La vida de los otros

¿Qué derecho a la privacidad tiene un político? Las recientes revelaciones del pasado de algunos políticos nos deben hacer reflexionar  sobre el derecho a la privacidad de las personas. Ciertamente entre mayores responsabilidades públicas se adquieran, la privacidad  se reduce.

No todos los derechos son absolutos, la gran mayoría se limitan por su interacción con otros derechos. En el caso de la vida privada de un funcionario público se abre espacio para este debate.

El derecho a la privacidad se reduce porque algunos aspectos de la vida personal de un ciudadano común no tienen impacto sobre el carácter y desarrollo de una sociedad en la misma magnitud que una figura pública. Entre más influencia o impacto sobre la sociedad tienen un individuo, más importante es conocer sus acciones y la congruencia de las mismas con sus discursos y responsabilidades.

Así, para un ciudadano común, el ir y venir de su vida privada, sus ingresos o diferentes aspectos de su desarrollo (ingresos, calificaciones, infracciones, antecedentes, adicciones) son irrelevantes en cuanto a su impacto social. Nadie,  salvo el estado en ciertas circunstancias, debe invadir este derecho.

Pero conforme se avanza en la responsabilidad, la importancia de saber qué los mueve crece. En un paso intermedio por ejemplo, la vida privada de un ejecutivo que labora en una empresa que cotiza en bolsa, puede ser secundario, pero no así su educación e ingresos provenientes del negocio que dirige (su salario y acciones) ya que esto impacta sobre la decisión de posibles inversionistas que ponen el dinero en sus manos.

En algunos países, este debate se ha llevado incluso a nivel constitucional. Estados Unidos reconoce ampliamente los derechos que tiene la sociedad de conocer la vida privada de sus gobernantes (no así de interferir en ella), mientras que otros países tradicionalmente opuestos a esto, como Francia, se han ido alejando de la formula de la privacidad.

Cuando llegamos a funcionarios públicos, y más importante, a políticos, su espacio privado se contrae de manera importante. ¿Por qué? Porque ante la falta de criterios definidos en términos de competencias o habilidades, su conducta y congruencia se convierten en factores determinantes para ser evaluados. Profundizando más en el tema, podemos decir que incluso su salud es relevante: padece alguna enfermad que incapacite sus habilidades mentales? ¿Es farmacodependiente o alcohólico? De nuevo, para usar un ejemplo, en Estados Unidos, los reportes sobre la salud del presidente se consideran documentos de carácter público.

Por esta necesidad de evaluación, me temo que gran parte de la vida privada de un político, sí es material de escrutinio público. Especialmente si ésta demuestra contradicciones en relación a los valores que él mismo promulga.

Pongamos algo más concreto. La orientación sexual de un político es, desde este punto de vista, totalmente irrelevante aunque algunos lo han utilizado, sobre todo en sociedades mas progresistas, como una forma de acercarse a sectores del electorado.

Sin embargo, las conductas privadas no resultan tan irrelevantes. Si un político manifiesta y se da golpes de pecho en pos de una vida virtuosa, familiar y conservadora, lo último que la sociedad le perdonaría, son los arrebatos de indecencia aunque éstos se den en lo más íntimo del seno familiar.

Recuerdo un político que evitaba el matrimonio civil argumentado que el religioso era más fuerte que cualquier ley del hombre. Hoy, ese político vive separado de su primera esposa y tiene una segunda. Este hecho en sí mismo, no conlleva una carga negativa, sin embargo, puesto en contexto, nos demuestra que las “convicciones inquebrantables” manifiestas con anticipación, no lo son tanto. Otros políticos liberales se casan y divorcian con todas las de la ley como la mayoría de nosotros, sin ocultar su conducta y sin contradecir sus propios credos.

Pero, qué podemos esperar de la incongruencia en la vida privada de un político si la multiplicamos con la droga del poder. ¿Qué sería de un político (o ministro de culto) que se dice ecologista pero lava el patio con manguera? ¿Qué nos dice  de la personalidad de aquel que tuvo una relación secundaria clandestina durante años y vivió una doble vida con sus seres más cercanos y peor aún, queridos; por qué no mejor un político que tenga el valor de decirle a su pareja que no puede seguir con ella, o si lo prefiere, vivir en un arreglo multi-parejas?  Ciertamente no es por moralina que nos importa, sino por congruencia. Es el carácter, no la virtud lo que estamos midiendo. De ahí que si, aspectos de la vida privada de los políticos sean relevantes. Sólo así podemos tener una opinión en relación a ellos y tomar decisiones conforme a nuestras convicciones.

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