La depresión económica secular de México

Los resultados de México de los últimos seis lustros demuestran una economía secularmente en depresión, que se ha estancado con respecto a su pasado, su potencial productivo y frente a otras economías, especialmente latinoamericanas. 

 

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)ha dado a conocer el crecimiento anual 2013 del Producto Interno Bruto (PIB) de México.  Finalmente resultó menor al pronosticado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), después de los varios ajustes de previsiones económicas hechas a lo largo del año.  El resultado obtenido, tal como en este espacio se anunció desde el primer trimestre pasado, fue mayormente de alrededor de 1%.  Tal resultado se inscribe en la baja actividad económica experimentada en el país desde los 80’s.

Así, el crecimiento anual del PIB de 1.1 %, en contraste con el último pronosticado de 1.3% de la SHCP, resultó el más bajo de los últimos cuatro años, después de un declinante resultado obtenido en el último trimestre.  Sin embargo, fuera del resultado agregado obtenido, el análisis del PIB por sectores y sus logros trimestrales hacen prever un panorama complicado de crecimiento para 2014.  Panorama que se pensaba sería de gran crecimiento.

En primer lugar, el PIB después de haber experimentado una recuperación en su crecimiento en el segundo y tercer trimestres de 2013, en el último logró un nivel de 0.7%, prácticamente el mismo obtenido en el primer trimestre.  Tal hecho resulta preocupante, toda vez que el ejercicio del gasto público federal debió haberse acelerado después de las elecciones celebradas en julio en ciertos estados.  Por lo que se infiere un bajo impacto macroeconómico del mayor gasto, que en toda lógica debería producir un mayor dinamismo económico.

En segundo lugar, tal como se aprecia en la Tabla 1, los resultados sectoriales evidencian que el sector secundario, relacionado con la industria y la construcción, se mantuvo en un claro decrecimiento a lo largo de todo el año, tal como se pronosticó también en esta columna, cuando se argumentó desde el segundo semestre que el sector se encontraba en una clara fase recesiva.  Llama la atención que en el cuarto trimestre se obtuvo casi el mismo decrecimiento que en el tercer y fue mayor que en el segundo trimestre.  La contracción del sector secundario podría ser explicada por la baja calidad del gasto público federal, desde la perspectiva de la inversión física.

 La contracción del sector secundario se ha justificado sobre la base de la crisis de las desarrolladoras de vivienda, la disminución en la actividad “minera”, así como la situación de baja demanda de la economía de Estados Unidos, particularmente de vehículos automotores.  Esta última explicación no parece corresponder totalmente a la realidad, si consideramos el crecimiento, aún bajo pero constante, de la economía americana.

Al decrecimiento del sector secundario durante todo 2013, en el último trimestre se sumó la caída del sector primario, tal como había acontecido al inicio del año.  Ello en un ambiente en el que la sequía experimentada por el sector agropecuario en 2012 había sido superada y que los apoyos oficiales agrarios y al sector agropecuario debieron haberse regularizado.

Por lo que hace al sector terciario, asociado mayormente a los servicios, especialmente al comercio, en el último trimestre se obtuvo el menor crecimiento de todo el año.  En el extremo, el crecimiento trimestral fue prácticamente 50% del experimentado en el segundo y tercer trimestres, porcentaje cercano al del primer trimestre.  El bajo crecimiento del sector terciario en el último trimestre del año sorprende dado que el último mes del año se ha caracterizado históricamente por presentar normalmente una alta actividad, en razón del alto consumo que significan las fiestas decembrinas.

El contraste de crecimiento interanual es relevante, ya que en el año pasado se alcanzó menos de la tercera parte de la tasa de crecimiento de 3.9% lograda el año previo; dicho de otra manera en 2013 disminuyó 70% el crecimiento respecto a 2012.  La caída en el crecimiento es importante también si se considera que la crisis internacional en 2013 se aminoró sustancialmente en relación a 2012, situación que no parece haberse reflejada en la dinámica económica de México.

La desaceleración de la economía nacional en el último trimestre de 2013 y la agudización en la contracción del sector secundario inducen a pensar en un primer semestre para 2014 de baja expectativa de producción.  Tal hecho parece enunciarse ya al reconocer el INEGI una caída en el empleo en el mes de enero.

