Autodestrucción, autopromoción

La publicidad tiene pocos recursos, en eso radica la lealtad del público, que se sienten seguros con lo que les ofrece, no hay riesgo, creer en ella es un acto de fe que tiene sus recompensas. En el carnaval del arte VIP el dress code es disfrazarse de ingenuos, las campañas de publicidad se disfrazan de actos artísticos, performances, instalaciones, y los cómplices fingen que se creen las mentiras que están presenciando. En un show mediático llamado subasta de arte, el colectivo graffitero Banksy vendió y “autodestruyó” una “obra”, los curadores esgrimieron variadas teorías académicas, que se suman a la campaña de autopromoción. El acto de circo era ver los rostros de los asistentes y del staff de los subastadores, en el face code del autoengaño, de que presenciaban un acto de rebeldía creativa.

En las subastas se reciben las obras con semanas de anticipación y se revisan en cada detalle, se hace un dictamen, pero como la vida es injusta con los inocentes, nadie vio que el publicista del graffitero les entregó la obra con una máquina trituradora en el marco, y la colgaron así, tampoco nadie vio que la tuvieron que programar y probar varias veces para que funcionara el momento de la foto, y nadie vio, por supuesto, al comprador. Lo que sí vimos es cómo el arte contemporáneo VIP salvaguarda la mediocridad y la cotización de un colectivo graffitero con un show de programa de concursos de tipo “Atínale al precio”.

arte contemporáneo
Pieza ‘Girl with a Balloon’, Banksy -izquierda- y momento en que al término de la puja en Sotheby’s se activó un mecanismo que la destruyó -derecha-, octubre, 2018 (Imagen: Robert Casterline/Casterline Goodman Gallery).

La aportación al art system es muy valiosa, eso de destruir las obras VIP genera muchos beneficios, el más importante es que tirarlas a la basura después de la exposición será un acto artístico. Se puede documentar cómo el camión de la basura se lleva el colchón, las sillas rotas, la comida o la sangre en cubetas, sumarlo al proceso de la obra y, desde luego, al precio. Los artistas VIP deben guardar toda su basura, y convertirla en “readymade autodestruido”, los performanceros que recolecten su detritus y lo definan como su “cuerpo autodestruido”. Las posibilidades artísticas, curatoriales y económicas son infinitas, podrán establecer la autodestrucción como un nuevo género artístico, con cátedras universitarias, tesis, curadores y más burócratas culturales. Las bodegas de arte van a ser innecesarias porque el valor de las obras VIP ahora estará en que las autodestruya el artista.

La mejor tesis académica la hizo McDonald’s con el anuncio de sus papas fritas rebanadas por la misma máquina trituradora, eso define con claridad que el arte VIP es basura desechable que sirve para generar dinero. El verdadero performance sería que metieran en una máquina trituradora ese millón y medio de dólares, en el banco en donde tenga su cuenta de inversión este colectivo politizado y de estética niñata, porque no sólo es un acto de autopromoción, es una autocompra que le consiguió una publicidad planetaria muy barata, tan barata como el face code de los subastadores pagados como comparsas.

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