Las Casas de la Playa Yucateca

 

Tomo desde los años 60 el pulso de la ancestral migración de los meridanos a las playas del norte de la península yucateca, entre el Puerto de abrigo y San Crisanto. Con excursiones a Celestún, Las Coloradas y las frágiles islas Alacranes en el norte franco y mas recientemente Holbox.

Obsoletas algunas, abandonadas otras, las casas del malecón de progreso son testigo de un tiempo de mejores prácticas en que las construcciones se hacían mas alejadas de la playa, dejando, en estilo niçoise promenade des anglais un hermoso corredor para los paseantes entre las construcciones y el reventar de las olas.

En el corredor que larga desde Progreso a Uaymitún, se suceden en un collage de colores de fachadas y estilos arquitectónicos y palabas delirantes, casas unifamiliares de pequeños frentes de entre 10 y 50 metros y fondos variables entre 50 y los 3 o 4 cientos.. Mas de 10 mil construcciones en esta zona. En los 60 comencé a frecuentar esta región donde he visto multiplicarse las residencias y exponenciarse los precios del metro lineal que hoy fluctúa entre los 10 mil y los 30 mil dólares el metro lineal con frente de mar.

Desde hace un par de décadas, canadienses originales, de boca en boca informados, buscadores de sol, visitan en verano este apartado rincón de frescura en los veranos extremos de la península, admiran la animación de los poblados donde se celebra la vida en restaurantes y barecillos estivales, de boutiques efímeras y comercios variados. No sospechan los norteados norteños quizá, que al cabo de unas semanas desaparecerán por un año los sitios animados, para dar hasta la nueva Temporada, lugar al mundo mas marinero de pescadores y estibadores del puerto de Progreso.

La literatura no ha pasado por alto este rincón que invita a relatos, muchos aún no escritos. Entre los contemporáneos, Juan García Ponce, es una referencia del tema aunque la trama que presenta es mas del interior de sus personajes que de los entornos en que se ejercen. Lara Zavala nos regaló recientemente con “Península Península” y Juan Villoro hace tiempo con “Palmeras de Brisa rápida”.

Los temporadistas yucatecos son claro ejemplo de una migración algo desconocida, es el mudo de la alternancia, de un poco aquí y un poco allá. Tiempo suspendido donde se tejen realidades que se cuentan todos los días y hacen materia de narraciones que so sostienen todo el año.

Barcos, Yates, lanchas, motos de agua, bañistas paseadores recorren kilómetros de mar en esa plataforma continental de bajos fondos y profundas reflexiones pasando de un lugar a otro y volviendo a los mismos sitios, alambicándose en recorridos reiterados y sin embargo distintos cada vez.

Espacios de encuentros, casas siempre abiertas y preparadas para recibir en constantes visitas a familias, amigos, niños, amigos que se conocen todos y que se revelan los unos a los otros. Todos son tíos de todos, parientes de cada cual, siempre un lazo de relación en esa sociedad endomórfica, engordada de su propia realidad…Vendedores playeros que se suceden de generación en generación como “cajita” que lleva dulces, chicles, talcos, juegos, y golosinas en un contenedor de madera de diseño único, funcional y que todos en la playa de Chixchulub conocen: Se váaaa… remata siempre en un tono de melancolía que pareciera un adiós definitivo y hace precipitar ruidosos, los chiquillos que le consumen un poco de todo…

Es la temporada una droga dulce de los yucatecos que no se resignan a abandonar ese espacio hecho para ellos que lo entienden, lo disfrutan, lo conocen y lo miman como parte de un cotidiano deseado, el mejor día a día, el que representa el rompimiento con el otro cotidiano, el del trabajo monótono y repetitivo que divide las semanas en series de cinco por dos…

Al foráneo le puede parecer exagerada, extravagante , promiscua incluso esta forma de vivir que disfrutan todas las generaciones de yucatecos que hacen una fiesta interminable de 60 días… Cuidado, no confundir con las vacaciones, esas, dicen los meridanos, esas son otra cosa. Esta es la Temporada y es una forma de vivir.

Algunos van y vienen de la cercana Mérida a la que por razones de abasto o de trabajo visitan dos, a veces tres, pocas ocasiones cuatro días de la semana.

La Temporada es la ocasión para ensanchar la familia, para ver crecer a los niños y morir a los viejos, es saberse miembro de una generación y ser capaz de romperla. Es hacer patente que existen los amigos, que se les quiere y cultiva, que se les alimenta porque nos alimentan cuerpo y ánima.

El malecón del Puerto de Progreso es popular y variado, encuentro de clases y de casos, desfile de lindas señoritas que muestran su etnicidad con orgullo. Su larguísimo puerto de altura se extiende por siete kilómetros hasta hacer desde la playa un horizonte mítico donde ocasionalmente se celebran conciertos y donde suelen anclar para protegerse del oleaje las embarcaciones que intercambian pasaje, al fin y al cabo amigos todos.

Península singular que mira al norte, paradójica consideración de los meridanos como sureños cuando en realidad su ciudad esta en el norte del país, en el noreste si se quiere ser preciso. De mestizaje diferente y etnicidad marcante, Yucatán ha manifestado en repetidas ocasiones su voluntad separatista y es que hasta principios de siglo, cuando todavía el henequén, el Sisal, era una fibra apreciada, cuando cuba era un factor preponderante en el caribe (lo volverá a ser), entonces, Mérida estaba mas cerca de La Habana, mas cerca de Nueva Orleans y mentalmente tan cerca de Nueva York como de la ciudad de México.

El mar es para el yucateco un vehículo principal de comunicación, el sol sale y se oculta en su visual desde los puertos de la costa norte. Pero Yucatán también esta en el golfo y esta desde luego en el Caribe, el mar que la rodea hace que el mundo montañoso del altiplano se aleje conceptualmente. Sicológicamente viajar al centro del país es para el yucateco el franqueo de múltiples atavismos.

Es tan fuerte la identidad de esa región del planeta, que los mismos libaneses, tan gregarios en otros lados del país, prefieren asociarse a la sociedad meridana, que a la suya propia.

Las mezclas así entre familias de la terriblemente llamada “casta divina” y la juguetonamente apodada “casta beduina” se asocian al punto que el antiguo y absurdamente peyorativo mote de Turco, tiende a desaparecer.

Yucatán, de faisanes y venados como lo contara Medís Bolio, Yucatán muy mexicano como lo asegura, Lopez Méndez, otro distinguido izamaleño en su credo mexicano, es una península por acercar. Una riqueza mexicana que en diálogo debe procurarse y conocerse más. Yucatán bien vale sus playas y desde luego una Temporada.

 

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