La política social ¿La perpetuación de la pobreza?

Las preocupaciones sobre la situación social de la población se han acrecentado con la crisis económica y social.  Al tiempo que estas preocupaciones se han hecho patentes, en muchos casos el saneamiento de las propias finanzas públicas han agudizado los efectos negativos de la crisis, relevantemente por la contracción del gasto de carácter social.  Sin embargo, en algunos países la situación social adversa más parece ser el efecto de un problema estructural que simplemente el resultado de una profunda coyuntura económica.

Así, el problema del alto desempleo en ciertos países de Europa estaba ya presente en los 1980´s como un problema social y políticamente evidente.  En todo caso, la crisis agudizó la tasa de desempleo.  De igual manera, en varios países en desarrollo, entre ellos México, desde hace varios lustros se pusieron en marcha programas sociales, sin haber rendido hasta ahora sustancialmente una mejora en el nivel de vida de la población.

Si efectivamente la vulnerabilidad social de ciertos grupos de la población ha estado presente desde hace un buen tiempo, uno se preguntaría si las políticas sociales han sido erróneas.  Si tal conjetura fuese cierta, ¿es posible pensar que las políticas sociales en ciertos casos han terminado por perpetuar la pobreza?  Estas preguntas fehacientemente han generado un renovado debate sobre la pertinencia de las políticas sociales.

En Estados Unidos (USA) las políticas sociales han sido menos extensivas y profundas que en Europa: Por ejemplo, en tanto durante un buen número de años los gobiernos demócratas de USA han luchado por asegurar el acceso a los servicios médicos a un mayor número de gentes, en buena parte de Europa el acceso a la salud pública es extensiva a casi toda la población.  De esta manera, incontrovertiblemente Europa cuenta con una red de protección social de la que carece USA.

Sin embargo, como parte de las reformas “estructurales” aplicadas para paliar la crisis internacional, varios países, sobresalientemente España, han emprendido cambios para flexibilizar el mercado laboral y las prestaciones para los trabajadores.  Con una mejor semántica, ello ha significado hacer más baratos los despidos laborales y disminuir los ingresos reales de los trabajadores.  En este mismo contexto pero a contra sensu, USA ha fortalecido temporalmente el apoyo a los desempleados, como con los cupones para alimentos, y ha puesto en operación una reforma de salud, que ha permitido incrementar en siete millones el número de asegurados (NYTimes.com, 2 de abril 2014), a pesar de la fuerte oposición del Partido Republicano.

La mayor discusión, especialmente en USA; se ha centrado en el apoyo para paliar el desempleo y como la propia política social puede terminar alentándolo.  A los economistas que están en contra de ciertas políticas sociales, como el seguro contra el desempleo y subsidios para el acceso a ciertos servicios básicos, se piensa que asumen que la política social fortalece el desempleo.  Obviamente ésta es una visión simplista y posiblemente maniquea en sus premisas.  Como también lo es el que la política social en marcha tiene simplemente que ser ampliada en el tiempo, ante la eventualidad de que el alto desempleo tarde más tiempo que el “normal” en ser consistentemente abatido.

Algunos economistas han opinado que la política monetaria deberá ser sostenida en el tiempo y que junto con la política fiscal de gasto deberían ayudar a abatir el desempleo.  Además, ante el señalamiento de que existen oportunidades de millones de nuevos empleos pero que no hay mano de obra capacitada, han dicho que ello es relativamente falso (The Skills Zombie, Paul Krugman, NYTimes.com, March 29, 2014).  Sin embargo, más allá de la demanda de trabajadores calificados para nuevos empleos, existen visiones que parten de la experiencia europea para explicar el riesgo que implica para USA mantener apoyos a los desempleados en una situación de turbulencia económica.

Las explicaciones iniciales del alto desempleo en Europa en los 1980’s se basaron en la existencia de una insuficiente demanda y una rigidez salarial.  Pero tales conjeturas se estimaron insuficientes, para explicar la causa del desempleo persistente.  Otras teorías culpaban al generoso seguro de desempleo y la protección del trabajo gubernamental.  Tal explicación fue descalificada dado que en las décadas anteriores el entramado institucional estuvo vigente, y no se correlacionaba con altas y persistentes tasas de desempleo.  Aún más, en tales décadas el desempleo europeo había sido inferior al de USA.

Más que ver sólo el efecto macroeconómico de tal sistema institucional sobre el empleo, recientemente se ha desarrollado un innovador análisis fundamentalmente a nivel microeconómico.  Este análisis se ha centrado en los efectos que en el tiempo la protección al trabajo y los apoyos al desempleo produjeron a nivel del propio capital humano.  Así, previo a la década de los 1980’s Europa experimentó una volatilidad temporal y permanente en los componentes de los ingresos individuales de los trabajadores.  Por lo que el gran shock en los ingresos obligó a un buen número de trabajadores a vivir con una reducción salarial sustantiva.  De esta manera los análisis de varios autores demostraron que el alto desempleo combinado con un generoso sistema de bienestar social terminó haciéndolo persistente (The Region, Interview with Thomas Sargent, Published August 26, 2010 September 2010 issue).

