoque más dinámico se manifestó, por Paul Krugman Nobel 2008 y otros, que el incremento de la recuperación económica a partir del 2009 había sido capturado en más de 90% por el 1% de la población.  Lo sorprendente es que tal proceso de concentración del ingreso y desigualdad se inició, casi a nivel global, desde los 1980’s, antes de la crisis actual, y que democráticamente ha sido avalado en países calificados como democráticos.

La preocupación sobre la desigualdad y la inequidad ha irrumpido de lleno en el ámbito internacional y de la política.  A fines de 2013, el “Foro Económico Mundial lanzó su informe Perspectivas de la Agenda Mundial 2014, (1) que situaba el aumento de la desigualdad en los ingresos como la segunda mayor amenaza mundial de los próximos 12 a 18 meses (178 INFORME DE OXFAM, 20 de enero 2014, www.oxfam.org).

De igual manera, pero centrado en los países en desarrollo, ha sido señalado por Naciones Unidas (UN) que aún cuando el nivel de ingresos ha aumentado, las disparidades económicas entre la población de más bajos ingresos y la de más altos se ha agravado (HUMANITY DIVIDED: CONFRONTING INEQUALITY IN DEVELOPING COUNTRIES, United Nations Development Programme, NOVEMBER 2013).  Este relativo progreso de ingresos es claro para la mayoría de los países de la región latinoamericana, no así para el caso mexicano, como fue hace algún tiempo documentado en este medio.

OXFAM, considerada una de las ONG´s más importantes a nivel mundial, presentó en el mes de enero su Informe intitulado “GOBERNAR PARA LAS ÉLITES, Secuestro democrático y desigualdad económica, con la finalidad de que “la reunión del Foro Económico Mundial de este año realice los compromisos necesarios para contrarrestar el avance de la desigualdad”.  Esta ONG enfatizó que “la extrema concentración de riqueza que vivimos en la actualidad amenaza con impedir que millones de personas puedan materializar los frutos de su talento y esfuerzo”.

OXFAM indicó que la desigualdad económica extrema además de ser moralmente inaceptable, “puede repercutir negativamente en el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, así como multiplicar los problemas sociales”.  La ONG no dejo de enfatizar que ésta situación agudiza la relación de inequidad que prevalece entre los géneros, afectando negativamente a la mujer.  Por lo que la repercusión de la pobreza al incrementar el desperdicio del potencial de recursos sociales y humanos puede ser agravada aún con políticas que buscan paliar crisis económicas, fortaleciendo, así, la inequidad en la que vive la sociedad.

En un contexto más amplio, OXFAM asienta que la concentración de riqueza puede tener resultados perniciosos en la representación política, por lo que la inequidad social puede llevar a una inequidad democrática por lo que “Cuando la riqueza se apropia de la elaboración de las políticas gubernamentales secuestrándolas, las leyes tienden a favorecer a los ricos”, a costa de todos los demás.  Esta situación obviamente erosionaría, se enuncia, la gobernanza democrática, destruiría el tejido social y haría imposible la igualdad de oportunidades.  OXFAM cita a Louis Brandeis, miembro en su momento del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, “podemos tener democracia, o podemos tener la riqueza concentrada en pocas manos, pero no podemos tener ambas”.

Finalmente, en este breve recuento, OXFAM indica que “Dada la magnitud del incremento de la concentración de la riqueza, la monopolización de oportunidades y la inequidad en la representación política suponen una tendencia grave y preocupante”.  Para ello da algunos ejemplos, que vale la pena listar:

  • “Casi la mitad de la riqueza mundial está en manos de sólo el 1% de la población.  La mitad más pobre de la población mundial posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del mundo.
  • Siete de cada diez personas viven en países donde la desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años.
  • El 1% más rico de la población ha visto cómo se incrementaba su participación en la renta (PIB) entre 1980 y 2012 en 24 de los 26 países de los que tenemos datos.
  • En Estados Unidos, el 1% más rico ha acumulado el 95% del crecimiento total posterior a la crisis desde 2009, mientras que el 90% más pobre de la población se ha empobrecido aún más”.

Naciones Unidas (UN) en su documento “La Humanidad Dividida, confrontando la inequidad en los países en desarrollo” (HUMANITY DIVIDED: CONFRONTING INEQUALITY IN DEVELOPING COUNTRIES) señala que la “gran y persistente inequidad en medio de la abundancia es una paradoja de nuestros tiempos”.  Tal situación se ha dado, dice UN, a pesar de que en décadas pasadas la innovación tecnológica ha sido explosiva y ha dado paso a la edad digital, la tasa de pobreza en general ha caído en cada región del mundo y de que las economías emergentes han experimentado un crecimiento sin precedente.

