Pakistán y Michoacán Estados Secuestrados

Conozco un buen número de territorios en Pakistán y los treinta y dos estados de la República Mexicana. Pero hoy ni a uno ni a la otra les puedo (¿) visitar integralmente.

Recuerdo un Karachi, moderno de arquitectura y de plural etnicidad. Los bancos pakis son tiendas animadas donde todo ocurre, desde diálogos incomprensibles hasta transacciones sucias ( refiero mas a los polvosos billetes que a la moralidad de las operaciones). Recuerdo también un México de libre circulación donde transitar la carretera entre Paracho y Uruapan era un gusto visual y un juego lúdico que practiqué alguna vez para comprarme una guitarra y otra para encargar con todas sus especificaciones, un violín.

Saliendo de Taxila a menos de 100 kilómetros de Islamabad y Rawalpindi compre un buda recién envejecido y en Gilgit, encontré piedras preciosas a buen precio.

La Cannabis que fusionamos a orillas del Indo en uno de los hoteles del sistema pakistaní de turismo me ofreció un placer travieso y simbólico en que la palabra indica cobraba un mejor y lógico sentido. Cannabis Indica. Los mas conspicuos compañeros de viaje cedieron a una probada del allí natural producto que nos indujo menos alucinaciones que dulces sueños.

Y cuando atravesamos el Khunjerab pass a casi 4700 metros de altitud, discutimos de futbol cuando el guardia chino, en la frontera pronunciaba perfecto el nombre mítico de Hugo Sánchez….

También anduvimos el camino de la Tzaráracua, cerca de Uruapan y de Ciudad Hidalgo, antes Tajimaroa, desde donde subimos en camión de redilas hasta los azufres para dormir junto a la hedionda y sana, laguna larga. Todo esto hacíamos de chamacos y en toda libertad cuando solíamos recorrer sin temores todos los rincones del país.

Pero ni Pakistán ni Michoacán se pueden visitar hoy con confianza y libertad de movimiento, el primero porque el Talibán es impredecible y eterna su santa guerra que gobierna mas allá de los gobiernos y en el segundo por la misma razón, porque La Familia, las guardias blancas o los cárteles cualquiera, se han ungido en autogobiernos sin que haya vida en paz ni estado de derecho.

Los aguacateros aparecen poco en sus ranchos secuestrados por sus administradores y en el Pakistán el turismo de la ruta de la seda no aparece sino a riesgos demasiado grandes y a cuenta-gotas.

Las fronteras de Pakistán son claramente determinadas por el Golfo de Omán, Afganistán, China, India e Irán.. Los conflictos y las visiones del mundo son tan variadas como cada una de sus fronteras físicas, étnicas y culturales.

Sus palacios no tienen igual, como su historia, sus montañas, sus templos y sus habitantes que van desde los mas gregarios y comunitarios hasta los mas sofisticados y globalizados. Del Aga Khan, Bin Laden, Benazir Bhutto los nombres bien reconocidos. Shalimar, en Lahore, la Mezquita de Islamabad, el sitio de Taxila, límite de las incursiones de Carlo Magno, Budista y griego en sus influencias, es sin duda el sitio mayor del turismo paki, hoy extrañado por los visitantes que numerosos en los años ochenta y noventa del siglo pasado reconocían la antigua ruta de Marco Polo.

Aunque menos sofisticado que India se come bien en Pakistán. La ciudad moderna de Islamabad esta diseñada para ser una de las granes capitales de oriente y desde luego que se le reconoce como uno de los grandes centros de formación a la cultura islámica.

La música pakistaní es fantástica, los kawalis, de los que Peter Gabriel, hizo alguna versión (la verdad que no la mejor interpretación) son fiestas fantásticas que se animan hasta llegar a un estado alterado de conciencia y sin necesidad de estimulantes.

Y las montañas del Pakistán, sus glaciares y sus cordilleras, sus poblaciones Ismaelitas, Karim abad, Abbottabad, cerca de donde se dio muerte a Bin Laden, Alí Abad… Los valles fantásticos como Hunsa y los arrozales que son clisé a mayor título que los chinos, conforman con el Rakaposhi, el K2 y Nanga Parbat, algunos de los míticos ochomiles que se pueden divisar desde la carretera que flanquea al Indo trazada sobre la cotizada ruta de la seda…

Pakistán es un hermosísimo país, pero igual que México, esta secuestrado por visiones angulares de la historia, de la religión , de la prosperidad y del poder.

En México se debe ser un temerario para transitar una noche cualquiera la carretera entre Zamora y Lázaro Cárdenas, para adentrarse en las colinas del estado de Michoacán… Lo mismo que ocurre en otros lugares del país, donde para comer unas jaibas rellenas en Tampico un viernes a las 14 horas, para bañarse en alguna poza en Satebó en la baja tarahumara, pasar una tarde en una playa de Mazatlán o beber tranquilamente una cerveza en un bar de Morelia o en Ciudad Hidalgo se requieren arrestos y armas….

México, cuando se explica en el mundo se señala dividido en dos grandes territorios. Un norte relativamente próspero con acceso a servicios, niveles de educación aunque mediocres, significativamente superiores a los del resto del país… con problemas de marginación para grupos étnicos y de migrantes pero en cierta forma con una visión clara de progreso y desarrollo. Rarámuris, Tepehuanes, Coras, Hicholes, Yaquis e incluso Purépechas y Masáhuas, son etnias cuyas reivindicaciones difieren singularmente de otras en el sur del territorio.

Se tendría sin embargo que penetrar en el detalle de las cosas para entender lo que ocurre en la baja tarahumara, en las montañas que flanquean el Urique (uno de los afluentes del Yaqui), introducirse en las ceremonias del Tutúburi, en el sentido de las pascolas, entender el ritual de las tesgüinadas y las ofrendas a Tata Rioshi o a Meshá, las nociones de tiempo, la valuación de la palabra, el matriarcado, los juicios comunitarios, a los chabochis, el mestizaje, los confinamientos y la problemática de la tenencia de la tierra, para poder siquiera asomarse a una interpretación de lo cotidiano asociado a las personas que viven en las lógicas de la alta identidad, de lo comunitario. Se apunta por otra parte, un sur étnico y retrasado, bronco y difícil de gobernar, con bajo acceso a servicios.

Pero hoy, en México todo, los esfuerzos se hacen mas para entender las estructuras de poder de las mafias y sus nomenclaturas e idiosincrasias – Quiénes los Zeta, Familia, Autodefensa, Cárdenas o Arellano, Cárteles de Veracruz, Oaxaca, Tijuana-, que para interpretar la problemática e las comunidades indígenas.

En el sur del territorio nacional, cientos de etnias en Oaxaca, Puebla, Veracruz, guerrero, Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán luchan mas por liberarse del yugo de sus secuestradores narco-políticos que por promover los valores de su cultura. Del mismo modo Seraikis, Pastúnes y Baluchis, se enfrentan hoy al problema político mas que a las reivindicaciones de sus etnias y es que la globalización también lo es de cierta forma la mundialización de las interpretaciones a la escala de los comercios espurios, algunas drogas y algunas formas políticas.

Pakistán y Michoacán pueden buscar una comisión mixta para la solución de sus conflictos internos, pero la ciencia polemológica no alcanza todavía esas extremas comparaciones.

Dos estados hermosísimos, distanciados por la geografía y diferenciados por la cultura pero unidos por el tipo de conflicto que les ahoga.

En ambos casos sólo quizá la ciudadanización de las problemáticas pueda hacerles tomar conciencia y liberarse de sus yugos.

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