Lo más interesante de los hallazgos de este análisis, explicado por Thomas Sargent, Nobel de Economía 2011, es que con el desempleo el capital humano se deteriora, por lo que a mayor tiempo que un individuo se mantenga en situación de desempleo, más difícil será que regrese al mercado de trabajo.  Por ello también es explicable que a mayor edad del individuo en desempleo menor probabilidad tendrá de insertarse una vez más al mercado laboral.  Esto porque mayor habrá sido el deterioro de su capital humano.

Es indudable que, en general, el sistema de bienestar social en Europa es sorprendente, no sólo por el seguro de desempleo, sino también dado que provee otros tipos de ingresos que podrían inducir a un individuo a mantenerse en situación de desempleo.  Sin embargo, no en todos los países es posible encontrar la interacción del deterioro del capital humano con el sistema de bienestar social para explicar un elevado y persistente desempleo.  Por ejemplo, los países nórdicos a pesar de que cuentan con robustos sistemas de bienestar social no presentan elevadas tasas de desempleo, sobresaliendo el hecho de que cuentan con un elevado capital social.

Las inferencias del análisis del deterioro del capital humano y de su interacción con el sistema de bienestar social constituyen una preocupación para el caso de USA, según Sargent.  Pero esto no parece factible, dada la limitada red de protección social imperante en USA, así como los esfuerzos del gobierno para ampliar las oportunidades de capacitación de la población en desempleo.  Sin embargo, no deja de ser posible que el fenómeno del deterioro del capital humano por un prolongado desempleo pueda ocurrir, especialmente en países en los que los individuos y familias sean compensados con ingresos que desincentiven el trabajo.

México desde 1983 inició programas focalizados de bienestar social para grupos preferentes.  Fueron relevantes, entre otros, los programas de tortilla y de leche subsidiada.  Posteriormente, a partir del inicio de los 1990’s a través de Solidaridad se iniciaron otros programas sociales específicos que fueron evolucionando a lo largo del tiempo.  Estos se focalizaron en sus fines y/o beneficiarios.  Por ejemplo, para proporcionar pisos firmes, fogones, becas, apoyo a adultos mayores, entre otros más.

Al respecto, varias críticas pueden presentarse sobre la política social.  En primer lugar, existe una amplia dispersión de los programas, por lo que en ciertas comunidades terminan compitiendo entre ellos.  Es posible decir que carecen de integralidad y de unicidad.  En segundo lugar, los apoyos a los beneficiarios se han constituido en una fuente alterna de ingresos para la familia, por lo que desalientan su actividad productiva tradicional.  En tercer lugar, al discriminar a los beneficiarios, los programas rompen la cohesión social, terminando por destruir capital social de las comunidades.  En cuarto lugar, pero no menos importante, los programas sociales omiten un componente de inversión productiva, que podría hacer que el núcleo familiar y la comunidad acrecentaran la producción y ocupación local.

En resumen es altamente probable que los programas sociales en México destruyan capital humano y capital social.  Esta situación podría, de acuerdo a Seargent, perpetuar el desempleo y la desocupación y, por la otra, romper el tejido social, que se constituye en una parte importantísima del capital social de las comunidades.  Así resulta cuestionable la pertinencia de la política social seguida, esencialmente a partir de 1995, cuando los apoyos para la producción rural se vieron fuertemente reducidos.  En este contexto, es reconocida la carencia de una infraestructura en las escuelas de educación básica y de los hospitales en las pequeñas ciudades y comunidades rurales, amén de la baja calidad de los servicios.

Recientemente la OCDE dio a conocer su “Panorama de la Sociedad 2014”, (Society at a Glance 2014, OECD SOCIAL INDICATORS).  En este séptimo informe, el organismo internacional evidencia la situación de desarrollo social de México frente al resto de los miembros de la OCDE.  Los resultados relativos alcanzados por el país resultan altamente preocupantes.  Baste considerar que México ocupa el primer lugar en el que la población siente que sus ingresos no le alcanzan para comer (Gráfica 1).  Percepción que se incrementó en 2011/12 respecto a 2006/7 y que contrasta con la mejora observada en India, Brasil y China, entre otros países en desarrollo.  Esto a pesar de que la crisis internacional afectó el promedio de la OCDE.

Presentación1

México ha enfatizado desde 2000 sus programas de desarrollo social.  Los resultados obtenidos demuestran que no se han abatido los crecientes índices de pobreza del país, ni otros indicadores sociales.  Como en otras acciones gubernamentales, el mayor gasto social pareciera correlacionarse con peores resultados.  Además, los programas sociales parecen haber sido más un paliativo para las consecuencias de un modelo económico agotado, que una real política social funcionalmente estructurada.

Como bien lo dijo en México James Heckman, Nobel de economía 2000, que se corre el riesgo de cumplirse el principio de que los programas sociales destinados a paliar en el corto plazo la pobreza, en el largo plazo la perpetúen.

0 0 voto
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Danos tu opinión.x
()
x