¡Confirmó!

Juan Pablo Sánchez se presentó en su  carrera como torero en la Plaza México y escribió una página con el cante de su capote y muleta, sobre todo frente al sexto –de  fuerza justa y de gran nobleza, o sea el toro Light–, ante el cual se desbordó la magia de su toreo en un “faenón” que cimbró a La México, sin embargo se quedó sin trofeos por sus fallas con la espada.

El Payo obtuvo una oreja muy protestada; mientras que Sebastián Castella sólo voluntad, sin poder remontar la falta de acometividad de los toros de Bernardo de Quiroz, que tanto agradan a las figuras del toreo en México.

No habían pasado ni dos minutos de haber saltado a la arena Pescador y ya habíamos visto buen toreo de capa; el capote de Juan Pablo, que adormeció la embestida de su enemigo con verónicas de enjundia alta. Sólo era un anticipo de la obra que cinceló el hidrocálido, que nos depositó en las playas de la esperanza y nos hizo salir hablando de su faena por la espada inconclusa.

La actuación por parte de El Payo fue seria, pero a mi modo de entender poco comprendida por el público capitalino, que se dividió cuando el juez Roberto Andrade le concedió una oreja de su primer toro y luego, a pesar de tratar de sacar lucimiento de un toro aplomado y estar cercano al percance en su segundo turno, en lugar de aplaudir el esfuerzo, lo recriminó sin argumentos.

Sebastián Castella y su administración bien harían en apuntarse a otro tipo de corridas, ya le quisiéramos ver con otro tipo de astados, que presagie mayor codicia, acometividad y así disfrutar a plenitud de su tauromaquia excelsa.

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