La protección del corazón, de los sentimientos, es frágil, se rompe, se agrieta, y por sus fracturas entra la oscuridad que nos cambia el semblante, que nos trastorna la voz, que se filtra en los sueños. El elegido no vive su existencia como un privilegio, la lleva con el estoicismo del deber, verá cómo su cuerpo y su piel deja fragmentos en las manos y las miradas de los otros, que su tiempo se extingue en el tiempo de los demás, que sus actos serán para seres que tal vez nunca conozca y le pedirán sin darle nada.
Rama fue un elegido, el hijo pródigo, guerrero hermoso, generoso, certero con el arco y la flecha, entregado a amar y respetar su dharma. El día que va a ser coronado, la madre de uno de sus hermanos, arrastrada por el vicio de la envidia, le pide al rey que ponga en el trono a su hijo y exilie a Rama del reino durante 14 años. Rama cumple el deseo de su padre que lo despide roto de dolor, se interna en el bosque, acompañado por su esposa Sita y su hermano Lakshmana, inicia con entereza y alegría la oportunidad de encarnar una vida ascética que en el palacio nunca podría conocer. Deja de ser príncipe, vive como un sadhu, penitencias, austeridades, come raíces y frutos, consciente de que esa sabiduría lo llevará a ser un guerrero impecable y compasivo. Ravana el demonio de la arrogancia, codicia a Sita, y la seduce con un venado de oro, que ella reclama para su jardín, los hermanos lo persiguen temerosos de que sea un espejismo, mientras Ravana secuestra a Sita.
Es el inicio de la tragedia, seguir el deseo de Sita obliga a Rama a distraer su dharma, desata una guerra larga y cruel para recuperar su honor y su esposa. Las austeridades y sacrificios ahora son batallas con armas y mantras. Rama aniquila a Ravana, rescata a Sita, regresa a gobernar su reino y, sin embargo, no puede volver a creer en ella, que jura por el fuego que nunca cedió a la pasión de Ravana. Rama no duda de la pureza sensual, romper con la austeridad y la renuncia ensombreció su rostro, decepcionado por el vanidoso deseo de Sita de tener ese venado dorado. Ignorar esa ilusión, desechar los deseos, habría evitado la abdicación de los juramentos del joven sadhu.
La traición más dolorosa es la que nos obliga a dejar nuestro propio camino, la que nos mutila a nosotros mismos. El amor se cumplía con privaciones, en esa pobreza había más que en el palacio dorado de Ravana, el alimento de frutos y raíces saciaba el cuerpo, el silencio creaba la música del agua. Desear lo que no tenemos nos lleva a perderlo todo, Sita deseo un espejismo que rompía con la realidad de la pobreza que era parte de su amor, no quiso aprender de ella, renegó del destino. Rama aceptó la desilusión y la pérdida de Sita como una austeridad más. La soledad puede traicionarnos con el espejismo de lo que no tenemos o darnos la paz y libertad para vislumbrar y cumplir con el dharma, con el camino que el destino nos ha señalado.