Así, desde una perspectiva interanual, la Gráfica 1 muestra claramente una tendencia declinante en la dinámica del PIB y una menor la producción sectorial a lo largo de todo el año 2013, como la parte descendente de un ciclo económico.  Particularmente también es clara la pérdida de dinamismo del sector secundario o industrial desde el primer trimestre de 2012, hasta decrecer francamente durante todo el año de 2103.  De tal manera que es posible enfatizar que la pérdida de dinamismo industrial en México cumple ya más de 24 meses; probablemente una de las fases económicas depresivas más largas vividas en el país desde mediados de los 80´s.

¿Cuál sería una explicación económica racional sobre la dinámica observada?  Explicación que vaya más allá del análisis coyuntural o trimestral, casi de sube y baja, que oculta los cambios económicos estructurales que el país ha vivido y el cambio económico de reindustrialización que vive EU.  En el que México está una vez más ausente.

Los resultados económicos obtenidos en México en 2013 se inscriben en una dinámica productiva que ha sido enfrentada desde el inicio de los 80´s, en plena crisis internacional agudizada en sus consecuencias internas por las condiciones económicas objetivas del país.  Desde entonces, México no ha recuperado las altas tasas de crecimiento del PIB, por las que llegó a ser calificado como el “milagro mexicano”.

Resuelta la carga de la deuda y saneadas correlativamente las finanzas públicas con la privatización de buen número de empresas gubernamentales a fines de los 80’s, en un ambiente de desregulación financiera se suscribió el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN).  La suscripción partió del supuesto de alentar las inversiones extranjeras e incrementar la productividad del país, especialmente la industrial.

El TLCAN permitió enfrentar el desempleo resultante de la crisis financiera de 1995-1998, generando un incremento explosivo de las exportaciones, con decreciente contenido nacional agregado, y una creciente dinámica de importación de productos finales e intermedios, incluidos los alimentos.  Sin embargo, a partir de 2000 con los ingresos extraordinarios del petróleo se hicieron evidentes dos hechos.

El primero fue que el mayor gasto público, apoyado con mayor endeudamiento, no parecía impactar mayormente el crecimiento.  En segundo lugar, que las exportaciones con bajo valor agregado nacional no generaban un creciente empleo de calidad.  Estos hechos demostraron el agotamiento de una política económica sustentada en la exportación de baja participación nacional y en la contención de los salarios, anclada en un tipo de cambio casi fijo.  Lo que explica la baja dinámica del sector industrial nacional y la estrechez del mercado interno.

Este agotamiento, evidente desde hace casi tres lustros, no pudo ser más paliado ante la crisis internacional y la caída del volumen de exportación del petróleo, por alrededor de un millón de barriles diarios.  La crisis económica y financiera a su vez puso en evidencia el agotamiento de un modelo económico globalizado y de libre movilidad de los capitales.  Sostenido por el lado del consumo de los países ricos y financiado por las economías emergentes, especialmente del sudeste asiático.

Así, el mundo está emergiendo de una crisis fraguada en el siglo XX y habrá de crecer y desarrollarse en un nuevo ambiente del siglo XXI, que afectará nuestras vidas, valores, preferencias y cultura en general.  En contraste, México sigue anclado en una visión y acción pública anquilosadas, del siglo XX, cuyos resultdos han sido secularmente mediocres, pero que han generado mayor pobreza y violencia.

Los resultados de México de los últimos seis lustros demuestran una economía secularmente en depresión, es decir que se ha estancado con respecto a su pasado, su potencial productivo y frente a otras economías, especialmente latinoamericanas.  Como factualmente se ha demostrado en este medio, en la última década México fue la tercera economía que menos creció en la región.

Los resultados económicos de 2013 confirman el derrotero del pasado y dan claros visos de lo adverso que pueda ser 2014, más allá de lo que uno pudiera desear o haber conjeturado.  Para cambiar y ser mejores no se trata de volver al pasado, tampoco de seguir en él, el reto es ver hacia el futuro y construir el porvenir del siglo XXI para México.  La economía y el mundo no esperan.

 

 

[1] Depresión.- Una disminución de la actividad económica muy aguda y prolongada (Macroeconomía, P. Krugman y Welles, R., 2011).

[2] Económica secular.- Palabra de raíz latina.  En inglés relacionada con un largo plazo de indefinida duración, entre otras acepciones.

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