Acoso en el arte

Las acusaciones por acoso sexual han alcanzado el ambiente del arte: artistas, pintores, fotógrafos, curadores, directores de museos y revistas han tenido que renunciar o son retirados de los museos como respuesta a los señalamientos. Al pintor y fotógrafo Chuck Close, le cancelaron su exposición en la National Gallery de Washington, sin mediar diálogo, con el argumento de que “era oportuno no contradecir a la opinión pública”, lo que esa masa vociferante sea, así en abstracto.

Las denuncias se han convertido en algo muy peligroso: se está llevando a cabo un linchamiento social y mediático sin que exista un juicio y una investigación previa, con el único dictamen de un denunciante, que no puede o no quiere comprobar sus palabras que son suficientes para acabar con la carrera de una persona. Cancelar de esa forma una exposición, sin que se esté en la posesión de una condena judicial, hacer la quema de un artista sin darle la oportunidad de argumentar su versión, es una violación al elemental Derecho Humano de defenderse.

Chuck Close, “Self-Portrait Screenprint”, 2012.

Existe una diferencia enorme entre silenciar los abusos, sin darles protección legal a las víctimas, -como sucede en nuestro país-, que creer en cualquier mención sin apenas comprobarlo. Esto se puede derivar en una paranoia total a las relaciones humanas afectivas, que el hecho de acercarse a una persona implique la agresión sexual, va a distanciar a las personas, y condenarlas, como en la antigüedad, a pagar por sexo para no tener que llevar ningún tipo de consecuencia legal. La sociedad se está esclavizando a una opinión pública políticamente manipulada en sus decisiones morales y judiciales para no contradecir la avalancha de twitteros, que son los que encienden las hogueras.

Si cualquier acercamiento es acoso sexual ¿en dónde queda la seducción o cómo vamos a manifestar el deseo y la atracción? Estamos regresando al puritanismo y al oportunismo de usar un estigma para acabar con alguien, es como en la Santa Inquisición que bastaba acusar a alguien de brujería o herejía para que fuera quemado y sus bienes confiscados, es exactamente lo mismo. Los abusos se deben denunciar en el momento, y si no es posible, se deben señalar legalmente no desde los 40 caracteres de un medio que se dedica a la manipulación masiva. En México vivimos en el extremo, aquí no hay forma de que un abuso sea perseguido y castigado por las leyes, las mujeres viven el estigma de ser las que “provocan”, y los hombres unos seres reactivos sin culpa de sus instintos. La falta de equilibrio en esto, el extremo de las dos situaciones va a tener como consecuencia que no se dimensione de forma correcta el problema y se convierta en algo más grave, entre la frustración del alejamiento por la persecución vengativa y el silencio por incomprensión. Los dos generarán una aberración a las relaciones afectivas, un aislamiento que nos hará más agresivos, incapaces de comprender a la naturaleza humana.

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