¿Verdad o mentira?

Cuando los medios de comunicación están en manos de intereses personales, políticos o económicos, ¿quién nos asegura que las imágenes que nos presentan son fiel reflejo de la realidad?  Un mismo acontecimiento manejado por dos fuentes distintas es expresado en versiones completamente diferentes. Así que, ¿quién dice la verdad?

Hoy más que en ningún otro momento nuestras circunstancias exigen una evaluación. Todas las imágenes y datos recibidos hacen necesaria una conciencia crítica: descubrir qué se quiere decir, con qué intenciones se dice y, sobre todo, ¿quién lo dice?

Esto significa  entrenar la mente a que asuma una actitud reflexiva ante la información.  Está comprobado que una mentira puede dar media vuelta al mundo en menos tiempo en que la verdad tarda en atarse las cintas de los zapatos. Pero… ¿qué es verdad y qué es mentira? ¿Quién o quiénes proporcionan los datos? Acostumbramos pensar en términos de cierto o falso, en blanco o en negro. Sin embargo, entre lo blanco y lo negro hay muchos puntos intermedios, muchas tonalidades en gris.

Desde tiempos inmemoriales, la especie humana se ha dejado engañar por las apariencias. Cuentan que un día el Mal y la Mentira se tomaron de la mano y se fueron a bañar al mar. Allá encontraron -cabriolando sobre la espuma de las olas- al Bien y a la Verdad, entrelazados. Se reunieron para disfrutar de la espléndida mañana en las templadas aguas marinas bajo los rayos del sol y, mientras el Bien y la Verdad contemplaban arrobados los caprichosos dibujos de las nubes, el Mal y la Mentira -muy juntos- nadaron prestos a la playa, cambiaron de ropas para ir a pasear a la ciudad, ataviados de Bien y de Verdad. Desde entonces, la especie humana -influenciada por el ropaje y las apariencias- se deja engañar por el Mal, creyendo que es el Bien, y por la Mentira, confundiéndola con la Verdad.

Lo mismo sucede en nuestros días: justificamos la mentira -que se viste de diáfanos motivos- y condenamos la verdad, porque es molesta e incómoda. Justificamos la falsedad, diciéndonos que es lo conveniente, lo agradable, y además no nos compromete, y condenamos la verdad, porque implica responsabilidad personal. Exige también resolver nuestro futuro sin repetir la línea de pensamiento que originó el problema.

detectar mentiras
Imagen: AminoApps.

Para poseer una conciencia crítica es necesario aprender a leer la realidad, observarla  en su conjunto y en cada uno de sus detalles… y prever las consecuencias. Urge educar la percepción: cuestionar el cómo vemos, escuchamos y sentimos. Requiere la comprensión del sentido de los acontecimientos con el fin de hacer una apreciación sana, libre de prejuicios.

¿Texcoco o Santa Lucía?

No tenemos los datos ni los conocimientos necesarios para emitir un juicio. Escuchamos de diversas fuentes los pros y contras de las dos alternativas, pero, ¿estamos capacitados para comprender la complejidad de ambos proyectos? La congoja crece en nuestro interior, intensa y punzante. ¿Texcoco o Santa Lucía?

La tarea educativa por excelencia, ante la comunicación masiva de la televisión, cine, radio y prensa, consiste en formar personas que, una vez recibida la imagen, concepto o afirmación, sean capaces de entender su verdadero significado. Personas capacitadas para desenmarañar la madeja en la cual el bien, el mal, la verdad y la mentira suelen confundirse en caprichosos nudos.

Las nuevas generaciones han sido entrenadas a recibir impactos sensoriales fuertes y rápidos. A ser pasivas e imitadoras. Los medios de comunicación con frecuencia recurren al sensacionalismo, al impacto de la noticia, a la distorsión interesada de la realidad. Evitan temas cerebrales. La reflexión sobre los eventos que determinarán nuestro futuro como nación toma mucho tiempo, y el tiempo es oro. El espacio en los medios cuesta.

Percibir y reflexionar son actividades difíciles de practicar en nuestros días. Seducidos por la luz y el sonido dialogamos no con nuestra realidad, sino con símbolos e imágenes. Aceptamos pasivamente como verdad una parte de la realidad. Sólo una parte del todo.

La ignorancia de lo que se requiere, de lo que es necesario y urgente, de lo que se debe hacer, y de lo que se puede hacer, tanto en lo personal como en lo político, es la causa principal de las dificultades de nuestra nación en desarrollo. Aunque nuestro país es dueño de vastos recursos y tenemos acceso a mucha información, se nos dificulta procesarla para su mayor aprovechamiento.

Hemos dejado de construir nuestro propio bien, nuestra propia verdad.  Aceptamos la ‘verdad’ impuesta. Se nos olvida reflexionar.

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