La industria de la víctima

“Vivimos en una era del victimismo”, afirma el cineasta Terry Gilliam, con mucha razón y valentía. Dice que pareciera que la vida tiene que ser maravillosa y fácil y que no es así, que la vida siempre ha sido dura para todos y que somos responsables de nuestra circunstancia. Es verdad que a veces hay hechos terribles que no provocamos, eso es diferente a la industria de la victimización que estamos padeciendo. El abuso de la corrección política y su chantaje social, la idea de que hasta las peticiones más individuales y caprichosas deben ser satisfechas por el Estado y la sociedad a los que han convertido en una especie de padres absolutos, ha generado una forma de vida para miles de asociaciones y ONGs que explotan la lástima y exigen que les solucionen la existencia.

La censura es la imposición más solicitada; lo que se exhiba en los museos, en las películas, en los libros, en general todas las expresiones artísticas y culturales, todo debe pasar por un filtro que no disguste a nadie, y que además envíe mensajes para alguna causa “oenegera”. La lista de lo que no debe decirse o mostrar crece cada día, los asuntos de género acabaron con el erotismo; los psicólogos con la literatura infantil; los sociólogos con los libros de Historia; la bioética persigue a la ciencia, cada parte del conocimiento y la creación tiene un policía inquisidor que le señala lo que no debe hacer. Están inventando un mundo irreal, negando lo que en verdad somos y necesitamos, cayendo en contradicciones flagrantes, generando más odio del que pretenden evitar. La convivencia se ha convertido en una lucha, cualquier detalle es susceptible de demandas, con esta particularización de las peticiones hasta el racismo tiene derecho a existir porque “defienden su libertad de expresión” y el odio entre sexos nunca había sido tan violento.

Kader Attia y Halam Tawaaf, 2008.
“Halam Tawaaf” por Kader Attia, 2008.

El gran negocio es que con cualquier petición nace una nueva ONG que pide dinero, y luego hay que sostenerlos porque son parte del “pluralismo” o de lo que ellos decidan, haciendo de sus necesidades y ocurrencias la forma de explotar un gobierno proteccionista temeroso de un golpe de estado de twitters. Terry Gilliam se puso en contra del movimiento de “Me Too” (“Yo también”; #MeToo). Dice que muchas mujeres denunciantes se beneficiaron y utilizaron el abuso en Hollywood. Es verdad, y lo podemos comprobar comparando el poco talento y enorme fama de muchas actrices y actores. El peligro es la paranoia y el oportunismo, se está creando con miedo porque ya es un sistema revisar todo desde el punto de vista puritano de coacción, que retiren una pintura de hace 100 años porque las feministas de hoy no les gusta, que la literatura infantil y juvenil sea una terapia proselitista, que hasta las obras de teatro y las óperas sean mutiladas es un retroceso en la generación de conocimiento. Los grupos que se dedican a esto lo que más promueven es su beneficio, ya aprendieron que entre más acusen más ganan y que cada demanda les da dinero y poder. Es el vicio de nuestra anhelada sociedad utopista, una tiranía oportunista.

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ALEJANDRO

SUS COMENTARIOS SON MUY PUNTUALES E INTERESANTES, LA FELICITO POR SU CLARIDAD

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