Como hecho emblemático de la actual circunstancia, UN señala que la “Inequidad global se mantiene a altos niveles, por lo que el ocho por ciento de la población más rica del mundo gana la mitad del ingreso total del mundo, mientras el 92% remanente de la gente son dejados con la otra mitad (del ingreso).  Concluye que tales disparidades han dejado a muchos en el precipicio de una abrupta declinación de sus vidas, volatilidad de los mercados y servicios públicos confiables, por lo que mucha gente se ve amenazada de caer debajo de la línea de la pobreza y dentro de la trampa de la miseria.

Lo señalado por UN resulta de una visión general sobre el efecto de la desigualdad en los países en desarrollo.  Uno podría extraer dos observaciones que resultan relevantes desde el punto de vista político.   El primero es que la mitigación de la desigualdad por parte del estado termina distorsionando los presupuestos públicos y los procesos burocráticos de asignación de recursos.  Estas consecuencias pueden dejar a las desigualdades como algo más natural y permanente para las élites.  Lo más grave es que se podría decir, entonces, que tanto los pobres como los ricos terminan acostumbrándose a las desigualdades y la inequidad.

Así, el quehacer del estado termina combatiendo las consecuencias de la desigualdad y la inequidad, restringiendo sus presupuestos para otros fines más productivos y eficientes, pero al mismo tiempo perpetuando la pobreza y la miseria.  Como las consecuencias de la desigualdad son crecientes, por al menos el mismo crecimiento natural de la población, las posibilidades de mayores y mejores servicios de educación, salud, alimentación, vivienda, entre otros, terminan menguando su cobertura y pertinencia. Con lo que se acrecienta un resultado socialmente adverso como es el de las mayores oportunidades para los más ricos.

El segundo punto relevante de UN es que las desigualdades minan la cohesión social e incrementan la tensión política que puede llevar a la inestabilidad y el conflicto.  Lo que finalmente termina por generar una vulnerabilidad sistemática y disuade a las inversiones, afectando negativamente a la economía.  Claramente UN indica “Para atender la inequidad, los países deben generar un crecimiento incluyente.  Esto significa compartir los beneficios del crecimiento más equitativamente […]”.

Al respecto, Stiglitz señaló economicistamente que la elevada concentración del ingreso ha impedido que la economía norteamericana se recupere a una mayor velocidad, como en el pasado, al haberse constreñido sustancialmente el mercado y la capacidad de consumo de las familias.  Dicho de otra manera, dada la estructura de la distribución actual del ingreso en USA, por cada incremento de un dólar del PIB menos de diez centavos benefician al 90% de la población, por lo que el 1% de la población más rica es la que se ve enormemente beneficiada por las políticas de recuperación norteamericanas.

Para Barack Obama la desigualdad fue tema importante en su State of The Union de 2014.  El posicionamiento presidencial fue ampliamente divulgado por la prensa internacional, resaltando que está dispuesto a trabajar con el Congreso para apoyar a los más necesitados y que de ser necesario usaría sus atribuciones presidenciales directas para poner en marcha las medidas que ha anunciado.  Para algunos analistas de USA tal compromiso presidencial es parte de su escuálida agenda política (DealBook, The NYT, 29 de enero, 2014), frente a los importantes compromisos asumidos en el pasado; y aún no cumplidos.

De allí que los sondeos de OXFAM reflejan que la mayoría de la población del mundo cree que las leyes y normativas actuales están concebidas para beneficiar a los ricos.  Así, una encuesta realizada en España, Brasil, India, Sudáfrica, el Reino Unido y USA arrojó que la mayor parte de la población considera que las leyes están diseñadas para favorecer a los ricos.  Otra reciente encuesta de esta organización a trabajadores con salarios bajos en USA reveló que el 65% considera que el Congreso aprueba leyes que benefician principalmente a los ricos.

Lo que se puede extraer de lección, ante la evidencia de la desigualdad y los sentimientos ciudadanos, es que en buena parte del mundo se elige a los gobernantes sabiendo que actuarán a favor de los intereses de una muy pequeña minoría y legislarán para perpetuar la inequidad que afecta a la gran mayoría.

Algunos califican a este hecho como el secuestro democrático de la minoría en contra de la mayoría.  Otros, más cínicos, lo llamamos la democracia de la pobreza y de la inequidad.  Bien alguien se ha preguntado sobre “cuanta pobreza puede aguantar una democracia”.

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