Tecnología, educación y mundo digital

La relación entre tecnología y educación no es nueva. La herramienta que por excelencia ha servido para educar, la escritura, es en sí misma expresión de un avance tecnológico.

De otra parte, la propia propagación de las ideas y realizaciones científicas que hay detrás de todo cambio tecnológico, no se hubiesen podido propagar sin el papel que la educación juega como gran difusora social del conocimiento.

Educar es formar. Formar es transmitir. Se comparte un mundo vivo, lleno de objetos, ideas y prácticas. Se transmite una explicación sobre cómo se ha llegado a este punto. Se avizora lo que puede venir, tanto en su forma de deseo como de advertencia.

La transmisión de una generación a otra de esa visión de la vida, de ese estar en el mundo, sus razones y (posibles) consecuencias, sería absolutamente imposible sin el soporte de herramientas, espacios y procedimientos asociados a los avances tecnológicos.

Escritura digital.
Imagen: AliCDN.

Tecnología y educación se entretejen en la capacidad que una y otra, unidas, tienen para transformar la realidad, ya sea la de los individuos en lo particular, ya sea la de los grandes grupos humanos, nombrados sociedades.

Así pues, de modo inevitable, y a lo largo de todo el extenso horizonte de la historia humana, educación y tecnología andan a la par sobre el entresurco de la historia humana.

Con la aparición de los medios electrónicos de comunicación masiva en el siglo XX, radio, primero, y televisión, después, fueron vistas como efectivas herramientas para llegar hasta sitios donde el acceso de los docentes o la construcción de infraestructura física presentaba dificultades.

De alguna forma, el advenimiento de Internet, tanto en su forma de acceso mediante las computadoras como en lo que corresponde a los celulares, ha pasado a ocupar el lugar que como herramientas en la expansión de la información y el conocimiento sin límites físicos, tuvieron la radio y la televisión durante buena parte del siglo XX.

Asumir que el papel que puede tener la conectividad digital se refiere solamente a (volver a) llevar la educación hasta los últimos rincones del planeta, no está errada, pero es evidente su carácter utilitarista y limitado.

Internet de las cosas.
Imagen: IOTforall.

No se trata de que, ahora, Internet sustituya a las teleaulas, como éstas, antes, sustituyeron a la radiolecciones para la educación inicial.

El asunto va más allá. Implica la oportunidad si no única, sí inaplazable para replantear de fondo la idea del espacio educativo como sitio de transmisión de información y abrir el cauce a lo que significa la construcción colectiva de pensamiento.

No resulta rara, en estos términos, la resistencia que suelen presentar quienes tienen las peores prácticas pedagógicas, es decir, aquellas centradas en el control autoritario y la dosificación de la información.

Hoy, tecnología y educación convergen bajo el escenario de un mundo, el digital, que supone, esencialmente, antes que el cambio de los aparatos, la transformación radical de las formas de construir pensamiento.

Se tengan o no pizarrones conectados a Internet, se permita o no el uso de celulares en el aula, se usen o no libros y soportes digitales, lo digital reside en la forma en que las y los jóvenes tienen acceso a la información libremente, la comparten, construyen redes de horizontalidad y procesan el mundo, y no sólo su mundo, en red.

Pizarrón inteligente.
Imagen: Freepik.

Dentro y fuera de cada aula, en cualquier lugar del planeta, el mundo, y la manera en que sus objetos, ideas y prácticas, funcionan, es ya digital, en otras palabras, es red. Y, aunque el docente no lo sea, el mundo es; tanto digital como en red.

En este contexto, la clave del éxito, antes que llenar de laptops los salones, descansa en una efectiva alfabetización digital que impulsa, a la par, inclusión y creatividades digitales.

Tal estrategia en el camino hacia el asentamiento y expansión de lo que hoy se entiende como pedagogía reversible, por más que suene extraño, no tiene vuelta atrás.

Basada en el hecho incontrovertible de que los estudiantes tienen muchas, muchísimas más maneras de obtener la información, la pedagogía reversible supone desplazar el papel de informante del docente, para convertirlo en un animador del debate.

Para la pedagogía reversible, apoyada en un proceso de alfabetización digital, el docente es un impulsor de la criticidad, antes que un dador de fechas y datos.

Didáctica.
Imagen: Freepik.

Se trata, de ese modo, de toda una operación de desmontaje de una de las ideas clave del mundo anterior, en el que la posesión de la información estaba equiparada al principio de autoridad, tal como lo concibió el mundo anterior.

Construir una pedagogía reversible supone, en estos términos, por un lado, de una amplia capacidad de apropiación tecnológica, tan grande o mayor que la de los estudiantes.

Por el otro, implica que el antiguo informante de fechas y batallas pase a ser un animador del pensamiento, un convocante al debate y un participante (influyente, sí, pero no absoluto) de un pensar colectivo, crítico, creativo, comunicacional y colaborativo.

Ahí radica lo digital; no en el hecho de escribir en una Tablet. De ahí, justamente, su carácter inaplazable.

El mundo está en eso.

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