Mayas: rito, erotismo y belleza

La belleza es una idealización de la realidad y de las razones de esta realidad. Los mitos idealizaron la ficción de nuestro origen. La ciencia continúa investigando en una explicación que es insuficiente, que se contradice y evoluciona, mientras los mitos son permanentes, y nos reflejan en la superioridad que da un valor metafísico a nuestra existencia. La cultura maya fusionó a la naturaleza y las deidades, la idealización que plasmaron en el arte y en sus rituales era parte de la relación cotidiana con la realidad.

La belleza era consecuencia de sus creencias, la ritualización de su presencia impuso una teocracia artística, el gobierno estético estaba en la interpretación de la raza y el cosmos. En la exposición Mayas el lenguaje de la belleza, miradas cruzadas del Museo de Antropología demuestra con un análisis profundo que la creación artística habitó en todos los aspectos de esta cultura. El erotismo sublima la sexualidad, la desprende de su función reproductiva, idealiza el origen más profundo, y sin embargo lo niega, hace del placer la manifestación de nuestra fuga, del desprendimiento inhumano. La ritualidad es la esencia del erotismo, el proceso artificial, iniciático, convocado, fetichista, que propicia a la unión.

La Escultura de Adolescente (600 a 900 a. C.) destierra la naturaleza del cuerpo, es sacro y es erótico, el joven chamán exhala un gemido, los labios entreabiertos lanzan esa voz gutural del instante. La piedra caliza blanca y pulida del cuerpo fuerte, es el dios que protege al acto amatorio, al placer, su enorme falo le rodea el cuello, atado en un nudo que apresa y libera, alimentado por sus genitales grandes que lanza al frente. La escultura del joven dios está en movimiento, da unos pasos, nos reta para seducirnos con su poder, es la deidad que nos consagra en semidioses. La oración es murmullo, la plegaria es entrega, incita el sacrificio del cuerpo que busca su meta-física, su otro físico que lo lleva al límite, que se materializa como dios-dador insatisfecho, que lo saca, lo expulsa de su naturaleza. La promesa de ese falo que ahorca es la tragedia del sacrificio, de esa unión que desune, que nos desprende y que insaciable nos llevará a la demencia.

escultura maya
“Escultura de Adolescente” (600 a 900 a. C., Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México).

El ritual se une al Tantra Yoga, a la experiencia supra humana de la unión, los cuerpos son el Universo y la entrega es la energía que da sentido al movimiento y la vida de un tiempo infinito. El Lingam de Shiva es fuerza que contiene el cosmos, la danza eterna de Shiva es la armonía entre la creación y la destrucción. La sexualidad no es un delito que se castiga con la expulsión del Paraíso, ni mancilla al cuerpo, como lo sentenciaron las religiones monoteístas. En el cuerpo que se entrega a los dioses las entrañas son místicas, la sangre es sobrenatural, la sexualidad deifica, habla con un lenguaje irrepetible, de palabras sensoriales. La insatisfacción es la fe que nos exige la repetición y lealtad a ese rito efímero de la doble muerte.

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