El Populismo: una “palabra talismán”

Estar inn en el análisis político

No hay cosa más tentadora para quien se ocupa del análisis político que acogerse a las “posiciones comunes o genéricas” del lenguaje y salir al espacio público acudiendo al uso de ciertos términos que difícilmente serán rebatidos precisamente por el público. Ése es el caso de palabras como “impunidad”, “corrupción”, “partidocracia”, “simulación” y “populismo”, entre otras muchas.

En comunicación se solía hablar de “palabras talismán” para referirse a ese tipo de expresiones con las cuales el líder de opinión o el periodista se incorporaba a la corriente dominante en la crítica. Se llaman talismán porque basta con pronunciarlas para atraer la atención del gran público, es decir, seducen por su brillo de aparente profundidad analítica, cuando en realidad, en muchos casos, se emplean sin reparar demasiado en su significado.

En esta ocasión me refiero a una de esas palabras que no sólo es “talismán”, sino que se ha convertido en una moda atractiva. A la cual -dicho sea de paso-, no me uní, cuando escribí, junto con Salvador Cárdenas Gutiérrez, nuestro reciente libro: El Populismo, una estrategia de movilización política.

¿Quién es populista?

Quizá la pregunta aquí planteada debería decir, ¿quién no es populista? O, ¿quién se siente en ocasiones populista? Para responder a tales preguntas es necesario aclarar el complejo significado del término.

El populismo es una palabra que se emplea, no para definir una “ideología”, sino para referirse a una estrategia de movilización política que tiene dos vertientes fundamentales, que enuncio y enseguida explico brevemente:

  • Estrategia de acceso al poder y,
  • Estrategia de comunicación política.

Como estrategia de acceso al poder, puede afirmarse que el populismo es un modo de hacer campaña para ganar votos, para ganar las elecciones, que tiene ciertas características que, si bien no son exclusivas, sí le distinguen cuando confluyen en un mismo ámbito electoral. Estas características son esencialmente tres:

  1. Las campañas de los movimientos populistas utilizan un lenguaje radicalmente disruptivo, es decir, de rompimiento con el denominado lenguaje político tradicional o “lenguaje políticamente correcto”, por ello, los candidatos populistas suelen abandonar el guion, salirse del protocolo, y romper esquemas con expresiones mucho más cercanas “a la gente” de a pie.
  2. Los grupos populistas y los partidos que asumen el enfoque populista suelen dirigir su discurso de campaña principalmente al terreno antropológico de las emociones. Para ello, suelen dividir la sociedad en dos grupos: los indignados, que son la mayoría de los posibles votantes o electores, y la “clase política”, que se convierte en blanco de sus ataques, pues ésta se convierte en enemigos de la gente.
  3. Se dirigen fundamentalmente a la gente”, que no necesariamente coincide con el “ciudadano”, ni con el miembro o simpatizante de un partido, sino a esa “gente” integrada con todos aquellos que se sientan parte del grupo marginal de indignados. En este sentido, en el discurso populista “la gente” es todo y nada a la vez.

Populismo

En caso de acceder al poder, los movimientos o partidos populistas tienden a establecer canales de comunicación propios de una democracia directa, lo cual quiere decir que se comunican no a través de las instancias ordinarias de representación política (como los congresos o parlamentos), sino por medio de consultas populares, plebiscitos y, en aquellos países donde se permita, los referendos.

Un continente sin contenido

Como lo expresamos en el libro El Populismo, publicado por la editorial LID, el populismo no es una ideología, no es un programa de carácter ideológico, ni debe llevarnos necesariamente a actitudes de miedo. Es una estrategia política de acceso al poder y de comunicación, que puede resultar útil -y generalmente lo es- en situaciones de necesidad urgente de cambios institucionales de fondo o para lograr transformaciones radicales.

A ello nos referimos los autores del libro cuando señalamos que, en el caso mexicano, es evidente que nos aproximamos a lo que en Derecho Público se denomina “momento constitucional”, esto es, una coyuntura de cambio profundo que, si se hace por la vía democrática, puede tener resultados positivos para no caer en situaciones trágicas -como en el siglo XIX, cuando se pensaba que para transformar al país, debían correr ríos de sangre en los campos de batalla o debían generarse crisis severas-.

Hoy, México cuenta con esquemas institucionales -ciertamente muchos débiles- y una tradición democrática, cuya tendencia exige ser ajustada a fin de que la transformación de la nación sea pacífica, programática, legal, legítima y respetuosa de las libertades y de los derechos “fundamentales” de las personas derivados de su dignidad.

Mientras el mundo se reconfigura y polariza, debatiéndose entre una confusa post-globalización y cuestionables nacionalismos emergentes, se hace necesario reivindicar un modo de ser mexicanos ante tanta incertidumbre, inseguridad e injusticia. El actual panorama político luce desolador, y la preocupación inmediata va en aumento, en el sentido de si la gobernabilidad y la gobernanza efectivas estarán presentes a partir del próximo 2 de julio para permitir esa profunda transformación, fortaleciendo el ámbito constitucional y de legalidad, y respetando los límites y contrapesos al ejercicio del poder público.

#Populismo

Nuestro libro no es en contra del populismo, pero sí en favor de los derechos y el respeto de los indignados que cada día sumamos más, especialmente ante los escenarios de corrupción e impunidad, que han aumentado en los últimos años, no sólo en México, sino en un gran número de países en el mundo.

Acción social, Carlos Requena

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Nydia Egremy

Oportuno e interesante artículo.

Miguel Moneta Porto

Un análisis objetivo y más que necesario, pero Dios nos libre de la implementación de sueños utópicos, que son la base del “populismo”
Ahora bien, me permito comentar sobre una errata. Inn es albergue. In es estar adentro.

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