La relación bilateral interméstica de México–Estados Unidos

La relación bilateral México-Estados Unidos tiene en la asimetría una característica clave para entender su complejidad. Para todos es claro que la potencia mundial hegemónica actual es Estados Unidos y que las diferencias con nuestro país son enormes bajo cualquier parámetro que se utilice, por ello la frase que dice “cuando a Estados Unidos estornuda a México le da una pulmonía” aún tiene cierta vigencia.

De ahí que gran parte de la atención externa desde México pase por los eventos en Estados Unidos y a pesar del creciente papel de mexicoamericanos en la sociedad estadounidense, el nivel de atención social no es ni remotamente comparable y se extiendan narrativas hostiles contra nuestro país como la que desafortunadamente enarbola la base social que respalda al presidente Trump.

No obstante esta asimetría, México y Estados Unidos están condenados a entenderse debido a la enorme frontera común, esos 3,180 km de frontera son, a la vez, espacio de encuentro y rompimiento, así como la división territorial más extensa entre dos realidades económicas contrastantes y un choque cultural tan intenso que crea una fusión propia, única, que la revista Time bautizó como Améxica y fue sintetizada por el tijuanense Luis Humberto Crosthwaite en una Misa fronteriza:

“Bienvenidos todos a esta misa fronteriza.

(Haciendo la señal de la cruz.)

En el norte los Estados Unidos,

en el sur México;

en medio, de este a oeste, una franja.

Yo confieso, ante la Frontera todopoderosa y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión, y que seguiré haciéndolo por los siglos de los siglos. Por tu culpa, por tu culpa, por tu grande culpa, Frontera entre México y Estados Unidos.

(…)

Creo en una sola Frontera, tierra de nadie, espacio, área, río, muro: límite norte de México, límite sur de Estados Unidos, república de en medio, orilla del mar que no es del todo agua y no es del todo arena, donde la esperanza y la desesperanza son amantes y se toman de la mano sin importar lo que diga la gente; donde ciudades, pueblos y ranchos se casan, se divorcian y se vuelven a casar.”

Esa frontera nos ha llevado a entendernos de alguna manera, el área por donde diariamente circulan 1,500 millones de dólares en comercio bilateral y que ha sido protagonista desde la campaña presidencial estadounidense donde el Presidente Trump quiere construir un muro “grande y bello” y obstaculizar este flujo de personas, bienes, servicios o  dinero que nutre a ambas sociedades.

Esa misma frontera y la densidad social que la habita, conlleva a que la gran mayoría de los problemas de seguridad tengan aspectos binacionales y sean intermésticos, es decir, problemas domésticos que tienen un alto componente internacional para cuya atención necesariamente se demanda construir mecanismos internacionales de comunicación y atención conjunta, un requisito del mundo abierto que habitamos.

Evidentemente tanto los actores sociales y económicos como los actores negativos de la delincuencia organizada han avanzado mucho más rápido en aprovechar esta realidad interconectada que las autoridades de ambos países. Esto se debe en buena medida a que no se han consolidado los procesos y mecanismos de confianza que se observan, por ejemplo, en las reglas comerciales que permitieron la apertura comercial cobijada por el TLCAN.

El TLCAN ha promovido y potenciado una mayor densidad social y económica de la relación de ambas sociedades, que ha llevado a un alto nivel de institucionalización en múltiples rubros; esto es, que se ha tejido una extensa red de intereses binacionales para los cuales es preferible mantener de forma ordenada los términos de la relación que poner obstáculos y trabas físicas o normativas a la misma.

Esta institucionalización, entendida como reglas, prácticas, procesos y rutinas de acción cotidiana que permiten relaciones sociales y económicas estables que incentivan ampliar los canales de mutuo entendimiento, es una novedad y puede servir de base para reorientar la relación bilateral hacia nuevos espacios de mejora y optimización de esta relación. De forma significativa, esta mejora puede y debe ser orientada para atender algunos de los problemas de México, notoriamente la crisis de seguridad que hoy nos aqueja mediante la participación de nuevos actores a esta densa red de intereses binacionales como las agencias de seguridad y justicia de México, Fuerzas Armadas, policías federales, estatales y municipales, inteligencia y toda el área de procuración de justicia.

Esta coyuntura crítica que significa la administración Trump y la renegociación del TLCAN puede ser un buen momento para reelaborar la agenda y definir los términos de la relación bilateral que se puede reorientar para atender los problemas de seguridad intermésticos en beneficio de ambas sociedades.

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