Ricardo J. Díez Hidalgo: abogacía transfronteriza

Nuestro amigo y socio de varias décadas, don Ricardo J. Díez Hidalgo, falleció el pasado sábado 18 de mayo en Houston, Texas, luego de una enfermedad que enfrentó con valentía, cierta paciencia, y aceptación de la muerte como parte de la vida. Aunque desde que lo conocí se reconoció como agnóstico, aceptó la unción de los enfermos, la confesión y la eucaristía, quizá en congruencia con el reconocimiento de la inaccesibilidad de su entendimiento para estar cierto de la existencia de Dios y de la trascendencia de la vida, pero sin poderlas negar.

Proveniente de una familia católica practicante y habiéndose criado en dicha fe, mi colega Díez Hidalgo compartió y ejerció en su vida, seguramente sin proponérselo, algunos de sus valores considerados universales, de lo cual derivó lo que me parece su característica principal: su bonhomía. Los que tuvimos el privilegio de tratarlo constatamos su sencillez, afabilidad, honradez y generosidad, lo mismo que disfrutamos sus divertidas conversaciones, generalmente con posicionamientos radicales.

Don Ricardo, siendo profundamente nacionalista y patriota, decidió exiliarse en las postrimerías del sexenio de Luis Echeverría, por su desacuerdo con la forma en la que el país en ese entonces era conducido. Tuvo oportunidad de confirmar su buena decisión cuando José López Portillo continuó por la misma ruta. Fue así que, luego de haber estudiado la carrera de abogado en la UNAM y de haber trabajado en el prestigiado despacho de “Santamarina y Steta” en México, eligió la ciudad de Nueva York, donde su talento y capacidad fueron rápidamente reconocidos por la firma internacional de abogados más antigua de esa ciudad, “Curtis, Mallet-Prevost, Colt & Mosle”, con orígenes en 1830, y fundada entre otros por el mexicano don Severo Mallet-Prevost.

En Curtis, el licenciado Díez se transformó de un abogado puramente mexicano en un abogado verdaderamente internacional, llegando a ser admitido como Attorney and Counsellor at Law en el estado de Nueva York. Como socio de la firma formó parte de su Departamento Corporativo Internacional, y asesoró a clientes del bufete en relación con asuntos que involucraban las legislaciones de México, Venezuela, Chile, Bolivia, Colombia, y Argentina, así como de España. En esa práctica aprendió a analizar e interpretar los principios jurídicos y la jurisprudencia de la legislación anglosajona, así como los de las legislaciones latinoamericanas y europeas de tradición romanista, a efecto de hacerlos compatibles.

En cuanto a las materias de su especialización, se incluyen los financiamientos internacionales, los contratos internacionales de venta de petróleo crudo y de compra de productos petroquímicos, contratos de construcción en la industria petrolera y contratos de construcción, arrendamiento y transferencia en la industria eléctrica. Ricardo fue referente dentro de la firma en derecho energético, tanto en México como a nivel internacional.

En 1991, cuando apenas se negociaba el TLCAN, Ricardo me acompañó en la aventura de constituir el despacho mexicano de abogados “Díez, Garza-Morales y Prida”, simultáneamente con la apertura de la sucursal en México del despacho neoyorquino “Curtis, Mallet-Prevost, Colt & Mosle”. De esta forma fuimos de los primeros despachos en prestar en México un servicio legal internacional integral.

En su momento, algunos colegas cuestionaron la legitimidad de nuestra práctica por motivos proteccionistas, temiendo la invasión de firmas extranjeras y la pérdida de negocios frente a ellas. A casi tres décadas de distancia se ha demostrado lo contrario, hemos sido los abogados mexicanos quienes hemos realizado en México servicios profesionales que antes sólo se prestaban en Nueva York, Londres o París, en materias tan sofisticadas como el arbitraje de inversión, en la que nuestra firma en México es clave dentro de la estructura mundial de Curtis.

Ricardo también fue pieza fundamental en la apertura de la oficina de Curtis en Houston, a donde movió su residencia para dedicarse prácticamente de lleno al derecho energético. Fue allí que a sus cincuenta años contrajo nupcias con el amor de su vida Martine Marie Díez, quien hoy le sobrevive.

Ricardo Díez Hidalgo fue un verdadero abogado, profesional, estudioso, dedicado e íntegro, pero ante todo, un gran ser humano que contribuyó de manera destacada a la internacionalización de la abogacía en México.